Nunca fue el propósito de Dios que sus hijos vivieran amontonados en las ciudades, apiñados en apartamento y conventillos. Al comienzo colocó a nuestros primeros padres en un jardín, en medio de preciosos paisajes y de los sonidos atractivos de la naturaleza, y esos son los mismos paisajes y sonidos en los cuales anhela que el hombre se regocije todavía hoy. Mientras más nos acerquemos a andar en armonía con el plan original de Dios, más favorable será nuestra posición para recobrar la salud y preservarla. Testimonios para la iglesia, tomo 7, pág. 87.
Confinamiento en la escuela *
El sistema de educación que se ha llevado a cabo por generaciones ha sido dañino para la salud y aún para la misma vida. Muchos niños han pasado cinco horas cada día en aulas pobremente ventiladas de dimensiones insuficientes para acomodar saludablemente a los estudiantes. El aire en tales aulas pronto se convierte en un veneno para los pulmones que lo respiran.
Niños, cuyas extremidades y músculos no son fuertes, y cuyos cerebros están en desarrollo han sido confinados entre paredes, lo que les ha causado gran daño. Muchos ya tienen una salud muy precaria. Estar confinados en las escuelas día tras día los hace nerviosos y enfermizos. Sus cuerpos están mal desarrollados debido a que su sistema nervioso esta exhausto. Y si la lámpara de la vida se apaga, los padres y los maestros no consideran que tuvieron alguna influencia directa en apagar la chispa vital.
Al pararse junto a la tumba de sus hijos, los afligidos padres consideran su sufrimiento como una dispensación especial de la Providencia, cuando, por inexcusable ignorancia, su propia conducta ha destruido la vida de sus niños. En tal condición, es una blasfemia culpar a Dios de su muerte. El quería que los pequeños vivieran y fueran disciplinados, que pudieran tener bellos caracteres y lo glorificaran en este mundo y lo alabaran en el mundo mejor.
Ignorancia de los requerimientos de la naturaleza
Al asumir la responsabilidad de entrenar a los niños, los padres y maestros no sienten su obligación ante Dios de familiarizarse con el organismo físico, capacitándose para tratar los cuerpos de sus hijos y pupilos de tal manera que les preserven la vida y la salud. Miles de niños mueren debido a la ignorancia de los padres y maestros. Las madres gastan tiempo innecesario haciendo ropa para ellas y su familia, con el propósito de lucirlas en público, y después dicen que no tienen tiempo para leer y obtener la información necesaria para cuidar la salud de sus hijos. Piensan que es menos molestia confiar sus cuerpos a los doctores. A fin de estar a la moda, muchos padres han sacrificado la salud y la vida de sus niños.
La mayoría de las madres no se interesan en conocer el maravilloso organismo humano, los huesos, los músculos, el estómago, el hígado, los intestinos, el corazón, los poros de la piel, y no se interesan en entender la interdependencia que existe entre los órganos a fin de funcionar en forma saludable. No saben nada acerca de la influencia que el cuerpo tiene sobre la mente y viceversa. Cada órgano del cuerpo fue diseñado para ser un siervo de la mente. La mente es la capital del cuerpo.
Generalmente se les permite a los niños comer carne, especias, mantequilla, queso, puerco, pasteles elaborados y condimentos . También se les permite comer alimentos no saludables a horas irregulares. Estas cosas, enferman el estómago, estimulando los nervios para realizar una acción no natural, y debilitan el intelecto. Los padres no se dan cuenta que están sembrando la semilla que traerá enfermedad y muerte.
Niños que se han enfermado por mucho estudio
La vida de muchos niños ha sido arruinada al exigírsele demasiado al intelecto y al descuidar al mismo tiempo las facultades físicas. Muchos han muerto en su niñez debido al camino seguido por padres y maestros sin juicio que han forzado su intelecto, con amenazas o lisonjas, cuando eran demasiado jóvenes para estar encerrados en el aula de clases. Sus mentes han sido sobrecargadas con lecciones, en vez de esperar hasta que su constitución física fuera suficientemente fuerte para soportar el esfuerzo mental. Debe permitirse a los niños pequeños que corran libremente como corderitos, que sean felices, y deben proveérseles las oportunidades más favorables para establecer los cimientos de constituciones sanas.
