martes, 3 de enero de 2012

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD. 14. “Los Efectos Malignos Del Té Y El Café”


El consumo de té y café perjudica también el organismo. Hasta cierto punto, el té intoxica. Penetra en la circulación y reduce gradualmente la energía del cuerpo y de la mente. Estimula, excita, aviva y apresura el movimiento de la maquinaria viviente, imponiéndole una actividad antinatural, y da al que lo bebe la impresión de que le ha hecho un gran servicio infundiéndole fuerza. Esto es un error. El té substrae energía nerviosa y debilita muchísimo. Cuando desapareció su influencia y cesa la actividad estimulada por su uso, ¿cuál es el resultado? Una languidez y debilidad que corresponden a la vivacidad artificial que impartiera el té.
Cuando el organismo está ya recargado y necesita reposo, el consumo de té acicatea la naturaleza, la estimula a cumplir una acción antinatural y por lo tanto disminuye su poder para hacer su trabajo  y su capacidad de resistencia; y las facultades se agotan antes de lo que el Cielo quería.  El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abandonarlo.
La influencia del café es hasta cierto punto la misma que la del té, pero su efecto sobre el organismo es aún peor.   Es excitante, y en la medida en que lo eleve a uno por encima de lo normal lo dejará finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los que beben té y café, los denuncia su rostro.  Su piel pierde el color y parece sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud.

El té y el café carecen de valores nutritivos
El té y el café no nutren el organismo.  Alivian repentinamente, antes que el estomago haya tenido tiempo de digerirlos.  Esto demuestra que aquello que los consumidores de estos estimulantes llaman fuerza proviene de la excitación de los nervios del estómago, que transmite la irritación al cerebro, y éste a su vez es impelido a aumentar la actividad del corazón y a infundir una energía de corta duración a todo el organismo. Todo esto es fuerza falsa, cuyos resultados ulteriores dejan en peor condición, pues no imparten ni una sola partícula de fuerza natural. El segundo efecto de beber té es dolor de cabeza, insomnio, palpitaciones del corazón, indigestión, temblor nervioso y muchos otros males.

La indulgencia le disgusta a Dios
"Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro racional culto" (Romanos 12: 1). Dios requiere un sacrificio vivo, no uno moribundo ni muerto. Cuando nos demos cuenta de lo que Dios nos pide, entonces comprenderemos que nos exige ser  temperantes en todas las cosas. El propósito de nuestra creación es que glorifiquemos a Dios en nuestros cuerpos y espíritus, los cuales son de Dios. ¿Cómo podremos lograr este cometido si gratificamos el apetito en detrimento de nuestras facultades físicas y morales? Dios nos pide que le rindamos nuestro cuerpo como un sacrificio vivo. Por lo tanto, nuestro deber es mantener nuestros cuerpos en la condición más saludable para que podamos cumplir con sus requisitos. "Si pues coméis, o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para gloria de Dios" (1 Corintios 10: 31).

Evítese el uso de drogas venenosas
Una práctica que prepara el terreno para un gran acopio de enfermedades y de males aún peores es el libre uso de drogas venenosas. Cuando se sienten atacados por alguna enfermedad, muchos no quieren darse el trabajo de buscar la causa. Su principal afán es liberarse de dolor y molestias. Por lo tanto, recurren a específicos, cuyas propiedades apenas conocen, o acuden al médico para conseguir algún remedio que neutralice las consecuencias de su error, pero no piensan en modificar sus hábitos antihigiénicos. Si no consiguen alivio inmediato, prueban otra medicina y después otra. Y así sigue el mal.

Las drogas no curan la enfermedad *
Hay que enseñar a la gente que las drogas no curan la enfermedad. Es cierto que a veces proporcionan algún alivio inmediato momentáneo, y el paciente parece recobrarse por efecto de esas drogas, cuando se debe en realidad a que la naturaleza posee fuerza vital suficiente para expeler el veneno y corregir las condiciones causantes de la enfermedad. Se recobra la salud a pesar de la droga, que en la mayoría de los casos sólo cambia la forma y el foco de la enfermedad. Muchas veces el efecto del veneno parece quedar neutralizado por algún tiempo pero los resultados subsisten en el organismo y producen un gran daño ulterior.

Por el uso de drogas venenosas muchos se acarrean enfermedades para toda la vida, y se malogran muchas existencias que hubieran podido salvarse mediante los métodos naturales de curación. Los venenos contenidos en muchos así llamados remedios crean hábitos y apetitos que labran la ruina del alma y del cuerpo. Muchos de los específicos populares y aun algunas de las drogas recetadas por médicos, contribuyen a que se contraigan los vicios del alcoholismo, del opio y de la morfina, que tanto azotan a la sociedad.

El poder restaurador de la naturaleza
La única esperanza de mejorar la situación estriba en educar al pueblo en los principios correctos. Enseñen los médicos que el poder curativo no está en las drogas, sino en la naturaleza. La enfermedad es un esfuerzo de la naturaleza para librar al organismo de las condiciones resultantes de una violación de las leyes de la salud. En caso de enfermedad, hay que indagar la causa. Deben modificarse las condiciones antihigiénicas y corregirse los hábitos erróneos. Después hay que ayudar a la naturaleza en sus esfuerzos por eliminar las impurezas y restablecer las condiciones normales del organismo.

Los remedios naturales
El aire puro, el sol, la abstinencia, el descanso el ejercicio, un régimen alimentario conveniente, el agua y la confianza en el poder divino son los verdaderos remedios. Todos debieran conocer los agentes que la naturaleza provee como remedios y saber aplicarlos. Es de suma importancia darse cuenta exacta de los principios implicados en el tratamiento de los enfermos, y recibir una instrucción práctica que lo habilite a uno para hacer uso correcto de estos conocimientos
El empleo de los remedios naturales requiere más cuidados y esfuerzos de lo que muchos quieren prestar. El proceso natural de curación y reconstitución es gradual y les parece lento a los impacientes. El renunciar a la satisfacción dañina de los apetitos impone sacrificios. Pero al fin se verá que, si no se le pone trabas, la naturaleza desempeña su obra con acierto y los que perseveren en la obediencia a sus leyes encontrarán recompensa en la salud del cuerpo y del espíritu. EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD. 13. “Rechácese La Contaminación Del Tabaco”


El tabaco, no importa cómo se use, es nocivo para el organismo. Es un veneno lento. Afecta el cerebro y entorpece el discernimiento, de modo que la mente no pueda percibir las cosas espirituales, especialmente las verdades que pudieran ejercer un efecto correctivo sobre este vicio inmundo. Los que usan tabaco en cualquier forma, no están libres ante los ojos de Dios. A los que practican este hábito sucio, les resulta imposible glorificar a Dios en sus cuerpos y espíritus, los cuales son de Dios. El Señor no los puede aprobar mientras usan esos venenos lentos, pero certeros, que arruinan la salud y menoscaban las facultades de la mente. Dios es misericordioso con los que practican este pernicioso hábito ignorantes del mal que les causa, pero cuando el asunto se les presenta en su verdadera luz, si continúan practicando su degradante vicio, entonces son considerados culpables delante del Señor.
Dios exigía que los hijos de Israel practicaran hábitos de estricta limpieza. En caso de la menor impureza debían quedar fuera del campamento hasta la tarde, y sólo podían regresar después de lavarse. En ese vasto ejército no había nadie que usara tabaco. Si hubiera habido, habría sido obligado a escoger entre renunciar a la maldita hierba o abandonar el campamento. Y después de lavarse bien la boca, hasta librarse del último vestigio de tabaco, se le habría permitido de nuevo mezclarse con el pueblo de Israel.

La contaminación del tabaco, una ofensa para Dios
A los sacerdotes que administraban las cosas sagradas, para que no profanaran el santuario, se les ordenaba lavarse los pies y las manos antes de entrar en el tabernáculo, a la presencia de Dios, para intervenir por Israel. Si los sacerdotes hubieran entrado en el santuario con sus bocas contaminadas con tabaco, sin lugar a dudas habrían corrido la misma suerte de Nadab y Abiú. Y a pesar de eso, hay profesos cristianos que se postran a adorar a Dios en sus cultos familiares con sus bocas sucias con la inmundicia del tabaco. . .

Se requiere una estricta limpieza
Algunos hombres que han sido apartados por la imposición de las manos para administrar las cosas sagradas, a menudo pasan al púlpito con sus bocas contaminadas, sus labios manchados, y el aliento mancillado por el tabaco. Deben hablar a las gentes en lugar de Cristo. ¿Cómo podría un Dios santo aceptar un servicio tal, cuando exigía que los sacerdotes de Israel realizaran preparativos tan especiales antes de llegar delante de su presencia, para no ser consumidos por su infinita santidad, por deshonrarlo, como en el caso de Nadab y Abiú? Estos ministros pueden tener la seguridad de que el poderoso Dios de Israel es todavía un Dios de limpieza. Ellos profesan servir a Dios mientras practican la idolatría y hacen un dios de sus propios apetitos. El tabaco es su ídolo acariciado, y a él le rinden toda clase de sagrada y alta consideración. Profesan adorar a Dios a la vez que quebrantan el primer mandamiento. Tienen dioses ajenos delante del Señor. "Purificaos los que lleváis los vasos de Jehová" (Isaías 52: 11).
Dios requiere hoy la misma limpieza del cuerpo y pureza del corazón que le exigía al pueblo de Israel. Si Dios era tan estricto acerca de la limpieza con ese pueblo que peregrinaba por el desierto, que pasaba casi todo el tiempo al aire libre, no requerirá menos de nosotros que vivimos en casas techadas, donde las impurezas son más evidentes, y nos hallamos sometidos a una influencia más insalubre.

El uso del tabaco es contrario a la piedad *
Cuando contemplo a hombres que pretenden gozar de la bendición de una satisfacción completa, mientras son esclavos del tabaco, que escupen y ensucian todo lo que se halla a su alrededor, me pregunto: ¿qué aspecto ofrecería el cielo si se permitiera entrar en él a los que usan tabaco? Los labios de quienes pronunciaran el precioso nombre de Cristo estarían contaminados por el uso del tabaco, saturados de un aliento maloliente, y aun el lino de las vestimentas se hallaría impregnado. La persona que ama un ambiente corrompido, está corrompida por dentro. Lo que se ve por fuera indica lo que hay adentro.
Hay hombres que profesan santidad, pero ofrecen sus cuerpos sobre el altar de Satanás, y le queman el incienso del tabaco a su satánica majestad. ¿parece demasiado severa esta declaración? La ofrenda se debe ofrecer a alguna deidad. Puesto que Dios es puro y santo, y jamás aceptará nada que degrade su carácter, no puede menos que rechazar este sacrificio inmundo, costoso y profano. Por lo tanto concluimos que es Satanás quien acepta el honor.

