miércoles, 11 de diciembre de 2019

38.- IMPORTANCIA DEL VERDADERO CONOCIMIENTO.


NECESITAMOS comprender más claramente de lo que solemos las contingencias del gran conflicto en que estamos empeñados. Necesitamos comprender más ampliamente el valor de las verdades de la Palabra de Dios, y el peligro de consentir que el gran engañador aparte de ella nuestra mente. El valor infinito del sacrificio requerido para nuestra redención pone de manifiesto que el pecado es un tremendo mal, que ha descompuesto todo el organismo humano, pervertido la mente y corrompido la imaginación. El pecado ha degradado las facultades del alma. Las tentaciones del exterior hallan eco en el corazón, y los pies se dirigen imperceptiblemente hacia el mal.

Así como el sacrificio en beneficio nuestro fue completo, también 
debe ser completa nuestra restauración de la corrupción del pecado.  

La ley de Dios no disculpará ningún acto de perversidad; ninguna injusticia escapará a su condenación. El sistema moral del Evangelio no reconoce otro ideal que el de la perfección del carácter divino. La vida de Cristo fue el perfecto cumplimiento de todo precepto de la ley. Él dijo: "He guardado los mandamientos de mi Padre." Su vida es para nosotros un ejemplo de obediencia y servicio. Sólo Dios puede renovar el corazón. "Porque Dios es el que en vosotros obra así el querer como el hacer, por su buena voluntad." Pero nosotros tenemos que ocuparnos en nuestra salvación. (Juan 15:10; Filipenses 2:13,12.) 358


LA OBRA QUE REQUIERE NUESTRO PENSAMIENTO.
Los agravios no pueden repararse, ni tampoco pueden realizarse reformas en la conducta mediante unos cuantos esfuerzos débiles e intermitentes. La formación del carácter es tarea, no de un día ni de un año, sino de toda la vida. 
La batalla para vencerse a sí mismo, para lograr la santidad y el cielo, es una lucha de toda la vida. Sin continuo esfuerzo y constante actividad, no puede haber adelanto en la vida divina, ni puede obtenerse la corona de victoria.

La prueba más evidente de la caída del hombre de un estado superior es el hecho de que tanto cuesta volver a él. 
El camino de regreso se puede recorrer sólo mediante rudo batallar, hora tras hora, y adelantando paso a paso. 
En un momento, por una acción precipitada o por descuido, podemos ponernos bajo el poder del mal; pero se necesita más de un momento para romper los grillos y alcanzar una vida más santa. Bien puede formarse el propósito y empezar a realizarlo; pero su cumplimiento cabal requiere trabajo, tiempo, perseverancia, paciencia y sacrificio.

NO DEBEMOS OBRAR impulsivamente. No podemos descuidarnos un solo momento. Asaltados por tentaciones sin cuento, debemos resistir con firmeza o ser vencidos. Si llegamos al fin de la vida sin haber concluido nuestra obra, la pérdida será eterna.

LA VIDA del apóstol Pablo fue un constante conflicto consigo mismo. Dijo: "Cada día muero." (1 Corintios 15:31). 
Su voluntad y sus deseos estaban en conflicto diario con su deber y con la voluntad de Dios. En vez de seguir su inclinación, hizo la voluntad de Dios, por mucho que tuviera que crucificar su naturaleza.
AL TERMINAR SU VIDA de conflicto, al mirar hacia atrás y ver los combates y triunfos de ella, pudo decir: "He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me 359 dará el Señor, juez justo, en aquel día." (2 Timoteo 4:7, 8.)

La vida cristiana es una batalla y una marcha. 
En esta guerra no hay descanso; 
el esfuerzo ha de ser continuo y perseverante.  

Sólo mediante un esfuerzo incansable podemos asegurarnos la victoria contra las tentaciones de Satanás. 
Debemos procurar la integridad cristiana con energía irresistible, y conservarla con propósito firme y resuelto.
Nadie llegará a las alturas sin esfuerzo perseverante en su propio beneficio. Todos deben empeñarse por sí mismos en esta guerra; nadie puede pelear por nosotros. Somos individualmente responsables del desenlace del combate; aunque Noé, Job y Daniel estuviesen en la tierra, no podrían salvar por su justicia a un hijo ni a una hija.


LA CIENCIA QUE SE HA DE POSEER. 
Hay una ciencia del cristianismo que debe ser conocida a fondo, y 
que es tanto más profunda, amplia y alta que cualquier ciencia 
humana cuanto son más altos los cielos que la tierra. 

 La mente debe ser disciplinada, educada y formada, pues hemos de servir a Dios 
de un modo que no congenia con nuestras inclinaciones naturales.  
Hemos de vencer las tendencias al mal, que hemos heredado y cultivado. Muchas veces hay que prescindir por completo de la educación y la preparación de toda una vida para aprender en la escuela de Cristo. 
 Nuestro corazón debe recibir educación para llegar a ser firme en Dios. Debemos contraer hábitos de pensar que nos capaciten para resistir a la tentación. Debemos aprender a mirar hacia arriba. 

 Debemos comprender, en todo cuanto ellos atañen a nuestra vida diaria, los principios de la Palabra de Dios, que son tan elevados como el cielo y tan abarcantes como la eternidad. Cada acto, cada palabra y cada pensamiento deben concordar con esos principios. Todos deben ser puestos en armonía con Cristo y en sujeción a él. 360

Las preciosas gracias del Espíritu Santo no se desarrollan en un momento. 
El valor, la mansedumbre, la fe, la confianza inquebrantable 
en el poder de Dios para salvar, 
se adquieren por la experiencia de años. 
Los hijos de Dios han de sellar su destino mediante 
una vida de santo esfuerzo y de firme adhesión a lo justo.


NO HAY TIEMPO QUE PERDER
No tenemos tiempo que perder. No sabemos cuándo ha de terminar nuestro tiempo de prueba. A lo sumo, no podemos contar sino con una vida harto breve, y no sabemos cuándo la saeta de la muerte nos atravesará el corazón. Tampoco sabemos cuándo tendremos que desprendernos del mundo y de todos sus intereses. 
 La eternidad se extiende ante nosotros. El velo está a punto de descorrerse. Unos pocos años más, y para cada uno de los que ahora se cuentan entre los vivos se dará el mandato: "El que es injusto, sea injusto todavía; ... y el que es justo, sea todavía justificado: y el santo sea santificado todavía." (Apocalipsis 22:11).

¿Estamos preparados? 
 ¿Conocemos a Dios, el Gobernador de los cielos, el Legislador, 
y a Jesucristo a quien envió al mundo como representante suyo?  

CUANDO la obra de nuestra vida haya terminado ¿podremos decir, como dijo Cristo, nuestro ejemplo: "Yo te he glorificado en la tierra: he acabado la obra que me diste que hiciese, ...he manifestado tu nombre"? (Juan 17:4-6.)

