domingo, 23 de septiembre de 2012

24. “La Carne Considerada Como Alimento” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


El régimen señalado al hombre al principio no incluía ningún alimento de origen animal. Hasta después del diluvio cuando toda vegetación desapareció de la tierra, no recibió el hombre permiso para comer carne. Al señalar el alimento para el hombre en el Edén, el Señor demostró cuál era el mejor régimen alimenticio; en la elección que hizo para Israel enseñó la misma lección. Sacó a los israelitas de Egipto, y emprendió la tarea de educarlos para que fueran su pueblo. Por medio de ellos deseaba bendecir y enseñar al mundo. Les suministró el alimento más adecuado para este propósito, no la carne, sino el maná, "el pan del cielo." Pero a causa de su descontento y de sus murmuraciones acerca de las ollas de carne de Egipto les fue concedido alimento animal, y esto únicamente por poco tiempo. Su consumo trajo enfermedades y muerte para miles. Sin embargo, nunca aceptaron de buen grado la restricción de tener que alimentarse sin carne. Siguió siendo causa de descontento y murmuración, en público y en privado, de modo que nunca revistió carácter permanente. 

Al establecerse en Canaán, se permitió a los israelitas que consumieran alimento animal, pero bajo prudentes restricciones encaminadas a mitigar los malos resultados. El uso de la carne de cerdo quedaba prohibido, como también el de la de otros animales, de ciertas aves y de ciertos peces, declarados inmundos. De los animales declarados comestibles, la grasa y la sangre quedaban absolutamente proscritas. 241 Sólo podían consumirse las reses sanas. Ningún animal desgarrado, mortecino, o que no hubiera sido cuidadosamente desangrado, podía servir de alimento. Por haberse apartado del plan señalado por Dios en asunto de alimentación, los israelitas sufrieron graves perjuicios. Desearon comer carne y cosecharon los resultados. No alcanzaron el ideal de carácter que Dios les señalara ni cumplieron los designios divinos. El Señor "les dio lo que pidieron; mas envió flaqueza en sus almas." (Salmo 106:15.) Preferían lo terrenal a lo espiritual, y no alcanzaron la sagrada preeminencia a la cual Dios se había propuesto que llegasen. Los que comen carne no hacen más que comer cereales y verduras de segunda mano, pues el animal recibe de tales productos el alimento que lo nutre. La vida que estaba en los cereales y en las verduras pasa al organismo del ser que los come.

Nosotros a nuestra vez la recibimos al comer la carne del animal. ¡Cuánto mejor sería aprovecharla directamente, comiendo el alimento que Dios dispuso para nuestro uso! La carne no fue nunca el mejor alimento; pero su uso es hoy día doblemente inconveniente, ya que el número de los casos de enfermedad aumenta cada vez más entre los animales. Los que comen carne y sus derivados no saben lo que ingieren. Muchas veces si hubieran visto los animales vivos y conocieran la calidad de su carne, la rechazarían con repugnancia. Continuamente sucede que la gente coma carne llena de gérmenes de tuberculosis y cáncer. Así se propagan estas enfermedades y otras también graves. En los tejidos del cerdo hormiguean los parásitos. Del cerdo dijo Dios: "Os será inmundo. De la carne de éstos no comeréis, ni tocaréis sus cuerpos muertos."(Deuteronomio 14: 8.) Este mandato fue dado porque la carne del cerdo es impropia para servir de alimento. Los cerdos se alimentan de desperdicios, y sólo sirven para este fin. Nunca, en circunstancia alguna, debería ser consumida su carne por los seres 242 humanos. Imposible es que la carne de cualquier criatura sea sana cuando la inmundicia es su elemento natural y se alimenta de desechos. A menudo se llevan al mercado y se venden para servir de alimento animales que están ya tan enfermos que sus dueños temen guardarlos más tiempo. Algunos de los procedimientos seguidos para cebarlos ocasionan enfermedades.

 Encerrados sin luz y sin aire puro, respiran el ambiente de establos sucios, se engordan tal vez con cosas averiadas y su cuerpo entero resulta contaminado de inmundicias. Muchas veces los animales son transportados a largas distancias y sometidos a grandes penalidades antes de llegar al mercado. Arrebatados de sus campos verdes, y salvando con trabajo muchos kilómetros de camino, sofocados por el calor y el polvo o amontonados en vagones sucios, calenturientas y exhaustos, muchas veces faltos de alimento y de agua durante horas enteras, los pobres animales van arrastrados a la muerte para que con sus cadáveres se deleiten seres humanos. En muchos puntos los peces se contaminan con las inmundicias de que se alimentan y llegan a ser causa de enfermedades. Tal es en especial el caso de los peces que tienen acceso a las aguas de albañal de las grandes ciudades. Los peces que se alimentan de lo que arrojan las alcantarillas pueden trasladarse a aguas distantes, y ser pescados donde el agua es pura y fresca. Al servir de alimento llevan la enfermedad y la muerte a quienes ni siquiera sospechan el peligro. Los efectos de una alimentación con carne no se advierten tal vez inmediatamente; pero esto no prueba que esa alimentación carezca de peligro. Pocos se dejan convencer de que la carne que han comido es lo que envenenó su sangre y causó sus dolencias.

 Muchos mueren de enfermedades debidas únicamente al uso de la carne, sin que nadie sospeche la verdadera causa de su muerte. Los males morales derivados del consumo de la carne no son 243 menos patentes que los males físicos. La carne daría la salud; y todo lo que afecta al cuerpo ejerce también sobre la mente y el alma un efecto correspondiente. Pensemos en la crueldad hacia los animales que entraña la alimentación con carne, y en su efecto en quienes los matan y en los que son testigos del trato que reciben. ¡Cuánto contribuye a destruir la ternura con que deberíamos considerar a estos seres creados por Dios! La inteligencia desplegada por muchos animales se aproxima tanto a la de los humanos que es un misterio. Los animales ven y oyen, aman, temen y padecen. Emplean sus órganos con harta más fidelidad que muchos hombres. Manifiestan simpatía y ternura para con sus compañeros que padecen. Muchos animales demuestran tener por quienes los cuidan un cariño muy superior al que manifiestan no pocos humanos. Experimentan un apego tal para el hombre, que no desaparece sin gran dolor para ellos. ¿Qué hombre de corazón puede, después de haber cuidado animales domésticos, mirar en sus ojos llenos de confianza y afecto, luego entregarlos con gusto a la cuchilla del carnicero? ¿Cómo podrá devorar su carne como si fuese exquisito bocado?

Es un error suponer que la fuerza muscular dependa de consumir alimento animal, pues sin él las necesidades del organismo pueden satisfacerse mejor y es posible gozar de salud más robusta. Los cereales, las frutas, las oleaginosas y las verduras contienen todas las propiedades nutritivas para producir buena sangre. Estos elementos no son provistos tan bien ni de un modo tan completo por la dieta de carne. Si la carne hubiera sido de uso indispensable para dar salud y fuerza, se la habría incluido en la alimentación indicada al hombre desde el principio. A menudo, al dejar de consumir carne, se experimenta una sensación de debilidad y falta de vigor.

Muchos insisten en que esto prueba que la carne es esencial; pero se la echa de menos porque es un alimento estimulante que enardece la sangre 244 y excita los nervios. A algunos les es tan difícil dejar de comer carne como a los borrachos renunciar al trago; y sin embargo se beneficiarían con el cambio. Cuando se deja la carne hay que substituirla con una variedad de cereales, nueces, legumbres, verduras y frutas que sea nutritiva y agradable al paladar. Esto es particularmente necesario al tratarse de personas débiles o que estén recargadas de continuo trabajo. En algunos países donde reina la escasez, la carne es la comida más barata. En tales circunstancias, el cambio de alimentación será más difícil, pero puede realizarse. Sin embargo, debemos tener en cuenta la condición de la gente y la fuerza de las costumbres establecidas, y también guardarnos de imponer indebidamente las ideas nuevas, por buenas que sean.

No hay que instar a nadie a que efectúe este cambio bruscamente. La carne debe reemplazarse con alimentos sanos y baratos. En este asunto mucho depende de quien cocine. Con cuidado y habilidad, pueden prepararse manjares nutritivos y apetitosos con que substituir en buena parte la carne. En todos los casos, edúquese la conciencia, apélese a la voluntad, suminístrese alimento bueno y sano, y el cambio se efectuará de buena gana, y en breve cesará la demanda de carne. ¿No es tiempo ya de que todos prescindan de consumir carne? ¿Cómo pueden seguir haciendo uso de un alimento cuyo efecto es tan pernicioso para el alma y el cuerpo los que se esfuerzan por llevar una vida pura, refinada y santa, para gozar de la compañía de los ángeles celestiales? ¿Cómo pueden quitar la vida a seres creados por Dios y consumir su carne con deleite? Vuelvan más bien al alimento sano y delicioso que fue dado al hombre en el principio, y tengan ellos mismos y enseñen a sus hijos a tener misericordia de los seres irracionales que Dios creó y puso bajo nuestro dominio. 245

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

23. “La Alimentación y la Salud” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


Nuestro cuerpo se forma con el alimento que ingerimos. En los tejidos del cuerpo se realiza de continuo un proceso de reparación, pues el funcionamiento de los órganos acarrea desgaste, y éste debe ser reparado por el alimento. Cada órgano del cuerpo exige nutrición. El cerebro debe recibir la suya; y lo mismo sucede con los huesos, los músculos y los nervios. Es una operación maravillosa la que transforma el alimento en sangre, y aprovecha esta sangre para la reconstitución de las diversas partes del cuerpo; pero esta operación, que prosigue de continuo, suministra vida y fuerza a cada nervio, músculo y órgano. Elección del alimento Deben escogerse los alimentos que mejor proporcionen los elementos necesarios para la reconstitución del cuerpo. En esta elección, el apetito no es una guía segura. Los malos hábitos en el comer lo han pervertido. Muchas veces pide alimento que altera la salud y causa debilidad en vez de producir fuerza. Tampoco podemos dejarnos guiar por las costumbres de la sociedad. Las enfermedades y dolencias que prevalecen por doquiera provienen en buena parte de errores comunes respecto al régimen alimenticio. Para saber cuáles son los mejores comestibles tenemos que estudiar el plan original de Dios para la alimentación del hombre. El que creó al hombre y comprende sus necesidades indicó a Adán cuál era su alimento. "He aquí dijo que os he dado toda hierba que da simiente, ... y todo árbol 228 en que hay fruto de árbol que da simiente, seros ha para comer." (Génesis 1:29.)  

Al salir del Edén para ganarse el sustento labrando la tierra bajo el peso de la maldición del pecado, el hombre recibió permiso para comer también "hierba del campo." (Génesis 3:18.) Los cereales, las frutas carnosas, las oleaginosas y las legumbres constituyen el alimento escogido para nosotros por el Creador. Preparados del modo más sencillo y natural posible, son los comestibles más sanos y nutritivos. Comunican una fuerza, una resistencia y un vigor intelectual que no pueden obtenerse de un régimen alimenticio más complejo y estimulante. Pero no todos los alimentos sanos de por si convienen igualmente a nuestras necesidades en cualquier circunstancia. Nuestro alimento debe escogerse con mucho cuidado. Nuestro régimen alimenticio debe adaptarse a la estación del año, al clima en que vivimos y a nuestra ocupación. Algunos alimentos que convienen perfectamente a una estación del año o en cierto clima, no convienen en otros. También sucede que ciertos alimentos son los más apropiados para diferentes ocupaciones. Con frecuencia el alimento que un operario manual o bracero puede consumir con provecho no conviene a quien se entrega a una ocupación sedentaria o a un trabajo mental intenso.

 Dios nos ha dado una amplia variedad de alimentos sanos, y cada cual debe escoger el que más convenga a sus necesidades, conforme a la experiencia y a la sana razón. La abundancia de frutas, oleaginosas y cereales que nos proporciona la naturaleza es grande, y año tras año se acrecienta la facilidad de comunicaciones que permite el intercambio de productos de un país con otro. Como resultado, muchos alimentos que hace pocos años se consideraban lujos están hoy al alcance de todos para el consumo diario. Esto sucede principalmente con las frutas desecadas y las puestas en conserva. 229 Las oleaginosas [nueces, avellanas, almendras, maní o cacahuete] y sus derivados van substituyendo en gran medida a la carne. Con ellas pueden combinarse cereales, frutas carnosas y varias raíces, para constituir alimentos sanos y nutritivos; pero hay que tener cuidado de no incluir una proporción demasiado elevada de oleaginosas. Es posible que aquellos a quienes no les sienta bien su consumo vean subsanarse la dificultad si prestan atención a esta advertencia. Debe recordarse también que algunas no son tan sanas como otras. Las almendras, por ejemplo, son mejores que los cacahuetes, pero no obstante éstos también son nutritivos y de fácil digestión si se toman en pequeñas cantidades y mezclados con cereales. Convenientemente preparadas, las aceitunas, lo mismo que las oleaginosas, pueden reemplazar la mantequilla y la carne. El aceite tal como se ingiere en la aceituna, es muy preferible al aceite animal y a la grasa. Es laxante. Su uso beneficiará a los enfermos de consunción y podrá curar o aliviar las inflamaciones del estómago.

