sábado, 18 de febrero de 2012

01. “Nuestro Ejemplo“ EL MINISTERIO DE CURACIÓN


NUESTRO Señor Jesucristo vino a este mundo como siervo para suplir incansablemente la necesidad del hombre. "El mismo tomó nuestras enfermedades y llevó nuestras dolencias" (Mateo 8:17), para atender a todo menester humano. Vino para quitar la carga de enfermedad, miseria y pecado. Era su misión ofrecer a los hombres completa restauración; vino para darles salud, paz y perfección de carácter. Variadas eran las circunstancias y necesidades de los que suplicaban su ayuda, y ninguno de los que a él acudían quedaba sin socorro. De él fluía un caudal de poder curativo que sanaba de cuerpo, espíritu y alma a los hombres.

La obra del Salvador no se limitaba a tiempo ni lugar determinado. Su compasión no conocía límites. En tan grande escala realizaba su obra de curación y de enseñanza, que no había en Palestina edificio bastante grande para dar cabida a las muchedumbres que a él acudían. Encontrábase su hospital en los verdes collados de Galilea, en los caminos reales, junto a la ribera del lago, en las sinagogas, y doquiera podían llevarle enfermos. En toda ciudad, villa y aldea por do pasaba, ponía las manos sobre los pacientes y los sanaba. Doquiera hubiese corazones dispuestos a recibir su mensaje, los consolaba con la seguridad de que su Padre celestial los amaba. Todo el día servía a los que acudían a él; y al anochecer atendía a los que habían tenido que trabajar penosamente durante el día para ganar el escaso sustento de sus familias.

Jesús cargaba con el tremendo peso de la responsabilidad de la salvación de los hombres. Sabía que sin un cambio decisivo 12 en los principios y propósitos de la raza humana, todo se perdería. Esto acongojaba su alma, y nadie podía darse cuenta del peso que le abrumaba. En su niñez, juventud y edad viril, anduvo solo. No obstante, estar con él era estar en el cielo. Día tras día sufría pruebas y tentaciones; día tras día estaba en contacto con el mal y notaba el poder que éste ejercía en aquellos a quienes él procuraba bendecir y salvar. Pero con todo, no flaqueó ni se desalentó. En todas las cosas, sujetaba sus deseos estrictamente a su misión. Glorificaba su vida subordinándola en todo a la voluntad de su Padre. Cuando, en su juventud, su madre, al encontrarle en la escuela de los rabinos, le dijo: "Hijo, ¿por qué nos has hecho así?" respondió, dando la nota fundamental de la obra de su vida: "¿Por qué me buscabais? ¿No sabíais que en los negocios de mi Padre me conviene estar?" (Lucas 2:48,49.)

Era su vida una continua abnegación. No tuvo hogar en este mundo, a no ser cuando la bondad de sus amigos proveía a sus necesidades de sencillo caminante. Llevó en favor nuestro la vida de los más pobres; anduvo y trabajó entre los menesterosos y dolientes. Entraba y salía entre aquellos por quienes tanto hiciera sin que le reconocieran ni le honraran. Siempre se le veía paciente y alegre, y los afligidos le aclamaban como mensajero de vida y paz. Veía las necesidades de hombres y mujeres, de niños y jóvenes, y a todos invitaba diciéndoles: "Venid a mí." (Mateo 11:28.).

En el curso de su ministerio, dedicó Jesús más tiempo a la curación de los enfermos que a la predicación. Sus milagros atestiguaban la verdad de lo que dijera, a saber que no había venido a destruir, sino a salvar. Doquiera iba, las nuevas de su misericordia le precedían. Donde había pasado se alegraban en plena salud los que habían sido objeto de su compasión y usaban sus recuperadas facultades. Muchedumbres los rodeaban para oírlos hablar de las obras que había hecho el 13 Señor. Su voz era para muchos el primer sonido que oyeran, su nombre la primera palabra que jamás pronunciaran, su semblante el primero que jamás contemplaran. ¿Cómo no habrían de amar a Jesús y darle gloria? Cuando pasaba por pueblos y ciudades, era como corriente vital que derramara vida y gozo por todas partes.

"La tierra de Zabulón y la tierra de Neftalí,
hacia la mar, más allá del Jordán,
Galilea de las naciones;
el pueblo que estaba sentado en tinieblas
ha visto gran luz,
y a los sentados en la región y sombra de muerte,
luz les ha resplandecido." (Mateo 4:15,16, V.M.).

El Salvador aprovechaba cada curación que hacia para sentar principios divinos en la mente y en el alma. Tal era el objeto de su obra. Prodigaba bendiciones terrenales para inclinar los corazones de los hombres a recibir el Evangelio de su gracia.

Cristo hubiera podido ocupar el más alto puesto entre los maestros de la nación judaica; pero prefirió llevar el Evangelio a los pobres. Iba de lugar en lugar, para que los que se encontraban en los caminos reales y en los atajos oyeran las palabras de verdad. A orillas del mar, en las laderas de los montes, en las calles de la ciudad, en la sinagoga, se oía su voz explicando las Sagradas Escrituras. Muchas veces enseñaba en el atrio exterior del templo para que los gentiles oyeran sus palabras.

Las explicaciones que de las Escrituras daban los escribas y fariseos discrepaban tanto de las de Cristo que esto llamaba la atención del pueblo. Los rabinos hacían hincapié en la tradición, en teorías y especulaciones humanas. Muchas veces, en lugar de la Escritura misma daban lo que los hombres habían enseñado y escrito acerca de ella. El tema de lo que enseñaba Cristo era la Palabra de Dios. A los que le interrogaban 14 les respondía sencillamente: "Escrito está," "¿Qué dice la Escritura?" "¿Cómo lees?" Cada vez que un amigo o un enemigo manifestaba interés, Cristo le presentaba la Palabra. Proclamaba con claridad y potencia el mensaje del Evangelio. Sus palabras derramaban raudales de luz sobre las enseñanzas de patriarcas y profetas, y las Escrituras llegaban así a los hombres como una nueva revelación. Nunca hasta entonces habían percibido sus oyentes tan profundo significado en la Palabra de Dios.

