Muchos no lo consideran un deber, y por esta razón ni siquiera hacen un esfuerzo por cocinar su comida en forma apropiada. Esto se puede lograr en una forma tan sencilla, saludable y fácil, sin el uso de manteca, mantequilla o carne. La pericia debe ir unida con la simplicidad. para lograr esto, las mujeres deben leer, y luego con mucha paciencia deben emplear en la práctica lo que han leído.
Muchos sufren por no tomarse la molestia de hacer esto. A los tales les digo: Es tiempo que despierten sus energías latentes y se pongan a leer. Aprendan a cocinar con sencillez, y a la vez de tal manera que puedan lograr platillos sabrosos y saludables.
Estas pobres personas que cocinan y los que tienen que comer sus platillos, podrán decir con toda seriedad que la reforma pro salud no les asienta bien. El estómago no tiene la capacidad de transformar pan mal hecho, pesado y amargo, en buen pan; pero este tipo de pan, sí tiene el poder de convertir un estómago saludable a uno enfermo. Los que comen este tipo de alimento, saben que se están debilitando. ¿Cuál será la razón? Algunas de estas personas se consideran reformadores de la salud, pero no lo son. No saben cocinar. Preparan pasteles, papas y pan integral, pero todo es lo mismo. No hay variación, y no se fortalece el organismo. Creen que es una pérdida de tiempo el dedicarse a obtener una experiencia más completa en la preparación de alimentos saludables y sabrosos.
Aprendan a cocinar
Con frecuencia nuestras hermanas no saben cocinar. A las tales quiero decirles: Yo iría a la mejor cocinera que se pudiera hallar en el país, y permanecería a su lado si fuese necesario durante semanas, hasta llegar a dominar el arte de preparar los alimentos, y ser una cocinera inteligente y hábil. Obraría así aunque tuviese cuarenta años de edad. Es vuestro deber saber cocinar, y lo es también enseñar a vuestras hijas a cocinar. Cuando les enseñáis el arte culinario, edificáis en derredor de ellas una barrera que las guardará de la insensatez y el vicio que de otra manera podría tentarlas. Yo aprecio a mi costurera y a mi copista; pero mi cocinera, que sabe preparar el alimento que sostiene la vida y nutre el cerebro, los huesos y los músculos, ocupa el puesto más importante entre los ayudantes de mi familia. Testimonies for the Church, tomo 2, pág. 370 (1869).
Un talento esencial *
Es un deber religioso de los que se ocupan de la tarea de cocinar, aprender a preparar alimentos saludables en maneras diferentes, para que puedan ser ingeridos con gozo. Las madres deben enseñar a sus hijos a cocinar. ¿Cuál otro aspecto de la educación de una joven podría recibir tanta importancia como éste? La alimentación tiene que ver con la vida. Los alimentos mal cocinados, escasos y empobrecidos, deterioran constantemente la sangre, al debilitar los órganos que la producen. Es de suma importancia que se considere el arte culinario como una de las fases más importantes de la educación. Existen pocas personas que realmente sean buenas cocineras. Las jóvenes consideran que llegar a ser cocineras es como rebajarse a un oficio menor. Esto no es así. No observan el asunto desde el ángulo adecuado. El conocimiento de cómo preparar alimentos saludables, especialmente pan, no es una ciencia cualquiera...
Las señoritas deben ser instruidas concienzudamente en el arte de cocinar. Cualesquiera que sean las circunstancias por las cuales atraviesen en la vida, siempre podrán utilizar este conocimiento en forma práctica. Es una rama de la educación, con una influencia más directa sobre la vida humana, especialmente sobre la de nuestros seres queridos. Muchas esposas y madres que no han tenido la educación correcta y carecen de habilidades culinarias, diariamente dan a sus familias alimentos mal preparados, que destruyen implacablemente los órganos digestivos, producen sangre de mala calidad y acarrean frecuentemente ataques agudos de enfermedades inflamatorias y causan una muerte prematura.
Muchos han descendido a la tumba por comer pan agrio y pesado. Se me relató el caso de una sirvienta que hizo pan agrio. Como le quedó pesado, quiso deshacerse de él y ocultar el problema, de modo que les dio la masa a un par de puercos muy grandes. Al día siguiente el dueño de casa encontró a sus puercos muertos. Entonces hizo algunas averiguaciones y la muchacha confesó lo que había hecho. Nunca pensó en el efecto que tal pan tendría sobre los puercos. Si un pan agrio pudo matar a los puercos, aunque estos animales son capaces de devorar víboras de cascabel y casi cualquier cosa detestable, ¿qué efecto tendrá sobre un órgano tan delicado, como el estómago humano?