Las personas acostumbradas a un régimen fuerte y muy estimulante tienen el gusto pervertido y no pueden apreciar de buenas a primeras un alimento sencillo. Se necesita tiempo para normalizar el gusto y para que el estómago se reponga del abuso. Pero los que perseveren en el uso de alimentos sanos, los encontrarán sabrosos al cabo de algún tiempo. Podrán apreciar su sabor delicado y los comerán con deleite, en preferencia a las golosinas malsanas. Y el estómago, en condición de salud, es decir, ni febril ni recargado, desempeñará fácilmente su tarea. Para conservar la salud, se necesita una cantidad suficiente de alimento sano y nutritivo. Sí procedemos con prudencia, podremos conseguir en casi cualquier país la clase de alimentos que más favorece a la salud. Las variadas preparaciones de arroz, trigo, maíz y avena, como también las judías, 230 porotos o fréjoles, guisantes y lentejas se exportan hoy a todas partes. Estos alimentos, junto con las frutas indígenas o importadas, y con la variedad de verduras propias de cada país, facilitarán la elección y la composición de comidas, sin necesidad de carnes. En cualquier parte en que abunde la fruta, hay que conservar abundantes cantidades para el invierno, ya en frascos o latas, ya desecadas. Pueden cultivarse con ventaja frutas menudas, como grosellas, fresas, frambuesas, zarzamoras, etc., en los países en que este cultivo es escaso o descuidado. Para la conservación de frutas en la casa, los envases de vidrio convienen más que las latas. Es de todo punto indispensable que la fruta que se ha de conservar esté en buenas condiciones.

  Úsese poco azúcar, y no se cueza la fruta más del tiempo indispensable para su conservación. Así preparada, la conserva de fruta es excelente substituto de la fruta fresca. Donde las frutas desecadas, como uvas pasas, ciruelas, manzanas, peras, melocotones y albaricoques o damascos, puedan obtenerse a precios moderados, se verá que pueden emplearse como alimentos de consumo corriente mucho más de lo que se acostumbra, y con los mejores resultados para la salud y el vigor de todas las clases de personas activas. No debe haber gran variedad de manjares en una sola comida, pues esto fomenta el exceso en el comer y causa la indigestión. Preparación del alimento No conviene ingerir frutas y verduras en la misma comida, pues a las personas de digestión débil esta combinación les produce muchas veces desórdenes gástricos e incapacidad para el esfuerzo mental. Es mejor consumir la fruta en una comida y las verduras en otra. Las comidas deben ser variadas. Los mismos manjares, preparados del mismo modo, no deben figurar en la mesa, 231 comida tras comida y día tras día. Las comidas se ingieren con mayor gusto y aprovechan mucho más cuando los manjares son variados.

Error grave es comer tan sólo para agradar al paladar; pero la calidad de los comestibles o el modo de prepararlos no es indiferente. Si el alimento no se come con gusto, no nutrirá tan bien al organismo. La comida debe escogerse cuidadosamente y prepararse con inteligencia y habilidad. En la elaboración del pan, la harina blanca muy fina no es la mejor. Su uso no es saludable ni económico. El pan de flor de harina carece de los elementos nutritivos que se encuentran en el pan amasado con harina integral de trigo. Es causa frecuente de estreñimiento y otros efectos malsanos. El uso de sosa de leudar, o polvos de hornear, en la elaboración del pan es nocivo e inútil. La sosa inflama el estómago, y a veces envenena todo el organismo. Muchas cocineras se figuran que no pueden hacer buen pan sin sosa, pero esto es un error. Si quisieran tomarse la molestia de aprender mejores métodos, su pan sería más sano, y también más sabroso para un paladar normal. En la elaboración del pan leudado con levadura, no se debe emplear leche en vez de agua, pues el pan resulta así inútilmente más caro y mucho menos sano.

El pan de leche no se conserva tanto tiempo después de cocido como el pan hecho con agua, y fermenta con más facilidad en el estómago. El pan debe ser ligero y agradable, sin acidez. Los panes deben ser pequeños, y tan bien cocidos que, en cuanto sea posible, los gérmenes de la levadura queden destruídos. Cuando está caliente y recién cocido, el pan leudado, cualquiera que sea su calidad, no es de fácil digestión. No debería nunca figurar en la mesa. No sucede lo mismo con el pan sin levadura. Los panecillos de harina de trigo sin levadura recién cocidos en un horno muy caliente son saludables y sabrosos. Los cereales que se emplean para hacer gacha deben cocerse 232 varias horas; pero los alimentos blandos o líquidos son menos saludables que los secos, los cuales requieren una masticación cabal. El zwieback (pan cocido dos veces) es uno de los alimentos más sabrosos y digeribles. Para hacerlo, córtese en rebanadas el pan leudado ordinario y séquense éstas en un horno caliente hasta que desaparezca todo rastro de humedad. Se dejan en el horno hasta que estén levemente tostadas, pero de una manera uniforme. Este pan, guardado en sitio seco, puede conservarse mucho más tiempo que el pan común, y si antes de comerlo se lo vuelve a calentar, resultará tan fresco como al acabar de hacerlo. Se suele emplear demasiado azúcar en las comidas.

 Las tortas, los budines, las pastas, las jaleas, los dulces son causas activas de indigestión. Particularmente dañinos son los flanes cuyos ingredientes principales son la leche, los huevos y el azúcar. Debe evitarse el consumo copioso de la leche con azúcar. Si se hace uso de leche, debe ser bien esterilizada, pues con esta precaución hay menos peligro de enfermedad. La mantequilla es menos nociva cuando se la come con pan asentado que cuando se la emplea para cocinar, pero por regla general es mejor abstenerse de ella. El queso merece aún más objeciones; es absolutamente impropio como alimento.* El alimento escaso y mal cocido vicia la sangre, pues debilita los órganos que la producen. Desarregla el organismo y causa enfermedades acompañadas de nerviosidad y mal humor. 233 Cuéntanse hoy día por miles y decenas de millares las víctimas de la cocina defectuosa. Sobre muchas tumbas podrían escribirse epitafios como éstos: "Muerto por culpa de la mala cocina." "Muerto de resultas de un estómago estragado por el abuso." Es un deber sagrado para las personas que cocinan aprender a preparar comidas sanas. Muchas almas se pierden como resultado de los alimentos mal preparados. Se necesita pensar mucho y tener mucho cuidado para hacer buen pan; pero en un pan bien hecho hay más religión de lo que muchos se figuran. Son muy pocas las cocineras realmente buenas. Las jóvenes piensan que cocinar y hacer otras tareas de la casa es trabajo servil; y por lo tanto, muchas que se casan y deben atender a una familia tienen muy poca idea de los deberes que incumben a la esposa y madre.

La ciencia culinaria no es una ciencia despreciable sino una de las más importantes de la vida práctica. Es una ciencia que toda mujer debería aprender, y que debería ser ensenada en forma provechosa a las clases pobres. Preparar manjares apetitosos, al par que sencillos y nutritivos, requiere habilidad; pero puede hacerse. Las cocineras deberían saber preparar manjares sencillos en forma saludable, y de tal manera que resulten sabrosos precisamente por su sencillez. Toda mujer que está a la cabeza de una familia pero no entiende el arte de la sana cocina, debería resolverse a aprender algo de tanta importancia para el bienestar de los suyos. En muchas ciudades hay escuelas de cocina higiénica que ofrecen oportunidad para instruirse en la materia. La que no dispone de este recurso debería ponerse por algún tiempo bajo la dirección de alguna buena cocinera y perseverar en su esfuerzo por desarrollarse hasta hacerse maestra en el arte culinario. La regularidad en las comidas es de vital importancia. Debe haber una hora señalada para cada comida, y entonces cada cual debe comer lo que su organismo requiere, y no ingerir 234 más alimento hasta la comida siguiente. Son muchos los que comen a intervalos desiguales y entre comidas, cuando el organismo no necesita comida, porque no tienen suficiente fuerza de voluntad para resistir a sus inclinaciones. Los hay que cuando van de viaje se pasan el tiempo comiendo bocaditos de cuanto comestible les cae a mano. Esto es muy perjudicial. Si los que viajan comiesen con regularidad y sólo alimentos sencillos y nutritivos, no se sentirían tan cansados, ni padecerían tantas enfermedades.

Otro hábito pernicioso es el de comer inmediatamente antes de irse a la cama. Pueden haberse tomado ya las comidas de costumbre; pero por experimentar una sensación de debilidad, se vuelve a comer. Cediendo así al apetito se establece un hábito tan arraigado, que muchas veces se considera imposible dormir sin comer algo. Como resultado de estas cenas tardías la digestión prosigue durante el sueño; y aunque el estómago trabaja constantemente no lo hace en buenas condiciones. Las pesadillas suelen entonces perturbar el sueño, y por la mañana se despierta uno sin haber descansado, y con pocas ganas de desayunar. Cuando nos entregamos al descanso, el estómago debe haber concluido ya su tarea, para que él también pueda descansar, como los demás órganos del cuerpo. A las personas de hábitos sedentarios les resultan particularmente perjudiciales las cenas tardías, y el desarreglo que les ocasionan es muchas veces principio de alguna enfermedad que acaba en muerte.

Cómo no se debe comer En muchos casos, la sensación de debilidad que da ganas de comer proviene del excesivo recargo de los órganos digestivos durante el día. Estos, después de haber digerido una comida, necesitan descanso. Entre las comidas deben mediar cuando menos cinco o seis horas, y la mayoría de las personas que quieran hacer la prueba verán que dos comidas al día dan mejor resultado que tres. 235 Los manjares no deben ingerirse muy calientes ni muy fríos. Si la comida está fría, la fuerza vital del estómago se distrae en parte para calentarlos antes que pueda digerirlos. Por el mismo motivo las bebidas frías son perjudiciales, al par que el consumo de bebidas calientes resulta debilitante. En realidad, cuanto más líquido se toma en las comidas, más difícil es la digestión, pues el liquido debe quedar absorbido antes de que pueda empezar la digestión, Evítese el uso de mucha sal y el de encurtidos y especias, consúmase mucha fruta, y desaparecerá en gran parte la irritación que incita a beber mucho en la comida. Conviene comer despacio y masticar perfectamente, para que la saliva se mezcle debidamente con el alimento y los jugos digestivos entren en acción.

Otro mal grave es el de comer a deshoras, como por ejemplo después de un ejercicio violento y excesivo, o cuando se siente uno extenuado o acalorado. Inmediatamente después de haber comido, el organismo gasta un gran caudal de energía nerviosa; y cuando la mente o el cuerpo están muy recargados inmediatamente antes o después de la comida, la digestión queda entorpecida. Cuando se siente uno agitado, inquieto o apurado, es mejor no comer antes de haber obtenido descanso o sosiego. Hay una estrecha relación entre el cerebro y el estómago, y cuando éste enferma se substrae fuerza nerviosa del cerebro para auxiliar a los órganos digestivos debilitados. Si esto sucede con demasiada frecuencia, se congestiona el cerebro. Cuando la actividad cerebral es continua y escasea el ejercicio físico, aun la comida sencilla debe tomarse con moderación. Al sentarse a la mesa, deséchense los cuidados, las preocupaciones y todo apuro, para comer despacio y alegremente, con el corazón lleno de agradecimiento a Dios por todos sus beneficios. Muchos de los que han descartado de su alimentación las 236 carnes y demás manjares perjudiciales, piensan que, por ser sus alimentos sencillos y sanos, pueden ceder al apetito sin moderación alguna, y comen con exceso y a veces se entregan a la glotonería.

 Es un error. Los órganos digestivos no deben recargarse con una cantidad o calidad de alimento cuya asimilación abrume al organismo. La costumbre ha dispuesto que los manjares se sirvan a la mesa en distintos platos. Como el comensal no sabe siempre qué plato sigue, es posible que satisfaga su apetito con una cantidad de un alimento que no es el que mejor le convendría. Cuando llega el último plato se arriesga a excederse sirviéndose del postre tentador que, en tal caso, le resulta perjudicial. Si todos los manjares de la comida figuran en la mesa desde un principio, cada cual puede elegir a su gusto. A veces el resultado del exceso en el comer se deja sentir en el acto. En otros casos no se nota dolor alguno; pero los órganos digestivos pierden su poder vital y la fuerza física resulta minada en su fundamento. El exceso de comida recarga el organismo, y crea condiciones morbosas y febriles. Hace afluir al estómago una cantidad excesiva de sangre, lo que muy luego enfría las extremidades. Impone también un pesado recargo a los órganos digestivos, y cuando éstos han cumplido su tarea, se experimenta decaimiento y languidez. Los que se exceden así continuamente en el comer llaman hambre a esta sensación; pero en realidad no es más que el debilitamiento de los órganos digestivos.