Jamás hubo evangelista como Cristo. El era la Majestad del cielo; pero se humilló hasta tomar nuestra naturaleza para ponerse al nivel de los hombres. A todos, ricos y pobres, libres y esclavos, ofrecía Cristo, el Mensajero del pacto, las nuevas de la salvación. Su fama de médico incomparable cundía por toda Palestina. A fin de pedirle auxilio, los enfermos acudían a los sitios por donde iba a pasar. Allí también acudían muchos que anhelaban oír sus palabras y sentir el toque de su mano. Así iba de ciudad en ciudad, de pueblo en pueblo, predicando el Evangelio y sanando a los enfermos, el que era Rey de gloria revestido del humilde ropaje de la humanidad.

Asistía a las grandes fiestas de la nación, y a la multitud absorta en las ceremonias externas hablaba de las cosas del cielo y ponía la eternidad a su alcance. A todos les traía tesoros sacados del depósito de la sabiduría. Les hablaba en lenguaje tan sencillo que no podían dejar de entenderlo. Valiéndose de métodos peculiares, lograba aliviar a los tristes y afligidos. Con gracia tierna y cortés, atendía a las almas enfermas de pecado y les ofrecía salud y fuerza.

El Príncipe de los maestros procuraba llegar al pueblo por medio de las cosas que le resultaban más familiares. Presentaba la verdad de un modo que la dejaba para siempre entretejida con los más santos recuerdos y simpatías de sus oyentes. Enseñaba de tal manera que les hacía sentir cuán completamente se identificaba con los intereses y la felicidad 15 de ellos. Tan directa era su enseñanza, tan adecuadas sus ilustraciones, y sus palabras tan impregnadas de simpatía y alegría, que sus oyentes se quedaban embelesados. La sencillez y el fervor con que se dirigía a los necesitados santificaban cada una de sus palabras.

¡Qué vida atareada era la suya! Día tras día se le podía ver entrando en las humildes viviendas de los menesterosos y afligidos para dar esperanza al abatido y paz al angustiado. Henchido de misericordia, ternura y compasión, levantaba al agobiado y consolaba al afligido. Por doquiera iba, llevaba la bendición. Mientras atendía al pobre, Jesús buscaba el modo de interesar también al rico. Buscaba el trato con el acaudalado y culto fariseo, con el judío de noble estirpe y con el gobernante romano. Aceptaba las invitaciones de unos y otros, asistía a sus banquetes, se familiarizaba con sus intereses y ocupaciones para abrirse camino a sus corazones y darles a conocer las riquezas imperecederas.

Cristo vino al mundo para enseñar que si el hombre recibe poder de lo alto, puede llevar una vida intachable. Con incansable paciencia y con simpática prontitud para ayudar, hacía frente a las necesidades de los hombres. Mediante el suave toque de su gracia desterraba de las almas las luchas y dudas; cambiaba la enemistad en amor y la incredulidad en confianza.

Decía a quien quería: "Sígueme," y el que oía la invitación se levantaba y le seguía. Roto quedaba el hechizo del mundo. A su voz el espíritu de avaricia y ambición huía del corazón, y los hombres se levantaban, libertados, para seguir al Salvador.

El amor fraternal
Cristo no admitía distinción alguna de nacionalidad, jerarquía social, ni credo. Los escribas y fariseos deseaban hacer de los dones del cielo un beneficio local y nacional, y excluir de Dios al resto de la familia humana. Pero Cristo vino para 16 derribar toda valla divisoria. Vino para manifestar que su don de misericordia y amor es tan ilimitado como el aire, la luz o las lluvias que refrigeran la tierra.
La vida de Cristo fundó una religión sin castas; en la que judíos y gentiles, libres y esclavos, unidos por los lazos de fraternidad, son iguales ante Dios. Nada hubo de artificioso en sus procedimientos. Ninguna diferencia hacía entre vecinos y extraños, amigos y enemigos. Lo que conmovía el corazón de Jesús era el alma sedienta del agua de vida.

Nunca despreció a nadie por inútil, sino que procuraba aplicar a toda alma su remedio curativo. Cualesquiera que fueran las personas con quienes se encontrase, siempre sabía darles alguna lección adecuada al tiempo y a las circunstancias. Cada descuido o insulto del hombre para con el hombre le hacía sentir tanto más la necesidad que la humanidad tenía de su simpatía divina y humana. Procuraba infundir esperanza en los más rudos y en los que menos prometían, presentándoles la seguridad de que podían llegar a ser sin tacha y sencillos, poseedores de un carácter que los diera a conocer como hijos de Dios.

Muchas veces se encontraba con los que habían caído bajo la influencia de Satanás y no tenían fuerza para desasirse de sus lazos. A cualquiera de ellos, desanimado, enfermo, tentado, caído, Jesús le dirigía palabras de la más tierna compasión, las palabras que necesitaba y que podía entender. A otros, que sostenían combate a brazo partido con el enemigo de las almas, los animaba a que perseveraran, asegurándoles que vencerían, pues los ángeles de Dios estaban de su parte y les darían la victoria.
A la mesa de los publicanos se sentaba como distinguido huésped, demostrando por su simpatía y la bondad de su trato social que reconocía la dignidad humana; y anhelaban hacerse dignos de su confianza los hombres en cuyos sedientos corazones caían sus palabras con poder bendito y vivificador. 17 Despertábanse nuevos impulsos, y a estos parias de la sociedad se les abría la posibilidad de una vida nueva.

Aunque judío, Jesús trataba libremente con los samaritanos, y despreciando las costumbres y los prejuicios farisaicos de su nación, aceptaba la hospitalidad de aquel pueblo despreciado. Dormía bajo sus techos, comía en su mesa, compartiendo los manjares preparados y servidos por sus manos, enseñaba en sus calles, y los trataba con la mayor bondad y cortesía. Y al par que se ganaba sus corazones por su humana simpatía, su gracia divina les llevaba la salvación que los judíos rechazaban.

El ministerio personal
Cristo no despreciaba oportunidad alguna para proclamar el Evangelio de salvación. Escuchad las admirables palabras que dirigiera a la samaritana. Estaba sentado junto al pozo de Jacob, cuando vino la mujer a sacar agua. Con sorpresa de ella, Jesús le pidió un favor. "Dame de beber," le dijo. Deseaba él beber algo refrescante, y al mismo tiempo ofrecerle a ella el agua de vida. Dijo la mujer: "¿Cómo tú, siendo Judío, me pides a mi de beber, que soy mujer Samaritana? porque los Judíos no se tratan con los Samaritanos." Respondió Jesús: "Si conocieses el don de Dios, y quién es el que te dice: Dame de beber: tú pedirías de él, y él te daría agua viva. . .