El hombre es propiedad de Cristo
Jesús sufrió la muerte para rescatar al hombre de las garras de Satanás. Vino para ponernos en libertad por la sangre de su sacrificio expiatorio. El hombre que haya aceptado pertenecer a Jesucristo, y cuyo cuerpo sea un templo del Espíritu Santo, no se dejará esclavizar por el terrible vicio del tabaco. Sus facultades pertenecen a Cristo, que lo compró por un precio de sangre. Lo que posee pertenece al Señor. Entonces, ¿como puede ser inocente si gasta cotidianamente el dinero que el Señor le ha confiado, para satisfacer un apetito que no es natural?

Triste despilfarro del dinero
Una enorme suma de dinero se derrocha anualmente en la complacencia de este vicio, mientras las almas perecen necesitadas de la Palabra de vida. ¿Cómo pueden los cristianos que entienden bien este problema, continuar robándole a Dios los diezmos y ofrendas que se usan para el sostén del Evangelio, mientras ofrecen sobre el altar del placer destructivo del tabaco, más de lo que dan para socorrer a los pobres, o suplir las necesidades de la causa de Dios? Si estas personas fueran verdaderamente santificadas, ganarían la victoria sobre cada inclinación perjudicial. Entonces todos estos gastos innecesarios se canalizarían hacia la tesorería del Señor, y los cristianos tomarían la delantera en el campo de la abnegación, el sacrificio propio y la temperancia. Entonces llegarían a ser la luz del mundo. . .

La capacidad natural de percepción se entorpece
Al fumador todo le parece desagradable e insípido si no satisface su vicio favorito. El uso del tabaco entorpece de tal manera la capacidad natural de percepción del cuerpo y la mente, que la persona se vuelve insensible a la influencia del Espíritu de Dios. Cuando le falta su estimulante habitual, el alma y el cuerpo del fumador experimentan un hambre ansiosa, no por la justicia y la santidad de la presencia divina, sino por su ídolo acariciado. Al satisfacer sus apetitos pervertidos los cristianos profesos debilitan diariamente sus facultades haciendo imposible de esa manera que puedan glorificar a Dios.

Un veneno engañoso
El tabaco es uno de los venenos más engañosos y dañinos que existen; y ejerce una influencia estimulante primero y luego depresiva sobre los nervios del cuerpo. Es tanto más peligroso cuanto que sus efectos sobre el sistema son muy lentos y casi imperceptibles al principio. Multitudes han llegado a ser víctimas de su maléfica influencia. ­Spiritual Gifts, (Dones Espirituales), tomo 4, pág. 128 (1864).

Abstinencia de narcóticos *
Nuestro pueblo retrocede constantemente en lo que se refiere a la reforma de la salud. Satanás sabe que no puede ejercer el mismo control sobre ellos como lo tiene cuando ceden a sus apetitos. La conciencia se embota, la mente se anubla y disminuye su susceptibilidad a ser impresionada, cuando se está bajo la influencia de alimentos dañinos. Pero la culpa del transgresor no se atenúa porque su conciencia violada se halle adormecida.
Satanás se ocupa en corromper las mentes y destruir las almas con sus tentaciones insidiosas. ¿Comprenderá el pueblo de Dios lo que significa la complacencia de un apetito pervertido? ¿Abandonarán el uso de té, café, carnes, y todo alimento estimulante, y dedicarán en cambio a la predicación de la verdad el dinero que gastarían en la complacencia de estos apetitos perjudiciales? Estos estimulantes solo causan daño, y sin embargo vemos que muchos que profesan ser cristianos usan el tabaco. Estas mismas personas, mientras deploran los males de la intemperancia y hablan contra el uso del licor, escupen a cada rato el jugo del tabaco que están mascando. Puesto que el estado saludable de la mente depende del funcionamiento normal de las facultades vitales, cuánto cuidado debiera ejercerse de evitar el uso de todo narcótico y estimulante.

El tabaco es un veneno lento e insidioso, y es más difícil desterrar sus efectos del organismo que los del alcohol. ¿Qué poder puede ejercer un adicto del tabaco contra los avances de la intemperancia? Debe producirse una revolución contra el tabaco en el mundo antes que se pueda aplicar el hacha a la raíz del árbol. Vayamos todavía un poco más lejos. El consumo de té y café estimula el apetito que se tiene por estimulantes más fuertes, como el tabaco y el licor. Pero consideremos el asunto aún más de cerca y examinemos las comidas que se sirven diariamente en los hogares de los cristianos. ¿Se practica en ellos la temperancia en todas las cosas? ¿Se promueven allí las reformas que son tan esenciales para la buena salud y la felicidad? Cada verdadero cristiano ejercerá control sobre sus apetitos y pasiones. Si no es capaz de librarse del yugo del apetito que lo esclaviza, no puede ser un siervo de Cristo verdadero y obediente. Es la complacencia de los apetitos y las pasiones lo que impide que la verdad surta efecto alguno sobre el corazón. Es imposible que el espíritu y el poder de la verdad santifiquen el cuerpo, el alma y el espíritu de una persona que se halla controlada por el apetito y la pasión.

El dominio propio y la oración
Cuando Cristo se veía más fieramente asediado por la tentación, no comía. Se entregaba a Dios y gracias a su ferviente oración y perfecta sumisión a la voluntad de su Padre salía vencedor. Sobre todos los demás cristianos profesos, los que aceptan la verdad para estos últimos días debieran imitar a su gran Ejemplo en lo que a la oración se refiere. . .
Jesús pedía fuerza a su Padre con fervor. El divino Hijo de Dios la consideraba de más valor que el sentarse ante la mesa más lujosa. Demostró que la oración es esencial para recibir fuerzas con que contender contra las potestades de las tinieblas y hacer la obra que se nos ha encomendado. Nuestra propia fuerza es debilidad, pero la que Dios concede es poderosa, y hará más que vencedor a todo aquel que la obtenga.­ Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 183 (1869). EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD. 12. “La Benevolencia Y La Rectitud En La Vida De Casados”


Los que profesan ser cristianos no debieran casarse hasta después de haber considerado el asunto cuidadosamente y con oración, de un modo elevado, para ver si Dios puede ser glorificado por la unión. Luego debieran considerar debidamente el resultado de cada privilegio de la relación matrimonial, y principios santificadores debieran ser la base de todas sus acciones. Antes de aumentar su familia, debieran considerar si Dios sería glorificado o deshonrado al traer ellos hijos al mundo. Debieran tratar de glorificar a Dios por medio de su unión desde el primero y durante cada año de su vida matrimonial. Debieran considerar con calma cómo pueden brindar a sus hijos lo que necesitan. No tienen derecho a traer hijos al mundo que han de ser una carga para otros. ¿Tienen un trabajo que les permitirá sostener una familia de modo que no necesiten llegar a ser una carga para los demás? Si no lo tienen, cometen un crimen al traer  hijos al mundo para que sufran por falta de cuidado, alimento y ropa apropiados. En esta época rápida y corrupta no se consideran estas cosas. La concupiscencia predomina sin que se la someta a control, aunque la debilidad, la miseria y la muerte sean el resultado de su predominio. Las mujeres llevan forzosamente una vida de penuria, dolor y sufrimiento por causa de las pasiones incontrolables de hombres que llevan el nombre de esposos ­más apropiadamente podría llamárseles bestias. Las madres llevan una existencia miserable, casi todo el tiempo con hijos en los brazos, esforzándose por todos los medios para darles el pan y para vestirlos. Esta miseria se ha multiplicado y llena el mundo.

La pasión no es amor
Hay muy poco amor real, genuino, leal y puro. Este precioso artículo escasea. A la pasión se la llama amor. Más de una mujer se ha sentido ultrajada en su delicada y tierna susceptibilidad porque la relación matrimonial le permitía al que llamaba su esposo tratarla de modo cruel. En estos casos, al darse cuenta de que el amor de su esposo era tan vil, llegaba a sentir repulsión por él.
Un gran número de familias viven en un estado deplorable porque el esposo y padre permite que predominen sus instintos animales sobre sus capacidades intelectuales y morales. Como resultado, frecuentemente se sienten débiles y deprimidos, pero rara vez se dan cuenta de que es el resultado de su conducta equivocada. Tenemos ante Dios la solemne obligación de mantener el espíritu puro y el cuerpo sano, de modo que podamos beneficiar a la humanidad y ofrecer a Dios un servicio perfecto. El apóstol nos advierte: 'No reine, pues, el pecado en vuestro cuerpo mortal, de modo que lo obedezcáis en sus concupiscencias" (Romanos 6: 12). Nos insta a seguir adelante cuando dice que 'todo aquel que lucha, de todo se abstiene" (1 Corintios 9: 25).  Exhorta a todos los que se consideran cristianos a presentar sus cuerpos "en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios" (Romanos 12: 1). Dice: 'Golpeo mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre, no sea que habiendo sido heraldo para otros, yo mismo venga a ser eliminado" (1 Corintios 9: 27).

El cuidado de la esposa
Es un error generalizado pensar que no es necesario para una mujer embarazada cambiar su modo de vida. En este período importante debiera aliviarse a la madre en sus trabajos. Se están llevando a cabo grandes cambios en su organismo. Este requiere una mayor cantidad de sangre, y por lo tanto, un aumento en la cantidad de alimentos altamente nutritivos que han de convertirse en sangre. A menos que tenga una abundante provisión de alimentos nutritivos, no puede mantenerse físicamente fuerte, y les resta vitalidad a sus hijos. También debe prestar atención a su vestimenta. Debiera cuidar su cuerpo del frío. No debiera malgastar su vitalidad en la zona superficial de su cuerpo por falta de suficiente abrigo. Si se priva a la madre de abundantes alimentos saludables y nutritivos, sufrirá de una deficiencia en la cantidad y calidad de sangre. Su circulación será pobre y su hijo sufrirá esta misma carencia. El hijo será incapaz de retener el alimento necesario en la producción de buena sangre para nutrir el organismo. El bienestar de la madre y el niño depende en mucho de una vestimenta buena y abrigada y una provisión de alimentos nutritivos. Debe considerarse la carga extra que debe soportar la vitalidad de la madre y brindarse una compensación adecuada.

