Aquellos que dejan que Cristo more en sus corazones amarán a las almas por las cuales él murió. Los que en verdad le aman, tendrán un fervoroso anhelo de permitir que ese amor llegue a ser aceptado y comprendido entre los demás.
Me entristece ver que tan pocos tienen interés de ayudar a los que viven en la oscuridad. Que ningún creyente verdadero se conforme con vivir ociosamente en la viña del Maestro. Todo poder le fue dado a Cristo en el cielo y en la tierra, y él impartirá su poder a sus seguidores, para realizar la magna tarea de hacer que los hombres se alleguen a él. Él anima constantemente a sus instrumentos humanos, para que realicen la obra del cielo en todo el mundo y les promete estar con ellos todos los días hasta el fin del mundo. Las inteligencias celestiales que son "millones de millones" (Apocalipsis 5: 11) son enviadas como mensajeros para que se unan con las fuerzas humanas en la salvación de las almas. ¿Por qué la fe en las grandes verdades que predicamos no enciende un propósito fervoroso en el altar de nuestros corazones? ¿Por qué, me pregunto, en vista de la grandeza de estas verdades, no todos los que profesan creer en ellas se sienten inspirados con un celo misionero, un celo que debe caracterizar a todos los obreros de Dios?
¿Quién dirá: "Envíame a mí"?
Se necesita hacer el trabajo de Cristo. Que las personas que creen en la verdad se consagren al servicio de Dios. Deberían haber cientos de feligreses empeñados en la obra misionera allí donde ahora hay unos pocos solamente. ¿,Quién comprenderá la importancia y la grandeza divina de la invitación? ¿Quién se negará a si mismo? Cuando el Salvador llame a los obreros, ¿,quién dirá: "Heme aquí, envíame a mí"?
Se necesitan obreros tanto en este país como en el extranjero. En nuestro vecindario hay una obra que realizar que muchos descuidan extrañamente. Todos los que han gustado "la buena palabra de Dios, y las virtudes del siglo venidero" (Hebreos 6: 5) tienen un trabajo que hacer en sus propios hogares y entre los vecinos. Se debe proclamar el 33 Evangelio de salvación entre las gentes. Toda persona que ha sentido el poder de Cristo en su corazón se transforma en un misionero. A los amigos se les debe hablar del amor de Dios. Cada uno puede anunciar dentro de su propia iglesia lo que el Señor significa para él: su Salvador personal; este testimonio, presentado con sencillez, será de mayor provecho que el más elocuente discurso. Además hay una gran obra que hacer, en tratar a los demás con justicia y en humillarse para andar delante del Señor. Los que trabajan dentro de su propio ambiente están ganando una experiencia que los capacitará para llevar a cabo mayores responsabilidades. El trabajo misionero que se hace en el país donde uno vive, prepara al cristiano para la realización de una obra mayor en el extranjero.
EL CUIDADO DEL ENFERMO
¿Cómo se puede realizar el trabajo del Señor? ¿Cómo se podrán alcanzar esas almas que se pierden en la medianoche de las tinieblas? Tenemos que hacerle frente al prejuicio; es difícil trabajar con una religión corrompida. los mejores métodos de trabajo deben considerarse con oración. Hay una forma en que muchas puertas se abrirán ante el misionero. Aprenda él a trabajar inteligentemente en favor de los enfermos, como enfermero o enfermera; o aprenda a tratar las enfermedades, como médico; y si se mantiene lleno del Espíritu Santo, ¡cuán vasto campo de servicio no se le presentará!
Cristo es el Salvador del mundo. Durante su ministerio terrenal los enfermos y los afligidos fueron el objeto especial de su compasión. Cuando envió a sus discípulos, los comisionó para que sanaran al enfermo tanto como para predicar el Evangelio. Cuando envió a los setenta, también les ordenó que curaran a los enfermos, mientras predicaban que el reino de Dios estaba cerca. Primero debían atender la salud física, para que se abriera el camino y la verdad llegara a sus almas.
EL METODO DE EVANGELISMO DE CRISTO
El Salvador dedicó más tiempo y energías a la curación de los enfermos que a la predicación del Evangelio. El último encargo que les dio a los apóstoles sus representantes en la tierra fue que impusieran las manos sobre los enfermos, para sanarlos. Y cuando el Maestro vuelva, recompensará a los que hayan visitado a los enfermos y aliviado las necesidades de los afligidos.