Los ángeles de Dios procuran desprendernos de nosotros mismos 
y de las cosas de la tierra. No permitamos que trabajen en vano.

Las mentes entregadas a pensamientos licenciosos necesitan cambiar.  
"Por lo cual, teniendo los lomos de vuestro entendimiento ceñidos, con templanza, esperad perfectamente en la 361 gracia que os es presentada cuando Jesucristo os es manifestado: como hijos obedientes, no conformándoos con los deseos que antes teníais estando en vuestra ignorancia; sino como aquel que os ha llamado es santo, sed también vosotros santos en toda conversación: porque escrito está: Sed santos, porque yo soy santo." (1 Pedro 1:13-16).

LOS PENSAMIENTOS deben concentrarse en Dios. Debemos dedicar nuestro esfuerzo más enérgico a dominar las malas tendencias del corazón natural. Nuestros esfuerzos, nuestra abnegación y perseverancia deben corresponder al valor infinito del objeto que perseguimos. Sólo venciendo como Cristo venció podremos ganar la corona de vida.


LA NECESIDAD DE ABNEGACIÓN 
El gran peligro del hombre consiste en engañarse a sí mismo, en creerse suficiente de por sí y en apartarse de Dios, la fuente de su fuerza. Nuestras tendencias naturales, si no las enmienda el Espíritu Santo de Dios, encierran la semilla de la muerte moral. A no ser que nos unamos vitalmente con Dios, no podremos resistir los impíos efectos de la concupiscencia, del amor egoísta y de la tentación a pecar.

Para recibir ayuda de Cristo, debemos comprender nuestra necesidad.  
Debemos tener verdadero conocimiento de nosotros mismos. Sólo quien se reconoce pecador puede ser salvado por Cristo. Sólo cuando vemos nuestro desamparo absoluto y no confiamos ya en nosotros mismos, podemos asirnos del poder divino.

No es tan sólo al principio de la vida cristiana cuando debe hacerse esta renuncia a sí mismo. 
Hay que renovarla a cada paso que damos hacia el cielo.  

Todas nuestras buenas obras dependen de un poder externo a nosotros; por tanto, se necesita una continua aspiración del corazón a Dios, una constante y fervorosa confesión del pecado y una humillación del alma ante Dios. 
Nos rodean peligros, y no nos hallamos seguros 362 sino cuando sentimos nuestra flaqueza y nos aferramos con fe a nuestro poderoso Libertador.

Debemos apartarnos de un sinnúmero de temas que llaman nuestra atención. Hay asuntos que consumen tiempo y despiertan deseos de saber, pero que acaban en la nada. Los más altos intereses requieren la estricta atención y energía que suelen dedicarse tantas veces a cosas relativamente insignificantes.


CRISTO, FUENTE DEL CONOCIMIENTO VERDADERO. 
De por sí, el aceptar nuevas teorías no infunde nueva vida al alma.  
Aun el conocimiento de hechos y teorías importantes en sí mismos resulta de escaso valor si no lo practicamos.
Necesitamos sentir la responsabilidad de dar a nuestra alma el alimento que nutra y estimule la vida espiritual. 

Esté "atento tu oído a la sabiduría;
si inclinares tu corazón a la prudencia, ...
si como a la plata la buscares,
y la escudriñares como a tesoros;
entonces entenderás el temor de Jehová,
y hallarás el conocimiento de Dios....
Entonces entenderás justicia, juicio,
y equidad, y todo buen camino.
Cuando la sabiduría entrare en tu corazón,
y la ciencia fuere dulce a tu alma,
el consejo te guardará,
te preservará la inteligencia."
La sabiduría "es árbol de vida a los que de ella asen:
y bienaventurados son los que la mantienen."
 (Proverbios 2:2-11; 3:18.)

La pregunta que debemos estudiar es: "¿Qué es la verdad; la verdad que hemos de estimar, amar, honrar y obedecer?" Los partidarios ardientes de la ciencia han quedado derrotados y descorazonados en sus esfuerzos por descubrir a Dios.  363 
Lo que necesitan investigar hoy día es: 
"¿Cuál es la verdad que nos capacitará 
para salvar nuestra alma?"
"¿Qué os parece del Cristo?" 
es la pregunta de importancia suprema. 
¿Recibís al Cristo como Salvador personal? 
 A todos los que le reciben les da facultad de ser hechos hijos de Dios.

Cristo reveló a Dios a sus discípulos de un modo que realizó en sus corazones una obra especial, tal como desea hacerla en nuestros corazones. Son muchos los que, espaciándose en teorías, han perdido de vista el poder vivo del ejemplo del Salvador. Han perdido de vista a Cristo como el que obra humilde y abnegadamente. Necesitan contemplar a Jesús. Día tras día necesitamos una nueva revelación de su presencia. Necesitamos seguir más de cerca su ejemplo de desprendimiento y sacrificio abnegado.  

Necesitamos la experiencia que tenía San Pablo cuando escribió: "Con Cristo estoy juntamente crucificado, y vivo, no ya yo, mas vive Cristo en mí: y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó, y se entregó a sí mismo por mí." (Gálatas 2:20.)

El conocimiento de Dios y de Jesucristo, expresado en el carácter, es una exaltación por encima de cualquier otra 
cosa que se estime en el cielo o en la tierra. Es la educación suprema. Es la llave que abre los pórticos de la ciudad celestial. Es designio de Dios que posean este conocimiento todos los que se revisten del Señor Jesucristo. 364
 El Ministerio De Curación (EGW). 

viernes, 27 de septiembre de 2019

37. LO FALSO Y LO VERDADERO EN LA EDUCACIÓN. (EGW/MC)


LA INTELIGENCIA maestra en la confederación del mal obra siempre para ocultar las palabras de Dios y hacer resaltar las opiniones de los hombres. Se propone que no oigamos la voz de Dios, que nos dice: "Este es el camino, andad por él." (Isaías 30:21.) Valiéndose de perversos sistemas de educación hace cuánto puede por obscurecer la luz del cielo.

La especulación filosófica y la investigación científica que no reconocen a Dios están haciendo millares de escépticos. 
En las escuelas de hoy las conclusiones a las cuales llegaron hombres instruidos como resultado de sus investigaciones científicas se enseñan con empeño y se explican detenidamente, de modo que se implante bien clara la impresión de que si esos eruditos tienen razón, la Biblia no puede tenerla. El escepticismo atrae a la inteligencia humana. La juventud ve en él una independencia que cautiva la imaginación, y es víctima del engaño. Satanás triunfa. Nutre toda semilla de duda que sembró en los corazones jóvenes. La hace crecer y llevar fruto, y pronto se recoge una abundante cosecha de incredulidad.