El control del apetito es importante
Pero, por otro lado, la idea de que las mujeres, por causa de su estado especial, pueden permitirse fomentar un  apetito descontrolado, es un error basado en la costumbre en vez de la razón. El apetito de la mujer en este estado puede ser variable, irregular y difícil de satisfacer; y por costumbre se le permite ingerir todo lo que le gusta, sin consultar a la razón en cuanto a si cierto alimento puede nutrir su cuerpo y ayudar al crecimiento de su hijo. Los alimentos debieran ser nutritivos, pero no estimulantes. Por costumbre se le permite comer, si lo desea, carne, encurtidos, comida altamente sazonada o pasteles de carne picada; se siguen solamente las inclinaciones del apetito. Este es un gran error y causa mucho daño. El daño es inestimable. Si en algún momento se necesita un régimen alimentario sencillo y un cuidado especial por la calidad de los alimentos ingeridos, es precisamente en este importante período.

Las mujeres que obran por principio, y que han sido instruidas correctamente, no se apartarán de un régimen sencillo, muy especialmente en este tiempo. Tendrán en cuenta que otra vida depende de ellas, y serán cuidadosas en cuanto a sus hábitos. y especialmente en cuanto al régimen alimenticio. No debieran ingerir lo que no es nutritivo o es estimulante solo porque tiene buen gusto. Hay muchos consejeros dispuestos a persuadirlas a hacer aquello que la razón les indicaría no hacer.
Nacen niños enfermos por causa de que los padres complacen su apetito. El organismo no demandaba la variedad de alimento que les atraía. Creer que una vez que imaginamos que deseamos un alimento, éste debe pasar al estómago, es un gran error que las mujeres cristianas no debieran cometer. No debiera permitirse que la imaginación controle las necesidades del organismo. Los que permiten que el gusto los gobierne, sufrirán el castigo de transgredir las leyes de su organismo. Y no se termina aquí el asunto; su inocente hijo también sufrirá...

Una atmósfera agradable es esencial
Debiera tenerse mucho cuidado de rodear a la madre de una atmósfera agradable y feliz. El esposo y padre tiene la responsabilidad especial de hacer todo lo que esté a su alcance para aligerar las cargas de la esposa y madre. Debiera colaborar, tanto como le sea posible, con las cargas características de su estado. Debiera ser afable, cortés, amable y tierno, y especialmente complacer sus deseos. Algunas mujeres que están esperando familia reciben la mitad del cuidado que se da a los animales en el establo.

Consejos relacionados con la maternidad
Toda mujer que va a ser madre, a pesar del medio que la rodee, debe alentar constantemente una disposición alegre, sabiendo que sus esfuerzos le producirán una cosecha diez veces mayor en el aspecto físico y en el carácter moral de su vástago. Pero esto no es todo. Ella podrá, por fuerza de hábito, acostumbrarse a pensar alegre y positivamente, y fomentar así una mentalidad placentera y proyectar su propia disposición alentadora sobre su familia y las demás personas que la rodean.

De este modo, también su salud física mejorará considerablemente. Los principios vitales serán fortalecidos; la sangre no fluirá pesadamente, como cuando se deja invadir por la tristeza y el abatimiento. Su salud mental y moral se vigorizan con la animación de su propio espíritu. El poder de la voluntad será capaz de resistir las impresiones de la mente y llegará a ser un calmante efectivo para sus nervios. Se debe tener un cuidado muy especial con los niños a quienes se ha privado de esta vitalidad que deberían haber heredado de sus padres. La atención cuidadosa a las leyes de su ser les permitirá el desarrollo de condiciones mucho más saludables.

La alimentación de los niños
El período de lactancia es crítico para el niño. Muchas madres, mientras crían a sus hijos, trabajan demasiado, y mientras cocinan, su sangre se calienta con el calor de la estufa, y el niño se ve afectado seriamente, no sólo por la alimentación afiebrada que recibe del pecho de su madre, sino porque la sangre se halla envenenada por una dieta malsana, que ha contaminado todo su sistema incluyendo la leche del bebé. La condición mental de la madre afecta también al niño. Si se siente desdichada, perturbada, irritable, o encolerizada, el alimento que el niño recibe de su madre estará contaminado, y podrá ocasionarle cólicos, espasmos y, ocasionalmente, hasta convulsiones.

También el carácter del niño se afecta en mayor o menor grado por la naturaleza de la comida que recibe de su madre. Cuán importante es, entonces, que la madre mantenga una actitud mental alegre y ejerza un perfecto control sobre su espíritu mientras le da el pecho a su bebé. Si la madre actúa de esta manera, no se dañará el alimento del niño, y la conducta tranquila y amable que conserve mientras cuida del niño, será de singular importancia para el desarrollo mental de la criatura. Si el niño es nervioso y se inquieta con facilidad, la actitud serena y cuidadosa de la madre ejercerá una influencia tranquilizadora y correctiva sobre la criatura y su salud mejorará notablemente.

Muchos niños han sido víctimas de fuertes abusos a causa del cuidado impropio que han recibido. Si estaban inquietos se les daba de comer para mantenerlos callados, cuando en la mayoría de los casos, el alimento excesivo y dañado a causa de los hábitos perniciosos de la madre, era la verdadera causa de su inquietud. Mientras más alimento se les  daba, peor se comportaban, porque el estómago ya estaba sobrecargado. . .

A menudo la madre hace planes de realizar cierta cantidad de trabajo durante el día; y cuando los niños la molestan, en lugar de dedicar algunos instantes para atender sus pequeñas necesidades y entretenerlos, con frecuencia les da algo de comer, para aquietarlos. Esta medida surte efecto por poco tiempo, pero más tarde la situación se complica. El estómago de los niños se sobrecarga de alimentos cuando no tienen la más mínima necesidad de comida. Todo lo que se requería era un poquito de tiempo y atención de parte de la madre. EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD. 11. “Una Higiene Escrupulosa”


*UNA HIGIENE ESCRUPULOSA*
Cuando se presenta una enfermedad grave en la familia, es esencial que cada miembro vele estrictamente por su propia limpieza y por su alimentación, con el fin de mantenerse en una condición física saludable, y fortalecerse así contra la enfermedad. También es de suma importancia que el cuarto del enfermo se mantenga bien ventilado desde el mismo comienzo. El hacerlo es de gran beneficio para el enfermo y de importancia capital para quienes se vean 61 obligados a permanecer un tiempo en el cuarto del paciente para cuidarlo. . .

Se ahorraría mucho sufrimiento si todos colaboraran para evitar la enfermedad, obedeciendo estrictamente las leyes de la salud. Se deben observar escrupulosamente los principios de higiene. Hay muchos que, aunque están sanos, no se preocupan por mantenerse siempre saludables. Descuidan su limpieza personal y no se ocupan del aseo de su indumentaria. A través de los poros el cuerpo absorbe constantemente las impurezas, en forma imperceptible, y si la superficie de la piel no se mantiene en condiciones saludables, el sistema se verá recargado de suciedad. Si la ropa que se usa no se lava a menudo ni se ventila al aire, ésta se mantiene sucia con las impurezas que el cuerpo despide mediante la traspiración. Y si las ropas no se limpian frecuentemente de esas impurezas, los poros vuelven a absorber los desperdicios que ya había desechado. Si no eliminamos estas impurezas del cuerpo, se volverán a introducir en la sangre, de donde su presencia será forzada sobre los órganos internos. La naturaleza, para despojarse de estas impurezas dañinas, hace un gran esfuerzo para liberar al sistema. Este esfuerzo produce fiebre y termina más tarde en una enfermedad. Pero aun entonces, si las personas que se hallan enfermas colaboran con la naturaleza, usando agua pura podrían evitar muchos sufrimientos. Sin embargo, en vez de tratar de eliminar los venenos del sistema, muchos introducen en él otros venenos peores en su afán por acabar con el que está adentro.

Si cada familia se diera cuenta de los beneficios que se derivan de observar una limpieza estricta, realizarían esfuerzos denodados para quitar cada impureza tanto de su cuerpo como de su casa, y harían extensivos sus esfuerzos aun a sus alrededores. Mucha gente permite que en los patios de sus casas haya restos de vegetales en descomposición. Estas personas desconocen lo perjudiciales que 62 son estas inmundicias. Estas sustancias en descomposición despiden constantemente olores que envenenan el aire. Y cuando se respira el aire impuro, la sangre se envenena, se afectan los pulmones, y todo el sistema se enferma. Un sinnúmero de enfermedades se pueden producir al respirar esa atmósfera afectada por materias en descomposición.


Hay familias que se han enfermado y han muerto algunos de sus miembros; y los sobrevivientes han murmurado contra su Hacedor por causa de sus aflicciones, sin darse cuenta que ellos mismos habían sido los responsables de sus enfermedades y muertes a causa de sus propios descuidos. Las impurezas de sus propios ambientes han acarreado sobre ellos las enfermedades contagiosas y demás aflicciones que los han inducido hasta a culpar a Dios. Toda familia que valora la salud debe limpiar sus casas y sus alrededores y mantenerlos libres de toda clase de substancias en descomposición.

Dios le ordenó al pueblo de Israel que nunca permitiera en el campamento a personas impuras ni con vestidos sucios. Los que mostraban alguna impureza personal eran echados del campamento hasta la tarde, y se les exigía que se limpiaran y que lavaran sus ropas antes de entrar de nuevo en él. Dios también les ordenó que mantuvieran sus terrenos libres de inmundicias, hasta una gran distancia del campamento, porque el Señor pasaría por el campo, no fuera que viera alguna basura.

En asuntos de limpieza, Dios no requiere menos de nosotros ahora, de lo que requirió del antiguo Israel. El descuido de la limpieza acarreará enfermedad. La enfermedad y la muerte prematura no llegan sin causa. Fiebres persistentes y enfermedades contagiosas prevalecen en algunos vecindarios y aldeas que antes se consideraban saludables; algunos han muerto y otros han quedado inválidos para toda la vida. En muchos casos el agente de la destrucción se encontraba en los propios patios de las casas, de donde surgía 63 el veneno mortal que contaminaba la atmósfera y más tarde era respirado por las familias y por el mismo vecindario. La negligencia y la suciedad que se observan a veces son detestables; y es asombrosa la ignorancia de las consecuencias de estas cosas nocivas sobre la salud. Los lugares así contaminados deben ser desinfectados con cal o cenizas, especialmente durante el verano, o mediante el entierro diario de la basura.

La Comida Sencilla
Para poder ofrecerle a Dios un servicio perfecto, usted debe tener un concepto claro de sus requerimientos. Debería usar el alimento más sencillo, preparado en la forma más simple, de manera que no se debiliten los delicados nervios del cerebro, ni se entorpezcan ni se paralicen, incapacitándolo para discernir las cosas sagradas, o considerar la expiación, la sangre purificadora de Cristo como algo inestimable.