Cada niña y mujer cristiana tienen el deber sagrado de aprender inmediatamente a hacer buen pan, dulce y liviano, preparado con harina de trigo integral no refinada. Las madres deben llevar a sus hijas a la cocina desde una edad temprana y enseñarles el arte de cocinar. La madre no puede esperar que sus hijas comprendan los secretos de las artes domésticas sin educación. Debe instruirlas pacientemente y con amor, haciendo el trabajo tan agradable como le sea posible, con un rostro alegre y palabras de aprobación. Si fracasan una, dos o tres veces, no las debe censurar. El desánimo ya ha comenzado y se sienten tentadas a decir: "No vale la pena, no puedo hacerlo". Este no es el momento de censurar. El fracaso ha hecho que su voluntad comience a debilitarse. Necesitan el ánimo de palabras de esperanza y aliento, tales como: "No te preocupes por los errores que has hecho. Estás aprendiendo y es de esperar que cometas errores. Inténtalo de nuevo; concéntrate en lo que haces; sé cuidadosa y ciertamente aprenderás".
Muchas madres no se dan cuenta de la importancia de esta rama de conocimiento y en vez de preocuparse por instruir a sus hijos y soportar sus errores mientras aprenden, prefieren hacer el trabajo ellas mismas. Cuando sus hijas cometen un error, las sacan de la cocina diciéndoles: "No vale la pena, tú no puedes hacer nada bien. Me estorbas más de lo que me ayudas". De esta manera los primeros esfuerzos de las que quieren aprender son rechazados y su interés y entusiasmo son enfriados de tal manera que temen intentar de nuevo, y tratarán de coser, tejer y limpiar casas pero nunca cocinar. . .
Las madres deben llevar consigo a sus hijas a la cocina y educarlas pacientemente. Su constitución física mejorará gracias a este trabajo; sus músculos se fortalecerán, y sus meditaciones serán más saludables y elevadas al final del día. Podrán sentirse cansadas, pero ¡qué dulce es el descanso después de una cantidad adecuada de trabajo! El sueño, ese dulce restaurador de la naturaleza, vigorizará al cuerpo cansado y lo preparará para los deberes del día siguiente. No les diga a sus hijos que no importa si trabajan o no. Enséñeles que usted necesita de su ayuda, que su tiempo es de valor y que depende del trabajo de ellos.
Pan perjudicial
A veces, durante mis ausencias de casa, sabía que el pan y el alimento en general que había sobre la mesa me iban a perjudicar; pero me veía obligada a comer un poco para sustentar la vida. Es un pecado a los ojos del cielo ingerir tales alimentos. He sufrido por falta de alimento apropiado. para un estómago dispéptico, podéis colocar sobre vuestras mesas frutas de diferentes clases, pero no demasiadas en una comida. De esta manera podéis tener variedad y alimentos de buen gusto, y después de comer os sentiréis bien... Testimonies for the Church, tomo 2, pág. 373 (1869).
Hay que cambiar el régimen
Las personas acostumbradas a complacer su apetito por la carne, las salsas muy sazonadas y una variedad de pasteles grasosos y conservas, no pueden disfrutar inmediatamente de un régimen nutritivo saludable y sencillo. Tienen el gusto tan pervertido que no apetecen una alimentación saludable compuesta de frutas, pan y vegetales. No deben esperar que al principio sean capaces de disfrutar de alimentos tan diferentes de los que acostumbran consumir. Si no pueden gustar de la comida sencilla, debieran ayunar hasta que lo logren. Ese ayuno les será de mayor beneficio que la medicina, porque de ese modo el estómago recargado hallará el descanso que tanto necesitaba; el hambre verdadera puede ser satisfecha con una alimentación sencilla.