A veces se experimenta embotamiento del cerebro, con aversión para todo trabajo mental o físico. Estos síntomas desagradables se dejan sentir porque la naturaleza hizo su obra con un gasto inútil de fuerza vital y quedó completamente exhausta. El estómago clama: "Dadme descanso." Pero muchos lo interpretan como una nueva demanda de alimento; y en vez de dar descanso al estómago le imponen más carga. 

 En consecuencia es frecuente que los 237 órganos digestivos estén gastados cuando debieran seguir funcionando bien. No debemos proveer para el sábado una cantidad de alimento más abundante ni variada que para los demás días. Por el contrario, el alimento debe ser más sencillo, y debe comerse menos para que la mente se encuentre despejada y vigorosa para entender las cosas espirituales. A estómago cargado, cerebro pesado. Pueden oírse las más hermosas palabras sin apreciarlas, por estar confusa la mente a causa de una alimentación impropia. Al comer con exceso en el día de reposo, muchos contribuyen más de lo que se figuran a incapacitarse para aprovechar los recursos de edificación espiritual que ofrece ese día. Debe evitarse el cocinar en sábado; pero no por esto es necesario servir los alimentos fríos. En tiempo frío debe calentarse la comida preparada la víspera.

Aunque sencillas, las comidas deben ser apetitosas y agradables. Con particularidad en las familias donde hay niños, conviene que el sábado se sirva algo especial, algo que la familia no suela disfrutar cada día. Cuando se han contraído hábitos dietéticos erróneos debe procederse sin tardanza a una reforma. Cuando el abuso del estómago ha resultado en dispepsia deben hacerse esfuerzos cuidadosos para conservar el resto de la fuerza vital, evitando todo recargo inútil. Puede ser que el estómago nunca recupere la salud completa después de un largo abuso; pero un régimen dietético conveniente evitará un mayor aumento de la debilidad, y muchos se repondrán más o menos del todo. No es fácil prescribir reglas para todos los casos; pero prestando atención a los buenos principios dietéticos se realizarán grandes reformas, y la persona que cocine no tendrá que esforzarse tanto para halagar el apetito. La moderación en el comer se recompensa con vigor mental y moral, y también ayuda a refrenar las pasiones.

El exceso 238 en el comer es particularmente perjudicial para los de temperamento lerdo. Los tales deben comer con frugalidad y hacer mucho ejercicio físico. Hay hombres y mujeres de excelentes aptitudes naturales que por no dominar sus apetitos no realizan la mitad de aquello de que son capaces. En esto pecan muchos escritores y oradores. Después de comer mucho, se entregan a sus ocupaciones sedentarias, leyendo, estudiando o escribiendo, sin darse tiempo para hacer ejercicio físico. En consecuencia, el libre flujo de los pensamientos y las palabras queda contenido. No pueden escribir ni hablar con la fuerza e intensidad necesarias para llegar al corazón de la gente, y sus esfuerzos se embotan y esterilizan. Quienes llevan importantes responsabilidades, y sobre todo los que velan por intereses espirituales, deben ser hombres de aguda percepción e intensos sentimientos. Más que nadie necesitan ser sobrios en el comer. Nunca debiera haber en sus mesas manjares costosos y suculentos. Los que desempeñan cargos de confianza deben hacer diariamente resoluciones de gran trascendencia. A menudo deben pensar con rapidez, y esto sólo pueden hacerlo con éxito los que practican la estricta templanza. La mente se fortalece bajo la influencia del correcto tratamiento dado a las facultades físicas e intelectuales. Si el esfuerzo no es demasiado grande, cada nueva tarea añade nuevo vigor. No obstante, muchas veces el trabajo de los que tienen planes de acción importantes que estudiar y decisiones no menos importantes que tomar, queda siniestramente afectado por un régimen alimenticio impropio.

 El desarreglo del estómago perturba la mente. A menudo causa irritabilidad, aspereza o injusticia. Más de un plan de acción que hubiera podido ser beneficioso para el mundo se ha desechado; más de una medida injusta, opresiva y aun cruel ha sido llevada a cabo en consecuencia de un estado morboso proveniente de hábitos dietéticos erróneos. 239 Los de ocupación sedentaria, principalmente mental, que tengan suficiente valor moral y dominio propio, podrán probar el satisfacerse con dos o tres platos y no comer más de lo estrictamente necesario para saciar el hambre.

 Hagan ejercicio activo cada día, y verán como se benefician. Los hombres robustos empeñados en trabajo físico activo no tienen tanto motivo de fijarse en la cantidad y calidad del alimento como las personas de hábitos sedentarios; pero aun ellos gozarán mejor salud si ejercen dominio propio en el comer y en el beber.

Hay quienes quisieran que se les fijara una regla exacta para su alimentación. Comen con exceso y les pesa después, y cavilan sobre lo que comen y beben. Esto no debiera ser así. Nadie puede sentar reglas estrictas para los demás. Cada cual debe dominarse a sí mismo y, fundado en la razón, obrar por principios sanos. Nuestro cuerpo es propiedad de Cristo, comprada por él mismo, y no nos es lícito hacer de ese cuerpo lo que nos plazca. Cuantos entienden las leyes de la salud, implantadas en ellos por Dios, deben sentirse obligados a obedecerlas. La obediencia a las leyes de la higiene es una obligación personal. A nosotros mismos nos toca sufrir las consecuencias de la violación de esas leyes. Cada cual tendrá que responder ante Dios por sus hábitos y prácticas. Por tanto, la pregunta que nos incumbe no es: "¿Cuál es la costumbre del mundo?" sino ¿Cómo debo conservar la habitación que Dios me dio?" 240

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

martes, 26 de junio de 2012

22. “El Vestido” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


LA BIBLIA nos enseña la modestia en el vestir. "Asimismo, que asistan las mujeres en traje modesto, adornándose con recato y sobriedad." (1 Timoteo 2:9, V. M.) Este pasaje prohíbe la ostentación en el vestir, los colores chillones, los adornos profusos. Todo medio destinado a llamar la atención hacia la persona así vestida, o a despertar la admiración, queda excluido de la modesta indumentaria prescrita por la Palabra de Dios. Nuestro modo de vestir debe ser de poco costo; no con "oro, o perlas, o vestidos costosos." (1 Timoteo 2:9.) 
El dinero es un depósito que Dios nos ha confiado. No es nuestro para gastarlo en cosas que halaguen nuestro orgullo o ambición. En manos de los hijos de Dios el dinero es alimento para los hambrientos y ropa para los desnudos. Es defensa para los oprimidos, recurso de salud para los enfermos y un medio para predicar el Evangelio a los pobres. Se podría dar felicidad a muchos corazones mediante el prudente uso de los recursos que ahora se gastan para la ostentación. Considerad la vida de Cristo. Estudiad su carácter y compartid su abnegación.

En la sociedad llamada cristiana se gasta en joyas y en vestidos inútilmente costosos lo que bastaría para dar de comer a todos los hambrientos y vestir a los desnudos. La moda y la ostentación absorben los recursos con que se podría consolar y aliviar a los pobres y enfermos. Privan al mundo del Evangelio del amor de Cristo. Las misiones languidecen. Las muchedumbres perecen por falta de enseñanza cristiana. A 220 nuestras puertas y en el extranjero los paganos quedan sin educación y se pierden. Frente al hecho de que Dios llenó la tierra con sus larguezas, hinchió sus depósitos con las comodidades de la vida y nos dio gratuitamente el conocimiento salvador de su verdad, ¿Qué disculpa alegaremos por permitir que asciendan al cielo los clamores de la viuda y del huérfano, de los enfermos y los que padecen, de los ignorantes y los perdidos? En el día de Dios, al estar cara a cara con Aquel que dio su vida por estos necesitados, ¿Qué disculpa aducirán los que hoy malgastan tiempo y dinero en culpables satisfacciones que Dios prohibió? ¿No les dirá Cristo: "Tuve hambre, y no me disteis de comer; tuve sed, y no me disteis de beber; fui ... desnudo, y no me cubristeis; enfermo, y en la cárcel, y no me visitasteis?" (Mateo 25:42, 43.)

Pero nuestra indumentaria, si bien modesta y sencilla, debe ser de buena calidad, de colores decentes, y apropiada para el uso. Deberíamos escogerla por su durabilidad más bien que para la ostentación. Debe proporcionarnos abrigo y protección adecuada. La mujer prudente descrita en los Proverbios "no tendrá temor de la nieve por su familia, porque toda su familia está vestida de ropas dobles." (Proverbios 31:21.) Nuestra ropa debe estar limpia. El desaseo en el vestir es contrario a la salud y, por tanto, perjudicial para el cuerpo y el alma. "¿No sabéis que sois templo de Dios? ... Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal." (1 Corintios 3:16, 17.) En todos respectos debemos vestir conforme a la higiene. "Sobre todas las cosas," Dios quiere que tengamos salud tanto del cuerpo como del alma. Debemos colaborar con Dios para asegurar esa salud. En ambos sentidos nos beneficia la ropa saludable. Esta debe tener la donosura, belleza y la idoneidad de la sencillez. 

 Cristo nos previno contra el orgullo de la vida, pero no contra su gracia y belleza natural. Dirige nuestra 221 atención a las flores del campo, a los lirios de tan significativa pureza, y dice: "Ni aun Salomón con toda su gloria fue vestido así como uno de ellos." (Mateo 6:29.) Por medio de las cosas de la naturaleza, Cristo nos enseña cuál es la belleza que el cielo aprecia, la gracia modesta, la sencillez, la pureza, la corrección que harán nuestro atavío agradable a Dios.

El vestido más hermoso es el que nos manda llevar como adorno del alma. No hay atavío exterior que pueda compararse en valor y en belleza con aquel "espíritu agradable y pacífico" que en su opinión es "de grande estima." (1 Pedro 3:4) Para quienes hacen de los principios del Salvador la guía de su vida, ¡cuán preciosas son sus promesas! "Y por el vestido, ¿por qué os congojáis? ... Y si la hierba del campo que hoy es, y mañana es echada en el horno, Dios la viste así, ¿no hará mucho más a vosotros? . . . No os congojéis pues, diciendo: . . . ¿Con qué nos cubriremos? ... que vuestro Padre celestial sabe que de todas estas cosas habéis menester. Mas buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas." (Mateo 6:28, 30-33) "Tú le guardarás en completa paz, cuyo pensamiento en ti persevera; porque en ti se ha confiado." (Isaías 26:3) ¡Cómo contrasta esto con el cansancio, la inquietud, la enfermedad y la desdicha que resaltan del despotismo de la moda! ¡Cuán contrarias a los principios consignados en las Escrituras son muchas de las confecciones impuestas por la moda! Pensad en los estilos que han prevalecido en los últimos siglos o aun en las últimas décadas. ¡Cuántos de ellos, si no hubieran sido impuestos por la moda, nos parecerían indecorosos! ¡cuántos nos parecerían impropios de una mujer refinada, temerosa de Dios y respetuosa de sí misma!

Los cambios introducidos en la indumentaria, meramente 222 por causa de la moda, no son sancionados por la Palabra de Dios. Los cambios de la moda y los adornos costosos malgastan el tiempo y el dinero de los ricos, así como las energías de la mente y del alma. Imponen, además, una pesadísima carga a las clases medias y pobres de la sociedad. Muchas mujeres que a duras penas se ganan el sustento, y que con modas sencillas podrían hacerse sus propios vestidos, se ven obligadas a acudir a la modista para sujetarse a la moda. Más de una niña pobre, para llevar un vestido elegante, se ha privado de ropa interior y de abrigo y ha pagado este desacierto con su vida. Otras, llevadas por el deseo de la ostentación y de la elegancia de los ricos, entraron en el camino de la deshonestidad y la vergüenza.

 Más de una familia tiene que privarse de comodidades, más de un padre de familia se ve arrastrado a las deudas y a la ruina para satisfacer las extravagantes exigencias de la esposa y los hijos.
Más de una mujer, obligada a confeccionar sus vestidos o el de sus hijos, conforme a la moda, se ve condenada a incesante y pesadísimo trabajo. Más de una madre, enervada y con los dedos trémulos, pena hasta las altas horas de la noche para añadir al vestido de sus hijos inútiles adornos que en nada contribuyen a la salud, a la comodidad o a la belleza. Por amor a la moda sacrifica la salud y aquella calma del espíritu tan indispensable para el buen gobierno de sus hijos. Así descuida la cultura del espíritu y del corazón, y su alma se empequeñece.

La madre no tiene tiempo para estudiar los principios del desarrollo físico a fin de aprender a cuidar de la salud de sus hijos. No tiene tiempo para atender a las necesidades intelectuales o espirituales de ellos, ni para simpatizar con ellos en sus pequeños desengaños y pruebas, ni para participar en sus intereses y propósitos. Casi tan pronto como llegan al mundo, los hijos se ven sometidos a la influencia de la moda. Oyen más conversaciones 223 acerca de los vestidos que acerca del Salvador. Ven a sus madres consultar los figurines de la moda con más interés que la Biblia. La ostentación en el vestir se considera de mayor importancia que el desarrollo del carácter. Tanto los padres como los hijos quedan privados de lo más dulce y verdadero de la vida. Por causa de la moda no reciben preparación para la vida venidera.