Precisamente porque el corazón humano se inclina al mal resulta peligroso arrojar semillas de escepticismo en la inteligencia de los jóvenes. Todo lo que debilita la fe en Dios arrebata al alma el poder de resistir a la tentación. 
La despoja de su única salvaguardia contra el pecado. Necesitamos escuelas en que se enseñe a la juventud que la grandeza consiste en honrar a Dios manifestando su carácter en la vida 347 diaria. Necesitamos aprender de Dios, por medio de su Palabra y sus obras, para que nuestra vida realice los designios divinos.


LOS AUTORES INCRÉDULOS.
Muchos creen que para educarse es esencial que se estudien los escritos de autores incrédulos, porque dichas obras encierran muchas brillantes joyas del pensamiento. Pero, ¿Quién fue el que creó estas joyas? Fue Dios, y sólo Dios. 
Él es la fuente de toda luz. ¿Por qué habríamos de internarnos entonces en el fárrago de errores contenidos en las obras de los incrédulos en busca de unas cuantas verdades intelectuales, cuando toda la verdad está a nuestra disposición?

¿Cómo es que hombres en pugna con el gobierno de Dios llegan a poseer la sabiduría de que a veces hacen gala? Satanás mismo fue educado en las aulas celestiales, y conoce, el bien y el mal. Mezcla lo precioso con lo vil, y esto le da poder para engañar. Pero porque Satanás se haya revestido de esplendor celestial, ¿le habremos de recibir como ángel de luz? El tentador tiene sus agentes, educados según sus métodos, inspirados por su espíritu e idóneos para su obra. ¿Cooperaremos nosotros con ellos? ¿Recibiremos las obras de sus agentes como esenciales para adquirir educación?
Si el tiempo y esfuerzo consagrados a sacar alguna que otra idea brillante de las enseñanzas de los incrédulos se dedicaran a estudiar las preciosas enseñanzas de la Palabra de Dios, millares que hoy se encuentran en tinieblas y en sombra de muerte se regocijarían en la gloria de la Luz de la vida.

CONOCIMIENTOS HISTÓRICOS Y TEOLÓGICOS. 
Como preparación para la obra cristiana muchos creen necesario adquirir extenso conocimiento de escritos históricos y teológicos. Se figuran que este conocimiento les ayudará a enseñar el Evangelio.  Pero el estudio laborioso de las opiniones de los hombres tiende a debilitar su ministerio, más bien 348 que a fortalecerlo. Cuando veo bibliotecas atestadas de enormes obras de erudición histórica y teológico, me pregunto: ¿Para qué gastar dinero en lo que no es pan?  El capítulo 6 de Juan nos dice más de lo que podemos encontrar en semejantes obras. Dice Cristo: "Yo soy el pan de vida: el que a mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed jamás." "Yo soy el pan vivo que he descendido del cielo: si alguno comiere de este pan, vivirá para siempre." "El que cree en mí, tiene vida eterna." 
"Las palabras que yo os he hablado son espíritu, y son vida." (Juan 6:35, 51, 47, 63.)

Hay un estudio histórico que no debe condenarse. La historia sagrada fue uno de los estudios que cursaban los alumnos en las escuelas de los profetas. En la crónica de su trato con las naciones se seguían las huellas de Jehová. Así también debemos considerar hoy la relación de Dios con las naciones de la tierra. Debemos ver en la historia el cumplimiento de la profecía, estudiar las obras de la Providencia en los grandes movimientos de reforma y comprender la marcha de los acontecimientos que movilizan a las naciones para el conflicto final de la gran controversia.
Semejante estudio suministrará ideas amplias y abarcantes de la vida. Nos ayudará a comprender algo de lo que se relaciona con ella y depende de ella. Nos enseñará cuán maravillosamente unidos estamos en la gran fraternidad de la sociedad y de las naciones, y hasta qué punto la opresión y la degradación de un solo miembro perjudica a todos.

Pero la historia, tal como suele estudiarse, se relaciona con las hazañas de los hombres, sus victorias guerreras y su éxito en alcanzar poder y grandeza. Pero se olvida la intervención de Dios en los asuntos de los hombres. Pocos estudian la realización del designio divino en el levantamiento y la decadencia de las naciones.
Hasta cierto punto, la teología también tal como se la estudia y enseña, no es más que especulación humana que 349 "oscurece el consejo con palabras sin sabiduría." (Job 38:2.) Muchas veces el motivo para acumular tantos libros al respecto no es el deseo de obtener de ellos alimento para el espíritu y el alma, sino más bien la ambición de familiarizarse con filósofos y teólogos, el deseo de presentar el cristianismo al pueblo en formas y proposiciones cultas.

No todos los libros escritos pueden contribuir al propósito de una vida santa. "Aprended de mi -decía el gran Maestro.- Llevad mi yugo sobre vosotros; aprended mi mansedumbre y mi humildad." Vuestro orgullo intelectual no os ayudará a relacionaros con las almas que están pereciendo por falta del pan de vida. Al estudiar estos libros, permitís que reemplacen las lecciones prácticas que deberíais aprender de Cristo. Con los resultados de este estudio no se alimenta al pueblo. Muy pocas de las investigaciones que tanto fatigan la inteligencia proporcionan algo que le ayude a uno a trabajar con éxito en bien de las almas.

El Salvador vino "para dar buenas nuevas a los pobres." (Lucas 4:18.) En su enseñanza, hacía uso de los términos más sencillos y de los símbolos más claros. Y "los que eran del común del pueblo le oían de buena gana." (Marcos 12:37). 
Los que hoy procuran hacer su obra para este tiempo necesitan una comprensión más profunda de las lecciones que él dio. Las palabras del Dios vivo son lo más sublime de toda educación. Los que sirven al pueblo necesitan comer del pan de vida, que les dará fuerza espiritual y aptitud para servir a todas las clases de personas.


LOS CLÁSICOS.
En los colegios y universidades, millares de jóvenes dedican buena parte de los mejores años de su vida al estudio del griego y del latín. Y mientras que están empeñados en estos estudios, la mente y el carácter se amoldan a los malos sentimientos de la literatura pagana, cuya lectura se considera 350 generalmente como parte esencial del estudio de dichos idiomas.

Los que se han familiarizado con los clásicos declaran que "las tragedias griegas están llenas de incestos, muertes y sacrificios humanos hechos a dioses sensuales y vengativos." Mucho mejor sería para el mundo que se prescindiera de la educación conseguida de semejantes fuentes. "¿Andará el hombre sobre las brasas, sin que sus pies se abrasen?" (Proverbios 6:28.) "¿Quién hará limpio de inmundo? Nadie." (Job 14:4). ¿Podemos esperar entonces que la juventud desarrolle un carácter cristiano mientras que su educación se amolda a la enseñanza de los que desafiaron los principios de la ley de Dios?