Cualquiera que bebiere de esta agua, volverá a tener sed; mas el que bebiere del agua que yo le daré, para siempre no tendrá sed: mas el agua que yo le daré, será en él una fuente de agua que salte para vida eterna." (S. Juan 4:6-14.) ¡Cuán vivo interés manifestó Cristo en esta sola mujer! ¡Cuán fervorosas y elocuentes fueron sus palabras! Al oírlas la mujer dejó el cántaro y se fue a la ciudad para decir a sus amigos: "Venid, ved un hombre que me ha dicho todo lo que he hecho: ¿si quizás es éste el Cristo?" Leemos que 18 "muchos de los Samaritanos de aquella ciudad creyeron en él." (Vers. 29,39.)

¿Quién puede apreciar la influencia que semejantes palabras ejercieron para la salvación de almas desde entonces hasta hoy? Doquiera haya corazones abiertos para recibir la verdad, Cristo está dispuesto a enseñársela, revelándoles al Padre y el servicio que agrada a Aquel que lee en los corazones. Con los tales no se vale de parábolas, sino que, como a la mujer junto al pozo, les dice claramente: "Yo soy, que hablo contigo." (Vers. 26.) 19

(El Ministerio de Curación De Elena G. de White)

“Introducción“ EL MINISTERIO DE CURACIÓN


Prefacio
NUESTRO mundo está enfermo, y doquiera moran los hijos de los hombres, abunda el dolor y se busca alivio. No es el propósito del Creador que la humanidad se vea agobiada por una carga de dolor, que sus actividades sean cercenadas por la enfermedad, que su fuerza se desvanezca ni que su vida quede abreviada por las dolencias. Sin embargo, con frecuencia excesiva las leyes establecidas por Dios para regir la vida son transgredidas abiertamente; el pecado entra en el corazón y el hombre se olvida de que depende de Dios, la fuente de la vida y la salud. A esto siguen las penalidades de la transgresión: el dolor, la enfermedad y la muerte.

Comprender las leyes físicas que rigen el cuerpo y armonizar con estas leyes las prácticas de la vida es un deber de importancia primordial. Se necesita comprender los muchos factores que contribuyen a la felicidad verdadera: un hogar alegre, la obediencia a las leyes de la vida, la debida relación con nuestros semejantes.

Cuando aparece la enfermedad, es esencial que recurramos a los diversos factores que, al cooperar con los esfuerzos de la naturaleza, fortalecerán el cuerpo y restaurarán la salud. Queda, además, una cuestión todavía mayor y de importancia aun más vital: la referente a nuestra relación con el Creador que dio originalmente la vida al hombre, y proveyó en todo sentido para que tuviese felicidad continua y aun hoy se interesa en su bienestar.

En este libro, la autora, una mujer de mucha experiencia en asuntos prácticos de la vida y dotada de rara percepción 8 y conocimiento, puso al alcance de todo padre y de toda madre inteligentes, de todo hombre y de toda mujer, del lego y del profesional, un rico acopio de informaciones sobre la vida y sus leyes, sobre la salud y sus requisitos, sobre la enfermedad y sus remedios, sobre los males del alma y el bálsamo curativo de Galaad. El libro está escrito en lenguaje claro, sencillo y hermoso, instructivo para el que estudia, de esperanza para el desalentado, alegre y consolador para el enfermo e impregnado de reposo para el cansado.

A través de varias décadas su mensaje auxiliador ha beneficiado a centenares de miles de lectores, pues se ha impreso y reimpreso en muchos países y en una docena de los principales idiomas del mundo. Ojalá que esta obra, con su presentación de un camino mejor, nos revele una vida más sencilla, más dulce, más llena de gozo y alegría, más amplia en su demostración de que "más bienaventurado es dar que recibir," y así cumpla su misión, es la sincera esperanza de los editores y LOS FIDEICOMISARIOS DE LA CORPORACIÓN EDITORIAL E.G. DE WHITE. 11

SECCIÓN XIII. LA SANTIDAD DE VIDA. 38. “La Santidad Y La Salud”


El sabio, hablando de la sabiduría, dice que "sus caminos son caminos deleitosos, y todas sus veredas paz" (Proverbios 3: 17). Muchos creen que la devoción a Dios es perjudicial para la salud y para una gozosa felicidad en las relaciones sociales de la vida. Pero los que andan en los caminos de la sabiduría y la santidad encuentran que "la piedad para todo aprovecha, pues tiene promesa de esta vida presente, y de la venidera" (1 Timoteo 4: 8). Disfrutan activamente de los placeres reales de la vida, a la vez que no son perturbados por vanos remordimientos por las horas malgastadas, ni por el abatimiento ni el temor, como ocurre con la gente mundana con tanta frecuencia cuando no es entretenida por alguna diversión interesante. . .

La santidad no está en conflicto con las leyes de la salud, sino en armonía con ellas. Si la gente hubiera obedecido la ley de los Diez Mandamientos, si hubiera mantenido en sus vidas los principios de estos diez preceptos, no existiría la maldición de la enfermedad que ahora inunda al mundo. Los hombres pueden enseñar que las diversiones vanas son necesarias para mantener la mente por encima de la desesperación. Puede ser que la mente en esa forma sea momentáneamente distraída; pero después de la diversión viene la tranquila reflexión. La conciencia despierta y hace oír su voz, que dice: "No es ésta la forma de obtener salud o verdadera felicidad".

Hay muchas diversiones que estimulan la mente, pero son seguidas por un estado de depresión. Hay otras formas de recreación que son inocentes y saludables, pero el trabajo útil que permite el ejercicio físico con frecuencia tendrá una influencia más benéfica sobre la mente, mientras al mismo tiempo fortalecerá los músculos, mejorará la circulación y resultará un instrumento poderoso en la recuperación de la salud.

"¿Quién es el hombre que desea vida, que desea muchos días para ver el bien? Guarda tu lengua del mal, y tus labios de hablar engaño. Apártate del mal, y haz el bien; busca la paz, y síguela. Los ojos de Jehová están sobre los justos, y atentos sus oídos al clamor de ellos. La ira de Jehová contra los que hacen mal, para cortar de la tierra la memoria de ellos. Claman los justos, y Jehová oye, y los libra de todas sus angustias"
 (Salmo 34: 12-17).