El enemigo de todo lo bueno fue quién instigó el invento de modas veleidosas. No desea otra cosa que causar perjuicio y deshonra a Dios al labrar la ruina y la miseria de los seres humanos. Uno de los medios más eficaces para lograr esto lo constituyen los ardides de la moda, que debilitan el cuerpo y la mente y empequeñecen el alma. Las mujeres están sujetas a graves enfermedades, y sus dolencias empeoran en gran manera por el modo de vestirse. En vez de conservar su salud para las contingencias que seguramente han de venir, sacrifican demasiado a menudo con sus malos hábitos no sólo la salud, sino la vida y dejan a sus hijos una herencia de infortunio, en una constitución arruinada, hábitos pervertidos y falsas ideas acerca de la vida.

Uno de los disparates más dispendiosos y perjudiciales de la moda es la falda que barre el suelo, por lo sucia, incómoda, inconveniente y malsana. Todo esto y más aún se puede decir de la falda rastrera. Es costosa, no sólo por el género superfluo que entra en su confección, sino porque se desgasta innecesariamente por ser tan larga. Cualquiera que haya visto a una mujer así ataviada, con las manos llenas de paquetes, intentando subir o bajar escaleras, trepar a un tranvía, abrirse paso por entre la muchedumbre, andar por suelo encharcado, o por un camino cenagoso, no necesita más pruebas para convencerse de la incomodidad de la falda larga.

Otro grave mal es que las caderas sostengan el peso de la falda. Este gran peso, al oprimir los órganos internos, los arrastra hacia abajo, por lo que causa debilidad del estómago y 224 una sensación de cansancio, que crea en la víctima una propensión a encorvarse, que oprime aún más los pulmones y dificulta la respiración. En estos últimos años los peligros que resultan de la compresión de la cintura han sido tan discutidos que pocas personas pueden alegar ignorancia sobre el particular; y sin embargo, tan grande es el poder de la moda que el mal sigue adelante, con incalculable daño para las mujeres. Es de suma importancia para la salud que el pecho disponga de sitio suficiente para su completa expansión y los pulmones puedan inspirar completamente, pues cuando están oprimidos disminuye la cantidad de oxígeno que inhalan. La sangre resulta insuficientemente vitalizada, y las materias tóxicas del desgaste que deberían ser eliminadas por los pulmones, quedan en el organismo. Además, la circulación se entorpece, y los órganos internos quedan tan oprimidos que se desplazan y no pueden funcionar debidamente.

El corsé apretado no embellece la figura. Uno de los principales elementos de la belleza física es la simetría, la proporción armónica de los miembros. Y el modelo correcto para el desarrollo físico no se encuentra en los figurines de las modistas francesas, sino en la forma humana tal como se desarrolla según las leyes de Dios en la naturaleza. Dios es autor de toda belleza, y sólo en la medida en que nos conformemos a su ideal nos acercaremos a la norma de la verdadera belleza.

Otro mal fomentado por la costumbre es la distribución desigual de la ropa, de modo que mientras ciertas partes del cuerpo llevan un exceso de ropa, otras quedan insuficientemente abrigadas. Los pies, las piernas, y los brazos, por estar más alejados de los órganos vitales, deberían ir mejor abrigados. Es imposible disfrutar buena salud con las extremidades siempre frías, pues si en ellas hay poca sangre, habrá demasiada en otras partes del cuerpo. La perfecta salud requiere una perfecta 225 circulación; pero ésta no se consigue llevando en el tronco, donde están los órganos vitales, tres o cuatro veces más ropa que en las extremidades.

Un sinnúmero de mujeres están nerviosas y agobiadas porque se privan del aire puro que les purificaría la sangre, y de la soltura de movimientos que aumentaría la circulación por las venas para beneficio de la vida, la salud y la energía. Muchas mujeres han contraído una invalidez crónica cuando hubieran podido gozar salud, y muchas han muerto de consunción y otras enfermedades cuando hubieran podido alcanzar el término natural de su vida, si se hubiesen vestido conforme a los principios de la salud y hubiesen hecho abundante ejercicio al aire libre. Para conseguir la ropa más saludable, hay que estudiar con mucho cuidado las necesidades de cada parte del cuerpo y tener en cuenta el clima, las circunstancias en que se vive, el estado de salud, la edad y la ocupación. Cada prenda de indumentaria debe sentar holgadamente, sin entorpecer la circulación de la sangre ni la respiración libre, completa y natural. Todas las prendas han de estar lo bastante holgadas para que al levantar los brazos se levante también la ropa.

Las mujeres carentes de salud pueden mejorar mucho su estado merced a un modo de vestir razonable y al ejercicio. Vestidas convenientemente para el recreo, hagan ejercicio al aire libre, primero con mucho cuidado, pero aumentando la cantidad de ejercicio conforme aumente su resistencia. De este modo muchas podrán recobrar la salud, y vivir para desempeñar su parte en la obra del mundo.
Independientes de la moda En vez de afanarse por cumplir con las exigencias de la moda, tengan las mujeres el valor de vestirse saludable y sencillamente. En vez de sumirse en una simple rutina de faenas domésticas, encuentre la esposa y madre de familia 226 tiempo para leer, para mantenerse bien informada, para ser compañera de su marido y para seguir de cerca el desarrollo de la inteligencia de sus hijos. Aproveche sabiamente las oportunidades presentes para influir en sus amados de modo que los encamine hacia la vida superior. Haga del querido Salvador su compañero diario y su amigo familiar. Dedique algo de tiempo al estudio de la Palabra de Dios, a pasear con sus hijos por el campo y a aprender de Dios por la contemplación de sus hermosas obras.

Consérvese alegre y animada. En vez de consagrar todo momento a interminables costuras, haga de la velada de familia una ocasión de grata sociabilidad, una reunión de familia después de las labores del día. Un proceder tal induciría a muchos hombres a preferir la sociedad de los suyos en casa a la del casino o de la taberna. Muchos muchachos serían guardados del peligro de la calle o de la tienda de comestibles de la esquina. Muchas niñas evitarían las compañías frívolas y seductoras. La influencia del hogar llegaría a ser entonces para padres e hijos lo que Dios se propuso que fuera, es decir, una bendición para toda la vida. 227

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

miércoles, 6 de junio de 2012

21. “La Higiene entre los Israelitas” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


EN LA enseñanza que Dios dio a Israel, la conservación de la salud fue objeto de particular cuidado. El pueblo que, había salido de la esclavitud contagiado por los hábitos de desaseo contrarios a la salud, que aquélla suele engendrar, recibió la más estricta educación en el desierto antes de entrar en Canaán. Se le enseñaron los principios de la higiene y se le sometió a leyes sanitarias.

Prevención de la enfermedad
No sólo en su servicio religioso, sino en todos los asuntos de la vida diaria observaban los Israelitas la distinción entre lo puro y lo impuro. Todo aquel que tuviese algo que ver con enfermedades contagiosas e infecciosas quedaba aislado del campamento y no se le permitía volver sin previa purificación de su persona y su ropa. En caso de enfermedad infecciosa, se había de hacer lo siguiente:
"Toda cama en que se acostare [el enfermo] . . . será inmunda; y toda cosa sobre que se sentare, inmunda será. Y cualquiera que tocare a su cama, lavará sus vestidos; lavaráse también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y el que se sentare sobre aquello en que se hubiere sentado . . . lavará sus vestidos, se lavará también a sí mismo con agua, y será inmundo hasta la tarde. Asimismo el que tocare la carne del [enfermo] ... lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde.... Y cualquiera 212 que tocare cualquiera cosa que haya estado debajo él, será inmundo hasta la tarde; y el que la llevare lavará sus vestidos, y después de lavarse con agua, será inmundo hasta la tarde. Y todo aquel a quien tocare . . . y no lavare con agua sus manos, lavará sus vestidos, y a sí mismo se lavará con agua, y será inmundo hasta la tarde. Y la vasija de barro en que tocare ... será quebrada; y toda vasija de madera será lavada con agua." (Levítico 15:4-12).

La ley respecto a la lepra es otra demostración del esmero con que debían cumplirse estas leyes: "Todo el tiempo que la llaga estuviera en él [el leproso], será inmundo; estará impuro: habitará solo; fuera del real será su morada. Y cuando en el vestido hubiere plaga de lepra, en vestido de lana, o en vestido de lino, o en estambre o en trama, de lino o de lana, o en piel, o en cualquiera obra de piel, . . . el sacerdote mirará la plaga. . . . Y si hubiere cundido la plaga en el vestido, o estambre, o en la trama, o en piel, o en cualquiera obra que se hace de pieles, lepra roedora es la plaga; inmunda será. Será quemado el vestido, o estambre o trama, de lana o de lino, o cualquiera obra de pieles en que hubiere tal plaga; porque lepra roedora es: al fuego será quemada." (Levítico 13:46-52).

El aseo
Así también, si una casa amenazaba ruina, había que demolerla. El sacerdote "derribará, por tanto, la tal casa, sus piedras, y sus maderos, y toda la mezcla de la casa, y lo sacará fuera de la ciudad a lugar inmundo. Y cualquiera que entrare en aquella casa todos los días que la mandó cerrar, será inmundo hasta la tarde. Y el que durmiere en aquella casa, lavará sus vestidos; también el que comiere en la casa, lavará sus vestidos." (Levítico 14:45-47). En forma impresionante se recalcó cuán necesario era el aseo personal. Antes de reunirse al pie del Sinaí para escuchar 213 la proclamación de la ley por la voz de Dios, el pueblo hubo de lavar sus personas y ropas. La violación de esta orden debía castigarse con la pena de muerte. Ninguna impureza podía tolerarse en presencia de Dios.

Durante su estada en el desierto, los israelitas vivieron casi siempre al aire libre, donde las impurezas tenían efecto menos dañino que entre los que viven en casas cerradas. Pero la más estricta atención a la limpieza se exigía dentro y fuera de las tiendas. No se toleraba ningún desecho dentro o fuera del campamento. El Señor había dicho: "Jehová tu Dios anda por medio de tu campo, para librarte y entregar tus enemigos delante de ti; por tanto será tu real santo." (Deuteronomio 23:14).

El régimen alimenticio
La distinción entre lo puro y lo impuro se aplicaba también al régimen alimenticio: "Yo Jehová vuestro Dios, que os he apartado de los pueblos. Por tanto, vosotros haréis diferencia entre animal limpio e inmundo, y entre ave inmunda y limpia: y no ensuciéis vuestras personas en los animales, ni en las aves, ni en ninguna cosa que va arrastrando por la tierra, las cuales os he apartado por inmundas."(Levítico 20:24, 25). Muchos alimentos que los paganos comían con toda libertad les estaban prohibidos a los israelitas. Y la prohibición no era arbitraria, pues se trataba de manjares nocivos, y el hecho de que eran declarados inmundos enseñaba que tales manjares contaminan.
Lo que corrompe el cuerpo tiende a corromper el alma. El que lo consume va quedando por ello inhabilitado para tener comunión con Dios y para rendirle un servicio elevado y santo.

En la tierra prometida, la disciplina que había principiado en el desierto continuó en circunstancias favorables a la formación de buenos hábitos. El pueblo no vivía apiñado en ciudades, 214 sino que cada familia poseía su parcela de tierra y esto aseguraba a todos las vivificantes bendiciones de una vida pura y conforme a la naturaleza. Respecto a las prácticas crueles y licenciosas de los cananeos, desposeídos por Israel, dijo el Señor: "No andéis en las prácticas de la gente que yo echaré de delante de vosotros: porque ellos hicieron todas estas cosas, y los tuve en abominación." (Levítico 20:23.) "Y no meterás abominación en tu casa, porque no seas anatema como ello." (Deuteronomio 7:26). En todos los asuntos de su vida diaria, los israelitas recibieron la lección que el Espíritu Santo da en el pasaje siguiente: "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es."(1 Corintios 3:16,17).

La alegría
"El corazón alegre es una buena medicina."(Proverbios 17:22, V.M.). El agradecimiento, la alegría, la benevolencia, la confianza en el amor y en el cuidado de Dios, constituyen la mayor salvaguardia de la salud. Para los israelitas debían ser el principio fundamental de la vida. Los tres viajes anuales para asistir a las fiestas de Jerusalén, la estada de una semana en cabañas durante la fiesta de los tabernáculos, eran oportunidades para descansar fuera de casa y cultivar la vida social. Esas fiestas eran ocasiones de regocijo aun más endulzado y enternecido por la circunstancia de que en dichas fiestas se daba hospitalaria acogida al extranjero, al levita y al pobre. "Te alegrarás con todo el bien que Jehová tu Dios te hubiere dado a ti y a tu casa, tú y el Levita, y el extranjero que está en medio de ti." (Deuteronomio 26:11).