Al prescindir de toda restricción y sumirse en diversiones temerarias, en disipaciones y vicios, los alumnos no hacen otra cosa que imitar lo que esos estudios les presentan. Hay carreras en que es necesario el conocimiento del griego y del latín. Algunos han de estudiar estos idiomas. Pero el conocimiento de ellos que resulta indispensable para los fines prácticos puede adquirirse sin estudiar una literatura corrompida y corruptora.
Muchos no necesitan conocer el griego ni el latín. El estudio de las lenguas muertas debería posponerse al de temas que enseñen el empleo correcto de todas las facultades del cuerpo y de la mente. Es locura que los estudiantes dediquen su tiempo al estudio de lenguas muertas, o a adquirir conocimiento de libros de cualquier ramo, en menoscabo de su preparación para las obligaciones prácticas de la vida.

¿Qué llevan consigo los estudiantes al salir de la escuela? ¿Adónde van? ¿Qué van a hacer? ¿Tienen el caudal de conocimientos necesario para enseñar a otros? ¿Han sido educados para ser buenos padres y madres de familia? ¿Pueden ponerse a la cabeza de una familia como maestros entendidos? La única educación digna de este nombre es la que induce a los jóvenes y a las jóvenes a ser como Cristo, la 351 que los habilita para cargar con las responsabilidades de la vida y ser jefes de familia. Esta educación no se adquiere en el estudio de los clásicos paganos.

Muchas de las publicaciones populares del día están plagadas de episodios sensacionales y educan a la juventud en la perversidad, y la llevan por la senda de la perdición. Niños de tierna edad son viejos ya en el conocimiento del crimen. 
Los incitan al mal las narraciones que leen. Realizan en la imaginación las hazañas descritas en su lectura, hasta que llega a despertarse en ellos el ardiente deseo de delinquir y evitar el castigo.

Para la inteligencia activa de niños y jóvenes, las escenas descritas en fantásticas revelaciones del porvenir son realidades. Al predecirse revoluciones y describirse toda clase de procedimientos encaminados a acabar con las vallas de la ley y del dominio de sí mismo, muchos concluyen por adoptar el espíritu de estas representaciones. Son inducidos a cometer crímenes aún peores, si ello es posible, que los narrados tan vívidamente por los escritores. Con tales influencias la sociedad está en vías de desmoralizarse. Las semillas de la licencia son sembradas a manos llenas. Nadie debe sorprenderse de que de ello resulte tan abundante cosecha de crímenes.

Apenas en menor grado que las obras ya mencionadas, son una maldición para el lector las novelas y los cuentos frívolos y excitantes. Puede ser que el autor quiera enseñar en su obra alguna lección moral, y saturarla de sentimientos religiosos, pero muchas veces éstos sólo sirven para velar las locuras e indignidades del fondo.

El mundo está inundado de libros llenos de errores seductores. La juventud recibe como verdad lo que la Biblia denuncia como falsedad, y le gusta con pasión el engaño que arruina al alma.
Ciertas obras de imaginación fueron escritas con el objeto de enseñar la verdad o denunciar algún grave mal. Varias 352 de estas obras han hecho algún bien. Sin embargo, han ocasionado un daño indecible.  Contienen declaraciones y descripciones de estilo refinado que excitan la imaginación y despiertan toda una serie de pensamientos llenos de peligro, especialmente para la juventud. Las escenas en ellas descritas se reproducen una y muchas veces en el pensamiento del lector. Semejantes lecturas inutilizan la mente y la incapacitan para el ejercicio espiritual. Destruyen el interés por la Biblia. Las cosas del cielo ocupan entonces poco lugar en el pensamiento. Al detenerse éste en las escenas de impureza descritas, despiértase la pasión y el pecado es el resultado.

Aun las novelas que no contengan sugestiones impuras, o que estén destinadas a enseñar excelentes principios, son perjudiciales.  Fomentan el hábito de la lectura rápida y superficial, sólo por el interés de la intriga. Tienden así a destruir la facultad de pensar con ilación y vigor; incapacitan al alma para examinar los grandes problemas del deber y del destino.
Al fomentar el amor a la mera diversión, la lectura de las obras de imaginación produce hastío de los deberes prácticos de la vida. Con su poder excitante y embriagador, son no pocas veces una causa de enfermedad mental y física. Más de un hogar miserable y descuidado, más de un inválido para toda la vida, más de un demente, llegaron a ser lo que son a causa de la lectura de novelas.


LOS MITOS Y CUENTOS DE HADAS. 
Se insiste muchas veces en que para quitar a la juventud el gusto por la literatura pasional o indigna, debe proporcionársele una clase mejor de literatura de imaginación. Pero esto es como intentar curar a un borracho dándole, en vez de aguardiente, bebidas fermentadas más suaves, como vino, cerveza o sidra. El uso de estas bebidas fomentaría continuamente la sed de estimulantes más activos. La única seguridad para el borracho, y la única salvaguardia para el hombre templado, 353 es la abstinencia total. Para el aficionado a las novelas rige la misma regla. 
La abstinencia total es su única seguridad.

En la educación de los niños y jóvenes, ocupan un sitio importante los cuentos de hadas, los mitos y las historias ficticias. En las escuelas se usan libros de tal carácter, y se los encuentra en muchos hogares. ¿Cómo pueden permitir los padres cristianos que sus hijos se nutran de libros tan llenos de mentiras? Cuando los niños preguntan el significado de cuentos tan contrarios a la enseñanza de sus padres, se les responde que dichos cuentos no son verdad; pero esta respuesta no elimina los malos resultados de tal lectura. Las ideas presentadas en estos libros extravían a los niños, les comunican opiniones erróneas acerca de la vida y fomentan en ellos el deseo de lo falso e ilusorio.

El uso tan general de semejantes libros en nuestros días es uno de los ardides de Satanás, quien procura desviar de la gran obra de la formación del carácter, la mente de viejos y jóvenes. Quiere que nuestros niños y jóvenes sean arrastrados por los engaños destructores de almas con que sigue llenando el mundo. Por esto procura apartar de la Palabra de Dios el espíritu de unos y otros e impedirles que conozcan las verdades que podrían servirles de salvaguardia.

Jamás deberían ponerse en las manos de niños y jóvenes libros que alteren la verdad. 

 No permitamos que en el curso de su educación, nuestros hijos reciban ideas que resulten ser semilla de pecado. Si las personas de edad madura no leyeran tales libros, estarían ellas mismas en situación más segura, y con su buen ejemplo e influencia facilitarían la tarea de guardar de la tentación a la juventud.