Los padres deben ser los únicos maestros de sus pequeños hasta que éstos hayan cumplido de ocho a diez años. Los padres deben abrir ante sus hijos el gran libro de la naturaleza de Dios, tan pronto como ellos puedan comprenderlo. La madre debe tener menos amor por lo artificial en su hogar, no debe gastar tanto tiempo en coser vestidos con el propósito de lucirlos en público pero sí debe encontrar tiempo para cultivar, en ella y en sus hijos, el amor por los bellos capullos y las plantas florecientes. Al llamar la atención de sus hijos hacia los diferentes colores y la variedad de formas, los puede introducir a Dios, quien hizo todas las cosas bellas que atraen su atención y los deleitan. Ella puede guiar sus mentes hacia el Creador y despertar en sus corazones jóvenes el amor por su Padre celestial, quien ha manifestado tan grande amor por ellos. Los padres pueden asociar a Dios con todas sus obras creadas. El único salón de clases para los niños menores de diez a ocho años, debe estar al aire libre, en medio de las flores del bello escenario de la naturaleza. Y los tesoros de la naturaleza deben constituir su único libro de texto. Estas lecciones, impresas en las mentes de los pequeños en medio de las agradables y atractivas escenas naturales, no serán olvidadas prontamente.
A fin de que los niños y los jóvenes tengan salud, ánimo, vivacidad y un cerebro y unos músculos bien desarrollados, deben pasar suficiente tiempo al aire libre y se les deben regular bien el trabajo y la distracción. Los niños y jóvenes que se mantienen en la escuela confinados a los libros no pueden tener una constitución física saludable. Ejercitar el cerebro mediante el estudio, sin el correspondiente ejercicio físico, tiene la tendencia de atraer la sangre al cerebro y desbalancear la circulación en todo el organismo. El cerebro tiene mucha sangre y las extremidades tienen poca. Deben existir reglas que limiten sus estudios a ciertas horas y una porción de su tiempo debe emplearse en hacer ejercicio físico. Y si los hábitos de la comida, el sueño y el vestido están en armonía con las leyes físicas, podrán obtener una educación sin sacrificar la salud física y mental.
Métodos sencillos
La adopción de métodos más sencillos será apreciada por niños y jóvenes. El trabajo en el jardín y en el campo será un cambio aceptable de la rutina cansadora de lecciones abstractas, a la que nunca deben ser confinadas las mentes tiernas. Será de especial valor para los niños y jóvenes nerviosos que encuentran estas lecciones extenuantes y difíciles de recordar. El estudio de la naturaleza les proporciona salud y felicidad; y las impresiones hechas no se borrarán de sus mentes, porque serán asociadas con objetos que constantemente están ante sus ojos. Consejos para los maestros, pág. 179.
Equilibrio entre el trabajo físico y el mental *
Todas las facultades cerebrales deben ser desarrolladas a fin de que los hombres y las mujeres tengan mentes bien balanceadas. El mundo está lleno de hombres y mujeres de mentes obtusas, que han llegado a esa condición debido a que desarrollaron sólo un grupo de sus facultades, mientras que las demás se atrofiaron por falta de uso. La educación de la mayoría de los jóvenes es un fracaso. Estudian demasiado mientras descuidan los aspectos prácticos de la vida. Los hombres y las mujeres se convierten en padres sin considerar las responsabilidades y su descendencia humana. Así la raza se está degenerando rápidamente. La constante aplicación al estudio, tal como lo exigen las escuelas de la actualidad, no prepara a la juventud para la vida práctica. La mente humana siempre será activa; si no lo es en la dirección correcta, lo será en la incorrecta. A fin de conservar el equilibrio de la mente, el trabajo y el estudio deben ser combinados en nuestras escuelas.