Le tomaría tiempo al paladar para recuperarse de los abusos a que ha sido sometido y recobrar su estado natural. Pero la insistencia en el control del modo de comer y beber hará que los alimentos saludables y sencillos sean agradables al paladar y pronto serán ingeridos con mayor satisfacción de la que disfruta un gastrónomo al comer sus platillos suculentos. Entonces el estómago no se verá afiebrado ni sobrecargado con carnes, sino que se mantendrá en condición saludable y realizará con facilidad su labor. Esta obra de reforma no debe tardar. Se necesita realizar un esfuerzo para conservar cuidadosamente la fortaleza de las facultades vitales, eliminando toda carga abrumadora. Tal vez el estómago nunca recobre la salud, pero un régimen adecuado evitará una mayor debilidad y muchos se recuperarán parcialmente, a menos que hayan ido demasiado lejos en su autodestrucción por causa de la glotonería.
Una combinación dañina *
Acerca de la leche y el azúcar, diré lo siguiente: Conozco personas que se han asustado por la reforma pro salud, y han dicho que no querían saber nada de ella, porque hablaba contra el uso copioso de estas cosas. Los cambios deben hacerse con gran cuidado; y debemos obrar cautelosa y sabiamente. Necesitamos seguir una conducta que nos recomiende a los hombres y mujeres inteligentes del país. Las grandes cantidades de leche y azúcar ingeridas juntas son perjudiciales. Comunican impurezas al organismo... El azúcar recarga el organismo y estorba el trabajo de la máquina viviente.
Hubo un caso en el Condado de Montcalm, Michigan, al que me voy a referir. Esta persona era un hombre noble. Medía un metro ochenta y tenía un aspecto agradable. Me llamaron a visitarlo porque estaba enfermo. Antes había conversado con él con respecto a su modo de vivir. "No me gusta el aspecto de sus ojos," le dije. Consumía grandes cantidades de azúcar. Le pregunté por qué lo hacía. Contestó que había abandonado la carne, y que no sabía qué otra cosa podía reemplazarla mejor que el azúcar.
Algunos de vosotros enviáis a vuestras hijas, que son casi mujeres, a la escuela a aprender ciencias antes de saber cocinar, cuando esto debiera ser considerado como de primera importancia. He aquí una mujer que no sabía cocinar; no había aprendido cómo preparar comida saludable. La esposa y madre era deficiente en este aspecto de su educación; y como resultado, como el alimento mal preparado no era suficiente para satisfacer las exigencias del organismo, se comía azúcar sin moderación, lo que enfermaba el organismo. . .
Cuando fui a ver a este hombre enfermo traté de explicarle del mejor modo posible cómo mejorar su situación, y pronto comenzó a sentirse mejor. Pero imprudentemente se esforzó más allá de sus posibilidades, comió alimentos en poca cantidad pero de baja calidad, y se enfermó nuevamente. Esta vez no hubo remedio. Su organismo parecía una masa viviente de corrupción. Murió víctima de una alimentación deficiente. Trató de que el azúcar ocupara el lugar de la buena alimentación, y esto sólo empeoró las cosas. Con frecuencia me siento a las mesas de los hermanos y veo que usan grandes cantidades de leche y azúcar. Estas recargan el organismo, irritan los órganos digestivos y afectan el cerebro. Cualquier cosa que estorba el movimiento activo del organismo, afecta muy directamente al cerebro. Y por la luz que me ha sido dada, sé que el azúcar, cuando se usa copiosamente, es más perjudicial que la carne.
Alimentos desabridos
Conozco familias que han cambiado de un régimen a base de carne a otro deficiente. Su alimento está tan mal preparado que repugna al estómago; y estas personas me han dicho que la reforma pro salud no les sienta bien, pues están perdiendo su fuerza física. Esta es una razón por la cual algunos no han tenido éxito en sus esfuerzos para simplificar su alimentación. Siguen un régimen pobre. Preparan sus alimentos sin esmero ni variación. No debe haber muchas clases de alimentos en una comida, pero cada comida no debe estar compuesta invariablemente de las mismas clases de alimentos. El alimento debe prepararse con sencillez, aunque en forma esmerada para que incite al apetito.
Una dieta empobrecida *
He hablado de cuán importante es que la cantidad y la calidad de los alimentos estén estrictamente de acuerdo con las leyes de la salud. Pero no quisiera recomendar un régimen alimentario empobrecido. Se me ha mostrado que muchos adoptan una opinión errónea acerca de la reforma pro salud y siguen un régimen demasiado pobre. Se sustentan con alimentos baratos y de mala calidad, preparados sin cuidado ni consideración por la nutrición del organismo. Es importante que el alimento sea preparado con cuidado y que agrade al apetito no pervertido. Debido a que por principio descartamos el uso de carne, mantequilla, pasteles de carne, especias, tocino y cosas que irritan el estómago y destruyen la salud, nunca debiera inculcarse la idea de que poco importa lo que comemos.