Los hábitos físicos y la salud espiritual
Se presenta el carácter de Daniel al mundo como un ejemplo poderoso de lo que la gracia divina puede hacer en favor de los hombres caídos por naturaleza y corrompidos por el pecado. La historia de esta vida noble y abnegada constituye un estímulo animador para la humanidad entera. De esta experiencia podemos adquirir fuerza para resistir con hidalguía la tentación, y mantenernos con firmeza y humildad de parte de la justicia ante las pruebas más severas.

La experiencia de Daniel *
Daniel habría podido encontrar fácilmente una excusa  para abandonar sus hábitos de estricta temperancia; pero la aprobación divina era de más valor para él que el favor del más poderoso potentado de la tierra; en efecto, le eran más caros que la vida misma. Después que su cortesía le había ganado el favor de Melsar, el oficial encargado de los jóvenes hebreos, Daniel le pidió que le permitiera abstenerse de comer las viandas reales y de beber el vino de la corte. Melsar temía que al satisfacer la demanda de Daniel el rey se disgustara y de ese modo pusiera en peligro su vida misma. Igual que muchos en la actualidad, Melsar temía que una dieta abstemia debilitaría a los jóvenes, que sus fuerzas musculares decaerían y ofrecerían una apariencia pálida y enfermiza, mientras que las comidas suntuosas de la mesa real los harían fuertes y hermosos, y les proporcionarían una energía física superior.

Daniel le suplicó que los probara durante diez días, permitiendo a los jóvenes hebreos tomar alimentos simples en ese lapso mientras sus compañeros participaban de las exquisitas comidas reales. Finalmente la petición fue concedida, y Daniel estuvo seguro de haber ganado la victoria. A pesar de su juventud, conocía los efectos nocivos que el vino y las comidas extravagantes producen sobre la salud física y mental.

Pero al final de los diez días los resultados fueron completamente opuestos a lo que Melsar esperaba. El cambio observado en los jóvenes que habían sido temperantes no se vio sólo en su apariencia personal, sino también en su actividad física y vigor mental, porque superaban en todo sentido a sus demás compañeros que habían complacido las demandas de sus apetitos. Como resultado de esta prueba, Daniel y sus compañeros pudieron continuar con una alimentación sencilla durante todo el curso de su entrenamiento en los deberes del reino.

El Señor miró con buenos ojos la firmeza y el dominio propio de los jóvenes hebreos, y los bendijo. "A estos  cuatro muchachos Dios les dio conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias; y Daniel tuvo entendimiento en toda visión y sueños. Y el rey habló con ellos, y no fueron hallados entre todos ellos otros como Daniel, Ananías. Misael y Azarías; así, pues, estuvieron delante del rey. En todo asunto de sabiduría e inteligencia que el rey les consultó, los halló diez veces mejores que todos los magos y astrólogos que había en todo su reino" (Daniel 1: 17, 19, 20).
Aquí hay una lección para todos, pero especialmente para los jóvenes. El cumplimiento fiel de los requerimientos divinos beneficia la salud física y mental. Se tiene que buscar primeramente la sabiduría y la fuerza de Dios si se ha de alcanzar la más alta norma moral e intelectual; y además, se necesita observar una estricta temperancia en todos los hábitos de la vida. La experiencia de Daniel y sus compañeros constituye un ejemplo del triunfo de los principios sobre la tentación a la indulgencia del apetito. Demuestra que los jóvenes pueden vencer mediante la observancia de los principios religiosos, todas las propensiones carnales y mantenerse fieles a los requerimientos divinos, aunque esto demande un gran sacrificio.

¿Qué habría sucedido si Daniel y sus compañeros se hubieran sometido a las exigencias de los oficiales paganos y, bajo la presión del momento, hubieran comido y bebido como los babilonios? Esa sola transigencia con el mal habría debilitado su capacidad de percibir el bien y de aborrecer el mal. La satisfacción del apetito habría significado el debilitamiento del vigor físico y la pérdida de claridad intelectual y poder espiritual. Un paso equivocado los podría haber conducido a otros, hasta que se cortara la conexión con el cielo y los arrastrara la corriente de la tentación. . .
La vida de Daniel constituye una ilustración sagrada de lo que significa un carácter santificado. El concepto bíblico de la santificación tiene que ver con el hombre completo. . . Es  imposible disfrutar de las bendiciones de la santificación cuando una persona es egoísta y glotona. Algunos gimen bajo el peso de las enfermedades a consecuencia de los malos hábitos en el comer y el beber, los cuales hacen violencia a las leyes de la vida y la salud. Muchos debilitan sus órganos digestivos porque se dejan llevar por apetitos pervertidos. El poder de la constitución humana para resistir los abusos que se cometen contra el organismos es maravilloso: pero la persistencia de los hábitos equivocados en la comida y la bebida debilitan todas las funciones del cuerpo. Tratemos de que estas personas débiles consideren cómo habrían podido ser si hubieran vivido en forma temperante, promoviendo una buena salud en vez de abusar de ella. Aun los cristianos profesos estorban la obra de la naturaleza al gratificar sus apetitos y pasiones pervertidos, menoscabando de ese modo sus fuerzas físicas, mentales y morales. Algunos que cometen estos errores pretenden haber sido santificados por el Señor, pero tal pretensión carece de fundamento. . .

La santificación es un principio viviente
Consideremos la apelación que el apóstol Pablo hace a sus hermanos, por las misericordias de Dios, que presenten sus cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios... La santificación no es una mera teoría, una emoción, ni un conjunto de palabras, sino un principio viviente y activo, que se compenetra de la vida de cada día. La santificación requiere que los hábitos referentes a la comida, la bebida y la indumentaria sean de tal naturaleza que preserven la salud física, mental y moral, de modo que podamos presentar nuestros cuerpos al Señor ­no como una ofrenda corrompida por los malos hábitos­ sino como "un sacrificio vivo, santo, y agradable a Dios" (Romanos 12: 1).
Que nadie que profesa piedad considere con indiferencia la salud del cuerpo haciéndose la ilusión de que la intemperancia  no es pecado ni afectará su espiritualidad. Existe una relación estrecha entre la naturaleza física y la moral. Los hábitos físicos elevan o rebajan la norma de la virtud. El consumo excesivo de los mejores alimentos producirá una condición mórbida de los sentimientos morales. Y si esos alimentos no son de los más saludables, los efectos son todavía más detrimentales. Cualquier hábito que no promueva la salud del cuerpo humano, degrada las facultades elevadas y nobles del individuo. Los hábitos equivocados de comer y beber conducen a la comisión de errores de pensamiento y acción. La complacencia de los apetitos fortalece los instintos animales, dándoles la supremacía sobre las facultades mentales y espirituales.

"Amados, yo os ruego como a extranjeros y peregrinos, que os abstengáis de los deseos carnales que batallan contra el alma" (1 Pedro 2: 11), es el consejo del apóstol Pedro. Pero muchos consideran que esta amonestación se refiere sólo a los licenciosos. sin darse cuenta de su significado más extenso. Estas palabras pueden proteger al cristiano contra la gratificación de cada apetito dañino y cada pasión. Es una advertencia muy enérgica contra el uso de estimulantes y narcóticos, tales como té, café, tabaco, alcohol y morfina. La complacencia de estos apetitos bien puede catalogarse entre las prácticas que ejercen una influencia perniciosa sobre el carácter moral del individuo. Mientras más temprano se formen estos hábitos perjudiciales, más firmemente esclavizarán a sus víctimas en el vicio, y más seguramente les harán rebajar las normas de la espiritualidad.

Las enseñanzas bíblicas causarán sólo una impresión débil en aquellos cuyas facultades se hallen entorpecidas por la indulgencia del apetito. Hay miles que prefieren sacrificar no sólo la salud, sino la vida misma y aun su esperanza de alcanzar el cielo, antes que declarar la guerra contra sus apetitos pervertidos. Una dama, que por muchos años pretendía estar santificada, dijo que si tuviera que  escoger entre su pipa y el cielo, diría: "Adiós cielo; no puedo vencer la afición que le tengo a mi pipa". Este ídolo estaba entronizado de tal manera en su alma que dejaba un lugar secundario a Jesús. ¡Sin embargo esta dama pretendía pertenecer totalmente al Señor!

Los que son verdaderamente santificados, no importa dónde se encuentren, mantendrán altas normas de moralidad al practicar hábitos físicos correctos y, como Daniel, constituirán un ejemplo de temperancia y autocontrol para los demás. Todo apetito depravado se convierte en una pasión descontrolada. Toda acción contraria a las leyes de la naturaleza crea en el alma una condición enfermiza. La complacencia de los apetitos causa problemas digestivos, entorpece el funcionamiento del hígado y anubla el cerebro; de este modo pervierte la disposición y el espíritu del hombre. Y estas facultades debilitadas se ofrecen a Dios, quien rehusó aceptar las víctimas para el sacrificio a menos que fueran sin tacha. Tenemos la obligación de mantener nuestros apetitos y hábitos de vida en conformidad con las leyes de la naturaleza. Si los cuerpos que se ofrecen hoy sobre el altar de Cristo fueran examinados con el mismo cuidado con que se examinaban los sacrificios judíos, ¿quién sería aceptado con nuestros hábitos de vida actuales?
Con cuánto cuidado deberían los cristianos controlar sus hábitos con el fin de preservar todo el vigor de cada facultad para dedicarla al servicio de Cristo. Si hemos de alcanzar la santificación del alma, cuerpo y espíritu, debemos vivir en conformidad con la ley divina. El corazón no puede mantenerse consagrado a Dios mientras se complacen los apetitos y las pasiones en detrimento de la salud y la vida misma. . .

Las amonestaciones inspiradas del apóstol Pablo contra la complacencia propia continúan siendo válidas hasta nuestros tiempos. Para animarnos nos habla de la libertad que disfrutan los verdaderamente santificados. "Ahora, pues,  ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu' (Romanos 8: 1). A los gálatas los exhorta: 'Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne' (Gálatas 5: 16-17). Además indica algunas formas de pasiones carnales, tales como la idolatría y la borrachera. Después de mencionar los frutos del Espíritu, entre los cuales se halla la temperancia, añade: "Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos" (vers. 24).
Muchos profesos cristianos asegurarían hoy que Daniel fue demasiado exigente y lo tacharían de estrecho y fanático. Consideran de poca monta la cuestión de la comida y la bebida, como para requerir una actitud tan decidida y que pudiera involucrar el sacrificio de toda ventaja terrenal. Pero los que razonan de esta manera se darán cuenta en el día del juicio que se habían alejado de los expresos requerimientos divinos y habían establecido su propio juicio como norma de lo bueno y lo malo. Entonces comprenderán que lo que para ellos parecía sin importancia, era de suma importancia ante los ojos de Dios. Las demandas de Dios se deben obedecer religiosamente. Los que aceptan y obedecen uno de los preceptos divinos porque les parece conveniente hacerlo, mientras ignoran otro porque les parece que su observancia les demandaría un sacrificio, rebajan las normas del bien y con su ejemplo arrastran a otros a considerar con liviandad la sagrada ley de Dios. "Así dice el Señor', debiera ser nuestra norma en todo tiempo.