Tenemos en abundancia lo real y divino. Los que tienen sed de 
conocimiento no necesitan acudir a fuentes corrompidas.
  Dice el Señor: "Inclina tu oído, y oye las palabras de los sabios,
 y pon tu corazón a mi sabiduría,... 354
para que tu confianza sea en Jehová,
te las he hecho saber hoy a ti también.
"¿No te he escrito tres veces
en consejos y ciencia,
para hacerte saber la certidumbre de las razones verdaderas,
para que puedas responder razones de verdad a los que a ti
enviaren?"
"El estableció testimonio en Jacob,
y puso ley en Israel;
la cual mandó a nuestros padres
que la notificasen a sus hijos."
"Contando a la generación venidera las alabanzas de Jehová,
y su fortaleza, y sus maravillas que hizo."
"Para que lo sepa la generación venidera,
y los hijos que nacerán;
y los que se levantarán, lo cuenten a sus hijos;
a fin de que pongan en Dios su confianza."
"La bendición de Jehová es la que enriquece,
y no añade tristeza con ella." 
(Proverbios 22:17-21; Salmo 78:5, 4, 6, 7; Proverbios 10:22).

Así también presentó Cristo los principios de la verdad en el Evangelio. En su enseñanza podemos beber de las fuentes puras que manan del trono de Dios. Cristo hubiera podido comunicar a los hombres conocimientos que hubieran sobrepujado cualquier revelación anterior y dejado en segundo plano todo otro descubrimiento. Hubiera podido desentrañar misterio tras misterio, y concentrar alrededor de estas maravillosas revelaciones el pensamiento activo y serio de las generaciones sucesivas hasta el fin de los tiempos. Pero ni por un momento quiso dejar de enseñar la ciencia de la salvación. Apreció su tiempo, sus facultades y su vida y los empleó tan sólo como medios para realizar la salvación de los hombres. Vino a buscar y salvar lo perdido, y no quiso desviarse de su propósito ni permitió que cosa alguna le apartase de él.

Cristo comunicó únicamente el conocimiento que podía ser 355 utilizado. Su instrucción se limitaba a lo que requería la condición de la gente en la vida práctica. No satisfacía la curiosidad que la inducía a dirigirle preguntas indiscretas. Aprovechaba más bien esas ocasiones para dirigir llamamientos solemnes, fervientes y vitales. A los que tenían ardientes deseos de coger frutos del árbol de la ciencia, les ofrecía el del árbol de la vida. Todos los caminos les estaban cerrados menos el que conduce a Dios. Toda fuente estaba sellada, menos la de la vida eterna.

Nuestro Salvador no alentaba a nadie a asistir a las escuelas rabínicas de su tiempo, para evitar que sus espíritus fuesen corrompidos por el estribillo: "Dicen," o "Se ha dicho." Entonces, ¿por qué aceptaríamos como suprema sabiduría las palabras inciertas de los hombres, cuando disponemos de una sabiduría mayor e infalible?

Lo que he visto de las cosas eternas y de la debilidad humana ha impresionado hondamente mi mente y ha influido en el trabajo de mi vida. No veo nada en que el hombre merezca alabanza ni gloria. No veo motivo de confianza ni de alabanza en las opiniones de los sabios de este mundo ni en las de los llamados grandes. ¿Cómo pueden los que carecen de iluminación divina formarse una idea exacta de los planes y caminos de Dios? O niegan a Dios e ignoran su existencia, o circunscriben su poder con sus mezquinos conceptos.

Prefiramos que nos enseñe Aquel que creó los cielos y la tierra, que ordenó las estrellas en el firmamento y señaló al sol y a la luna su obra respectiva. Está bien que la juventud considere que debe alcanzar el más alto desarrollo de sus facultades intelectuales. No queremos poner límites a la educación que Dios ha hecho ilimitada. Pero de nada nos sirve lo que logramos si no lo empleamos para honra de Dios y beneficio de la humanidad.

No conviene atestar la mente con estudios que requieren intensa aplicación, pero no se utilizan en la práctica. Una 356 educación tal resultará una pérdida para el estudiante, pues dichos estudios disminuyen el interés y la afición del joven por los que le prepararían para una vida provechosa y le harían capaz de llevar sus responsabilidades. 

Una educación práctica vale mucho más 
que cualquier acumulación de teorías. 
Ni siquiera basta adquirir conocimientos. 
Hemos de saber cómo aprovecharlos debidamente.

El tiempo, los recursos y el estudio que tantos invierten para adquirir una educación relativamente inútil, deberían dedicarse a obtener una preparación que los hiciera hombres y mujeres prácticos, capaces de llevar las responsabilidades de la vida. Semejante educación es en extremo valiosa. 

Necesitamos conocimientos que robustezcan la mente y el alma, y nos hagan mejores hombres y mujeres. 
La educación del corazón es mucho más importante que lo aprendido de los libros. 
Es bueno, hasta esencial, poseer cierto conocimiento del mundo en que vivimos; pero si no tenemos en cuenta la eternidad, experimentaremos un fracaso del cual jamás nos repondremos.
El estudiante puede dedicar todas sus facultades a adquirir conocimientos; pero si no conoce a Dios ni obedece las leyes que gobiernan su propio ser, se destruirá. Los malos hábitos le hacen perder la facultad de apreciarse y gobernarse a sí mismo. No puede razonar correctamente acerca de asuntos del mayor interés para él. Es temerario y falto de criterio en el modo de tratar su mente y su cuerpo. Por haber desatendido el cultivo de los buenos principios, se arruina para este mundo y para el venidero.

Si la juventud se diera cuenta de su propia debilidad, encontraría su fuerza en Dios. Si permitiera que Dios le diese enseñanza, se haría sabia en la sabiduría divina, y su vida redundaría en bendiciones para el mundo. Pero si dedica su inteligencia al mero estudio mundano y especulativo, y así se separa de Dios, perderá cuanto enriquece la vida. 357 (MC/EGW) MHP

martes, 30 de julio de 2019

36. PELIGRO QUE ENTRAÑA EL CONOCIMIENTO ESPECULATIVO. (MC/EGW)


Uno de los mayores males que acompañan la búsqueda de conocimientos y las investigaciones de la ciencia, es la disposición a exaltar la razón humana más allá de su verdadero valor y su esfera apropiada. Muchos intentan juzgar al Creador y sus obras con el escaso conocimiento que tienen de la ciencia. Se esfuerzan por determinar la naturaleza, los atributos y prerrogativas de Dios, y se entregan a teorías especulativas respecto del Infinito. 
Los que se empeñan en este modo de estudiar pisan terreno prohibido. Su investigación no les dará resultados provechosos, y si persisten en ella lo harán con peligro de sus almas. 