Así también, en tiempos posteriores, cuando en Jerusalén 215 se leyó la ley de Dios a los cautivos vueltos de Babilonia, y cuando el pueblo lloraba sus transgresiones, se pronunciaron las siguientes palabras de misericordia: "No os entristezcáis.... Id, comed grosuras, y bebed vino dulce, y enviad porciones a los que no tienen prevenido; porque día santo es a nuestro Señor: y no os entristezcáis, porque el gozo de Jehová es vuestra fortaleza."(Nehemías 8:9, 10). Y este mensaje fue publicado y proclamado "por todas sus ciudades y por Jerusalem, diciendo: Salid al monte, y traed ramos de oliva, y ramos de pino, y ramos de arrayán, y ramos de palmas, y ramos de todo árbol espeso, para hacer cabañas como está escrito. Salió pues el pueblo, y trajeron, e hiciéronse cabañas, cada uno sobre su terrado, y en sus patios, y en los patios de la casa de Dios, y en la plaza de la puerta de las Aguas, y en la plaza de la puerta de Ephraim. Y toda la congregación que volvió de la cautividad hicieron cabañas, y en cabañas habitaron.... Y hubo alegría muy grande." (Vers. 15-17).

Dios dio a Israel instrucciones acerca de los principios esenciales para la salud física y moral, y tanto respecto a éstos como a los referentes a la ley moral el Señor les mandó lo siguiente: "Estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón: y las repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa, y andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes: y has de atarlas por señal en tu mano, y estarán por frontales entre tus ojos: y las escribirás en los postes de tu casa, y en tus portadas." (Deuteronomio 6:6-9). "Cuando mañana te preguntaré tu hijo, diciendo: ¿Qué significan los testimonios, y estatutos, y derechos que Jehová nuestro Dios os mandó? Entonces dirás a tu hijo: . . . Mandónos Jehová que ejecutásemos todos estos estatutos, y que temamos a Jehová nuestro Dios, porque nos vaya bien todos los días, y para que nos dé vida, como hoy." (Vers.20, 21, 24). 216 Si los israelitas hubiesen obedecido las instrucciones recibidas y aprovechado sus ventajas, hubieran dado al mundo una verdadera lección objetiva de salud y prosperidad. Si como pueblo hubieran vivido conforme al plan de Dios, habrían sido preservados de las enfermedades que afligían a las demás naciones.

Más que ningún otro pueblo, hubieran tenido fuerza física e intelectual. Habrían sido la nación más poderosa del mundo. Dios había dicho: "Bendito serás más que todos los pueblos." (Deuteronomio 7:14). "Jehová te ha ensalzado hoy para que le seas su peculiar pueblo, como él te lo ha dicho, y para que guardes todos sus mandamientos; y para ponerte alto sobre todas las gentes que hizo, para loor, y fama, y gloria; y para que seas pueblo santo a Jehová tu Dios, como él ha dicho." (Deuteronomio 26:18, 19). "Y vendrán sobre ti todas estas bendiciones, y te alcanzarán, cuando oyeres la voz de Jehová tu Dios. Bendito serás tú en la ciudad, y bendito tú en el campo. Bendito el fruto de tu vientre, y el fruto de tu bestia, la cría de tus vacas, y los rebaños de tus ovejas. Bendito tu canastillo y tus sobras. Bendito serás en tu entrar, y bendito en tu salir." (Deuteronomio 28:2-6).

"Enviará Jehová contigo la bendición en tus graneros, y en todo aquello en que pusieres tu mano; y te bendecirá en la tierra que Jehová tu Dios te da. Confirmarte ha Jehová por pueblo suyo santo, como te ha jurado, cuando guardares los mandamientos de Jehová tu Dios, y anduvieras en sus caminos. Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre ti, y te temerán. Y te hará Jehová sobreabundar en bienes, en el fruto de tu vientre, y en el fruto de tu bestia, y en el fruto de tu tierra, en el país que juró Jehová a tus padres que te había de dar. Abrirte ha Jehová su buen depósito, el cielo, para dar lluvia a tu tierra en su tiempo, 217 y para bendecir toda obra de tus manos. . . . Y te pondrá Jehová por cabeza, y no por cola: y estarás encima solamente, y no estarás debajo; cuando obedecieras a los mandamientos de Jehová tu Dios, que yo te ordeno hoy, para que los guardes y cumplas." (Vers. 8-13).

Al sumo sacerdote Aarón y a sus hijos se les dio la instrucción siguiente:
"Así bendeciréis a los hijos de Israel, diciéndoles:
"Jehová te bendiga, y te guarde:
haga resplandecer Jehová su rostro sobre ti,
y haya de ti misericordia:
Jehová alce a ti su rostro,
y ponga en ti paz.
Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel,
y yo los bendeciré." (Números 6:23-27.)
"Como tus días tu fortaleza.
No hay como el Dios de Jeshurún,
montado sobre los cielos para tu ayuda,
y sobre las nubes con su grandeza.
El eterno Dios es tu refugio,
y acá abajo los brazos eternos,...
Israel fuente de Jacob,
habitará confiado solo
en tierra de grano y de vino:
también sus cielos destilarán rocío.
Bienaventurado tú, oh Israel,
¿quién como tú, pueblo salvo por Jehová,
escudo de tu socorro,
y espada de tu excelencia?"
 (Deuteronomio 33:25-29.) 

Los israelitas no cumplieron el propósito de Dios, y por tanto no recibieron las bendiciones que hubieran podido ser suyas. Pero en José y Daniel, en Moisés y Eliseo, y en otros muchos, tenemos nobles ejemplos de los resultados del verdadero plan de vida.

La misma fidelidad producirá hoy los mismos resultados. Para nosotros fue escrito: 218
"Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, gente santa, pueblo adquirido, para que anunciéis las virtudes de aquel que os ha llamado de las tinieblas a su luz admirable." (1Pedro 2:9.)
"Bendito el varón que se fía en Jehová,
y cuya confianza es Jehová." (Jeremías 17:7.)
"El justo florecerá como la palma:
crecerá como cedro en el Líbano.
Plantados en la casa de Jehová,
en los atrios de nuestro Dios florecerán.
Aun en la vejez fructificarán;
estarán vigorosos y verdes." (Salmo 92:12-14.)
"Tu corazón guarde mis mandamientos:
porque largura de días,
y años de vida y paz te aumentarán....
Entonces andarás por tu camino confiadamente,
y tu pie no tropezará.
Cuando te acostares, no tendrás temor;
antes te acostarás, y tu sueño será suave.
No tendrás temor de pavor repentino,
ni de la ruina de los impíos cuando viniere:
porque Jehová será tu confianza,
y él preservará tu pie de ser preso."
(Proverbios 3:1, 2, 23-26). 219

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

20. “Higiene General” EL MINISTERIO DE CURACIÓN



EL CONOCIMIENTO de que el hombre ha de ser templo de Dios, una habitación para revelar su gloria, debe ser el mayor incentivo para el cuidado y desarrollo de nuestras facultades físicas. Asombrosa y maravillosamente formó Dios el cuerpo humano, y nos manda que lo estudiemos, que nos demos cuenta de sus necesidades, que hagamos cuanto esté de nuestra parte para preservarlo de daño y contaminación.

La circulación de la sangre
Para tener buena salud, debemos tener buena sangre, pues la sangre es la corriente de la vida. Repara los desgastes y nutre el cuerpo. Provista de los elementos convenientes y purificada y vitalizada por el contacto con el aire puro, da vida y vigor a todas partes del organismo. Cuanto más perfecta sea la circulación, mejor cumplida quedará aquella función. A cada latido del corazón, la sangre debe fluir rápida y fácilmente por todas partes del cuerpo. Su circulación no debe ser entorpecida por ropas o ligaduras apretadas, ni por insuficiente abrigo en las extremidades. Todo lo que dificulta la circulación detiene la sangre en los órganos vitales y produce congestión. Esto provoca dolor de cabeza, tos, palpitaciones cardíacas o indigestión.

La respiración
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, 207 y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador. Hay que conceder a los pulmones la mayor libertad posible. Su capacidad se desarrolla mediante el libre funcionamiento; pero disminuye si se los tiene apretados y comprimidos. De ahí los malos efectos de la costumbre tan común, principalmente en las ocupaciones sedentarias, de encorvarse al trabajar. En esta posición es imposible respirar hondamente. La respiración superficial se vuelve pronto un hábito, y los pulmones pierden la facultad de dilatarse. Se produce un efecto semejante al apretarse el corsé. No se da entonces espacio suficiente a la parte inferior del pecho; los músculos abdominales, destinados a ayudar a la respiración, no tienen libre juego, y se limita la acción de los pulmones.

Así se recibe una cantidad insuficiente de oxígeno. La sangre se mueve perezosamente. Los productos tóxicos del desgaste, que deberían ser eliminados por la espiración, quedan dentro del cuerpo y corrompen la sangre. No sólo los pulmones, sino el estómago, el hígado y el cerebro, quedan afectados. La piel se pone cetrina, la digestión se retarda, se deprime el corazón, se anubla el cerebro, los pensamientos se vuelven confusos, se entenebrece el espíritu, el organismo entero queda deprimido e inactivo y particularmente expuesto a la enfermedad. Los pulmones eliminan continuamente impurezas, y necesitan una provisión constante de aire puro. El aire impuro no proporciona la cantidad necesaria de oxígeno, y entonces la sangre pasa por el cerebro y demás órganos sin haber sido vivificada. De ahí que resulte indispensable una ventilación completa. Vivir en aposentos cerrados y mal ventilados, donde el aire está viciado, debilita el organismo entero, que se vuelve muy sensible al frío y enferma a la menor exposición al aire. 208 La reclusión en las habitaciones es lo que torna pálidas y débiles a muchas mujeres. Respiran y vuelven a respirar el mismo aire viciado, hasta recargarlo de materias tóxicas expelidas por los pulmones y los poros, y las impurezas regresan así a la sangre.

Ventilación y sol
En la construcción de edificios de utilidad pública o en los destinados a viviendas, urge asegurar buena ventilación y mucho sol. Las iglesias y las escuelas adolecen muchas veces de deficiencia en este respecto. A la falta de ventilación se debe una gran parte de la somnolencia y pesadez que contrarrestan el efecto de muchos sermones y hacen enojosa e ineficaz la tarea del maestro. En cuanto sea posible, todo edificio destinado a servir de habitación humana debe construirse en paraje elevado y de fácil desagüe. Esto asegurará un solar seco, y evitará el peligro de las enfermedades debidas a la humedad y a los miasmas. 
 A este asunto se le suele dar muy poca atención. Con frecuencia la humedad y el aire viciado de los solares bajos y encharcados ocasionan quebrantos de salud, enfermedades graves y defunciones.

En la construcción de casas es de gran importancia asegurar completa ventilación y mucho sol. Haya circulación de aire y mucha luz en cada pieza de la casa. Los dormitorios deben estar dispuestos de tal modo que el aire circule por ellos día y noche. Ningún cuarto es adecuado para servir como dormitorio a menos que pueda abrirse de par en par cada día para dar acceso al aire y a la luz del sol. En muchos países los dormitorios necesitan calefacción, de modo que puedan quedar calientes y secos en tiempo frío y húmedo. El cuarto de huéspedes debe recibir tanta atención como las demás piezas dispuestas para el uso constante. Como los demás dormitorios, debe tener aire y sol, y medios de calefacción 209 para secar la humedad de que adolece todo cuarto que no está en uso constante. El que duerme en un cuarto sin sol, o que ocupa una cama que no esté bien seca y aireada, arriesga su salud y acaso su vida.

Al construir la casa, muchos cuidan de disponer sitio para plantas y flores. El invernáculo o el lugar que se les dedica está abrigado y asoleado, pues sin calor, aire y sol, las plantas no pueden vivir. Si estás condiciones son necesarias para la vida de las plantas, ¡cuánto más lo serán para nuestra salud y para la de nuestras familias y huéspedes! Si queremos que nuestras casas sean moradas de salud y de dicha, tenemos que situarlas en lugar alto, fuera del alcance de los miasmas y las neblinas de las tierras bajas, y permitir que entren libremente en ellas los agentes vivificantes del cielo. No haya pesadas cortinas, ni enredaderas que, por muy hermosas que sean, hagan sombra a las ventanas; ábranse éstas y sus persianas, y no se deje que crezcan árboles tan cerca de la casa que quiten la luz del sol. El sol podrá ajar cortinas y alfombras y deslucir los marcos de los cuadros; pero en cambio hermoseará con los colores de la salud las mejillas de los niños.