Nuestro Salvador experimentaba una tierna simpatía por los pobres y dolientes. Y si nosotros somos seguidores de Cristo debemos cultivar también la compasión y la simpatía. El amor por la humanidad doliente debe reemplazar a la indiferencia por la aflicción humana. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán que se les ayude. Entre ellos existe una dorada oportunidad para proclamar el Evangelio y para poner en alto el nombre de Jesús, la única esperanza y consolación del ser humano. Cuando la persona que sufre obtiene sanidad, y se ha demostrado un interés viviente por el alma afligida. entonces el corazón se abre y se puede derramar el bálsamo celestial sobre él. Si acudimos a Jesús y obtenemos de él conocimiento, fortaleza y gracia, podremos impartir su consuelo a los demás, porque el Consolador está con nosotros.
Habrá que vérselas con una gran cantidad de prejuicios, celo falso y piedad fingida, pero tanto en este país como en el extranjero hay más almas que Dios ha estado preparando para recibir la semilla de la verdad de lo que nos podemos imaginar. Estas recibirán gozosamente el mensaje que se les presente.
No debe existir deshonestidad en la vida del obrero. Aunque el error es peligroso para cualquiera, aunque se cometa por equivocación, la hipocresía en la proclamación de la verdad es fatal.
CON ENTUSIASMO
No debemos ser espectadores ociosos de las escenas impresionantes que se llevarán a cabo en preparación de la segunda venida de nuestro Señor. Debemos desplegar el valor y el entusiasmo del soldado cristiano. El que no está con Cristo, es su enemigo. "El que conmigo no recoge, desparrama" (Mateo 12: 30). En los libros del cielo la inactividad se considera como una obra contraria al trabajo de Cristo, porque produce el mismo fruto de la hostilidad abierta. Dios llama a obreros activos.
Mientras más claramente observen nuestros ojos las maravillas del mundo del futuro, más profunda será nuestra solicitud por los habitantes de este mundo. No podemos ser egoístas. Vivimos en una época especial de conflicto entre los poderes de la luz y las tinieblas. Sigamos adelante; dejemos que nuestra luz brille; difundamos sus rayos por todas partes. Cristo y sus mensajeros celestiales colaborarán con las agencias humanas para terminar el trabajo que ha quedado inconcluso. Dejamos de brillar cuando abandonamos nuestros puestos y no demostramos interés por los demás, porque nos gusta la comodidad y preferimos no incomodarnos. Si nos portamos de esta manera, ¡qué tremenda será la culpa, y cuán terribles las consecuencias! Algunas personas deben prepararse para llegar a ser médicos misioneros y enfermeras cristianos. Las puertas se abrirán y estos fieles hijos de Dios podrán trabajar entre las clases altas y las bajas. Toda influencia se debe consagrar a esta tarea. De la obra misionera que se realice aquí debe surgir una cadena de luces ardientes que circunden la tierra; cada voz debe proclamar: "El Espíritu y la Esposa dicen: Ven. Y el que oye, diga: Ven. Y el que tiene sed, venga: y el que quiere, tome del agua de la vida gratuitamente" (Apocalipsis 22: 17).
EFECTOS DE HABITOS EQUIVOCADOS.
UN MUNDO NO AMONESTADO.
Entre los profesos
cristianos del mundo existe ahora muy poca fortaleza moral. Muchos han
acariciado hábitos equivocados y las leyes físicas y morales se han descuidado
hasta el punto en que la virtud y la piedad generales son extremadamente bajas.
Los hábitos equivocados rebajan las normas de la salud física y entorpecen las
fuerzas mentales y espirituales. La complacencia de los apetitos y pasiones
desnaturalizados ejerce una influencia poderosa sobre el sistema nervioso del
individuo. Los órganos animales se fortalecen, mientras que las fuerzas morales
van perdiendo su vigor. Es imposible que una persona intemperante sea cristiana
al mismo tiempo, porque sus facultades superiores llegan a ser esclavas de las
pasiones. Testimonies for the church (3T.51).
UN MUNDO NO AMONESTADO.
Hay una enorme tarea
delante de nosotros, el trabajo final de dar el último mensaje de amonestación
de Dios a un mundo pecador. ¿Pero qué hemos hecho para dar este mensaje? Les
ruego que consideren los muchísimos lugares donde ni siquiera hemos entrado.
Observen a nuestros obreros que continúan recorriendo el mismo camino mientras
alrededor de ellos se halla un mundo descuidado, sumido en la corrupción y la
impiedad: un mundo que aún no ha sido amonestado. para mí este es un cuadro
terrible. ¡Qué indiferencia más asombrosa manifestamos hacia las necesidades de
un mundo que perece! Testimonios para la iglesia, tomo 7, págs. 102-103. 37 CSS. EGW
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