Hay quienes van a los extremos. Según ellos, deben comer cierta cantidad precisa y de una calidad determinada, y limitarse a dos o tres cosas. Permiten que se les sirva, tanto a ellos como a sus familiares, una pequeña cantidad de alimentos. Al comer cantidades reducidas de alimento, que no son de la mejor calidad, no llevan al estómago lo que nutrirá eficazmente el organismo. El alimento de mala calidad no puede convertirse en sangre buena. Un alimento poco nutritivo empobrecerá la sangre. . .
Se me presentaron dos clases: Primero, los que no vivían de acuerdo con la luz que Dios les había dado... Hay muchos de vosotros que profesáis la verdad, que la habéis recibido porque otros así lo hicieron, y de ningún modo podríais dar razón de vuestra fe. Por esto sois tan débiles e inseguros. En lugar de considerar vuestros motivos a la luz de la eternidad, en vez de tener un conocimiento práctico de los principios que sustentan vuestras acciones, en lugar de haber cavado vosotros mismos hasta el fondo y construido sobre el fundamento correcto, andáis a la luz de lo que otros hicieron. Y fracasaréis en esto como habéis fracasado en la reforma pro salud. Pero si os hubieseis guiado por principios esto no hubiera sucedido.
A algunos no les impresiona la necesidad de comer y beber para la gloria de Dios. La satisfacción del apetito los afecta en todas las relaciones de la vida. Ello se ve en sus familias, en la iglesia, en la reunión de oración y en la conducta de sus hijos. Ha sido la maldición de sus vidas. Es imposible hacerles comprender las verdades destinadas a estos postreros días. Dios ha provisto abundantemente para el sustento y la felicidad de todas sus criaturas; y si no se violasen sus leyes, y si todos obrasen en armonía con la voluntad divina, se experimentaría salud, paz y felicidad, en vez de miseria y malestar continuos.
Otra clase de personas que han adoptado la reforma pro salud son muy estrictas. Toman una posición, y se mantienen empecinadamente en esa posición a toda ultranza...
Ingeridas como alimento las carnes perjudican la sangre. Al cocinar carnes con muchos condimentos, y al comerlas con pasteles y tortas suculentas, se obtiene sangre de mala calidad. El organismo está demasiado recargado para asimilar esa clase de alimentos. Los pasteles de carne y los encurtidos, que nunca debieran hallar cabida en un estómago humano, proporcionarán una sangre de pésima calidad. Y un alimento de mala clase, cocinado en forma impropia y en cantidad insuficiente, no puede formar buena sangre. Los alimentos suculentos a base de carne y un régimen empobrecido producirán los mismos resultados.
Muchos de los conceptos observados por los adventistas del séptimo día difieren grandemente de los practicados por el mundo en general. Los que predican una verdad impopular deben ser consecuentes en su propia vida. No tratarán de ver cuán diferentes de los demás logran ser, sino cuánto pueden acercarse a quienes desean impresionar con el fin de ayudarlos a alcanzar blancos elevados. Tal curso de acción recomendará a los demás las verdades que sostienen ellos mismos .
Los que predican una reforma de la alimentación, deben demostrar tan claramente como les sea posible las ventajas de la higiene mediante lo que sirven en sus propias mesas. Deben ejemplificar sus principios de tal manera que resulten llamativos para las mentes sinceras. Hay muchos que rechazarán cualquier reforma, por muy razonable que sea, si restringe el apetito. Estas personas consultan al paladar en lugar de la razón y las leyes de la salud. Según ellos, todos los que se aparten del camino acostumbrado y defiendan la reforma, serán considerados radicales, aunque sigan un proceder consecuente.
Pero nadie debe permitir que la oposición y el ridículo lo hagan retroceder en la obra de la reforma o que lo impulsen a tomarla livianamente. Quienes estén imbuidos del espíritu que actuó sobre Daniel, no serán orgullosos ni estrechos de mente, sino que decidirán ponerse firmemente del lado de lo correcto. En todas sus asociaciones, ya sea con sus hermanos o con otros, no se apartarán de los principios, al mismo tiempo que mostrarán una paciencia similar a la de Cristo. Cuando los que predican la reforma de la salud llevan las cosas al extremo, no se debe culpar a la gente si su posición los molesta. A menudo este asunto trae oprobio sobre nuestra fe, y en muchos casos los testigos de tales demostraciones de inconsecuencia nunca más pueden ser convencidos de que hay algo bueno en la reforma. Estos extremistas hacen más daño en unos cuantos meses que el bien que podrían realizar en toda una vida. participan de una labor que a Satanás le encanta ver progresar...
