martes, 3 de enero de 2012

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD. 13. “Rechácese La Contaminación Del Tabaco”


El tabaco, no importa cómo se use, es nocivo para el organismo. Es un veneno lento. Afecta el cerebro y entorpece el discernimiento, de modo que la mente no pueda percibir las cosas espirituales, especialmente las verdades que pudieran ejercer un efecto correctivo sobre este vicio inmundo. Los que usan tabaco en cualquier forma, no están libres ante los ojos de Dios. A los que practican este hábito sucio, les resulta imposible glorificar a Dios en sus cuerpos y espíritus, los cuales son de Dios. El Señor no los puede aprobar mientras usan esos venenos lentos, pero certeros, que arruinan la salud y menoscaban las facultades de la mente. Dios es misericordioso con los que practican este pernicioso hábito ignorantes del mal que les causa, pero cuando el asunto se les presenta en su verdadera luz, si continúan practicando su degradante vicio, entonces son considerados culpables delante del Señor.
Dios exigía que los hijos de Israel practicaran hábitos de estricta limpieza. En caso de la menor impureza debían quedar fuera del campamento hasta la tarde, y sólo podían regresar después de lavarse. En ese vasto ejército no había nadie que usara tabaco. Si hubiera habido, habría sido obligado a escoger entre renunciar a la maldita hierba o abandonar el campamento. Y después de lavarse bien la boca, hasta librarse del último vestigio de tabaco, se le habría permitido de nuevo mezclarse con el pueblo de Israel.

La contaminación del tabaco, una ofensa para Dios
A los sacerdotes que administraban las cosas sagradas, para que no profanaran el santuario, se les ordenaba lavarse los pies y las manos antes de entrar en el tabernáculo, a la presencia de Dios, para intervenir por Israel. Si los sacerdotes hubieran entrado en el santuario con sus bocas contaminadas con tabaco, sin lugar a dudas habrían corrido la misma suerte de Nadab y Abiú. Y a pesar de eso, hay profesos cristianos que se postran a adorar a Dios en sus cultos familiares con sus bocas sucias con la inmundicia del tabaco. . .

Se requiere una estricta limpieza
Algunos hombres que han sido apartados por la imposición de las manos para administrar las cosas sagradas, a menudo pasan al púlpito con sus bocas contaminadas, sus labios manchados, y el aliento mancillado por el tabaco. Deben hablar a las gentes en lugar de Cristo. ¿Cómo podría un Dios santo aceptar un servicio tal, cuando exigía que los sacerdotes de Israel realizaran preparativos tan especiales antes de llegar delante de su presencia, para no ser consumidos por su infinita santidad, por deshonrarlo, como en el caso de Nadab y Abiú? Estos ministros pueden tener la seguridad de que el poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Ellos profesan servir a Dios mientras practican la idolatría y hacen un dios de sus propios apetitos. El tabaco es su ídolo acariciado, y a él le rinden toda clase de sagrada y alta consideración. Profesan adorar a Dios a la vez que quebrantan el primer mandamiento. Tienen dioses ajenos delante del Señor. "Purificaos los que lleváis los vasos de Jehová" (Isaías 52: 11).
Dios requiere hoy la misma limpieza del cuerpo y pureza del corazón que le exigía al pueblo de Israel. Si Dios era tan estricto acerca de la limpieza con ese pueblo que peregrinaba por el desierto, que pasaba casi todo el tiempo al aire libre, no requerirá menos de nosotros que vivimos en casas techadas, donde las impurezas son más evidentes, y nos hallamos sometidos a una influencia más insalubre.

El uso del tabaco es contrario a la piedad *
Cuando contemplo a hombres que pretenden gozar de la bendición de una satisfacción completa, mientras son esclavos del tabaco, que escupen y ensucian todo lo que se halla a su alrededor, me pregunto: ¿qué aspecto ofrecería el cielo si se permitiera entrar en él a los que usan tabaco? Los labios de quienes pronunciaran el precioso nombre de Cristo estarían contaminados por el uso del tabaco, saturados de un aliento maloliente, y aun el lino de las vestimentas se hallaría impregnado. La persona que ama un ambiente corrompido, está corrompida por dentro. Lo que se ve por fuera indica lo que hay adentro.
Hay hombres que profesan santidad, pero ofrecen sus cuerpos sobre el altar de Satanás, y le queman el incienso del tabaco a su satánica majestad. ¿parece demasiado severa esta declaración? La ofrenda se debe ofrecer a alguna deidad. Puesto que Dios es puro y santo, y jamás aceptará nada que degrade su carácter, no puede menos que rechazar este sacrificio inmundo, costoso y profano. Por lo tanto concluimos que es Satanás quien acepta el honor.

El hombre es propiedad de Cristo
Jesús sufrió la muerte para rescatar al hombre de las garras de Satanás. Vino para ponernos en libertad por la sangre de su sacrificio expiatorio. El hombre que haya aceptado pertenecer a Jesucristo, y cuyo cuerpo sea un templo del Espíritu Santo, no se dejará esclavizar por el terrible vicio del tabaco. Sus facultades pertenecen a Cristo, que lo compró por un precio de sangre. Lo que posee pertenece al Señor. Entonces, ¿como puede ser inocente si gasta cotidianamente el dinero que el Señor le ha confiado, para satisfacer un apetito que no es natural?