El obrar bien es la mejor medicina
El estar consciente de obrar correctamente es la mejor medicina para los cuerpos y las mentes enfermos. La bendición especial de Dios que reposa sobre el que la recibe es salud y fortaleza. La persona cuya mente está tranquila y satisfecha en Dios está en camino de la buena salud. El  tener conciencia de que el ojo de Dios nos contempla y que su oído escucha nuestras oraciones, es sumamente satisfactorio. Saber que tenemos un Amigo que nunca falla a quien podemos confiar todos los secretos del alma, constituye una felicidad que las palabras no pueden expresar. Las personas que tienen sus facultades morales anubladas por la enfermedad no pueden representar correctamente la vida cristiana ni la hermosura de la felicidad. Se encuentran con frecuencia en el fuego del fanatismo o en el agua helada de la indiferencia o en el abatimiento insensible.

Los que no creen que es su deber religioso disciplinar la mente para que se espacie sobre temas gozosos, generalmente se encontrarán en uno de dos extremos: se sentirán exaltados por una serie de diversiones entusiasmadoras, participarán de conversaciones frívolas, reirán y harán bromas, o bien se sentirán deprimidos, tendrán grandes pruebas y conflictos mentales, que piensan que pocas personas han experimentado o pueden comprender. Estos pueden ser cristianos profesos, pero engañan sus propias almas. . .

El ocio y el abatimiento
Los sentimientos de abatimiento son con frecuencia el resultado de un exceso de tiempo libre. Las manos y la mente debieran mantenerse ocupadas en trabajos útiles, en aliviar las cargas de los demás; y los que hacen esto también recibirán un beneficio. La ociosidad da tiempo para concebir aflicciones imaginarias; y con frecuencia quienes no tienen dificultades y pruebas reales, las tomarán prestadas del futuro.

Se realiza mucho engaño al abrigo de la religión. La pasión controla las mentes de muchos que tienen pensamientos y sentimientos depravados como resultado de la "soberbia, saciedad de pan, y abundancia de ociosidad" (Ezequiel 16: 49) Estas almas engañadas se congratulan a sí  mismas diciéndose que están orientadas espiritualmente y que tienen una consagración especial, cuando su experiencia religiosa consiste en un sentimentalismo enfermizo antes que en la pureza y en la verdadera piedad y humillación de sí mismo. La mente debiera alejarse del yo; sus facultades deben ejercitarse para encontrar la forma de hacer que otros sean más felices y mejores. "La religión pura y sin mácula delante de Dios el Padre es ésta: visitar a los huérfanos y a las viudas en sus tribulaciones, y guardarse sin mancha del mundo" (Santiago 1: 27).

La verdadera religión ennoblece la mente*
La verdadera religión ennoblece la mente, refina el gusto, santifica el juicio y convierte a su poseedor en participante de la pureza y la santidad del cielo. Trae a los ángeles cerca y nos separa cada vez más del espíritu y la influencia del mundo. Interviene en todos los hechos y relaciones de la vida y nos proporciona el "espíritu de una mente sólida", y el resultado es felicidad y paz.

El apóstol Pablo dijo a sus hermanos filipenses: "Por lo demás, hermanos, todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es de buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad" (Filipenses 4: 8). Adoptemos esto como la norma para nuestra vida. "Por nada estéis afanosos, sino sean conocidas vuestras peticiones delante de Dios en toda oración y ruego, con acción de gracias. Y la paz de Dios, que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús"
 (Filipenses 4: 6-7).

Un paso hacia adelante
La obra de educar en los ramos médicos misioneros es un paso adelante de gran importancia en la tarea de despertar a hombres y mujeres a sus responsabilidades morales. Si los pastores hubieran realizado esta obra en sus diferentes derivaciones de acuerdo con la luz que Dios ha dado, se hubiera producido una reforma decidida en la manera de comer, de beber y de vestir. Pero algunos se han interpuesto directamente en el camino del progreso de la reforma pro salud. Han detenido a la gente en su avance por medio de sus observaciones indiferentes o condenatorias, o mediante chistes y bromas. Ellos mismos, y una cantidad de otras personas, han estado sufriendo hasta la muerte, pero no todos han aprendido todavía a tener sabiduría.­ Testimonies for the Church, tomo 6, pág. 377 (1900).

Religión, gozo y satisfacción *
Satanás se abrió camino hasta el Edén e hizo creer a Eva que necesitaba algo más de lo que Dios le había dado para su felicidad, y que la fruta prohibida le proporcionaría una influencia especial estimulante sobre su cuerpo y su mente, y la exaltaría y la haría sentirse igual a Dios en conocimiento. Pero el conocimiento y beneficio que pensó que obtendría se convirtieron en una terrible maldición para ella.

Hay personas que tienen una imaginación enferma, para quienes la religión es un tirano que los controla con una vara de hierro. Tales personas se lamentan constantemente por su depravación y por sus males supuestos. En sus corazones no existe el amor; su rostro está constantemente marcado por una expresión de desagrado. Las risas inocentes  de los muchachos o de cualquier otra persona las hace estremecerse. Consideran toda recreación o entretenimiento un pecado y piensan que la mente debe estar constantemente dominada por sentimientos severos y duros. Este es un extremo. Otros piensan que la mente debe trabajar constantemente para crear nuevos entretenimientos y diversiones a fin de obtener salud. Aprenden a depender de actividades que entusiasman y se sienten mal sin ellas. Tales personas no son cristianos verdaderos. Van a otro extremo. Los verdaderos principios del cristianismo abren ante todos una fuente de felicidad, la altura y la profundidad, la anchura y la amplitud de la cual son inconmensurables. Es Cristo en nosotros una fuente de agua que brota para vida eterna. Es una fuente permanente de la cual el cristiano puede beber a voluntad sin agotar nunca esa fuente.

Tomar dificultades prestadas es perjudicial
Lo que acarrea enfermedad al cuerpo y la mente de casi todos, son los sentimientos de insatisfacción y de aflicción y descontento. No tienen a Dios, carecen de la esperanza que entra dentro del velo, que es como un ancla segura y firme para el alma. Todos los que poseen esta esperanza se purificarán a sí mismos así como él es puro. Estos están libres de inquietos anhelos, lamentos y descontento; no andan buscando continuamente el mal ni cavilan amargamente sobre dificultades prestadas. Pero vemos a muchos que pasan por un tiempo de angustia anticipadamente; la ansiedad se encuentra estampada en todos sus rasgos; al parecer no encuentran consuelo, sino que esperan continuamente algún mal terrible.