Nuestros primeros padres fueron inducidos al pecado por haber codiciado una ciencia que Dios les había vedado. 
Al procurarla perdieron todo lo que era digno de ser poseído. Si Adán y Eva no hubieran tocado el árbol prohibido, Dios les hubiera comunicado un conocimiento sobre el cual no hubiera recaído la maldición del pecado, sino que les hubiera allegado gozo eterno. Todo lo que obtuvieron al prestar oídos al tentador fue un conocimiento del pecado y sus resultados. Por su desobediencia, la humanidad se apartó de Dios, y la tierra quedó separada del cielo.
La lección es para nosotros. El campo al cual Satanás condujo a nuestros primeros padres es el mismo al cual atrae a los hombres hoy. Está inundando el mundo de fábulas agradables. Valiéndose de todos los recursos de que dispone, procura 335 inducir a los hombres a entrar en especulaciones respecto de Dios. Así trata de evitar que consigan el conocimiento de Dios que constituye la salvación.

TEORÍAS PANTEÍSTAS
Hoy día se están introduciendo en los establecimientos de educación y en las iglesias por doquiera doctrinas espiritualistas que minan la fe en Dios y en su Palabra.  

La teoría de que Dios es una esencia que compenetra toda la naturaleza es aceptada por muchos de los que profesan creer las Escrituras; pero, por muy ataviada que vaya esta teoría, es un engaño muy peligroso. 
Da una falsa idea de Dios y agravia su grandeza y majestad. 
Lo seguro es que no tiende tan sólo a extraviar, sino a corromper a los hombres. 
Las tinieblas son su elemento y la sensualidad su ambiente. 
Su aceptación aparta de Dios. Y para la naturaleza humana caída esto equivale a la ruina.

La condición en que el pecado nos ha colocado es antinatural, y el poder que nos restaure debe ser sobrenatural, o no tiene valor alguno. No hay poder que pueda quebrantar el yugo del mal y libertar de él los corazones de los hombres, sino el poder de Dios en Jesucristo. Sólo mediante la sangre del Crucificado hay purificación del pecado. Sólo la gracia de Cristo puede habilitarnos para resistir y dominar las inclinaciones de nuestra naturaleza caída.  

Las teorías espiritualistas respecto de Dios anulan la gracia divina. Si Dios es una esencia que compenetra toda la naturaleza, entonces mora en todos los hombres; y para llegar a la santidad, el hombre no tiene más que desarrollar el poder que está en él mismo.

Estas teorías, llevadas hasta su conclusión lógica, desbaratan la economía cristiana. 
Desechan la necesidad de la expiación, y hacen del hombre su propio salvador.  

Estas teorías acerca de Dios dejan sin efecto la Palabra divina, y quienes las aceptan corren grave peligro de ser inducidos finalmente a considerar la Biblia como una ficción. Aunque consideren la virtud 336 superior al vicio, como quiera que desalojan a Dios de su verdadero puesto de soberanía, cifran su confianza en el poder humano, que, sin Dios, no tiene valor alguno. Dejada a sí misma, la voluntad humana no tiene verdadero poder para resistir y vencer el mal. 
Las defensas del alma quedan destruídas. El hombre carece de valla protectora contra el pecado.  

Desechadas las restricciones de la Palabra de Dios y de su Espíritu, 
ya no sabemos en qué abismos podemos hundirnos.
"Toda palabra de Dios es limpia;
es escudo a los que en él esperan.
No añadas a sus palabras, porque no te reprenda, 
y seas hallado mentiroso."
"Prenderán al impío sus propias iniquidades, 
y detenido será con las cuerdas de su pecado." (Proverbios 30:5, 6; 5:22.)

ESCUDRIÑAR LOS MISTERIOS DIVINOS
"Las cosas secretas pertenecen a Jehová nuestro Dios: más las reveladas son para nosotros y para nuestros hijos por siempre." (Deuteronomio 29:29.) La revelación que de sí mismo dejó Dios en su Palabra es para nuestro estudio, y podemos procurar entenderla. Pero más allá de ella no debemos penetrar. El hombre más inteligente podrá devanarse los sesos en conjeturas respecto a la naturaleza de Dios, pero semejante esfuerzo será estéril. No nos incumbe resolver este problema. 

 No hay mente humana capaz de comprender a Dios. Nadie debe permitirse entrar en especulaciones respecto a la naturaleza de Dios. Aquí el silencio es elocuencia. El Omnisciente trasciende toda discusión. Ni aun los ángeles pudieron participar en los consejos habidos entre el Padre y el Hijo al trazarse el plan de la salvación. 

 Y los seres humanos no deben inmiscuirse en los secretos del Altísimo. Somos respecto de Dios tan ignorantes como niños; 337 pero, como niños también, podemos amarle y obedecerle.
  
En vez de entregarnos a cavilaciones respecto de la naturaleza y 
las prerrogativas de Dios, prestemos atención a las palabras que 
él mismo pronunció:
"¿Alcanzarás tú el rastro de Dios?
¿llegarás tú a la perfección del Todopoderoso?  
Es más alto que los cielos: ¿Qué harás?
Es más profundo que el infierno: ¿Cómo lo conocerás?  
Su dimensión es más larga que la tierra, 
y más ancha que la mar."
"¿Dónde se hallará la sabiduría?
¿y dónde está el lugar de la prudencia? 
No conoce su valor el hombre, 
ni se halla en la tierra de los vivientes.  
El abismo dice: No está en mí: 
y la mar dijo: Ni conmigo.
No se dará por oro,
ni su precio será a peso de plata.
No puede ser apreciada con oro de Ophir, 
ni con ónique precioso, ni con zafiro.
El oro no se le igualará, ni el diamante; 
ni se trocará por vaso de oro fino.
De coral ni de perlas no se hará mención: 
la sabiduría es mejor que piedras preciosas.  
No se igualará con ella esmeralda de Ethiopía; 
no se podrá apreciar con oro fino.
¿De dónde pues vendrá la sabiduría?
¿Y dónde está el lugar de la inteligencia? ... 
El infierno y la muerte dijeron:
Su fama hemos oído con nuestros oídos.  
Dios entiende el camino de ella, 
y él conoce su lugar.
Porque él mira hasta los fines de la tierra, 
y ve debajo de todo el cielo....
Cuando él hizo ley a la lluvia,
y camino al relámpago de los truenos; 
entonces la veía él, y la manifestaba; 
preparóla y descubrióla también.  
Y dijo al hombre: 338
He aquí que el temor del Señor es la sabiduría, 
y el apartarse del mal la inteligencia." (Job 11:7-9; 28:12-28.).