Quienes hayan de cuidar ancianos deben recordar que éstos, más que nadie, necesitan cuartos abrigados y cómodos. Con los años, el vigor declina y mengua la fuerza vital con que resistir a las influencias malsanas. De ahí que sea tan necesario proporcionar a las personas de edad mucha luz y mucho aire puro. La limpieza escrupulosa es esencial para la salud del cuerpo y de la mente. El cuerpo elimina continuamente impurezas por conducto de la piel, cuyos millones de poros se obstruyen pronto con la acumulación de desechos si no se la limpia por medio de frecuentes baños. Entonces las impurezas que debieran evacuarse por la piel sobrecargan los demás órganos de eliminación. 210 A muchas personas les aprovecharía un baño frío o tibio cada día, por la mañana o por la noche. En vez de aumentar la propensión a resfriarse, el baño, tomado debidamente, fortalece contra el frío, pues estimula la circulación. La sangre es atraída a la superficie, de modo que circula con mayor facilidad, y vigoriza tanto el cuerpo como la mente. Los músculos se vuelven más flexibles, la inteligencia más aguda. El baño calma los nervios. Ayuda a los intestinos, al estómago y al hígado, y favorece la digestión. 

Importa también que la ropa esté siempre limpia. Las prendas de vestir que se llevan puestas absorben los desechos que el cuerpo elimina por los poros, y si no se mudan y lavan con frecuencia, el cuerpo volverá a absorber todas esas impurezas. Cualquier forma de desaseo fomenta la enfermedad. Los gérmenes mortíferos abundan en los rincones obscuros y descuidados, en los desechos pútridos, en la humedad y el moho. No se toleren cerca de la casa los desperdicios de verduras ni los montones de hojas caídas que se pudren y vician el aire. No debe haber tampoco dentro de la casa cosas sucias o descompuestas. 
 En ciudades consideradas completamente sanas, más de una epidemia de fiebre se debió a substancias pútridas toleradas alrededor de la casa de algún propietario negligente. La limpieza perfecta, la abundancia de sol, la cuidadosa atención a las condiciones sanitarias de todo detalle de la vida doméstica, son esenciales para librarse de las enfermedades y para alegrar y vigorizar a los que vivan en la casa. 211
(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

19. “En Contacto con la Naturaleza” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


EL CREADOR escogió para nuestros primeros padres el ambiente más adecuado para su salud y felicidad. No los puso en un palacio, ni los rodeó de adornos y lujo artificiales que tantos hoy se afanan por conseguir. Los colocó en íntimo contacto con la naturaleza, y en estrecha comunión con los santos celestiales. En el huerto que Dios preparó como morada de sus hijos, hermosos arbustos y delicadas flores halagaban la vista a cada paso. Había árboles de toda clase, muchos de ellos cargados de fragante y deliciosa fruta. En sus ramas entonaban las aves sus cantos de alabanza. Bajo su sombra retozaban las criaturas de la tierra unas con otras sin temor.

Adán y Eva, en su inmaculada pureza, se deleitaban en la contemplación de las bellezas y armonías del Edén. Dios les señaló el trabajo que tenían que hacer en el huerto, que era labrarlo y guardarlo. (Véase Génesis 2:15.) El trabajo cotidiano les proporcionaba salud y contento, y la feliz pareja saludaba con gozo las visitas de su Creador, cuando en la frescura del día paseaba y conversaba con ellos. Cada día Dios les enseñaba nuevas lecciones. El régimen de vida que Dios señaló a nuestros primeros padres encierra lecciones para nosotros. Aunque el pecado haya echado sus sombras sobre la tierra, Dios quiere que sus hijos encuentren deleite en las obras que hizo. Cuanto más estrictamente se conforme el hombre con el régimen del Creador, tanto más maravillosamente obrará Dios para restablecer la humanidad doliente. Es preciso colocar a los enfermos en 202 íntimo contacto con la naturaleza. La vida al aire libre en un ambiente natural hará milagros en beneficio de muchos enfermos desvalidos y casi desahuciados. 

El ruido, la agitación y la confusión de las ciudades, su vida reprimida y artificial, cansan y agotan a los enfermos. El aire cargado de humo y de polvo, viciado por gases deletéreos y saturado de gérmenes morbosos, es un peligro para la vida. Los enfermos, los más de ellos encerrados entre cuatro paredes, se sienten casi presos en sus aposentos. A sus miradas no se ofrecen más que casas, calles y muchedumbres presurosas, y tal vez ni siquiera una vislumbre del cielo azul, ni un rayo de sol, ni hierba ni flor ni árbol. Así encerrados, cavilan en sus padecimientos y aflicciones, y llegan a ser presa de sus tristes pensamientos. Para los que son moralmente débiles, las ciudades encierran muchos peligros. En ellas, los pacientes que han de reprimir sus apetitos morbosos se ven continuamente expuestos a la tentación. Necesitan trasladarse a un ambiente nuevo, donde el curso de sus pensamientos cambiará; necesitan ser expuestos a influencias diferentes en absoluto de las que hicieron naufragar su vida. Aléjeselos por algún tiempo de esas influencias que los apartaban de Dios, y póngaselos en una atmósfera más pura.

Las instituciones para el cuidado de los enfermos tendrían mucho mayor éxito si pudieran establecerse fuera de las ciudades. En cuanto sea posible, todos los que quieren recuperar la salud deben ir al campo a gozar de la vida al aire libre. La naturaleza es el médico de Dios. El aire puro, la alegre luz del sol, las flores y los árboles, los huertos y los viñedos, el ejercicio al aire libre, en medio de estas bellezas, favorecen la salud y la vida. Los médicos y los enfermeros deben animar a sus pacientes a pasar mucho tiempo al aire libre, que es el único remedio que necesitan muchos enfermos. Tiene un poder admirable para 203 curar las enfermedades causadas por la agitación y los excesos de la vida moderna, que debilita y aniquila las fuerzas del cuerpo, la mente y el alma.

Para los enfermos cansados de la vida en la ciudad, del deslumbramiento de tantas luces y del ruido de las calles, ¡cuán grata será la calma y la libertad del campo! ¡Con cuánto anhelo contemplarían las escenas de la naturaleza! ¡Qué placer les daría sentarse al aire libre, gozar del sol y respirar la fragancia de árboles y flores! Hay propiedades vivificantes en el bálsamo del pino, en la fragancia del cedro y del abeto, y otros árboles tienen también propiedades que restauran la salud.

Ventajas del campo
Para los enfermos crónicos nada hay tan eficaz para devolver la salud y la felicidad como vivir entre bellezas del campo. Allí los más desvalidos puede sentarse o acostarse al sol o a la sombra de los árboles. Con sólo alzar los ojos ven el hermoso follaje. Una dulce sensación de quietud y de refrigerio se apodera de ellos al oír el susurro de las brisas. El espíritu desfalleciente revive. La fuerza ya menguada se restaura. Inconscientemente el ánimo se apacigua, el pulso febril vuelve a su condición normal. Conforme se van fortaleciendo, los enfermos se arriesgan a dar unos pasos para arrancar algunas de las bellas flores, preciosas mensajeras del amor de Dios para con su afligida familia terrenal.

Hay que idear planes para mantener a los enfermos al aire libre. A los que pueden trabajar, proporcióneselas alguna ocupación fácil y agradable. Muéstreseles cuán placentero y útil es el trabajo hecho de puertas afuera. Anímeseles a respirar el aire fresco. Enséñeseles a respirar hondamente y ejercitar los músculos abdominales para respirar y al hablar. Esta educación es de valor incalculable.
El ejercicio al aire libre debería recetarse como necesidad 204 vivificante; y para semejante ejercicio no hay nada mejor que el cultivo del suelo. Déseles a los pacientes unos cuadros de flores que cuidar, o algún trabajo que hacer en el vergel o en la huerta. Al ser alentados a dejar sus habitaciones y pasar una parte de su tiempo al aire libre, cultivando flores o haciendo algún trabajo liviano y agradable, dejarán de pensar en sí mismos y en sus dolencias.

Cuanto más tiempo esté el paciente afuera, menos cuidados exigirá. Cuanto más alegre sea la atmósfera en que se encuentre, más esperanzado estará. Por muy elegantemente amueblada que esté la casa, al estar encerrado en ella se volverá irritable y sombrío. Ponedle en medio de las bellezas de la naturaleza, donde pueda ver crecer las flores y oír cantar a los pajarillos, y su corazón prorrumpirá en cantos que armonicen con los de las aves. Su cuerpo y su mente obtendrán alivio. La inteligencia se le despertará, la imaginación se le avivará, y su mente quedará preparada para apreciar la belleza de la Palabra de Dios.

Siempre es posible encontrar en la naturaleza algo que distraiga la atención de los enfermos de sí mismos, y la dirija hacia Dios. Rodeados de las obras maravillosas del Creador, los enfermos sentirán elevarse su mente desde las cosas visibles hasta las invisibles. La belleza de la naturaleza los inducirá a pensar en el hogar celestial, donde no habrá nada que altere la hermosura, nada que manche ni destruya, nada que acarree enfermedad o muerte. Sepan los médicos y enfermeros sacar de la naturaleza lecciones que revelen a Dios. Dirijan la atención de sus pacientes hacia Aquel cuya mano hizo los altos árboles, la hierba y las flores, asiéntenlos a ver en cada yema y capullo una expresión de su amor hacia sus hijos. El que cuida de las aves y de las flores cuidará también de los seres formados a su propia imagen. Al aire libre, entre las obras de Dios y respirando el aire 205 fresco y tónico, será más fácil hablar a los enfermos acerca de la vida nueva en Cristo. Allí se les puede leer la Palabra de Dios. Allí puede la luz de la justicia de Cristo brillar en corazones entenebrecidos por el pecado.

Hombres y mujeres que necesiten curación física y espiritual serán puestos así en relación con personas cuyas palabras y actos los atraigan a Cristo. Serán puestos bajo la influencia del gran Misionero médico que puede sanar el alma y el cuerpo. Oirán contar la historia del amor manifestado por el Salvador y del perdón concedido gratuitamente a cuantos acuden a él confesando sus pecados. Bajo tales influencias, muchos pacientes serán llevados al camino de la vida. Los ángeles celestiales cooperan con los agentes humanos para infundir aliento, esperanza, gozo y paz en los corazones de los enfermos y dolientes. En tales condiciones los enfermos reciben doble bendición, y muchos encuentran la salud. El paso débil recobra su elasticidad y la mirada su brillo. El desesperado vuelve a la esperanza. El semblante desanimado reviste expresión de gozo. La voz quejumbroso se torna alegre y satisfecha.

Al recobrar la salud física, hombres y mujeres son más capaces de ejercer aquella fe en Cristo que asegura la salud del alma. El saber que los pecados están perdonados proporciona paz, gozo y descanso inefables. La esperanza anublada del cristiano se despeja. Las palabras expresan entonces la convicción de que "Dios es nuestro amparo y fortaleza, nuestro pronto auxilio en las tribulaciones."(Salmo 46:1.) "Aunque ande en valle de sombra de muerte, no temeré mal alguno; porque tú estarás conmigo: tu vara y tu cayado me infundirán aliento." (Salmo 23:4.) "El da esfuerzo al cansado, y multiplica las fuerzas al que no tiene ningunas." (Isaías 40:29). 206

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)

18. “La Cura Mental” EL MINISTERIO DE CURACIÓN


Muy intima es la relación entre la mente y el cuerpo. Cuando una está afectada, el otro simpatiza con ella. La condición de la mente influye en la salud mucho más de lo que generalmente se cree. Muchas enfermedades son el resultado de la depresión mental. Las penas, la ansiedad, el descontento, remordimiento, sentimiento de culpabilidad y desconfianza, menoscaban las fuerzas vitales, y llevan al decaimiento y a la muerte. Algunas veces la imaginación produce la enfermedad, y es frecuente que la agrave. Muchos hay que llevan vida de inválidos cuando podrían estar buenos si pensaran que lo están. Muchos se imaginan que la menor exposición del cuerpo les causará alguna enfermedad, y efectivamente el mal sobreviene porque se le espera. Muchos mueren de enfermedades cuya causa es puramente imaginaria.

El valor, la esperanza, la fe, la simpatía y el amor fomentan la salud y alargan la vida. Un espíritu satisfecho y alegre es como salud para el cuerpo y fuerza para el alma. "El corazón alegre es una buena medicina." (Proverbios 17:22, V.M.). En el tratamiento de los enfermos no debe pasarse por alto el efecto de la influencia ejercida por la mente. Aprovechada debidamente, esta influencia resulta uno de los agentes más eficaces para combatir la enfermedad.

Influencia de una mente en otra mente
Sin embargo, hay una forma de curación mental que es uno de los agentes más eficaces para el mal. Por medio de esta 186 supuesta ciencia, una mente se sujeta a la influencia directiva de otra, de tal manera que la individualidad de la más débil queda sumergida en la de la más fuerte. Una persona pone en acción la voluntad de otra. Sostiénese que así el curso de los pensamientos puede mortificarse, que se pueden transmitir impulsos saludables y que es posible capacitar a los pacientes para resistir y vencer la enfermedad. Este método de curación ha sido empleado por personas que desconocían su verdadera naturaleza y tendencia, y que lo creían útil al enfermo. Pero la así llamada ciencia está fundada en principios falsos. Es ajena a la naturaleza y al espíritu de Cristo. No conduce hacia Aquel que es vida y salvación. El que atrae a las mentes hacia sí las induce a separarse de la verdadera Fuente de su fuerza.