Tales personas deshonran a Dios y acarrean descrédito a la religión de Cristo. No sienten amor verdadero hacia Dios, ni por sus compañeros e hijos. Sus afectos se han hecho mórbidos. Pero los entretenimientos vanos nunca  corregirán las mentes de los tales. Necesitan la influencia confirmadora del Espíritu de Dios a fin de ser felices. Necesitan ser beneficiados por la meditación de Cristo, a fin de obtener un consuelo divino y sustancial. "Porque: el que quiere amar la vida y ver días buenos, refrene su lengua del mal, y sus labios no hablen engaño; apártese del mal, y haga el bien; busque la paz, y sígala. Porque los ojos del Señor están sobre los justos, y sus oídos atentos a sus oraciones; pero el rostro del Señor está contra aquellos que hacen el mal" (1 Pedro 3: 10-12). Los que poseen un conocimiento experimental de este pasaje son verdaderamente felices. Consideran la aprobación del cielo de más valor que los entretenimientos terrenales; Cristo en ellos, la esperanza de gloria, será salud para el cuerpo y fortaleza para el alma.

La necesidad de consagración *
Pastores y médicos, en vuestra obra lleváis pesadas responsabilidades. Que vuestros pensamientos no se tornen vulgares, comunes o egoístas, por falta de la gracia de Cristo. Nuestra preparación para el hogar de arriba debe confesarse en esta vida. La gracia de Cristo debe entretejerse en cada fase de nuestro carácter.

Quiero decir a todos los que afirman estar convertidos: ¿Han sido verdaderamente cambiados vuestros corazones, estáis velando en oración y manteniendo un comportamiento concienzudo y consecuente para que no sólo tengáis una apariencia de religión, sino una religión preciosa y genuina? Pastores y médicos, cuando aceptasteis a Cristo, ¿experimentasteis una profunda sensación de necesidad espiritual? ¿Cuánto significa para vosotros que sois ministros de justicia, aceptar el don celestial de la luz, el  amor, la paz y el gozo en el Espíritu Santo? Debéis estar imbuidos de tal amor por Cristo que sintáis la necesidad de entregarle todos vuestros afectos y vuestra vida, porque él dio su vida por vosotros. Al estar imbuidos por el amor de Cristo, debéis sentiros motivados a realizar actos de servicio sin egoísmo hasta que dichos actos se conviertan en la práctica de vuestra vida. El crecimiento diario en la vida de Cristo crea en el alma un cielo de paz. En esa clase de vida los frutos se manifiestan constantemente.

Hermanos y hermanas, necesitamos la reforma que deben tener todos los que están redimidos, por medio de la purificación de la mente y el corazón de toda mancha de pecado. La actitud de renunciamiento se manifestará constantemente en las vidas de los que han sido rescatados por la sangre de Cristo. Se verán la virtud y la justicia. La tranquila experiencia interior llenará la vida de virtud, fe, humildad y paciencia. Esta debe ser nuestra experiencia de todos los días. Debemos formar caracteres libres de pecado, caracteres hechos justos en la gracia de Cristo y por ella Nuestros corazones deben ser limpiados de toda impureza en la sangre derramada para quitar el pecado.
Cuando los pastores adornen la doctrina de Cristo nuestro Salvador, y cuando los médicos manifiesten en palabras y acciones, y también en su influencia, la gracia sanadora de Cristo, cuando el Salvador sea revelado como Aquel que es todo deseable, se llevará a cabo una gran obra en favor de otras almas. Dios pide que haya verdad en el santuario íntimo de las almas, para que todo el ser pueda ser una representación de la vida de Cristo. . .

Ruego a mis hermanos y hermanas que son pastores o médicos, que expongan en sus vidas los preciosos principios de la verdad, para que otros se enteren de que habéis estado con Jesús y habéis aprendido de Aquel que es puro, santo y perfecto, sin reproche en una generación pecadora y corrompida. Entonces muchos se volverán al Señor gracias  a los fervientes esfuerzos realizados en su favor por quienes conocen la verdad.

Abstinencia total
Cuando se presente la temperancia como una parte del Evangelio, muchos comprenderán su necesidad de reforma. Verán el mal producido por los licores intoxicantes, y comprenderán que la abstinencia total es la única plataforma sobre la que el pueblo de Dios puede estar con buena conciencia. A medida que se imparta esta instrucción, la gente se interesará en otros aspectos del estudio de la Biblia.­ Testimonies for the Church, tomo 7, pág. 75 (1902). EGW
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SECCIÓN XIII. LA SANTIDAD DE VIDA. 37. “Cuidado Con La Corrupción Moral”


Si las hermanas fuesen nobles y puras de corazón, cualquier insinuación corrupta, aun de parte de sus ministros, sería repelida con tal firmeza que no se repetiría nunca más. Deben ser mentes terriblemente confundidas por Satanás las que escuchan la voz del seductor porque es un ministro, y en consecuencia faltan a los claros y positivos mandamientos de Dios y se engañan pensando que no cometen pecado. ¿Acaso no tenemos las palabras de Juan: "El que dice: Yo le he conocido, y no guarda sus mandamientos, el tal es mentiroso, y no hay verdad en el" (1 Juan 2: 4)? ¿Qué dice la ley? "No cometerás adulterio". Cuando un hombre profesa guardar la santa ley de Dios, y es un ministro de las cosas sagradas, se aprovecha de la confianza que su rango inspira y busca satisfacer sus bajas pasiones, este sólo hecho debiera ser suficiente para hacer ver a una mujer que profesa la piedad que, aunque su profesión es tan exaltada como los cielos, una propuesta impura de parte de él viene de Satanás vestido de ángel de luz. No puedo creer que la Palabra de Dios sea una presencia constante en los corazones de los que tan fácilmente rinden su inocencia y virtud ante el altar de las concupiscencias.