No se encuentra la sabiduría escudriñando los secretos de la tierra ni consumiéndose en vanos esfuerzos por penetrar los misterios de la persona de Dios. Se encuentra más bien recibiendo humildemente la revelación que él se dignó darnos, y conformando la vida a su voluntad.
Los hombres de más alta inteligencia no pueden entender los misterios de Jehová revelados en la naturaleza. 
La inspiración divina hace muchas preguntas a las cuales los sabios más profundos no pueden responder. Estas preguntas no fueron hechas para que las contestáramos, sino para que llamaran nuestra atención a los profundos misterios de Dios y nos enseñaran que nuestra sabiduría es limitada; que en la esfera en que nos movemos en la vida cotidiana hay muchas cosas que superan a la inteligencia de los seres finitos.

Los escépticos se niegan a creer en Dios porque no pueden abarcar el infinito poder por medio del cual se revela. Pero hay que reconocer a Dios tanto por lo que él no nos revela acerca de sí mismo como por lo que está al alcance de nuestra limitada comprensión. En la revelación divina y en la naturaleza, Dios ha escondido misterios que nos imponen la fe. 
Y así debe ser. Bien podemos estar siempre escudriñando, investigando y aprendiendo, y seguir encontrándonos, 
sin embargo, frente a lo infinito.
"¿Quién midió las aguas con su puño,
y aderezó los cielos con su palmo,
 y con tres dedos allegó el polvo de la tierra, 
y pesó los montes con balanza,
y con peso los collados?
¿Quién enseñó al Espíritu de Jehová, 
o le aconsejó enseñándole? ...
He aquí que las naciones son reputadas como la gota de un 
acetre, 339 y como el orín del peso:
he aquí que hace desaparecer las islas como polvo.
Ni el Líbano bastará para el fuego,
ni todos sus animales para el sacrificio.
Como nada son todas las gentes delante de él;
y en su comparación serán estimadas en menos que nada, y 
que lo que no es.
¿A qué pues haréis semejante a Dios, 
o qué imagen le compondréis? ... 
¿No sabéis?
¿no habéis oído?
¿nunca os lo han dicho desde el principio?
¿no habéis sido enseñados desde que la tierra se fundó? 
Él está asentado sobre el globo de la tierra, 
cuyos moradores son como langostas: 
él extiende los cielos como una cortina, 
tiéndelos como una tienda para morar: 
¿ A qué pues me haréis semejante? ...
dice el Santo.
Levantad en alto vuestros ojos, 
y mirad quién crió estas cosas: 
él saca por cuenta su ejército: 
a todas llama por sus nombres; 
ninguna faltará:
tal es la grandeza de su fuerza, y su poder y virtud. 
¿ Por qué dices, oh Jacob, y hablas tú, Israel: 
Mi camino es escondido de Jehová, 
y de mi Dios pasó mi juicio? 
¿No has sabido,
no has oído
que el Dios del siglo es Jehová,
el cual crió los términos de la tierra?
No se trabaja, ni se fatiga con cansancio,
y su entendimiento no hay quien lo alcance."(Isaías 40:12-28.).
De las representaciones dadas por el Espíritu Santo a sus profetas, aprendamos lo que es la grandeza de nuestro Dios.  

El profeta Isaías escribe"En el año que murió el rey Uzzías vi yo al Señor sentado 340 sobre un trono alto y sublime, y sus faldas henchían el templo. Y encima de él estaban serafines: cada uno tenía seis alas; con dos cubrían sus rostros, y con dos cubrían sus pies, y con dos volaban. Y el uno al otro daba voces, diciendo: Santo, santo, santo, Jehová de los ejércitos: toda la tierra está llena de su gloria.  Y los quiciales de las puertas se estremecieron con la voz del que clamaba, y la casa se hinchió de humo. "Entonces dije: ¡Ay de mí! que soy muerto; que siendo hombre inmundo de labios, y habitando en medio de pueblo que tiene labios inmundos, han visto mis ojos al Rey, Jehová de los ejércitos." "Y voló hacia mí uno de los serafines, teniendo en su mano un carbón encendido, tomado del altar con unas tenazas: y tocando con él sobre mi boca, dijo: He aquí que esto tocó tus labios, y es quitada tu culpa, y limpio tu pecado." (Isaías 6:1-7). 

"No hay semejante a ti, oh Jehová; grande tú,
y grande tu nombre en fortaleza.
¿Quién no te temerá, oh Rey de las gentes?"
"Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.  
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme, 
has entendido desde lejos mis pensamientos.  
Mi senda y mi acostarme has rodeado, 
y estás impuesto en todos mis caminos.  
Pues aún no está la palabra en mi lengua, 
y he aquí, oh Jehová, tú la sabes toda.  
Detrás y delante me guarneciste, 
y sobre mí pusiste tu mano.
Más maravillosa es la ciencia que mi capacidad;
alta es, no puedo comprenderla." (Jeremías 10:6, 7; Salmo 139:1-6.).

"Grande es el Señor nuestro, y de mucha potencia; y de su entendimiento no hay número." (Salmo 147:5.) 341
"Los caminos del hombre están ante los ojos de Jehová, y él considera todas sus veredas." (Proverbios 5:21.)
"El revela lo profundo y lo escondido: conoce lo que está en tinieblas, y la luz mora con él." (Daniel 2:22.)
"Conocidas son a Dios desde el siglo todas sus obras." (Hechos 15:18)
"¿Quién entendió la mente del Señor? ¿o quién fue su consejero? ¿o quién le dio a él primero, para que le sea pagado?  Porque de él, y por él, y en él, son todas las cosas. A él sea gloria por siglos." 
(Romanos 11:34-36.)
"Al Rey de siglos, inmortal, invisible" (1 Timoteo 1:17), "quien sólo 
tiene inmortalidad, que habita en luz inaccesible; a quien ninguno de 
los hombres ha visto ni puede ver: al cual sea la honra y el imperio 
sempiterno." (1 Timoteo 6:16).