Debiera haberse hecho provisión para la educación en mayor escala en generaciones pasadas. En conexión con las escuelas se deberían haber establecido fincas agrícolas y centros de fabricación. También se deberían haber tenido maestros de trabajos manuales y tareas del hogar. Y cada día debiera haberse dedicado una porción del tiempo al trabajo activo, de tal manera que las facultades físicas y mentales se pudieran desarrollar armoniosamente. Si las escuelas se hubieran establecido bajo el plan que hemos mencionado, no habría ahora tantas mentes desequilibradas. . .
He sido inducida a preguntar: ¿Debe sacrificarse todo lo que es de valor en nuestros jóvenes para que puedan obtener una educación escolar? Si hubieran existido establecimientos agrícolas y manufactureros en nuestras escuelas, y si se hubieran empleado maestros competentes para educar a los jóvenes en las diferentes ramas de estudio y trabajo, dedicando una porción de cada día para el mejoramiento de la mente y otra parte para el trabajo físico, ahora existiría una juventud más elevada y dispuesta a entrar en el terreno de acción para influir en la formación de la sociedad. Muchos de los jóvenes que se graduaran de tales instituciones, saldrían con estabilidad de carácter. Tendrían perseverancia, fortaleza y valor para sobrepasar obstáculos y poseerían principios tales que no los dejarían ser movidos de un lado a otro por las malas influencias, por muy populares que éstas fueran...
Las jovencitas debieron haber sido instruidas en la manufactura de prendas de vestir, en cortar, hacer y remendar ropa, preparándose así para realizar los deberes prácticos de la vida. Deben haber establecimientos donde los jóvenes puedan aprender diferentes oficios, que requieran tanto el ejercicio de sus músculos como el de sus mentes. Si los jóvenes tuvieran acceso sólo a una educación limitada, ¿cuál sería más esencial, un conocimiento de las ciencias, con todas las desventajas para la salud y la vida, o un conocimiento del trabajo para la vida practica? Respondemos sin vacilación que la última sería de mayor beneficio. Si algo se debe descuidar, que sea el estudio de los libros.
Muchas señoritas se han casado y tienen familia, pero saben poco acerca de los deberes de una madre y esposa. Pueden tocar un instrumento de música pero no saben cocinar. Ignoran cómo hacer un buen pan, algo que es esencial para la salud de la familia. No pueden cortar ni hacer ropa, porque nunca aprendieron. Consideraron estas tareas como cosas de poca importancia y después de casadas, tanto ellas como sus niños, dependen de otras personas para el cumplimiento de estos deberes. Esta ignorancia inexcusable de los deberes más importantes de la vida, es lo que hace infelices a muchas familias.
La idea de que el trabajo es degradante ha llevado a muchos a la tumba prematuramente. Aquellos que realizan únicamente tareas manuales, frecuentemente trabajan en exceso, sin tomar períodos de descanso, mientras que los intelectuales sobrecargan el cerebro y sufren por falta de vigor saludable que produce el trabajo físico. Si el intelectual compartiera en cierta medida la carga de la clase trabajadora, y fortaleciera así los músculos, la clase trabajadora podría dedicar una porción de su tiempo a la cultura de la mente y del espíritu. Los de hábitos sedentarios y literarios, deben hacer trabajo físico, aunque no necesiten la remuneración monetaria. La salud debe ser motivo suficiente para inducirlos a combinar la labor física con la intelectual.
Se deben combinar las culturas física, moral e intelectual, a fin de formar hombres y mujeres bien desarrollados. Algunos poseen mayor fortaleza intelectual que otros, mientras que otros se inclinan a disfrutar de la labor física. Ambas clases deben mejorar cultivando los aspectos en que ahora son deficientes. . .