Abandonando las carnes
El pueblo que se está preparando para ser santo, puro y refinado, y ser introducido en la compañía de los ángeles  celestiales, ¿habrá de continuar quitando la vida de los seres creados por Dios para sustentarse con su carne y considerarla como un lujo? Por lo que el Señor me ha mostrado, habrá que cambiar este orden de cosas, y el pueblo de Dios ejercerá templanza en todas las cosas. . .
El peligro de contraer una enfermedad aumenta diez veces al comer carne. Las facultades intelectuales, morales y físicas quedan perjudicadas por el consumo habitual de carne. El comer carne trastorna el organismo, anubla el intelecto y embota las sensibilidades morales...La conducta más segura para vosotros consiste en dejar la carne. Testimonios para la iglesia, tomo 2, págs. 58-59.

Evítese la glotonería
Hay muchos que son incapaces de controlar sus apetitos y se dejan arrastrar por sus deseos a expensas de su propia salud. Como resultado de su intemperancia, el cerebro se entorpece, los pensamientos se aletargan y dejan de realizar lo que habrían podido hacer si hubieran sido abnegados y abstemios. Las personas intemperantes le roban a Dios las energías físicas y mentales que podrían haber consagrado a su servicio si hubieran sido temperantes en todas las cosas. . .
La Palabra de Dios coloca la glotonería al mismo nivel que el pecado de la borrachera. Este pecado era tan ofensivo a la vista de Dios, que le ordenó a Moisés que cualquier muchacho que se rebelara y no permitiera el control de sus apetitos, que comiera rebelde y glotonamente todo lo que se le antojara, debía ser llevado por sus padres ante los gobernantes de Israel para ser apedreado. La persona glotona era considerada como un caso perdido. No era útil para los demás y constituía una maldición para sí misma. A esa persona no se le confiaba ninguna responsabilidad, porque su influencia sería detrimental para los demás, y el  mundo lo pasaría mejor librándose de un individuo que sólo lograría perpetuar sus terribles defectos.
Ninguna persona consciente de su responsabilidad ante Dios permitiría que los instintos animales controlen su raciocinio. Los que actúan de esta manera no son verdaderos cristianos, no importa quiénes sean ni cuán elevada sea su posición. El consejo de Cristo es: "Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto' (S. Mateo 5: 48). Por medio de estas palabras nos enseña que podemos ser tan perfectos en nuestra esfera, como Dios es perfecto en la suya.­ Testimonies for the Church, (Testimonios para la iglesia), tomo 4, págs. 454, 455.

Lecciones de la experiencia de Juan el Bautista
Por mucho tiempo el Señor ha estado llamando la atención de su pueblo en cuanto a la reforma de la salud. Esta obra constituye una de las ramas principales en la preparación para la segunda venida del Hijo del hombre.
Juan el Bautista avanzó con el espíritu y el poder de Elías para aparejar el camino del Señor, y encaminar a los hombres por el sendero de la sabiduría de los justos. Fue un prototipo de los que vivirían en los últimos días con el cometido divino de proclamar a la gente las verdades sagradas, con el fin de preparar el camino para la segunda venida de Cristo. Juan fue un reformador. El ángel Gabriel, descendiendo del cielo, pronunció un discurso sobre salud a los padres de Juan. Les dijo que no bebería vino ni otras bebidas fuertes, y que debería ser lleno del Espíritu Santo desde su mismo nacimiento.

Juan se separó de sus amistades y de los lujos mundanales.  La sencillez de su indumentaria, un vestido fabricado de pelos de camello, fue una aguda reprensión para la extravagancia ostentosa de los sacerdotes judíos, así como para la demás gente. Su alimentación completamente vegetariana, de algarrobas y miel silvestre, constituía una reprensión contra la complacencia de los apetitos y la glotonería prevaleciente por doquiera.

El profeta Malaquías declara: "¡He aquí, yo os envío el profeta Elías, antes que venga el día de Jehová, grande y terrible. El hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres!" (Malaquías 4: 5-6). Aquí el profeta describe el carácter del trabajo que se debe realizar. Los que lleven a cabo la obra de preparar el camino para la segunda venida de Cristo, están representados por el fiel Elías, del mismo modo como Juan vino con el espíritu de Elías para preparar el camino del primer advenimiento de Cristo. El gran tema de la reforma debe presentarse ante el mundo y las mentes del público deben ser impresionadas. El mensaje debe caracterizarse por la práctica de la temperancia en todas las cosas, para que el pueblo de Dios se vuelva de su idolatría, de su glotonería y de su extravagancia en el vestir y otros asuntos. La abnegación, la humildad y la temperancia que Dios requiere de los justos a quienes dirige y bendice de manera especial, deben ser presentadas a las gentes en contraste con los hábitos extravagantes y destructivos de quienes viven en esta época depravada.

Dios nos ha mostrado que la reforma de la salud está conectada tan estrechamente con el mensaje del tercer ángel como lo está la mano con el cuerpo. En ninguna parte se encuentra mayor causa de decadencia moral y física como en el descuido de este importante tema. Aquellos que dan rienda suelta a los apetitos y pasiones y que cierran los ojos a la luz por temor a descubrir complacencias pecaminosas que no desean abandonar, son culpables ante los ojos de Dios. Quienquiera que rechaza la luz que se le da sobre un asunto, predispone su corazón al rechazo de la luz sobre otros. El que viola las obligaciones morales relacionadas con la comida y el vestido, prepara el camino para quebrantar las exigencias divinas que tienen que ver con los intereses eternos.
Nuestros cuerpos no nos pertenecen. Dios tiene el derecho de exigir que cuidemos de la habitación que nos ha dado, para que presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, y agradable a Dios. Nuestros cuerpos le pertenecen al Dios que nos creó y nosotros estamos moralmente obligados a aprender la mejor forma de preservarlos de la enfermedad. Si debilitamos nuestros cuerpos a causa de la autocomplacencia, satisfaciendo los apetitos y vistiéndonos al compás de modas detrimentales para la salud, solo por el afán de mantenernos en armonía con el mundo, nos convertimos en enemigos de Dios. . .

La providencia divina ha estado impresionando al pueblo de Dios para que abandone las costumbres extravagantes del mundo, se aparte de la complacencia de apetitos y pasiones, y adopte una posición firme sobre la plataforma del dominio propio y de la temperancia en todas las cosas. El pueblo dirigido por Dios será peculiar; un pueblo diferente al mundo. Si aceptan la dirección de Dios cumplirán los propósitos divinos y someterán su voluntad a la suya. Entonces Cristo morará en sus corazones. El templo de Dios será santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu Santo. Dios no requiere que sus hijos se nieguen a sí mismos al punto de debilitar sus energías físicas. El exige que sus hijos obedezcan las leyes naturales con el fin de promover una buena salud. El camino de la naturaleza es el sendero que Dios ha marcado y es suficientemente amplio para todos los cristianos. Dios nos ha colmado, con su mano cariñosa, de ricas y abundantes bendiciones para nuestro propio sustento y deleite. Para que nosotros gocemos, sin embargo, del apetito natural que preserva la  salud y prolonga la vida, él restringe ese mismo apetito. Cuídense de los apetitos artificiales, nos amonesta, contrólenlos, rechácenlos. Cuando cultivamos un apetito pervertido, transgredimos las leyes de nuestro organismo y nos echamos encima la responsabilidad del abuso de nuestro propio cuerpo y de acarrear enfermedades sobre nosotros mismos. . .

El dominio propio es esencial en toda religión genuina. Los que no han aprendido a negarse a sí mismos se hallan destituidos de la piedad práctica vital. Es inevitable que las demandas de la religión afecten nuestras inclinaciones naturales y nuestros intereses temporales. Todos tenemos una obra que hacer en la viña del Señor. EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD: 10. “Temperantes En Todo”


La reforma de la salud es una parte importante del mensaje del tercer ángel; y como pueblo que profesa esta reforma debemos avanzar continuamente, y nunca retroceder. Es una gran cosa que podamos asegurarnos la salud acatando las leyes de la vida, y muchos no lo han hecho. Gran parte de las enfermedades y los sufrimientos que abundan entre  nosotros son el resultado de la transgresión de las leyes físicas, producto de los propios malos hábitos de la gente.
Nuestros antepasados nos han hecho herederos de costumbres y apetitos que plagan al mundo con enfermedades. Las consecuencias de los pecados que los padres cometen al complacer los apetitos pervertidos, recaen dolorosamente sobre los hijos hasta la tercera y cuarta generaciones. La mala alimentación de muchas generaciones, los hábitos de glotonería y desenfreno de la gente, han hecho que se llenen nuestros hospicios, prisiones y manicomios. La intemperancia en la bebida de té. café, vino, cerveza, ron y brandy, además del uso del tabaco, el opio y otros narcóticos, ha producido una gran degeneración mental y física que continúa creciendo constantemente.

¿Son estos males que azotan a la raza humana un resultado de la providencia de Dios? No; en realidad existen porque la gente ha vivido en forma contraria a su providencia y todavía continúa ignorando sus leyes irresponsablemente. Con las palabras del apóstol, apelo a las personas que no han sido cegadas ni paralizadas por enseñanzas y prácticas erróneas, a los que están listos a rendirle a Dios el mejor servicio de que son capaces: "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional. No os conforméis a este siglo, sino transformaos por medio de la renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta" (Romanos 12: 1-2). No tenemos derecho de violar caprichosamente un solo principio de las leyes de la salud. Los cristianos no deben aceptar las costumbres y prácticas del mundo.
La historia de Daniel fue registrada para beneficio nuestro. El eligió una conducta que lo hizo conspicuo en la corte del rey. No se conformó a los hábitos alimentarios de los cortesanos, sino que propuso en su corazón no comer las  carnes de la mesa del rey ni beber sus vinos. Esta decisión no fue tomada a la ligera ni de modo vacilante sino que fue ha con inteligencia y practicada resueltamente. Daniel honró a Dios; y en él se cumplió la promesa: "Yo honraré a los que me honran" (1 Samuel 2: 30). El Señor le dio "conocimiento e inteligencia en todas las letras y ciencias" y también le concedió "entendimiento en toda visión y sueños" (Daniel 1: 17); de modo que llegó a ser más sabio que todos los miembros de la corte real. más sabio que todos los astrólogos y magos del reino.