"De cierto su alteza os había de espantar,
y su pavor había de caer sobre vosotros."
"¿No está Dios en la altura de los cielos?
Mira lo encumbrado de las estrellas, 
cuán elevadas están."
"¿Tienen sus ejércitos número?
¿Y sobre quién no está su luz?"
"Él hace grandes cosas, 
que nosotros no entendemos.
Porque a la nieve dice:
Desciende a la tierra;
también a la llovizna,
y a los aguaceros de su fortaleza.
Así hace retirarse a todo hombre, 
para que los hombres todos reconozcan su obra.... 
Asimismo por sus designios se revuelven las nubes en derredor, 
para hacer sobre la haz del mundo, 
en la tierra, lo que él les mandara.
Unas veces por azote, otras por causa de su tierra, 
otras por misericordia las hará parecer.
Escucha esto; ...
repósate, y considera las maravillas de Dios. 342
¿Supiste tú cuando Dios las ponía en concierto, 
y hacía levantar la luz de su nube? 
¿Has tú conocido las diferencias de las nubes, 
las maravillas del Perfecto en sabiduría? ... 
¿Extendiste tú con él los cielos, 
firmes como un espejo sólido?
Muéstranos qué le hemos de decir;
porque nosotros no podemos componer 
las ideas a causa de las tinieblas...
He aquí aún: no se puede mirar la luz esplendente en los cielos, 
luego que pasa el viento y los limpia, 
viniendo de la parte del norte la dorada claridad.
En Dios hay una majestad terrible.
Él es Todopoderoso, al cual no alcanzamos, 
grande en potencia;
y en juicio y en multitud de justicia no afligirá.
Temerlo han por tanto los hombres."
"Quién como Jehová nuestro Dios, que ha enaltecido su
habitación,
que se humilla a mirar en el cielo y en la tierra?"
"Jehová marcha entre la tempestad y turbión,
y las nubes son el polvo de sus pies."
"Grande es Jehová y digno de suprema alabanza: 
y su grandeza es inescrutable.
Generación a generación narrará tus obras, 
y anunciarán tus valentías.
La hermosura de la gloria de tu magnificencia, 
y tus hechos maravillosos, hablaré.
Y la terribilidad de tus valentías dirán los hombres; 
y yo recontaré tu grandeza.
Reproducirán la memoria de la muchedumbre de tu bondad, 
y cantarán tu justicia....
Alábente, oh Jehová, todas tus obras; 
y tus santos te bendigan.
La gloria de tu reino digan, y hablen de tu fortaleza; 
para notificar a los hijos de los hombres sus valentías, 
y la gloria de la magnificencia de su reino.
Tu reino es reino de todos los siglos, 
y tu señorío en toda generación y generación.... 343
La alabanza de Jehová hablará mi boca;
y bendiga toda carne su santo nombre por siglo y para siempre." (Job 13:1l; 22:12; 25:3; 37:5-24; 
Salmos 113:5, 6; Nahum 1:3; Salmos 145:3-21.).

Al aprender más y más acerca de lo que es Dios y lo que nosotros somos delante de él, temeremos y temblaremos en su presencia. Reciban los hombres de hoy advertencia de la suerte de aquellos que en lo antiguo pretendieron tratar sin miramientos lo que Dios había declarado sagrado. Cuando los israelitas se atrevieron a abrir el arca que les fuera devuelta del país de los filisteos, su irreverencia fue castigada de un modo notable.
Considérese también el juicio que cayó sobre Uzza. Al ser llevada el arca a Jerusalén durante el reinado de David, Uzza alargó la mano para sostenerla. Su presunción de tocar al símbolo de la presencia de Dios fue castigada con una muerte instantánea.

En el incidente de la zarza ardiente, cuando Moisés, no reconociendo la presencia de Dios, se volvía para contemplar tan maravilloso espectáculo, le fue ordenado:
"No te llegues acá: quita tus zapatos de tus pies, porque el lugar en que tú estás, tierra santa es. . . . Entonces Moisés cubrió su rostro, porque tuvo miedo de mirar a Dios." (Exodo 3:5, 6).

"Y salió Jacob de Beerseba, y fue a Harán; y encontró con un lugar, y durmió allí, porque ya el sol se había puesto; y tomó de las piedras de aquel paraje y puso a su cabecera, y acostóse en aquel lugar."
"Y salió, y he aquí una escala que estaba apoyada en tierra, y su cabeza tocaba en el cielo: y he aquí ángeles de Dios que subían v descendían por ella. Y he aquí, Jehová estaba en lo alto dé ella, el cual dijo:"
"Yo soy Jehová, el Dios de Abraham tu padre, y el Dios de 344 Isaac: la tierra en que estás acostado te la daré a ti y a tu simiente.... Y he aquí, yo soy contigo, y te guardaré por donde quiera que fueres, y te volveré a esta tierra; porque no te dejaré hasta tanto que haya hecho lo que te he dicho."
"Y despertó Jacob de su sueño, y dijo: Ciertamente Jehová está en este lugar, y yo no lo sabía. Y tuvo miedo, y dijo: ¡Cuán terrible es este lugar! No es otra cosa que casa de Dios, y puerta del cielo." (Génesis 28:10-17).

En el santuario del tabernáculo construido en el desierto y en el del templo, que eran símbolos terrenales de la morada de Dios, había un lugar sagrado para su presencia. El velo adornado de querubines a su entrada sólo debía ser alzado por una mano. Alzar aquel velo, y entrar sin invitación en el sagrado misterio del lugar santísimo, acarreaba la muerte, pues sobre el propiciatorio descansaba la gloria del Santo de los santos, a la que nadie podía mirar y sobrevivir. En el único día del año señalado para el desempeño de su ministerio en el lugar santísimo, el sumo sacerdote penetraba en él temblando ante la presencia de Dios, mientras que nubes de incienso velaban la gloria ante sus ojos. En todos los atrios del templo se acallaba todo rumor.  Ningún sacerdote actuaba en los altares. Los adoradores, inclinados en silencioso temor, dirigían sus peticiones en demanda de misericordia divina.

"Y estas cosas les acontecieron en figura; y son escritas para nuestra 
admonición, en quienes los fines de los siglos han parado." (1Corintios 10:11).
"Jehová está en su santo templo:
calle delante de él toda la tierra."
"Jehová reinó, temblarán los pueblos:
él está sentado sobre los querubines, conmoveráse la tierra.  
Jehová en Sión es grande,
y ensalzado sobre todos los pueblos.  
Alaben tu nombre grande y tremendo: 
él es santo." 345
"La silla de Jehová está en el cielo:
sus ojos ven, sus párpados examinan a los hijos de los
hombres."
"Desde la morada de su asiento
miró sobre todos los moradores de la tierra.
El formó el corazón de todos ellos;
él considera todas sus obras."
"Tema a Jehová toda la tierra:
teman de él todos los habitadores del mundo." (Habacuc 2:20; 
Salmos 99:1-3; 11:4; 102:19; 33:14,15,8.).

El hombre no puede encontrar a Dios mediante la investigación.  Nadie intente con mano presuntuosa alzar el velo que oculta su gloria. "¡Cuán incomprensibles son sus juicios, e inescrutables sus caminos!" (Romanos 11:33)  Prueba de su misericordia es el hecho de que su poder quede oculto, pues alzar el velo que esconde la divina presencia acarrea la muerte. Ninguna inteligencia mortal puede penetrar el secreto en que el Todopoderoso reside y obra.  No podemos comprender de él sino lo que él mismo cree conveniente revelarnos.  La razón debe reconocer una autoridad superior a ella misma.  El corazón y la inteligencia deben inclinarse ante el gran YO SOY. MC/EGW/MHP  346