No pensemos que es de poca importancia lo que se come, sólo porque por principio desechamos los alimentos que irritan el estómago y destruyen la salud. Yo no recomiendo un régimen empobrecido. Muchos que necesitan los beneficios de una vida saludable, y que debido a motivos de conciencia adoptan lo que consideran una alimentación sana, se engañan al suponer que un régimen de alimentación de acuerdo con los principios de la reforma de la salud consiste de una cantidad pequeña de alimento preparado sin un cuidado minucioso, y constituido por pastas espesas de cereales cocidos y panecillos pesados. Algunos usan leche con los cereales y les agregan una abundante cantidad de azúcar, pensando que así practican la reforma de la salud. Pero el azúcar y la leche combinadas causan fermentación en el estómago y por lo tanto son dañinas. El uso liberal de azúcar en cualquier forma tiende a congestionar el organismo y es causa frecuente de enfermedad. Algunos piensan que deben limitarse a dos o tres diferentes tipos de alimentos. Pero al consumir pequeñas cantidades de comida de mala calidad, no reciben la alimentación apropiada.
Existe verdadero sentido común en la reforma pro salud. No toda la gente puede comer las mismas cosas. Algunos alimentos, nutritivos y agradables al paladar de una persona, pueden ser dañinos para otra. Hay quienes no pueden consumir leche, mientras que otros subsisten gracias a ella. para algunos los frijoles y chícharos son saludables, mientras que otros no los pueden digerir. Algunos estómagos son tan sensibles que no pueden digerir la harina no refinada. Por eso, es imposible establecer una regla invariable para controlar los hábitos alimentarios de todos.
Las ideas estrechas y un énfasis exagerado sobre asuntos sin importancia, han ocasionado gran daño a la causa de la higiene. Puede ser que un esfuerzo por economizar en la preparación de la comida produzca una alimentación pobre en vez de un régimen saludable. ¿Cuál es el resultado? Una sangre debilitada. He visto casos de enfermedades difíciles de curar, producidas por una alimentación empobrecida. Las personas así afligidas no se vieron obligadas a adoptar ese régimen escaso debido a la pobreza, sino que lo hicieron en obediencia a sus propias ideas erróneas de lo que constituye la reforma de la salud. Día tras día se prepararon los mismos alimentos, sin ninguna variación, comida tras comida, hasta que se produjeron trastornos digestivos y debilidad general.
Muchos, al adoptar la reforma pro salud se quejan de que ésta no les asienta; pero después de haberme sentado a sus mesas, llego a la conclusión de que no es la reforma pro salud la culpable, sino los alimentos mal preparados. Ruego a los hombres y mujeres a quienes Dios ha dado inteligencia que aprendan a cocinar. No me equivoco al decir hombres, porque ellos. al igual que las mujeres, necesitan entender la preparación sencilla de los alimentos saludables. Sus negocios frecuentemente los llevan a lugares donde no se los puede obtener. Tal vez tengan que permanecer días y aun semanas en hogares de familias que ignoran estos asuntos. En tales casos, si saben cómo preparar alimentos saludablemente, pueden darle buen uso a ese conocimiento.
Investigue los hábitos alimentarios. Estudie las cosas de causa a efecto, pero no dé un testimonio falso contra la reforma pro salud al seguir ignorantemente un curso de acción contrario a ella. No abuse de su cuerpo ni lo descuide incapacitándolo para rendir a Dios el servicio que él merece. Tengo la certeza de que algunos de nuestros obreros más útiles han muerto debido a su negligencia en ese respecto. Uno de los primeros deberes del ama de casa es cuidar del cuerpo proveyéndole alimentos agradables y fortalecedores. Es mucho mejor tener ropa y muebles más baratos que privarse de artículos necesarios para la mesa.
La mayoría de la gente disfruta de mejor salud si come dos comidas al día en lugar de tres; otros, debido a circunstancias particulares, tal vez necesiten comer algo a la hora de la cena; pero esta comida debe ser muy liviana. Que nadie pretenda imponer su criterio a los demás, para que todos hagan exactamente lo que él hace.