Hermanas mías, evitad hasta la apariencia del mal. En  esta era disoluta y abundante en corrupción, no estáis seguras a menos que permanezcáis en guardia. La virtud y la modestia son raras. Os ruego que como seguidoras de Cristo, con una exaltada profesión de fe, fomentéis la preciosa e inestimable gema de la modestia. Esta protegerá la virtud. Si albergáis la esperanza de ser finalmente exaltadas para estar en la compañía de los ángeles puros y sin pecado, y vivir en una atmósfera donde no hay la más pequeña mancha de pecado, sed modestas y virtuosas. Nada sino la pureza, la sagrada pureza, podrá soportar el gran examen, resistir el día de Dios, y ser recibida en un cielo puro y santo.

Rehuid las familiaridades indebidas
Las más pequeñas insinuaciones, vengan de quien vinieren, invitándolos a cometer pecado o a permitir la menor licencia injustificada para con vuestras personas, debieran ofenderos como el peor de los insultos a vuestra dignidad de mujeres. Un beso en la mejilla, en un momento y lugar inoportunos, debiera haceros rechazar al emisario de Satanás con disgusto. Si viene de alguien que detenta un importante puesto y se ocupa de las cosas sagradas, el pecado es diez veces más grande, y debiera hacer que una mujer o joven temerosa de Dios se aparte con horror, no sólo del pecado que os haría cometer, sino también de la hipocresía y bajeza de quien la gente respeta y honra como siervo de Dios.

  Está manejando asuntos sagrados, y sin embargo ocultando la bajeza de su corazón con su vestimenta de ministro. Temed cualquier manifestación de familiaridad semejante. Estad seguras de que el más mínimo atisbo de esta familiaridad evidencia una mente lasciva y un ojo concupiscente. Si esta actitud se alienta en lo más mínimo, si se tolera cualquiera de las libertades mencionadas, tenéis la mejor evidencia de que vuestras mentes no son puras y castas como debieran ser, y que el pecado y el mal son atractivos para vosotras. Rebajáis el nivel de vuestro carácter de mujeres dignas y virtuosas, y dais clara evidencia de que habéis permitido que una pasión concupiscente, baja, animal y ordinaria se mantenga viva en vuestro corazón y nunca haya sido crucificada.

Cuando me fueron mostrados los peligros que corren los que profesan cosas mejores, y los pecados que existen entre ellos ­una clase que no se sospecha que esté en peligro de ser afectada por estos pecados corruptores­ sentí la necesidad de saber: ¿Quién, oh Dios, podrá mantenerse en pie cuando tú aparezcas? Sólo los que tienen las manos limpias y los corazones puros soportarán el día de su venida.

Modestia y reserva
El Espíritu del Señor me impulsa a urgir a mis hermanas que profesan piedad a ser modestas en su apariencia y a actuar con un apropiado recato, con pudor y sobriedad. Las libertades que la gente se toma en esta época de corrupción no debieran ser norma para los seguidores de Cristo. Estas exhibiciones de familiaridad que están de moda no debieran existir entre los cristianos preparados para la inmortalidad. Si la lascivia, la contaminación, el adulterio, el crimen y el asesinato están a la orden del día entre los que no conocen la verdad, y se niegan a ser controlados por los principios de la Palabra de Dios, cuán importante sería que el grupo que profesa ser seguidor de Cristo, aliado de Dios y los ángeles, pudiera mostrarles un camino mejor y más noble. Cuán importante sería que por su castidad y virtud se ubicaran en marcado contraste con el grupo que es controlado por las bajas pasiones.

He preguntado: ¿Cuándo actuarán con corrección las hermanas jóvenes? Sé que no habrá un progreso decisivo hasta que los padres se den cuenta de la importancia de poner más cuidado en educar a su hijos correctamente. Enseñadles a actuar con recato y modestia. Educadlos para ser útiles, para ser ayuda y servir a los demás antes que para ser atendidos y servidos.

Satanás controla las mentes de los jóvenes en general. No enseñáis a vuestras hijas a negarse y a controlarse a sí mismas. Las mimáis y fomentáis su orgullo. Les permitís hacer su voluntad hasta que llegan a ser tercas y obstinadas, y entonces no sabéis qué hacer para salvarlas de la ruina. Satanás las está llevando a ser objeto de escarnio en boca de los incrédulos por causa de su descaro y su falta de recato y femenina modestia. A los jóvenes también se los deja hacer su voluntad. Apenas tienen trece o catorce años y ya entablan relación con jovencitas de su edad, las acompañan a sus casas y les hacen el amor. Y los padres están tan completamente atados por su propia indulgencia y su amor equivocado por sus hijos, que no se atreven a actuar decididamente para cambiar y controlar a sus muy precoces hijos en esta época disipada.

Entre muchas señoritas el tema de conversación es los jóvenes; entre los jóvenes, el tema es las señoritas. "De la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12: 34). Conversan de las cosas en que su mente se ocupa comúnmente. El ángel registrador está escribiendo las palabras de estos jóvenes y señoritas que son profesos cristianos. ¡Cómo se sentirán perturbados y avergonzados cuando se encuentren de nuevo en el día de Dios! Muchos niños son hipócritas piadosos. Los jóvenes que no profesan una religión tropiezan con estos hipócritas y son endurecidos, y ya no responden a ningún esfuerzo de parte de los que están interesados en su salvación.

La única seguridad
Cuanto mayor responsabilidad tenga la posición que se ocupa, tanto más indispensable es que la influencia que se ejerce sea correcta. Toda persona a quien Dios ha elegido  para que realice una obra especial se convierte en un blanco de Satanás. Las tentaciones se acumulan sobre ella, porque nuestro enemigo vigilante sabe que su comportamiento ejerce una influencia modeladora sobre los demás... La única seguridad para cualquiera de nosotros consiste en aferrarnos de Jesús sin dejar que nada separe el alma del poderoso Ayudador.­ Testimonies for the Church, tomo 5, págs. 428-429 (1885).

Siervos del pecado *
Se me ha mostrado que vivimos en medio de los peligros de los últimos días. Por cuanto abunda la iniquidad, el amor de muchos se enfría. La palabra "muchos" se refiere a los que profesan seguir a Cristo. Afectados, sin que ello sea necesario, por la iniquidad prevaleciente, se apartan de Dios. La causa de esta apostasía estriba en que no se mantienen apartados de la iniquidad. El hecho de que su amor hacia Dios se esté enfriando por causa de que abunda la iniquidad, demuestra que, en cierto sentido, participan de esta iniquidad, pues de otra manera ella no afectaría su amor a Dios, ni su celo y fervor en su causa.