Triste despilfarro del dinero
Una enorme suma de dinero se derrocha anualmente en la complacencia de este vicio, mientras las almas perecen necesitadas de la Palabra de vida. ¿Cómo pueden los cristianos que entienden bien este problema, continuar robándole a Dios los diezmos y ofrendas que se usan para el sostén del Evangelio, mientras ofrecen sobre el altar del placer destructivo del tabaco, más de lo que dan para socorrer a los pobres, o suplir las necesidades de la causa de Dios? Si estas personas fueran verdaderamente santificadas, ganarían la victoria sobre cada inclinación perjudicial. Entonces todos estos gastos innecesarios se canalizarían hacia la tesorería del Señor, y los cristianos tomarían la delantera en el campo de la abnegación, el sacrificio propio y la temperancia. Entonces llegarían a ser la luz del mundo. . .

La capacidad natural de percepción se entorpece
Al fumador todo le parece desagradable e insípido si no satisface su vicio favorito. El uso del tabaco entorpece de tal manera la capacidad natural de percepción del cuerpo y la mente, que la persona se vuelve insensible a la influencia del Espíritu de Dios. Cuando le falta su estimulante habitual, el alma y el cuerpo del fumador experimentan un hambre ansiosa, no por la justicia y la santidad de la presencia divina, sino por su ídolo acariciado. Al satisfacer sus apetitos pervertidos los cristianos profesos debilitan diariamente sus facultades haciendo imposible de esa manera que puedan glorificar a Dios.

Un veneno engañoso
El tabaco es uno de los venenos más engañosos y dañinos que existen; y ejerce una influencia estimulante primero y luego depresiva sobre los nervios del cuerpo. Es tanto más peligroso cuanto que sus efectos sobre el sistema son muy lentos y casi imperceptibles al principio. Multitudes han llegado a ser víctimas de su maléfica influencia. ­Spiritual Gifts, (Dones Espirituales), tomo 4, pág. 128 (1864).

Abstinencia de narcóticos *
Nuestro pueblo retrocede constantemente en lo que se refiere a la reforma de la salud. Satanás sabe que no puede ejercer el mismo control sobre ellos como lo tiene cuando ceden a sus apetitos. La conciencia se embota, la mente se anubla y disminuye su susceptibilidad a ser impresionada, cuando se está bajo la influencia de alimentos dañinos. Pero la culpa del transgresor no se atenúa porque su conciencia violada se halle adormecida.
Satanás se ocupa en corromper las mentes y destruir las almas con sus tentaciones insidiosas. ¿Comprenderá el pueblo de Dios lo que significa la complacencia de un apetito pervertido? ¿Abandonarán el uso de té, café, carnes, y todo alimento estimulante, y dedicarán en cambio a la predicación de la verdad el dinero que gastarían en la complacencia de estos apetitos perjudiciales? Estos estimulantes solo causan daño, y sin embargo vemos que muchos que profesan ser cristianos usan el tabaco. Estas mismas personas, mientras deploran los males de la intemperancia y hablan contra el uso del licor, escupen a cada rato el jugo del tabaco que están mascando. Puesto que el estado saludable de la mente depende del funcionamiento normal de las facultades vitales, cuánto cuidado debiera ejercerse de evitar el uso de todo narcótico y estimulante.

El tabaco es un veneno lento e insidioso, y es más difícil desterrar sus efectos del organismo que los del alcohol. ¿Qué poder puede ejercer un adicto del tabaco contra los avances de la intemperancia? Debe producirse una revolución contra el tabaco en el mundo antes que se pueda aplicar el hacha a la raíz del árbol. Vayamos todavía un poco más lejos. El consumo de té y café estimula el apetito que se tiene por estimulantes más fuertes, como el tabaco y el licor. Pero consideremos el asunto aún más de cerca y examinemos las comidas que se sirven diariamente en los hogares de los cristianos. ¿Se practica en ellos la temperancia en todas las cosas? ¿Se promueven allí las reformas que son tan esenciales para la buena salud y la felicidad? Cada verdadero cristiano ejercerá control sobre sus apetitos y pasiones. Si no es capaz de librarse del yugo del apetito que lo esclaviza, no puede ser un siervo de Cristo verdadero y obediente. Es la complacencia de los apetitos y las pasiones lo que impide que la verdad surta efecto alguno sobre el corazón. Es imposible que el espíritu y el poder de la verdad santifiquen el cuerpo, el alma y el espíritu de una persona que se halla controlada por el apetito y la pasión.

El dominio propio y la oración
Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás cristianos profesos, los que aceptan la verdad para estos últimos días debieran imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se refiere. . .
Jesús pedía fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender contra las potestades de las tinieblas y hacer la obra que se nos ha encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la obtenga.­ Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 183 (1869). EGW CSS

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