No es propósito de Dios que ser humano alguno someta su mente y su voluntad al gobierno de otro para llegar a ser instrumento pasivo en sus manos. Nadie debe sumergir su individualidad en la de otro. Nadie debe considerar a ser humano alguno como fuente de curación. Sólo debe depender de Dios. En su dignidad varonil, concedida por Dios, debe dejarse dirigir por Dios mismo, y no por entidad humana alguna. Dios quiere poner a los hombres en relación directa consigo mismo. En todo su trato con los seres humanos reconoce el principio de la responsabilidad personal. Procura fomentar el sentimiento de dependencia personal, y hacer sentir la necesidad de la dirección personal. Desea asociar lo humano con lo divino, para que los hombres se transformen en la imagen divina. Satanás procura frustrar este propósito, y se esfuerza en alentar a los hombres a depender de los hombres. Cuando las mentes se desvían de Dios, el tentador puede someterlas a su gobierno, y dominar a la humanidad.

La teoría del gobierno de una mente por otra fue ideada por Satanás, para intervenir como artífice principal y colocar 187 la filosofía humana en el lugar que debería ocupar la filosofía divina. De todos los errores aceptados entre los profesos cristianos, ninguno constituye un engaño más peligroso ni más eficaz para apartar al hombre de Dios. Por muy inofensivo que parezca, si se aplica a los pacientes, tiende a destruirlos y no a restaurarlos. Abre una puerta por donde Satanás entrará a tomar posesión tanto de la mente sometida a la dirección de otra mente como de la que se arroga esta dirección. Temible es el poder que así se da a hombres y mujeres mal intencionados. ¡Cuántas oportunidades proporciona a los que viven explotando la flaqueza o las locuras ajenas! ¡Cuántos hay, que, merced al dominio que ejercen sobre mentes débiles o enfermizas, encuentran medios para satisfacer sus pasiones licenciosas o su avaricia!

En algo mejor podemos ocuparnos que en dominar la humanidad por la humanidad. El médico debe educar a la gente para que desvíe sus miradas de lo humano y las dirija hacia lo divino. En vez de enseñar a los enfermos a depender de seres humanos para la curación de alma y cuerpo, debe encaminarlos hacia Aquel que Puede salvar eternamente a cuantos acuden a él, El que creó la mente del hombre sabe lo que esta mente necesita. Dios es el único que puede sanar. Aquellos cuyas mentes y cuerpos están enfermos han de ver en Cristo al restaurador. "Porque yo vivo -dice,- y vosotros también viviréis." (Juan 14:19.) Esta es la vida que debemos ofrecer a los enfermos, diciéndoles que si creen en Cristo como el restaurador, si cooperan con él, obedeciendo las leyes de la salud y procurando perfeccionar la santidad en el temor de él, les impartirá su vida. Al presentarles así al Cristo, les comunicamos un poder, una fuerza valiosa, procedente de lo alto. Esta es la verdadera ciencia de curar el cuerpo y el alma.

Se necesita mucha sabiduría para tratar las enfermedades causadas por la mente. Un corazón dolorido y enfermo, un 188 espíritu desalentado, necesitan un tratamiento benigno. A veces una honda pena doméstica roe como un cáncer hasta el alma y debilita la fuerza vital. En otros casos el remordimiento por el pecado mina la constitución y desequilibra la mente. La tierna simpatía puede aliviar a esta clase de enfermos. El médico debe primero ganarse su confianza, y después inducirlos a mirar hacia el gran Médico. Si se puede encauzar la fe de estos enfermos hacia el verdadero Médico, y ellos pueden confiar en que él se encargó de su caso, esto les aliviará la mente, y muchas veces dará salud al cuerpo.

La simpatía
La simpatía y el tacto serán muchas veces de mayor beneficio para el enfermo que el tratamiento más hábil administrado con frialdad e indiferencia. Positivo daño hace el médico al enfermo cuando se le acerca con indiferencia, y le mira con poco interés, manifestando con palabras u obras que el caso no requiere mucha atención, y después lo deja entregado a sus cavilaciones. La duda y el desaliento ocasionados por su indiferencia contrarrestarán muchas veces el buen efecto de las medicinas que haya recetado. Si los médicos pudieran ponerse en el lugar de quien tiene el espíritu deprimido y la voluntad debilitada por el padecimiento, y de quien anhela oír palabras de simpatía y confianza, estarían mejor preparados para comprender los sentimientos del enfermo. Cuando el amor y la simpatía que Cristo manifestó por los enfermos se combinen con la ciencia del médico, la sola presencia de éste será una bendición.

La llaneza con que se trate a un paciente le inspira confianza y le es de mucha ayuda para restablecerse. Hay médicos que creen prudente ocultarle al paciente la naturaleza y la causa de su enfermedad. Muchos, temiendo agitar o desalentarse diciéndole la verdad, le ofrecen falsas esperanzas de curación, y hasta le dejarán descender al sepulcro sin avisarle del peligro. 189 Todo esto es imprudente. 
Tal vez no sea siempre conveniente ni tampoco lo mejor, exponer al paciente toda la gravedad del peligro que le amenaza. Esto podría alarmarle y atrasar o impedir su restablecimiento. Tampoco se les puede decir siempre toda la verdad a aquellos cuyas dolencias son en buena parte imaginarias. Muchas de estas personas no tienen juicio y no se han acostumbrado a dominarse.

Tienen antojos y se imaginan muchas cosas falsas respecto de sí mismas y de los demás. Para ellas, estas cosas son reales, y quienes las cuiden necesitan manifestar continua bondad, así como paciencia y tacto incansables. Si a estos pacientes se les dijera la verdad respecto de sí mismos, algunos se darían por ofendidos y otros se desalentarían. Cristo dijo a sus discípulos: "Aún tengo muchas cosas que deciros, mas ahora no las podéis llevar." (Juan 16:12.) Pero si bien la verdad no puede decirse en toda ocasión, nunca es necesario ni lícito engañar. Nunca debe el médico o el enfermero rebajarse al punto de mentir. El que así obre se coloca donde Dios no puede cooperar con él; y al defraudar la confianza de sus pacientes, se priva de una de las ayudas humanas más eficaces para el restablecimiento del enfermo.

El poder de la voluntad no se aprecia debidamente. Mantened despierta la voluntad y encaminadla con acierto, y comunicará energía a todo el ser y constituirá un auxilio admirable para la conservación de la salud. La voluntad es también poderosa en el tratamiento de las enfermedades. Si se la emplea debidamente, podrá gobernar la imaginación y contribuirá a resistir y vencer la enfermedad de la mente y del cuerpo. Ejercitando la fuerza de voluntad para ponerse en armonía con las leyes de la vida, los pacientes pueden cooperar en gran manera con los esfuerzos del médico para su restablecimiento. Son miles los que pueden recuperar la salud si quieren. El Señor no desea que estén enfermos, sino que estén sanos y sean felices, y ellos mismos deberían decidirse a estar 190 buenos. Muchas veces los enfermizos pueden resistir a la enfermedad, negándose sencillamente a rendirse al dolor y a permanecer inactivos. Sobrepónganse a sus dolencias y emprendan alguna ocupación provechosa adecuada a su fuerza. Mediante esta ocupación y el libre uso de aire y sol, muchos enfermos demacrados podrían recuperar salud y fuerza.

Principios bíblicos acerca de la curación
Para los que quieran recuperar o conservar la salud hay una lección en las palabras de la Escritura: "No os embriaguéis de vino, en lo cual hay disolución mas sed llenos de Espíritu." (Efesios 5:18.). No es por medio de la excitación o del olvido producidos por estimulantes malsanos y contrarios a la naturaleza, ni por ceder a los apetitos y a las pasiones viles, cómo se obtendrá verdadera curación o alivio para el cuerpo o el alma. Entre los enfermos hay muchos que están sin Dios y sin esperanza. Sufren de deseos no satisfechos y pasiones desordenadas, así como por la condenación de su propia conciencia; van perdiendo esta vida actual, y no tienen esperanza para la venidera.

  Los que cuidan a estos enfermos no pueden serles útiles ofreciéndoles satisfacciones frívolas y excitantes, porque estas cosas fueron la maldición de su vida. El alma hambrienta y sedienta seguirá siéndolo mientras trate de encontrar satisfacción en este mundo. Se engañan los que beben de la fuente del placer egoísta. Confunden las risas con la fuerza, y pasada la excitación, concluye también su inspiración y se quedan descontentos y desalentados. La paz permanente, el verdadero descanso del espíritu, no tiene más que una Fuente. De ella hablaba Cristo cuando decía: "Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, que yo os haré descansar." (Mateo 11:28.) "La paz os dejo, mi paz os doy: no como el mundo la da, yo os la doy." (Juan 14:27) Esta paz no es algo que él dé aparte de su persona. Está en Cristo, y no la podemos recibir sino recibiéndole a él. 191

Cristo es el manantial de la vida. Lo que muchos necesitan es un conocimiento más claro de él; necesitan que se les enseñe con paciencia y bondad, pero también con fervor, a abrir de par en par todo su ser a las influencias curativas del Cielo. Cuando el sol del amor de Dios ilumina los obscuros rincones del alma, el cansancio y el descontento pasan, y satisfacciones gratas vigorizan la mente, al par que dan salud y energía al cuerpo. Estamos en un mundo donde impera el sufrimiento. Dificultades, pruebas y tristezas nos esperan a cada paso mientras vamos hacia la patria celestial. Pero muchos agravan el peso de la vida al cargarse continuamente de antemano con aflicciones.

Si encuentran adversidad o desengaño en su camino, se figuran que todo marcha hacia la ruina, que su suerte es la más dura de todas, y que se hunden seguramente en la miseria. Así se atraen la desdicha y arrojan sombras sobre cuanto los rodea. La vida se vuelve una carga para ellos. Pero no es menester que así sea. Tendrán que hacer un esfuerzo resuelto para cambiar el curso de sus pensamientos. Pero el cambio es realizable. Su felicidad, para esta vida y para la venidera, depende de que fijen su atención en cosas alegres. Dejen ya de contemplar los cuadros lóbregos de su imaginación; consideren más bien los beneficios que Dios esparció en su senda, y más allá de éstos, los invisibles y eternos.

Para toda prueba Dios tiene deparado algún auxilio. Cuando, en el desierto, Israel llegó a as aguas amargas de Mara, Moisés clamó al Señor, quien no proporcionó ningún remedio nuevo, sino que dirigió la atención del pueblo a lo que tenía a mano. Para que el agua se volviera pura y dulce, había que echar en la fuente un arbusto que Dios había creado. Hecho esto, el pueblo pudo beber y refrescarse. En toda prueba, si recurrimos a él, Cristo nos dará su ayuda. Nuestros ojos se abrirán para discernir las promesas de curación consignadas en su Palabra. El Espíritu Santo nos 192 enseñará cómo aprovechar cada bendición como antídoto contra el pesar. Encontraremos alguna rama con que purificar las bebidas amargas puestas ante nuestros labios.

No hemos de consentir en que lo futuro con sus dificultosos problemas, sus perspectivas nada halagüeñas, nos debilite el corazón, haga flaquear nuestras rodillas y nos corte los brazos. "Echen mano ... de mi fortaleza -dice el Poderoso,- y hagan paz conmigo. ¡Sí, que hagan paz conmigo!" (Isaías 27:5, V.M.) Los que dedican su vida a ser dirigidos por Dios y a servirle, no se verán jamás en situación para la cual él no haya provisto el remedio. Cualquiera que sea nuestra condición, si somos hacedores de su Palabra, tenemos un Guía que nos señale el camino; cualquiera que sea nuestra perplejidad, tenemos un buen Consejero; cualquiera que sea nuestra perplejidad, nuestro pesar, luto o soledad, tenemos un Amigo que simpatiza con nosotros.

Si en nuestra ignorancia damos pasos equivocados, el Salvador no nos abandona. No tenemos nunca por qué sentirnos solos. Los ángeles son nuestros compañeros. El Consolador que Cristo prometió enviar en su nombre mora con nosotros. En el camino que conduce a la ciudad de Dios, no hay dificultades que no puedan vencer quienes en él confían. No hay peligros de que no puedan verse libres. No hay tristeza, ni dolor ni flaqueza humana para la cual él no haya preparado remedio. Nadie tiene por qué entregarse al desaliento ni a la desesperación. Puede Satanás presentarse a ti, insinuándote desapiadadamente: "Tu caso es desesperado. No tienes redención." Hay sin embargo esperanza en Cristo para ti. Dios no nos exige que venzamos con nuestras propias fuerzas. Nos invita a que nos pongamos muy junto a él. Cualesquiera que sean las dificultades que nos abrumen y que opriman alma y cuerpo, Dios aguarda para libertarnos.