Se me ha presentado un horrible cuadro de la condición del mundo. La inmoralidad cunde por doquiera. La disolución es el pecado característico de esta era. Nunca alzó el vicio su deforme cabeza con tanta osadía como ahora. La gente parece aturdida, y los amantes de la virtud y de la verdadera bondad casi se desalientan por esta osadía, fuerza y predominio del vicio. La iniquidad prevaleciente no es del dominio exclusivo del incrédulo y burlador. Ojalá fuese tal el caso; pero no sucede así. Muchos hombres y mujeres que profesan la religión de Cristo son culpables. Aun los que profesan esperar su aparición no están más preparados para  ese suceso que Satanás mismo. No se están limpiando de toda contaminación. Han servido durante tanto tiempo a su concupiscencia, que sus pensamientos son, por naturaleza, impuros y sus imaginaciones, corruptas. Es tan imposible lograr que sus mentes se espacien en cosas puras y santas como lo sería desviar el curso del Niágara y hacer que sus aguas remontasen las cataratas.

La juventud entrampada
Jóvenes y niños de ambos sexos participan de la contaminación moral, y practican el asqueroso vicio solitario destructor de cuerpo y alma. Muchos de los que profesan ser cristianos están tan atontados por la misma práctica que sus sensibilidades morales no pueden ser despertadas para comprender que es pecado, y que si persisten en ello terminarán de seguro por destruir completamente el cuerpo y la mente. ¡El hombre, el ser más noble de la tierra, formado a la imagen de Dios, se transforma en una bestia, se embrutece y corrompe! Cada cristiano tendrá que aprender a refrenar sus pasiones y a guiarse por sus buenos principios. A menos que lo haga, es indigno del nombre de cristiano.

Algunos que ostensiblemente profesan el cristianismo no comprenden el pecado de la masturbación y sus resultados inevitables. Un hábito inveterado ha cegado su entendimiento. No se dan cuenta del carácter excesivamente pecaminoso de este pecado degradante que debilita y destruye su fuerza nerviosa y cerebral. Los principios morales se debilitan excesivamente cuando están en conflicto con un hábito inveterado. Los solemnes mensajes del Cielo no pueden impresionar con fuerza el corazón que no está fortificado contra la práctica de este vicio degradante. Los nervios sensibles del cerebro han perdido su tonicidad por la excitación mórbida destinada a satisfacer un deseo antinatural de complacencia sensual. Los nervios del cerebro que relacionan todo el organismo entre sí son el único  medio por el cual el Cielo puede comunicarse con el hombre, y afectan su vida más íntima. Cualquier cosa que perturbe la circulación de las corrientes eléctricas del sistema nervioso, disminuye la fuerza de las potencias vitales, y como resultado se atenúa la sensibilidad de la mente. En consideración de estos hechos, ¡cuán importante es que los ministros y la gente que profesan piedad se conserven sin mancha de este vicio degradante!

Mi alma cayó postrada por la angustia cuando se me reveló la condición débil de los que profesan pertenecer al pueblo de Dios. Abunda la iniquidad, y el amor de muchos se enfría. Son tan sólo pocos los cristianos profesos que consideran este asunto según la debida luz y que ejercen el dominio debido sobre sí mismos cuando la opinión pública y las costumbres no los condenan. ¡Cuán pocos refrenan sus pasiones porque se sienten bajo la obligación moral de hacerlo, y porque el temor de Dios está ante sus ojos! Las facultades superiores del hombre están esclavizadas por el apetito y las pasiones corruptas.

Algunos reconocerán el mal de las prácticas pecaminosas y, sin embargo, se disculparán diciendo que no pueden vencer sus pasiones. Esta es una admisión terrible de parte de una persona que lleva el nombre de Cristo. "Apártese de iniquidad todo aquel que invoca el nombre de Cristo" (2 Timoteo 2: 19). ¿Por qué existe esta debilidad? Es porque las propensiones animales han sido fortalecidas por el ejercicio, hasta que han prevalecido sobre las facultades superiores.

  A los hombres y mujeres les faltan principios. Están muriendo espiritualmente porque han condescendido durante tanto tiempo con sus apetitos naturales que su dominio propio parece haber desaparecido. Las pasiones inferiores de su naturaleza han empuñado las riendas, y la que debiera ser la facultad dominante se ha convertido en la sierva de la pasión corrupta. Se mantiene al alma en la servidumbre más abyecta. La sensualidad ha apagado el deseo  de santidad, y ha agostado la prosperidad espiritual.

Los frutos de la indolencia
Mi alma se aflige por los jóvenes que forman su carácter en esta era de degeneración. Tiemblo también por sus padres, porque se me ha mostrado que en general no entienden su obligación de educar a sus hijos en el camino por donde deben andar. Consultan las costumbres y las modas; y los niños no tardan en dejarse llevar por éstas y se corrompen, mientras sus indulgentes padres no advierten el peligro. Pero muy pocos jóvenes están libres de hábitos corrompidos. En extenso grado se le exime de ejercicio físico por temor a que trabajen demasiado. Los padres mismos llevan las cargas que sus hijos debieran llevar. Es malo trabajar con exceso, pero los resultados de la indolencia son más temibles. La ociosidad conduce a la práctica de hábitos corrompidos. La laboriosidad no cansa ni agota una quinta parte de lo que rinde el hábito pernicioso de la masturbación. Si el trabajo sencillo y bien regulado agota a vuestros hijos, tened la seguridad, padres, de que hay, además del trabajo, algo que debilita su organismo y les produce una sensación de cansancio continuo. Dad a vuestros hijos trabajo físico para que pongan en ejercicio los nervios y los músculos. El cansancio que acompaña un trabajo tal, disminuirá su inclinación a participar en los hábitos viciosos. La ociosidad es una maldición. Produce hábitos licenciosos.

Se me han presentado muchos casos, y mi alma ha enfermado y se ha llenado de asco al tener una vislumbre de sus vidas íntimas, a causa de la podredumbre del corazón de los seres humanos que profesan piedad y hablan de ser trasladados al Cielo. Me he preguntado con frecuencia: ¿En quién puedo confiar? ¿Quién está libre de iniquidad?