Las mentes de las personas intelectuales trabajan asiduamente, mientras que existe otra clase cuya más elevada ambición en la vida es el trabajo físico. Esta última no ejercita la mente. Sus músculos son ejercitados mientras que sus cerebros pierden el vigor intelectual; en la misma forma como las mentes de los intelectuales son desarrolladas, mientras que sus cuerpos pierden la fortaleza al no ejercitar los músculos. Los que se conforman con dedicar sus vidas al trabajo físico y dejan que otros piensen por ellos, tendrán mucha fuerza muscular, pero sus intelectos serán débiles. Su influencia para el bien es pequeña, comparada con lo que podría ser si desarrollaran sus cerebros al igual que sus músculos. Esta clase es vencida más fácilmente por la enfermedad. El sistema es vitalizado para resistir la enfermedad, mediante la fuerza eléctrica del cerebro.
Las personas que poseen buenas facultades físicas deben aprender a pensar y actuar y no dejar que otros piensen por ellos. Es un error popular considerar que el trabajo es degradante. Debido a él, los jóvenes se muestran ansiosos por conseguir una educación intelectual, a fin de convertirse en maestros, oficinistas, comerciantes, abogados y ocupar casi cualquier posición que no requiera trabajo físico. Las señoritas consideran que el trabajo doméstico es degradante. Y aunque el trabajo físico requerido para realizar las tareas de la casa, si no es muy severo, promueve la salud, ellas buscarán una educación que las capacite para ser maestras u oficinistas, o aprenderán algún oficio que las confinará a empleos sedentarios. El color saludable desaparece de sus mejillas, y la enfermedad hace presa de ellas, porque se privan del ejercicio físico necesario y sus hábitos se pervierten. Quieren disfrutar de la vida delicada, lo cual no es sino enfermedad y decadencia.
Es cierto, las señoritas tienen razón por no escoger emplearse para realizar labores domésticas: porque los que contratan cocineras, generalmente las ven como sirvientas. Frecuentemente sus patrones no las respetan y las tratan como si no fueran dignas de pertenecer a sus familias. No les dan los mismos privilegios que les conceden a la costurera, la secretaria y la maestra de música. Pero no hay trabajo más importante que los quehaceres domésticos. Cocinar bien, presentar alimentos saludables en forma atractiva en la mesa, requiere inteligencia y experiencia. La persona que prepara los alimentos destinados a nuestros estómagos para ser convertidos en sangre que nutra nuestro sistema, ocupa el lugar más importante y elevado. La posición de copista, costurera o maestra de música no puede igualarse a la de la cocinera.
Lo que antecede es una declaración de lo que se podría haber logrado mediante un sistema de educación adecuado. El tiempo es muy corto ahora para realizar lo que podría haberse hecho en generaciones pasadas; pero todavía se puede hacer bastante, aun en estos últimos días, para corregir los males existentes en la educación de la juventud. Y debido a que el tiempo es corto, necesitamos trabajar celosamente para dar a los jóvenes une educación que esté de acuerdo con nuestras convicciones. Somos reformadores. Deseamos que nuestros hijos obtengan el mayor provecho de sus estudios. A fin de lograrlo, se les debe emplear en algo que ejercite sus músculos. El trabajo físico diario y sistemático debe constituir una parte de la educación de la juventud, aun en este período tardío. Mucho se puede lograr mediante el trabajo en nuestras escuelas. Siguiendo este plan, los estudiantes poseerán elasticidad de espíritu y vigor de pensamiento, y serán capaces de realizar mayor cantidad de trabajo intelectual que si se dedicaran al estudio solamente. De este modo saldrán de la escuela sin dañar su constitución física y con la fortaleza y el valor necesarios para perseverar en cualquier posición que la providencia de Dios les asigne.