El que se humanó sabe simpatizar con los padecimientos 193 de la humanidad. No sólo conoce Cristo a cada alma, así como sus necesidades y pruebas particulares, sino que conoce todas las circunstancias que irritan el espíritu y lo dejan perplejo. Tiende su mano con tierna compasión a todo hijo de Dios que sufre. Los que más padecen reciben mayor medida de su simpatía y compasión. Le conmueven nuestros achaques y desea que depongamos a sus pies nuestras congojas y nuestros dolores, y que allí los dejemos. No es prudente que nos miremos a nosotros mismos y que estudiemos nuestras emociones.

Si lo hacemos, el enemigo nos presentará dificultades y tentaciones que debiliten la fe y aniquilen el valor. El fijarnos por demás en nuestras emociones y ceder a nuestros sentimientos es exponernos a la duda y enredarnos en perplejidades. En vez de mirarnos a nosotros mismos, miremos a Jesús. Cuando las tentaciones os asalten, cuando los cuidados, las perplejidades y las tinieblas parezcan envolver vuestra alma, mirad hacia el punto en que visteis la luz por última vez. Descansad en el amor de Cristo y bajo su cuidado protector. Cuando el pecado lucha por dominar en el Corazón, cuando la culpa oprime al alma y carga la conciencia, cuando la incredulidad anubla el espíritu, acordaos de que la gracia de Cristo basta para vencer al pecado y desvanecer las tinieblas. Al entrar en comunión con el Salvador entramos en la región de la paz.

Promesas que curan
"Jehová redime el alma de sus siervos;
y no serán asolados cuantos en él confían." (Salmo 34:22.)
"En el temor de Jehová está la fuerte confianza:
y esperanza tendrán sus hijos." (Proverbios 14:26.)
"Sión empero ha dicho: ¡Me ha abandonado Jehová,
y el Señor se ha olvidado de mí!
¿Se olvidará acaso la mujer de su niño mamante, 194
de modo que no tenga compasión del hijo de sus entrañas?
¡Aun las tales le pueden olvidar;
mas no me olvidaré yo de ti!" (Isaías 49:14-16, V.M.)
"No temas, que yo soy contigo,
no desmayes, que yo soy tu Dios que te esfuerzo:
siempre te ayudaré,
siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia."(Isaías 41:10.)
"Oídme ... los que sois traídos por mí desde el vientre,
los que sois llevados desde la matriz.
Y hasta la vejez yo mismo,
y hasta las canas os soportaré yo:
yo hice, yo llevaré,
yo soportaré y guardaré." (Isaías 46:3, 4).

Nada tiende más a fomentar la salud del cuerpo y del alma que un espíritu de agradecimiento y alabanza. Resistir a la melancolía, a los pensamientos y sentimientos de descontento es un deber tan positivo como el de orar. 
 Si somos destinados para el cielo,
¿Cómo podemos portarnos como un séquito de plañideras, gimiendo y lamentándonos a lo largo de todo el camino que conduce a la casa de nuestro Padre?

Los profesas cristianos que están siempre lamentándose y parecen creer que la alegría y la felicidad fueran pecado, desconocen la religión verdadera. Los que sólo se complacen en lo melancólico del mundo natural, que prefieren mirar hojas muertas a cortar hermosas flores vivas, que no ven belleza alguna en los altos montes ni en los valles cubiertos de verde césped, que cierran sus sentidos para no oír la alegre voz que les habla en la naturaleza, música siempre dulce para todo oído atento, los tales no están en Cristo. Se están preparando tristezas y tinieblas, cuando bien pudieran gozar de dicha, y la luz del Sol de justicia podría despuntar en sus corazones llevándoles salud en sus rayos.

Puede suceder a menudo que vuestro espíritu se anuble de dolor. No tratéis entonces de pensar. Sabéis que Jesús os 195 ama. Comprende vuestra debilidad. Podéis hacer su voluntad descansando sencillamente en sus brazos. Es una ley de la naturaleza que nuestros pensamientos y sentimientos resultan alentados y fortalecidos al darles expresión. Aunque las palabras expresan los pensamientos, éstos a su vez siguen a las palabras. Si diéramos más expresión a nuestra fe, si nos alegrásemos más de las bendiciones que sabemos que tenemos: la gran misericordia y el gran amor de Dios, tendríamos más fe y gozo, Ninguna lengua puede expresar, ninguna mente finita puede concebir la bendición resultante de la debida apreciación de la bondad y el amor de Dios. Aun en la tierra puede ser nuestro gozo como una fuente inagotable, alimentada por las corrientes que manan del trono de Dios.

Enseñemos, pues, a nuestros corazones y a nuestros labios a alabar a Dios por su incomparable amor. Enseñemos a nuestras almas a tener esperanza, y a vivir en la luz que irradia de la cruz del Calvario. Nunca debemos olvidar que somos hijos del Rey celestial, del Señor de los ejércitos. Es nuestro privilegio confiar reposadamente en Dios. "La paz de Dios gobierne en vuestros corazones, . . . y sed agradecidos." (Colosenses 3:15.) Olvidando nuestras propias dificultades y molestias, alabemos a Dios por la oportunidad de vivir para la gloria de su nombre. Despierten las frescas bendiciones de cada nuevo día la alabanza en nuestro corazón por estos indicios de su cuidado amoroso. Al abrir vuestros ojos por la mañana, dad gracias a Dios por haberos guardado durante la noche. Dadle gracias por la paz con que llena vuestro corazón. Por la mañana, al medio día y por la noche, suba vuestro agradecimiento hasta el cielo cual dulce perfume.

Cuando se os pregunte cómo os sentís, no os pongáis a pensar en cosas tristes que podáis decir para captar simpatías. No mencionéis vuestra falta de fe ni vuestros pesares y 196 padecimientos. El tentador se deleita al oír tales cosas. Cuando habláis de temas lóbregos, glorificáis al maligno. No debemos espaciarnos en el gran poder que tiene Satanás para vencernos. Muchas veces nos entregamos en sus manos con sólo referirnos a su poder. Conversemos más bien del gran poder de Dios para unir todos nuestros intereses con los suyos. Contemos lo relativo al incomparable poder de Cristo, y hablemos de su gloria. El cielo entero se interesa por nuestra salvación. Los ángeles de Dios, que son millares de millares y millones de millones, tienen la misión de atender a los que han de ser herederos de la salvación. Nos guardan del mal y repelen las fuerzas de las tinieblas que procuran destruirnos. ¿No tenemos motivos de continuo agradecimiento, aun cuando haya aparentes dificultades en nuestro camino?

Cantad alabanzas
Tributemos alabanza y acción de gracias por medio del canto. Cuando nos veamos tentados, en vez de dar expresión a nuestros sentimientos, entonemos con fe un himno de acción de gracias a Dios. El canto es un arma que siempre podemos esgrimir contra el desaliento. Abriendo así nuestro corazón a los rayos de luz de la presencia del Salvador, encontraremos salud y recibiremos su bendición.

"Alabad a Jehová, porque es bueno;
porque para siempre es su misericordia.
Díganlo los redimidos de Jehová,
los que ha redimido del poder del enemigo."
(Salmo 107:1, 2.)
"Cantadle, cantadle salmos:
hablad de todas sus maravillas.
Gloriaos en su santo nombre:
alégrese el corazón de los que buscan a Jehová."
(Salmo 105:2, 3). 197
"Porque sació al alma menesterosa,
y llenó de bien al alma hambrienta.
Los que moraban en tinieblas y sombra de muerte,
aprisionados en aflicción y en hierros, ...
luego que clamaron a Jehová en su angustia,
librólos de sus aflicciones.
Sacólos de las tinieblas y de la sombra de muerte,
y rompió sus prisiones.
Alaben la misericordia de Jehová,
y sus maravillas para con los hijos de los hombres."
(Salmo 107:9-15.)
"¿Por qué te abates, oh alma mía,
y por qué te conturbas en mí?
Espera a Dios;
porque aún le tengo de alabar;
es él salvamento delante de mí,
y el Dios mío." (Salmo 42:11.)
"Dad gracias en todo; porque ésta es la voluntad de Dios
 para con vosotros en Cristo Jesús."
 (1 Tesalonicenses 5:18).

Este mandato es una seguridad de que aun las cosas que parecen opuestas a nuestro bien redundarán en beneficio nuestro. Dios no nos mandaría que fuéramos agradecidos por lo que nos perjudicara.

"Jehová es mi luz y mi salvación:
¿de quién temeré?
Jehová es la fortaleza de mi vida:
¿de quién he de atemorizarme? ...
Porque él me esconderá en su tabernáculo en el día del mal;
ocultaráme en lo reservado de su pabellón, ...
y yo sacrificaré en su tabernáculo sacrificios de júbilo:
Cantaré y salmearé a Jehová." (Salmo 27:1, 5, 6.)
"Resignadamente esperé a Jehová,
e inclinóse a mí, y oyó mi clamor.
E hízome sacar de un lago de miseria, del lodo cenagoso;
y puso mis pies sobre peña, y enderezó mis pasos.
Puso luego en mi boca canción nueva,
 alabanza a nuestro Dios." (Salmo 40:1-3.) 198
"Jehová es mi fortaleza y mi escudo:
en él esperó mi corazón, y fui ayudado;
por lo que se gozó mi corazón,
y con mi canción le alabaré." (Salmo 28:7). 

Uno de los mayores obstáculos para el restablecimiento de los enfermos es la concentración de su atención en sí mismos. Muchos inválidos se figuran que todos deben otorgarles simpatía y ayuda, cuando lo que necesitan es que su atención se distraiga de sí mismos, para interesarse en los demás.
Muchas veces se solicitan oraciones por los afligidos, los tristes y los desalentados, y esto es correcto. Debemos orar porque Dios derrame luz en la mente entenebrecida, y consuele al corazón entristecido. Pero Dios responde a la oración hecha en favor de quienes se colocan en el canal de sus bendiciones. 
 Al par que rogamos por estos afligidos, debemos animarlos a que hagan algo en auxilio de otros más necesitados que ellos. Las tinieblas se desvanecerán de sus corazones al procurar ayudar a otros. Al tratar de consolar a los demás con el consuelo que hemos recibido, la bendición refluye sobre nosotros.

El capítulo cincuenta y ocho de Isaías es una receta para las enfermedades del cuerpo y el alma. Si deseamos tener salud y el verdadero gozo de la vida, debemos practicar las reglas dadas en este pasaje. Acerca del servicio que agrada a Dios y acerca de las bendiciones que nos reporta, dice el Señor:
"El ayuno que yo escogí,...
¿no es que partas tu pan con el hambriento,
y a los pobres errantes metas en casa;
que cuando vieres al desnudo, lo cubras,
y no te escondas de tu carne?
Entonces nacerá tu luz como el alba,
y tu salud se dejará ver presto;
e irá tu justicia delante de ti,
y la gloria de Jehová será tu retaguardia. 199
Entonces invocarás, y oirte ha Jehová:
clamarás, y dirá él: Heme aquí.
Si quitares de en medio de ti, el yugo,
el extender el dedo, y hablar vanidad;
y si derramares tu alma al hambriento,
y saciares el alma afligida,
en las tinieblas nacerá tu luz,
y tu obscuridad será como el mediodía;
y Jehová te pastoreará siempre,
y en las sequías hartará tu alma,
y engordará tus huesos;
y serás como huerta de riego,
y como manadero de aguas,
cuyas aguas nunca faltan." (Isaías 58.7-11).

Las buenas acciones son una doble bendición, pues aprovechan al que las hace y al que recibe sus beneficios. La conciencia de haber hecho el bien es una de las mejores medicinas para las mentes y los cuerpos enfermos. Cuando el espíritu goza de libertad y dicha por el sentimiento del deber cumplido y por haber proporcionado felicidad a otros, la influencia alegre y reconstituyente que de ello resulta infunde vida nueva al ser entero.

El agradecimiento es factor de salud
Procure el desvalido manifestar simpatía, en vez de requerirla siempre. Echad sobre el compasivo Salvador la carga de vuestra propia flaqueza, tristeza y dolor. Abrid vuestro corazón a su amor, y haced que rebose sobre los demás. Recordad que todos tienen que arrostrar duras pruebas y resistir rudas tentaciones, y que algo podéis hacer para aliviar estas cargas. Expresad vuestra gratitud por las bendiciones de que gozáis: demostrad el aprecio que os merecen las atenciones de que sois objeto.

Conservad vuestro corazón lleno de las preciosas promesas de Dios, a fin de que podáis extraer de ese tesoro palabras de consuelo y aliento para el prójimo. Esto os envolverá en una atmósfera provechosa y enaltecedora. 200 Proponeos ser motivo de bendición para los que os rodean, y veréis cómo encontraréis modo de ayudar a vuestra familia y también a otros. Si los que padecen enfermedad se olvidasen de sí mismos en beneficio de otros; si cumplieran el mandamiento del Señor de atender a los más necesitados que ellos, se percatarían de cuánta verdad hay en la promesa del profeta: "Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salud se dejará ver presto."201

(El Ministerio de Curación de Elena G. De White)