Nunca prive al estómago de lo que la salud demanda, y nunca abuse de él sobrecargándolo con algo perjudicial. Sea temperante. Controle el apetito; manténgalo bajo el dominio de la razón. No sienta que debe cargar su mesa con alimentos malsanos cuando tiene visitas. La salud de su familia y la influencia sobre sus hijos debe tomarse en cuenta tanto como los hábitos y gustos de sus invitados. . .
La reforma pro salud es importante para nosotros y no debemos restarle importancia con nuestras prácticas y opiniones estrechas. Debemos ser fieles a nuestras convicciones de lo que es correcto. Daniel fue bendecido porque hizo consecuentemente lo que sabía que era correcto, y nosotros seremos bendecidos si nos empeñamos en honrar a Dios de todo corazón.*
El exceso en la alimentación *
Muchos que han adoptado la reforma pro salud han abandonado todo lo perjudicial; pero ¿quiere decir esto que porque han dejado estas cosas, pueden comer tanto como quieran? Se sientan a la mesa, y en vez de considerar cuánto deben comer, se entregan al apetito y comen en exceso. Luego, el estómago debe trabajar hasta el extremo durante el resto del día para eliminar la carga que se le ha impuesto. Todo alimento ingerido, del cual el organismo no deriva beneficio, es una carga para la naturaleza en su trabajo. Estorba la máquina viviente. El organismo queda obstruido y no puede realizar su trabajo con éxito. Los órganos vitales quedan recargados innecesariamente, y la fuerza nerviosa del cerebro es desviada al estómago para ayudar a los órganos digestivos a realizar su obra de procesar una cantidad de alimento que no beneficia al organismo.
De esta manera la fuerza del cerebro queda disminuida por las exigencias que se le imponen para ayudar al estómago a llevar su pesada carga. Y después de realizada la tarea, ¿qué sensaciones se experimentan como resultado de este gasto innecesario de fuerza vital? Una sensación de debilidad y desfallecimiento, como que se debiera comer más. Tal vez esta sensación se produce precisamente antes de la hora de comer. ¿Cuál es la causa? El organismo quedó agotado por su trabajo; de ahí viene esa sensación de cansancio. Y pensáis que el estómago dice: "más alimento", cuando su cansancio dice claramente: "dadme reposo".
El estómago necesita períodos de descanso
El estómago necesita descansar a fin de recuperar sus energías agotadas, para dedicarlas al próximo trabajo. Pero en vez de concederle un período de descanso, pensáis que necesita más alimento e imponéis otra carga al organismo y le negáis el reposo que necesita. Es como el caso de un hombre que trabaja en el campo durante toda la primera parte del día hasta cansarse. Al llegar a casa a las doce, dice que está cansado y agotado; pero se le indica que vuelva a trabajar para obtener alivio. Así es como tratáis al estómago. Está totalmente agotado. Pero en vez de darle reposo, se le da más alimento, y luego se desvía la vitalidad de otras partes del organismo hacia el estómago para ayudar en el trabajo de la digestión.
Muchos de vosotros a veces habéis sentido una especie de sopor en el cerebro. Os habéis sentido desganados ante cualquier trabajo que requería esfuerzo ya sea mental o físico, hasta después de haber descansado de esta sobrecarga impuesta al organismo. Luego aparece de nuevo esa sensación de debilidad. Pero vosotros decís que se necesita más comida y hacéis que el estómago soporte una doble carga. Aun cuando seáis estrictos en cuanto a la calidad de la comida, ¿glorificáis a Dios en vuestros cuerpos y espíritus, que son suyos, al serviros tal cantidad de comida? Los que colocan tanta comida en su estómago, y de ese 156 modo recargan el organismo, no podían apreciar la verdad aunque la oyeran explicada en detalle. No podrían despertar el entumecido discernimiento del cerebro para tomar conciencia del valor de la expiación y del gran sacrificio hecho para el hombre caído. Es imposible para tales personas apreciar la grande, preciosa, y sumamente rica recompensa que está reservada para los fieles vencedores. Nunca debiera permitirse que la parte animal de nuestra naturaleza gobierne la parte moral e intelectual.
¿Y cómo influye el comer en exceso sobre el estómago? Lo debilita, los órganos digestivos flaquean, y la enfermedad, con su secuela de males, aparece como resultado. Si las personas ya estaban enfermas, de este modo aumentan sus dificultades y disminuye su vitalidad cada día de su vida. Hacen que su fuerza vital trabaje innecesariamente para digerir la comida que colocan en sus estómagos.