Los resultados de la inacción física *
El plan de educación actual abre una puerta de tentación para los jóvenes. Aunque generalmente le dedican muchas horas al estudio también les quedan muchas horas libres. Estas horas se gastan frecuentemente de una manera descuidada. Los malos hábitos se transmiten de uno a otro y el vicio aumenta grandemente. Muchos jóvenes que han recibido instrucción religiosa en el hogar, y llegan a las escuelas relativamente inocentes y virtuosos, son corrompidos por las malas compañías. Pierden el respeto propio y sacrifican los principios nobles. Así se preparan para seguir una ruta descendente. El pecado no les parece tan pecaminoso, porque han abusado tanto de sus conciencias. Estos males, que prevalecen en las escuelas que siguen los planes de educación actuales, podrían remediarse si se combinara el estudio con el trabajo. Los mismos males existen en las escuelas de educación superior, pero en mayor grado, porque muchos de los jóvenes se han educado en el vicio y sus conciencias se han cauterizado.
Muchos padres sobreestiman la firmeza y las buenas cualidades de sus hijos. No parecen considerar que estarán expuestos a la influencia corruptora de jóvenes viciosos. Los padres sienten temor al enviar a sus hijos a escuelas lejanas, pero se consuelan pensando que sus hijos han tenido buenos ejemplos durante su vida escolar. Muchos padres no tienen sino una muy leve idea de la licenciosidad que existe en las instituciones de enseñanza. En muchos casos los padres han trabajado arduamente y han sufrido muchas privaciones para darles a sus hijos una buena educación. Y después de todos sus esfuerzos, muchos han sufrido la amarga experiencia de recibir a sus hijos con hábitos disolutos y cuerpos arruinados. Y frecuentemente son irrespetuosos con los padres, ingratos y sin santidad. Estos padres sufridos, que reciben esa clase de recompensa de parte de sus hijos desagradecidos, lamentan haberlos enviado a ser expuestos a las tentaciones y que regresaran destrozados física, mental y moralmente. Con esperanzas chasqueadas y corazones quebrantados, ven a sus hijos, de quienes esperaban mucho, seguir un curso de vicio y arrastrar una existencia miserable. . .
Estudio inmoderado
Algunos estudiantes se dedican totalmente a sus estudios y se concentran en obtener una educación. Ejercitan el cerebro, pero permiten que las facultades físicas permanezcan inactivas. La mente se sobrecarga mientras los músculos se debilitan por falta de ejercicio. Cuando estos estudiantes se gradúan, es evidente que han obtenido su educación a costa de sus vidas. Han estudiado día y noche, año tras año, manteniendo sus mentes constantemente bajo tensión, pero han descuidado el ejercicio adecuado de los músculos. Lo sacrifican todo por el conocimiento de las ciencias y terminan en la tumba.
Frecuentemente las señoritas se entregan al estudio y descuidan otros aspectos de la educación más esenciales para la vida práctica que el estudio de los libros. Y después de haber obtenido su educación, están enfermas de por vida. Descuidaron su salud permaneciendo demasiado tiempo bajo techo, privándose del aire puro del cielo y de la luz del sol dada por Dios. Estas señoritas podrían haber salido de sus escuelas disfrutando de buena salud, si hubieran combinado los estudios con los quehaceres domésticos y el ejercicio al aire libre.
La salud es un gran tesoro. Es la más rica posesión que los mortales tienen. Si se adquiere riqueza, honor o conocimiento a costa de la salud, se está pagando un precio muy alto. Ninguno de estos logros puede dar felicidad si se carece de salud. Abusar de la salud que Dios nos ha dado es un pecado terrible, porque cada vez que abusamos de ella, nos incapacitamos para hacerle frente a la vida, aunque hayamos obtenido una educación esmerada.
En muchos casos hay padres ricos que no sienten la importancia de entrenar a sus hijos en los deberes prácticos de la vida al mismo tiempo que los educan en las ciencias. No ven la necesidad de darles un conocimiento cabal del trabajo práctico, que será benéfico para el desarrollo mental y moral de sus hijos, y para su utilidad futura. Se deberían tomar estas medidas en beneficio de los hijos, para que si les ocurriera algo desafortunado, puedan salir adelante siendo capaces de mantenerse a sí mismos con el trabajo de sus manos. Si son dueños de un capital de energía, no serán pobres, aunque no tengan dinero. Muchas personas que en su juventud fueron ricas, pueden perder sus riquezas y verse en la necesidad de mantener a sus padres, hermanos y hermanas. ¡Cuán importante es que cada joven aprenda a trabajar de tal manera que esté preparado para hacerle frente a cualquier emergencia! Las riquezas son una maldición cuando sus poseedores permiten que sean un obstáculo para que sus hijos e hijas obtengan un conocimiento práctico del trabajo que los capacitará para tener éxito en la vida diaria.