Los que sirvan a Dios con sinceridad y verdad constituirán un pueblo peculiar, diferente del mundo y separado de él. Sus alimentos no serán preparados para complacer la glotonería o gratificar el gusto pervertido sino para obtener de ellos la mayor cantidad de fortaleza física y, en consecuencia, la mejor condición mental. . .

La gratificación excesiva en la comida es un pecado. Nuestro padre celestial ha derramado sobre nosotros la gran bendición de la reforma pro salud para que lo podamos glorificar obedeciendo las demandas que hace de nosotros. Los que han recibido la luz acerca de este importantísimo tema tienen el deber de manifestar un mayor interés por los que todavía sufren por falta de conocimiento. Los que esperan el pronto regreso de su Salvador no deberían manifestar una falta de interés en esta gran obra de reforma. La acción armoniosa y saludable de todas las facultades del cuerpo y la mente produce felicidad; mientras más elevadas y limpias sean estas facultades más pura y genuina será la felicidad. Una existencia sin propósitos es una muerte en vida. La mente debería preocuparse de los temas que se refieren a nuestros intereses eternos. Esto contribuirá a la salud del cuerpo y de la mente.
Nuestra fe requiere que levantemos las normas de la reforma y que demos pasos de progreso. Debemos separarnos del mundo si queremos que Dios nos siga aceptando. Como pueblo, el Señor nos amonesta: "Salid de en medio de ellos, y apartaos... y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré" (2 Corintios 6: 17). Pueda ser que el mundo los desprecie por no conformarse a sus normas ni participar en sus diversiones disipadas ni seguir sus costumbres perniciosas; pero el Dios del cielo ha prometido recibirlos y ser para ustedes un padre: "Y seré para vosotros por padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso" (vers. 18).

El Mundo No Es Nuestro Criterio
El mundo no debe ser un criterio para nosotros. Hoy es costumbre gratificar el apetito con comidas exuberantes y estímulos artificiales, de modo que se estimulan las propensiones animales y se coarta el crecimiento y el desarrollo de las facultades morales. A menos que los descendientes de Adán decidan practicar la temperancia en todas las cosas. no hay ningún estímulo que se le pueda dar a ninguno de ellos para que lleguen a ser militantes victoriosos en la lucha cristiana. Al hacerlo, no pelearán como quien hiere el aire.­ Testimonies for the Church, tomo 4, pág. 35.

El ejercicio físico
Otra preciosa bendición es el ejercicio apropiado. Hay muchos indolentes inactivos, que no sienten inclinación por el trabajo físico o por el ejercicio, porque los cansa. ¿,Qué importa si los cansa? La razón por la que se cansan es que no fortalecen sus músculos por medio del ejercicio, por lo tanto les afecta el más pequeño esfuerzo. Las mujeres y niñas enfermas se sienten más satisfechas al ocuparse en trabajos livianos, como crochet, bordado, o encaje al hilo,  que al hacer trabajo físico. Si los enfermos desean recuperar la salud, no debieran descontinuar el ejercicio físico; porque así aumentarán la debilidad muscular y el decaimiento general. Vendad un brazo y dejad de usarlo por unas pocas semanas, después quitadle las vendas y descubriréis que es más débil que el brazo que habéis estado usando moderadamente durante el mismo tiempo. La inactividad produce el mismo efecto en todo el sistema muscular. No permite que la sangre despida las impurezas como sucedería si el ejercicio indujera una circulación activa.

Cuando el tiempo lo permite, todos los que puedan hacerlo, debieran caminar al aire libre en verano e invierno. Pero la ropa debiera ser apropiada para el ejercicio, y los pies debieran estar bien protegidos. Una caminata, aun en invierno, sería más benéfica para la salud que todas las medicinas que los médicos puedan prescribir. para los que pueden caminar, es preferible caminar en vez de cabalgar. Los músculos y las venas pueden realizar mejor su trabajo. Habrá un aumento de la vitalidad, tan necesaria para la salud. Los pulmones tendrían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los pulmones.

Algunos piensan que las riquezas y el ocio son realmente bendiciones. Pero cuando algunas personas se enriquecen, o inesperadamente heredan una fortuna, interrumpen sus hábitos activos, están ociosos, viven cómodamente, su utilidad parece terminar; se vuelven intranquilos, ansiosos e infelices, y su vida pronto se acaba. Los que siempre están ocupados, y llevan a cabo alegremente sus tareas diarias, son los más felices y más sanos. El descanso y la calma de la noche brindan a sus cuerpos cansados un sueño ininterrumpido. . .

El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de comer, con la cabeza erguida, enderezando los hombros y haciendo un moderado ejercicio, será de gran beneficio.   La mente se apartará de uno mismo, y se concentrará en las bellezas de la naturaleza. Cuanto menos se presta atención al estómago después de una comida, mejor. Si constantemente teméis que la comida os haga mal, muy probablemente sucederá así. Olvidaos de vosotros mismos y pensad en algo alegre.

El aire puro y los resfríos
Muchos son víctimas de la idea errónea de que si se han resfriado deben excluir el aire exterior y aumentar la temperatura de su habitación hasta que sea excesivamente alta. El organismo puede estar descompuesto, los poros pueden estar cerrados por el material de desecho, y los órganos internos más o menos inflamados, porque la sangre se ha retirado de la superficie y se ha ido hacia ellos. En estos casos, más que en otros, no se debiera privar a los pulmones de aire puro y fresco. Si hay un momento en que el aire puro es necesario, es cuando alguna parte del organismo, como los pulmones o el estómago, se enferma. Un ejercicio juicioso llevaría la sangre a la superficie, y aliviaría los órganos internos. Un ejercicio vigorizante, aunque no violento, al aire libre, con ánimo alegre, activará la circulación, dando un brillo saludable a la piel y enviando la sangre vitalizada por el aire puro, a las extremidades. El estómago enfermo se aliviará con el ejercicio. Con frecuencia los médicos aconsejan a los enfermos visitar países extranjeros, ir a las termas, o navegar, con el fin de recuperar la salud; cuando, en nueve casos de diez, si se alimentaran moderadamente e hicieran un ejercicio saludable con ánimo alegre, recuperarían la salud y ahorrarían tiempo y dinero. El ejercicio, y un aprovechamiento generoso y abundante del aire y de la luz solar ­bendiciones que el Cielo brinda liberalmente a todos­, darían vida y fuerza al extenuado enfermo. . .

Inacción y debilidad 
Los que no usan sus extremidades todos los días notarán que se sienten débiles cuando tratan de hacer ejercicio. Las venas y los músculos no están en condiciones de cumplir su función y mantener toda la maquinaria en saludable acción. cada órgano cumpliendo su parte. Los miembros se fortalecen con el uso. Un ejercicio moderado cada día impartirá fuerza a los músculos, que sin ejercicio se ponen fláccidos y endebles. Por medio del ejercicio activo y diario al aire libre, el hígado. los riñones, y los pulmones también se fortalecerán para hacer su trabajo. Traed en vuestra ayuda el poder de la voluntad, que resistirá el frío y dará energía al sistema nervioso. En poco tiempo os daréis cuenta del beneficio del ejercicio y del aire puro y no viviríais sin esas  bendiciones. Vuestros pulmones, privados del aire serán como una persona hambrienta privada de alimento. Por cierto, podemos vivir más tiempo sin alimento que sin aire,  que es el alimento que Dios ha provisto para los pulmones. Por lo tanto, no lo consideréis un enemigo. sino una preciosa bendición de Dios.

El aire puro y la luz solar
Nunca se debería privar a los enfermos de una amplia cantidad de aire fresco cuando el clima es agradable. Tal vez sus cuartos no estén construidos de tal manera que las puertas y las ventanas abiertas no ocasionen una corriente directa sobre ellos. exponiéndolos así a contraer un resfrío. En tales casos se deberían abrir las puertas y las ventanas de algún cuarto adyacente y permitir así que el aire fresco entre en la habitación ocupada por el enfermo. para los enfermos, el aire puro resultará de mayor beneficio que los 55 medicamentos, y es mucho más esencial para ellos que la misma comida. Si en lugar de privarlos de aire puro se les redujera la comida, lo pasarían mejor y se recuperarían más pronto. . .

Muchos inválidos han sido confinados durante semanas y aun meses en habitaciones cerradas, sin poder gozar de la luz del sol ni del aire puro y vigorizador del cielo, como Si este fuera un enemigo mortal, cuando estos elementos eran justamente la medicina que necesitaban para mejorar... Estos remedios valiosos que el cielo ha provisto sin dinero y sin precio, fueron descartados y se los consideró no solamente como inservibles, sino como peligrosos enemigos, en tanto que se aceptaron ciertamente los venenos prescritos por los médicos.

Han muerto miles de personas que podrían haber mejorado, por falta de agua pura y aire puro. Y miles de inválidos, que son una carga para ellos mismos y para los demás, piensan que sus vidas dependen de las medicinas que les recetan los doctores. Se cuidan constantemente del aire fresco y hasta evitan el uso del agua. Sin embargo, necesitan de estas bendiciones para recuperarse. Si comprendieran que deben dejar los medicamentos de lado, y acostumbrarse a hacer ejercicios al aire libre y mantener sus casas ventiladas tanto en verano como en invierno, y si usaran agua pura para beber y bañarse, podrían mantenerse comparativamente sanos y felices en lugar de arrastrar una existencia miserable.

Tómese en cuenta la salud de la enfermera
Las enfermeras y sus ayudantes deben cuidar su propia salud, especialmente cuando atienden casos críticos de fiebres y enfermedades contagiosas. Nunca se debe obligar a una sola persona a pasar todo el tiempo en el cuarto del enfermo. Es mejor que dos o tres lo atiendan, pero que sean enfermeras cuidadosas y diligentes que se turnen en la atención  del enfermo.  Cada enfermero o asistente médico debe mantenerse sano y hacer ejercicio al aire libre lo más que pueda.  Esto es muy importante para los que cuidan enfermos, especialmente cuando los familiares y amigos del paciente creen erradamente que es nocivo que el aire entre al cuarto, y por eso se niegan a permitir que se abran las puertas y ventanas.  En casos tales se obliga tanto al paciente como a los enfermeros a mantenerse respirando todo el día un aire contaminado, debido a la ignorancia inexcusable de los amigos del paciente.