Madres sobrecargadas *
Se realiza una gran cantidad de trabajo con el fin de preparar alimentos que hacen un gran daño al organismo que ya está recargado. Las mujeres pasan una gran parte de su tiempo inclinadas sobre una estufa caliente, ocupadas en la preparación de alimentos profusamente sazonados para complacer el gusto. Como consecuencia, se descuida a los niños y no se les imparte la instrucción moral y religiosa que deben recibir. La madre sobrecargada no se preocupa por cultivar la dulzura de carácter que constituye el sol de su hogar. Las consideraciones eternas se hacen secundarias. Se emplea todo el tiempo en la preparación de comidas que agradan el apetito pero que arruinan la salud, echan a perder el carácter y anublan las facultades del razonamiento.
Una reforma en los hábitos alimentarios resultaría en un ahorro de dinero y de trabajo. Las necesidades de la familia se pueden suplir fácilmente con un régimen sencillo y saludable. Los alimentos grasosos y condimentados quebrantan la salud de los órganos del cuerpo y de la mente. Y cuántas personas trabajan muy arduamente por esto.
Spiritual Gifts (Dones espirituales), tomo 4, págs. 131-132.
La glotonería es pecado *
Es un pecado ser intemperante en la cantidad de alimentos ingeridos, aun cuando la calidad no pueda objetarse. Muchos piensan que, si no comen carne y los alimentos más elaborados, pueden ingerir alimentos sencillos hasta hartarse. Esto es un error. Muchos profesos partidarios de la reforma pro salud no son nada más que glotones. Colocan en los órganos digestivos una carga tan grande que agota la vitalidad del organismo en el esfuerzo de digerirla. También tiene una influencia depresiva en el intelecto, pues se requiere la energía nerviosa del cerebro para ayudar al estómago en su obra. El comer en exceso aun de los alimentos más sencillos, entorpece los delicados nervios del cerebro y debilita su vitalidad. Comer en exceso tiene un efecto peor sobre el organismo que trabajar en exceso; la intemperancia en el comer postra más efectivamente las energías vitales que la intemperancia en el trabajo.
Los órganos digestivos nunca debieran recargarse con una cantidad o calidad de alimentos que les será difícil digerir. Todo lo que se ingiere en mayor cantidad que la que el organismo pueda usar para convertir en buena sangre, obstruye la maquinaria; pues no puede convertirse ni en músculo ni en sangre, y su presencia recarga el hígado y enferma el organismo. El estómago trabaja en exceso en su esfuerzo por digerir estos alimentos y luego hay una sensación de languidez, que se interpreta como apetito; y sin permitir que los órganos digestivos se tomen tiempo para descansar de su duro trabajo, y reponer energías, se ingiere otra cantidad exagerada y se pone nuevamente en movimiento la agotada maquinaria. El organismo se nutre más deficientemente ingiriendo una cantidad excesiva de alimentos, aunque sean de buena calidad, que ingiriendo una cantidad moderada en períodos regulares...
Es imposible tener una concepción clara de las cosas eternas a menos que la mente se espacie en contemplar temas elevados. Todas las pasiones deben sujetarse a las facultades morales. Cuando los hombres y las mujeres profesan una firme fe y una ferviente espiritualidad, sé que su profesión de fe es falsa si no ejercen control sobre todas sus pasiones. Dios requiere esto. La razón por la que prevalece tal oscuridad espiritual es que la mente se satisface con un bajo nivel y no se eleva siguiendo los puros y santos canales celestiales.
Evítense las normas falsas
Y ya que os aconsejamos que no comáis en exceso, aun de los mejores alimentos, queremos dirigir unas palabras de cautela a los extremistas para que no presenten una norma falsa ni procuren luego que todos se conformen a ella. Hay quienes emprenden una obra de reformadores respecto a la salud cuando no están preparados para dedicarse a otra empresa, pues no tienen bastante sentido para cuidar sus propias familias ni para conservar su debido lugar en la iglesia. ¿Qué hacen? ¡Ah, se dedican a ser médicos de la reforma pro salud, como si pudiesen tener éxito en ello! Asumen las responsabilidades del ejercicio de esta profesión, y se encargan de las vidas de hombres y mujeres, cuando no saben nada del asunto. Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 335.EGW CSS
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