Con frecuencia, los jóvenes que no son compelidos a trabajar no realizan suficiente ejercicio físico. Debido a que no ocupan sus mentes y manos en trabajos activos, adquieren hábitos de indolencia y a menudo consiguen lo que debe temerse más: una educación callejera, perdiendo el tiempo ociosamente en las tiendas, fumando, tomando y jugando a las cartas. . .
En muchos casos, la pobreza es una bendición, porque evita que los jóvenes y niños sean arruinados por la inactividad. Las facultades físicas y mentales deben ser cultivadas y desarrolladas adecuadamente. La preocupación básica y constante de los padres debiera ser que sus hijos tengan cuerpos bien desarrollados, de tal manera que lleguen a ser hombres y mujeres saludables. Es imposible que este objetivo se alcance sin ejercicio físico. A los niños se les debe enseñar a trabajar, para beneficio de su salud física y moral, aunque no se tenga la necesidad económica. Si han de poseer caracteres puros y virtuosos, deben tener la disciplina de un trabajo bien regulados que ejercite todos los músculos. La satisfacción que los niños tendrán al sentirse útiles y al negarse a sí mismos para ayudar a otros, será el placer más saludable que puedan experimentar. ¿Por qué debieran los ricos perder esta gran bendición?
La indolencia es abominable
Padres, la inactividad es la mayor maldición que puede caer sobre la juventud. No deben permitir que sus hijas permanezcan en cama, desperdiciando las preciosas horas de la mañana que Dios les concede para que las utilicen de la manera más provechosa y de las cuales le tendrán que dar cuenta. La madre que no permite que sus hijas compartan con ella la carga de los quehaceres de la casa, les está haciendo un gran daño. Cuando los padres permiten que sus hijos sean indolentes y gratifiquen su deseo por la lectura de novelas de romance, no contribuyen a su capacitación para hacerle frente a la vida real. La lectura de novelas y cuentos es perjudicial para los jóvenes. Las lectoras de novelas e historias de amor, no son madres prácticas. Construyen castillos en el aire y viven en un mundo irreal, inventado por la imaginación. Se vuelven sentimentales y tienen fantasías enfermizas. Su vida artificial las incapacita para hacer nada de provecho. Su intelecto se ha degradado, aunque se engañan pensando que son más inteligentes y de buenos modales. El ejercicio realizado al hacer las tareas domésticas constituye un beneficio inmenso para las señoritas.
El trabajo físico no impedirá el desarrollo del intelecto. Al contrario, los beneficios recibidos por el trabajo físico mantendrán el equilibrio de la persona, e impedirán que la mente se sobrecargue. Los músculos realizarán el trabajo, trayendo alivio para el cerebro cansado. Hay muchas jovencitas indiferentes inútiles que no consideran femenino realizar trabajo activo. Pero sus caracteres muestran su falta de valor. Se ríen tontamente y tratan de impresionar a otros con su conducta artificial. No pueden hablar como se debe sin reír neciamente. ¿Son éstas señoritas? No nacieron casquivanas, sino que llegaron a esa condición debido a la educación que recibieron. Para ser una señorita, no se necesita ser una chica inútil, que habla sin ton ni son, que viste en forma exagerada y actúa en forma ridícula. Para tener un intelecto saludable se requiere un cuerpo sano. La salud física y un conocimiento práctico de todos los quehaceres del hogar, nunca le harán sombra a un intelecto bien desarrollado; ambos son de suma importancia para una señorita.EGW CSS
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