Muy a menudo las personas que cuidan a los enfermos ignoran las necesidades del sistema y la importancia que el aire libre desempeña en el mantenimiento de la salud; además, desconocen el daño que produce inhalar el aire impuro del cuarto del paciente.  En tales casos se pone en peligro la vida del paciente y los que lo cuidan también están propensos a enfermarse y perder la salud y tal vez la vida...

Si es posible, se debe mantener una corriente de aire puro en el cuarto del enfermo día y noche.  Pero esta corriente no debe llegarle directamente.  Cuando hay una fiebre alta casi no hay peligro de que se resfríe el paciente.  Sin embargo, se debe ser extremadamente cuidadoso cuando la enfermedad llega a su punto crucial y la fiebre comienza a bajar.  Entonces se hace necesaria una vigilancia constante para mantener la vitalidad del cuerpo.  El enfermo debe respirar aire puro y vigorizador.  Si no se le puede proveer donde está, es menester cambiarlo de cuarto y de cama, mientras su cuarto y su cama se purifican por medio de la ventilación.  Si para mantenerse bien los que están sanos necesitan las bendiciones de la luz del sol, el aire puro, y los hábitos de limpieza, las necesidades del enfermo son todavía mayores y proporcionales a su condición debilitada.

Algunas casas están llenas de mobiliarios costosos, que sirven más para gratificar el orgullo y recibir visitas que  57 para la comodidad, la conveniencia y la salud de la familia. Los mejores cuartos se mantienen oscuros. No se permite la entrada de la luz del sol ni el aire puro por temor a que dañen el costoso mobiliario, o destiñan las alfombras, o arruinen los marcos de los cuadros. Así corren el peligro de enfermarse a causa de la atmósfera encerrada que los rodea. Las salas y los dormitorios se mantienen cerrados por razones similares y los que se acuestan en esas camas que no se han expuesto a la luz ni al aire, corren el riesgo de menoscabar su salud y ponen en peligro su misma vida. Los cuartos que no se exponen a la luz y al aire, se humedecen.  Las camas y las sábanas se humedecen también, y se contamina la atmósfera, porque no ha sido purificada por la luz ni el aire. . .

Las alcobas, especialmente, se deben ventilar y mantener su ambiente saludable por medio de la luz y el aire. Deben levantarse las persianas durante varias horas cada día, y correrse las cortinas, y todas las piezas mantenerse cuidadosamente ventiladas. No se debe permitir que nada destruya la pureza de la atmósfera. . .
Las alcobas deben ser amplias y arregladas de tal manera que el aire circule libremente por ellas día y noche.  Los que han excluido el aire puro de sus dormitorios deben cambiar inmediatamente su curso de acción. Deben permitir que aumente gradualmente la circulación del aire en sus casas hasta que se habitúen a ella tanto en el invierno como en verano, sin que corran el riesgo de resfriarse. Para que los pulmones se mantengan saludables, hay que respirar aire puro.

Los que no tienen una amplia circulación de aire en sus cuartos durante la noche, por lo general se levantan agotados y afiebrados, sin saber por qué. Era el aire, el aire vital, lo que todo su sistema reclamaba, sin poderlo obtener. Cuando una persona se levanta por la mañana, se beneficiaría mucho si tomara un baño de esponja, o tal vez 58 una ducha de agua fresca. Este baño eliminaría las impurezas de la piel. Luego debieran quitarse una a una las frazadas y las sábanas y ser expuestas al aire libre. Se deben abrir las ventanas, levantarse las cortinas, y permitir que el aire puro circule libremente por varias horas, o tal vez durante todo el día, por todos los cuartos de dormir. De esta manera la cama y su ropa se mantendrán aireadas y se eliminarán las impurezas del cuarto.

Los árboles y arbustos que crecen en profusión muy cerca de la casa son perjudiciales para la salud, porque obstruyen la libre circulación del aire y no permiten la entrada de los rayos del sol. Como consecuencia, la casa se vuelve húmeda. Durante las estaciones lluviosas, en especial, los cuartos de dormir se mantienen húmedos. Y las personas que los ocupan llegan a enfermarse de reumatismo, neuralgias y molestias pulmonares que generalmente terminan en afecciones más serias. En general los árboles frondosos echan muchas hojas que, si no se limpian inmediatamente, se descomponen y corrompen el ambiente. Un patio adornado de árboles y arbustos a prudente distancia de la casa, ejerce una influencia alegre y saludable sobre toda la familia, si se los mantiene bien cuidados. En la medida de lo posible, se deben construir las casas en terrenos secos y elevados. Si se construye una casa donde el agua tiende a empozarse por un tiempo. y luego se seca, se producen miasmas venenosas, que con el tiempo ocasionan fiebres, dolores de garganta, enfermedades pulmonares y otros malestares.

Muchos han pretendido que Dios los libraría de las enfermedades sólo porque así se lo habían pedido. Pero Dios no ha contestado sus oraciones porque su fe no se ha perfeccionado mediante sus obras. Dios no realizará ningún milagro para evitar que las enfermedades recaigan sobre las personas que no se cuidan, y que continuamente se mantienen violando las leyes de la salud, sin hacer mayor esfuerzo 59 para prevenir tales enfermedades. Cuando hacemos todo lo que está de nuestra parte para conservar la salud, entonces podemos esperar que los benditos resultados se produzcan y pedirle a Dios con fe que bendiga nuestros esfuerzos relacionados con la preservación de nuestra salud. Entonces contestará nuestras oraciones, si al hacerlo su nombre puede ser glorificado. Pero que todos comprendan que tienen un trabajo que hacer. Dios no obrará en forma milagrosa para preservar la salud de quienes, por causa de su descuido irresponsable de las leyes de la salud, siguen un curso seguro hacia la enfermedad.

La respiración profunda
Para tener buena sangre, debemos respirar bien. Las inspiraciones hondas y completas de aire puro, que llenan los pulmones de oxígeno, purifican la sangre, le dan brillante coloración, y la impulsan, como corriente de vida, por todas partes del cuerpo. La buena respiración calma los nervios, estimula el apetito, hace más perfecta la digestión, y produce sueño sano y reparador.­ Ministerio de curación págs. 206-207.

Supersticiones relacionadas con el aire nocturno
A muchos les han enseñado desde la niñez que el aire nocturno es muy perjudicial para la salud y por tanto debe excluirse de las habitaciones. Para su propio daño cierran las ventanas y puertas de los dormitorios para protegerse del aire nocturno, el cual dicen que es tan peligroso para la salud. Se engañan en esto.  En el fresco de la noche puede ser necesario protegerse del frío con abrigo extra, pero debieran proveer aire para sus pulmones.. . Muchos sufren enfermedades porque se niegan a recibir en sus habitaciones  en la noche el puro aire nocturno.  El puro y gratuito aire del cielo es una de las más ricas bendiciones de que podemos gozar.­ Testimonios para la iglesia, tomo 2, págs. 527-528.

Influencia del aire fresco
El aire, esta preciosa bendición del cielo que todos podemos disfrutar, nos beneficiará con su influencia bienhechora si tan sólo se lo permitimos. Debemos darle la bienvenida al aire, cultivar un cariño por él, y nos daremos cuenta que es un bálsamo precioso para los nervios. El aire debe estar en constante circulación para mantenerse puro. La influencia del aire puro y fresco permite que la sangre circule saludablemente a través del sistema. Además refresca el cuerpo y promueve la buena salud. Su influencia abarca la mente y le imparte cierto grado de compostura y serenidad. El aire puro despierta el apetito, permite una digestión más completa de los alimentos, e induce un sueño más sereno y profundo.­ Testimonies for the Church, (Testimonios para la iglesia), tomo 1, pág. 702, (1870). EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD: 09. “La Recompensa De La Santidad”


Creemos sin duda alguna que Cristo va a venir pronto. Esto no es una fábula para nosotros; es una realidad. No tenemos la menor duda, ni la hemos tenido durante años, de que las doctrinas que sostenemos son la verdad presente, y 44 que nos estamos acercando al juicio. Nos estamos preparando para encontrar a Aquel que aparecerá en las nubes de los cielos escoltado por una hueste de santos ángeles, para dar a los fieles y justos el toque final de la inmortalidad. Cuando él venga, no lo hará para limpiarnos de nuestros pecados, quitarnos los defectos de carácter, o curarnos de las flaquezas de nuestro temperamento y disposición. Si es que se ha de realizar en nosotros esta obra, se hará antes de aquel tiempo. Cuando venga el Señor, los que son santos seguirán siendo santos. Los que han conservado su cuerpo y espíritu en pureza, santificación y honra, recibirán el toque final de la inmortalidad. Pero los que son injustos, inmundos y no santificados permanecerán así para siempre. No se hará en su favor ninguna obra que elimine sus defectos y les dé un carácter santo. El Refinador no se sentará entonces para proseguir su obra de refinación y quitar sus pecados y su corrupción. Todo esto debe hacerse en las horas del tiempo de gracia. Ahora es cuando debe realizarse esta obra en nosotros. . . Estamos ahora en el taller de Dios. Muchos de nosotros somos piedras toscas de la cantera. Pero cuando echamos mano de la verdad de Dios, su influencia nos afecta; nos eleva, y elimina de nosotros toda imperfección y pecado, cualquiera que sea su naturaleza. Así quedamos preparados para ver al Rey en su hermosura y unirnos finalmente con los ángeles puros y santos, en el reino de gloria. Aquí es donde nuestro cuerpo y nuestro espíritu han de quedar dispuestos para la inmortalidad.

 LA OBRA DE LA SANTIFICACIÓN. 
Estamos en un mundo que se opone a la justicia, a la pureza de carácter y al crecimiento en la gracia. Dondequiera que miramos, vemos corrupción y contaminación, deformidad y pecado. Y ¿cuál es la obra que hemos de emprender aquí precisamente antes de recibir la inmortalidad? 45 Consiste en conservar nuestros cuerpos santos y nuestro espíritu puro, para que podamos subsistir sin mancha en medio de las corrupciones que abundan en derredor nuestro en estos últimos días. Y para que esta obra se realice, necesitamos dedicarnos a ella en seguida con todo el corazón y el entendimiento. No debe penetrar ni influir en nosotros el egoísmo. El Espíritu de Dios debe ejercer perfecto dominio sobre nosotros, e influir en todas nuestras acciones. Si nos apropiamos debidamente del cielo y del poder de lo alto, sentiremos la influencia santificadora del Espíritu de Dios sobre nuestros corazones. Cuando hemos procurado presentar la reforma pro salud a nuestros hermanos, y les hemos hablado de la importancia del comer y beber, y hacer para gloria de Dios todo lo que hacen, muchos han dicho por sus acciones: "A nadie le importa si como esto o aquello; nosotros mismos hemos de soportar las consecuencias de lo que hacemos". Estimados amigos, estáis muy equivocados. No sois los únicos que han de sufrir a consecuencia de una conducta errónea. En cierta medida, la sociedad a la cual pertenecéis sufre por causa de vuestros errores tanto como vosotros mismos. Si sufrís como resultado de vuestra intemperancia en la comida y la bebida, los que estamos en derredor vuestro o nos relacionamos con vosotros, también quedamos afectados por vuestra flaqueza.

 Hemos de sufrir por causa de vuestra conducta errónea. Si ella contribuye a disminuir vuestras facultades mentales o físicas, y lo advertimos cuando estamos en vuestra compañía, quedamos afectados por ello. Si en vez de tener espíritu animoso, sois presa de la lobreguez, ensombrecéis el ánimo de todos los que os rodean. Si estamos tristes, deprimidos y angustiados, vosotros, si gozarais de salud, podríais tener una mente clara que nos mostrase la salida y dirigiese una palabra consoladora. Pero si vuestro cerebro está nublado como resultado de vuestra errónea manera de vivir, a tal punto 46 que no podéis darnos el consejo correcto, ¿no sufrimos acaso una pérdida? ¿No nos afecta seriamente vuestra influencia? Tal vez tengamos mucha confianza en vuestro juicio y deseemos vuestro consejo, porque "en la multitud de consejeros hay salud" (Proverbios 11: 14). Deseamos que nuestra conducta parezca consecuente ante aquellos a quienes amamos y deseamos buscar el consejo que ellos nos puedan dar con mente clara. Pero ¿qué interés tenemos en vuestro juicio si vuestra energía mental ha sido cargada hasta lo sumo y la vitalidad se ha retirado del cerebro para disponer del alimento impropio que se puso en el estómago, o de una enorme cantidad de alimento, aunque sea sano? ¿Qué interés tenemos en el juicio de tales personas? Ellas lo ven todo a través de una masa de alimentos indigestos. Por lo tanto, vuestra manera de vivir nos afecta. Resulta imposible seguir una conducta errónea sin hacer sufrir a otros.

LA CARRERA CRISTIANA. 
"¿No sabéis que los que corren en el estadio, todos a la verdad corren, más uno lleva el premio? Corred de tal manera que lo obtengáis. Y todo aquel que lucha, de todo se abstiene: y ellos, a la verdad, para recibir una corona corruptible; mas nosotros, incorruptible. Así que, yo de esta manera corro, no como a cosa incierta; de esta manera peleo, no como quien hiere el aire: antes hiero mi cuerpo, y lo pongo en servidumbre; no sea que, habiendo predicado a otros, yo mismo venga a ser reprobado" (1 Corintios 9: 24-27). Los que participaban en la carrera a fin de obtener el laurel que era considerado un honor especial, eran templados en todas las cosas, para que sus músculos, su cerebro y todos sus órganos estuviesen en la mejor condición posible para la carrera. Si no hubiesen sido templados en todas las cosas, no habrían adquirido la elasticidad que les era posible obtener de esa manera. Si eran templados, 47 podían correr esa carrera con más posibilidad de éxito; estaban más seguros de recibir la corona. Pero, no obstante toda su templanza ­todos sus esfuerzos por sujetarse a un régimen cuidadoso a fin de hallarse en la mejor condición­, los que corrían la carrera terrenal estaban expuestos al azar. Podían hacer lo mejor posible, y sin embargo no recibir distinción honorífica; porque otro podía adelantárseles un poco y arrebatarles el premio. Uno solo recibía el galardón. Pero en la carrera celestial, todos podemos correr, y recibir el premio.

No hay incertidumbre ni riesgo en el asunto. Debemos revestirnos de las gracias celestiales y con los ojos dirigidos hacia arriba, a la corona de la inmortalidad, tener siempre presente el Modelo. Fue Varón de dolores, experimentado en quebranto. Debemos tener constantemente presente la vida de humildad y abnegación de nuestro divino Señor. Y a medida que procuramos imitarlo, manteniendo los ojos fijos en el premio, podemos correr esa carrera con certidumbre, sabiendo que si hacemos lo mejor que podamos, lo alcanzaremos con seguridad. Los hombres estaban dispuestos a someterse a la abnegación y a la disciplina para correr y obtener una corona corruptible, que iba a perecer en un día, y que era solamente un distintivo honroso de parte de los mortales. Pero nosotros hemos de correr la carrera que brinda la corona de inmortalidad y la vida eterna. Sí, un inconmensurable y eterno peso de gloria nos será otorgado como premio cuando hayamos terminado la carrera.

 "NOSOTROS ­DICE EL APÓSTOL­ UNA INCORRUPTIBLE". 
Y si los que se empeñan en una carrera terrenal para recibir una corona temporal podían ser templados en todas las cosas, ¿no podemos serlo nosotros, que tenemos en vista una corona incorruptible, un eterno peso de gloria y una vida que se compara con la de Dios? Ya que tenemos este gran incentivo, ¿no podemos correr "con paciencia la 48 carrera que nos es propuesta, puestos los ojos en el autor y consumador de la fe, en Jesús"'? (Hebreos 12: 1-2). Él nos ha indicado el camino y ha señalado todo el trayecto con sus pisadas. Es la senda que él ha recorrido, y podemos experimentar con él la abnegación y el sufrimiento, y andar en esa senda señalada por su propia sangre.

 CULTÍVESE LA HABILIDAD. 
No os deis por satisfechos con alcanzar un bajo nivel. No somos lo que podríamos ser, ni lo que Dios quiere que seamos. Dios no nos ha dado las facultades racionales para que permanezcan ociosas. ni para que las pervirtamos en la persecución de fines terrenales y mezquinos, sino para que sean desarrolladas hasta lo sumo, refinadas, ennoblecidas y empleadas en hacer progresar los intereses de su reino. Nadie debe consentir en ser mera máquina, accionada por la inteligencia de otro hombre. Dios nos ha dado capacidad para pensar y obrar, y actuando con cuidado, buscando en Dios nuestra sabiduría, llegaremos a estar en condición de llevar nuestras cargas. Obrad con la personalidad que Dios os ha dado. No seáis la sombra de otra persona. Contad con que el Señor obrará en vosotros, con vosotros y por medio de vosotros.­ Ministerio de curación, pág. 398. EGW CSS

SECCIÓN II. ELEMENTOS ESENCIALES DE LA SALUD: 08. “Se Debe Gobernar El Cuerpo”


La vida es un regalo de Dios. Se nos han dado nuestros cuerpos para que los empleemos en el servicio del Señor, y él desea que los cuidemos y les tengamos aprecio. Poseemos facultades físicas y mentales. Nuestros impulsos y pasiones tienen su asiento en el cuerpo, y por lo tanto no debemos hacer nada que contamine esta posesión que se nos ha confiado. Debemos mantener nuestros cuerpos en la mejor condición física posible, y bajo una constante influencia espiritual para que podamos utilizar nuestros talentos de la mejor manera. Léase 1 Corintios 6:13. El uso equivocado del cuerpo acorta el período de vida que Dios ha asignado para que lo utilicemos en su servicio. Cuando nos permitimos el cultivo de hábitos equivocados, nos acostamos a altas horas de la noche, y satisfacemos las demandas del apetito a expensas de la salud, colocamos los fundamentos de nuestra debilidad. Desequilibramos el sistema nervioso cuando descuidamos el ejercicio físico o recargamos de trabajo la mente o el cuerpo. Los que acortan sus vidas de este modo y no hacen caso de las leyes naturales, son culpables de robarle a Dios.

No tenemos derecho de descuidar el cuerpo, la mente, o las fuerzas, ni de abusar de estos dones que deberían utilizarse para ofrecer a Dios un servicio consagrado. Todos deberían poseer un conocimiento inteligente de la constitución humana, con el fin de mantener sus cuerpos en las mejores condiciones para realizar la obra del Señor. Los que se atreven a formar hábitos que debilitan las energías nerviosas y disminuyen el vigor de la mente o el cuerpo, se vuelven ineficientes para el trabajo que Dios les ha pedido que hagan. Por otra parte, una vida pura y saludable es apta para el perfeccionamiento del carácter cristiano y para el 42 desarrollo de sus facultades mentales y físicas. La ley de la temperancia debe controlar la vida de cada cristiano. En todos nuestros pensamientos debemos tener presente a Dios; siempre se debe mantener en alto su gloria. Necesitamos desembarazarnos de toda influencia que pudiera mantener nuestros pensamientos cautivos y alejarnos de Dios. Tenemos ante Dios la sagrada obligación de gobernar nuestros cuerpos y controlar nuestros apetitos y pasiones de tal manera que no nos aparten de la pureza y la santidad ni alejen nuestras mentes de la obra que Dios requiere de nosotros. Léase Romanos 12: 1.

 SE DEBE ADOPTAR UNA ALIMENTACIÓN SENCILLA. 
Si hubo alguna vez un tiempo en que la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a excitar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser trasladados al Cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimentación. tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física, intelectual o moral. La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren las tinieblas a la luz, su criminalidad no disminuirá por ello. ¿Por qué no leen los hombres y mujeres y se instruyen en estas cosas que tan decididamente afectan su fuerza física, intelectual y moral?­ Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 316. 43

COMPRADOS POR DIOS. 
"¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios" (1 Corintios 6: 19-20). No nos pertenecemos. Hemos sido comprados a un precio elevado, a saber, los sufrimientos y la muerte del Hijo de Dios. Si pudiésemos comprender plenamente esto, sentiríamos que pesa sobre nosotros la gran responsabilidad de mantenernos en la mejor condición de salud, a fin de prestar a Dios un servicio perfecto. Pero cuando nos conducimos de manera que nuestra vitalidad se gasta, nuestra fuerza disminuye y el intelecto se anubla, pecamos contra Dios. Al seguir esta conducta no le glorificamos en nuestro cuerpo ni en nuestro espíritu ­que son suyos­, sino que cometemos lo que es a su vista un grave mal. ¿Se dio Jesús por nosotros? ¿Ha sido pagado un precio elevado para redimirnos? Y, ¿no es precisamente por esto por lo que no nos pertenecemos? ¿Es verdad que todas las facultades de nuestro ser, nuestro cuerpo, nuestro espíritu, todo lo que tenemos y todo lo que somos, pertenecen a Dios? Por cierto que sí. Y cuando comprendemos esto, ¡qué obligación tenemos para con Dios de conservarnos en la condición que nos permita honrarle aquí en la tierra, en nuestro cuerpo y nuestro espíritu, que son suyos! CSS. EGW