Un ejemplo de degradación
Mi esposo y yo asistimos una vez a una reunión en la que se solicitó nuestra simpatía en favor de un hermano que sufría mucho de tisis. Pálido y demacrado, el enfermo solicitó las oraciones de los hijos de Dios. Nos dijo que su familia estaba enferma y que había perdido un hijo. Habló con sentimiento de su pérdida. Dijo que desde hacía un tiempo esperaba a los hermanos White. Creía que si ellos oraban por él, sanaría. Después de terminar la reunión, los hermanos nos llamaron la atención a su caso.

  Dijeron que la iglesia les estaba ayudando, que su esposa estaba enferma, y que su hijo había muerto. Los hermanos se habían reunido para orar por la familia afligida. Estábamos muy cansados, y pesaba sobre nosotros la responsabilidad del trabajo durante la reunión, y deseábamos que se nos disculpara.
Yo había resuelto no orar a favor de nadie, a menos que el Espíritu del Señor dictase lo que debía hacerse. Se me había mostrado que abundaba tanta iniquidad, aun entre los profesos observadores del sábado, que no deseaba orar con otros en favor de aquellos cuya historia no conocía. Cuando expresé mi razón, los hermanos me aseguraron que, por cuanto sabían, era un hermano digno. Conversé algunas palabras con el que había solicitado nuestras oraciones para ser sanado; pero no me sentía libre.

El lloró y dijo que había aguardado nuestra venida, y se sentía seguro de que si orábamos por él, recobraría la salud. Le dijimos que no conocíamos su vida; que preferíamos que orasen por él aquellos que le conocían. Nos importunó con tanta insistencia que decidimos considerar su caso, y presentarlo ante el Señor aquella noche; y si el camino parecía expedito, cumpliríamos con su petición.
Esa noche, postrados en oración, presentamos su caso ante el Señor. Pedimos conocer la voluntad de Dios acerca  de él. Todo lo que deseábamos era que Dios fuera glorificado. ¿Quería el Señor que orásemos por este hombre afligido? Dejamos la carga al Señor y nos retiramos a descansar. En un sueño se me presentó claramente el caso de este hombre. Se me mostró su conducta desde su infancia, y supe que si orábamos, el Señor no nos oiría, porque ese hermano albergaba iniquidad en su corazón.

  A la mañana siguiente, el hombre acudió a pedirnos que orásemos por él. Lo llevamos aparte y le dijimos que lamentábamos vernos obligados a negarle lo que pedía. Relaté mi sueño que él lo reconoció como verdadero. Había abusado de sí mismo desde su juventud, y había continuado haciéndolo durante su matrimonio, pero dijo que procuraría librarse del vicio. Este hombre tenía que vencer el hábito fomentado durante mucho tiempo. Ya era hombre de edad madura. Sus principios morales eran tan débiles, que se desmoronaban cuando tenía que luchar con un vicio tan arraigado.

  Las pasiones más bajas habían adquirido gran ascendiente sobre su naturaleza superior. Le interrogué acerca de la reforma pro salud. Dijo que no podía vivir de acuerdo con ella. Su esposa arrojaba de la casa la harina integral si se la traían. Sin embargo esta familia había recibido ayuda de la iglesia. Se habían hecho oraciones en su favor. Había muerto su hijo, la esposa estaba enferma, y el esposo y padre nos presentaba su caso para que lo llevásemos a un Dios puro y santo, a fin de que realizase un milagro y lo sanase. Las sensibilidades morales de este hombre estaban embotadas.

Cuando los jóvenes adoptan prácticas viles mientras su espíritu es tierno, nunca obtendrán fuerza para desarrollar plena y correctamente su carácter físico, intelectual y moral.

Allí había un hombre que se degradaba diariamente, y sin embargo se atrevía a comparecer en la presencia de Dios, para pedir renovación de la fuerza que había despilfarrado vilmente, y que, si le era concedida, consumiría  en su concupiscencia. ¡Qué tolerancia la de Dios! Si tratase al hombre de acuerdo con sus caminos corrompidos, ¿quién podría vivir delante de él? Y si nosotros hubiésemos sido menos cautelosos y hubiésemos presentado este caso a Dios, mientras practicaba la iniquidad, ¿nos habría oído el Señor? ¿Habría contestado? "Porque tú no eres un Dios que ame la maldad: el malo no habitará junto a ti. No estarán los insensatos delante de tus ojos: aborreces a todos los que obran iniquidad". "Si en mi corazón hubiese yo mirado a la iniquidad, el Señor no me oyera" 
(Salmo 5: 4-5; 66: 18). 

Este no es un caso aislado. Aun las relaciones matrimoniales eran insuficientes para preservar a este hombre de los hábitos corrompidos de su juventud. ¡Ojalá se me pudiera convencer de que los casos como el que presenté son raros; pero sé que son frecuentes! Los hijos que nacen de padres dominados por pasiones corrompidas resultan inútiles. ¿Qué puede esperarse de tales hijos, sino que se hundan aún más bajo que sus padres? ¿Qué puede esperarse de esta generación naciente? Miles carecen de principios. Estos mismos transmiten a su posteridad sus propias pasiones miserables y corruptas. ¡Qué legado! Miles arrastran sus vidas sin principios, contaminan a los que viven con ellos y perpetúan sus pasiones degradadas, transmitiéndolas a sus hijos. Asumen la responsabilidad de darles la estampa de su propio carácter.

Los principios morales son la única salvaguardia
Vuelvo al caso de los cristianos. Si todos los que profesan obedecer la ley de Dios estuvieran libres de iniquidad, mi alma quedaría aliviada; pero no lo están. Aun algunos de los que profesan guardar todos los mandamientos de Dios son culpables del pecado de adulterio. ¿Qué puedo decir para despertar sus sensibilidades embotadas? Los principios morales, aplicados estrictamente, son la única salvaguardia  del alma. Si hubo alguna vez un tiempo en que la alimentación debía ser de la clase más sencilla, es ahora. No debe ponerse carne delante de nuestros hijos. Su influencia tiende a excitar y fortalecer las pasiones inferiores, y tiende a amortiguar las facultades morales. Los cereales y las frutas, preparados sin grasa y en forma tan natural como sea posible, deben ser el alimento destinado a todos aquellos que aseveran estar preparándose para ser trasladados al Cielo. Cuanto menos excitante sea nuestra alimentación, tanto más fácil será dominar las pasiones. La complacencia del gusto no debe ser consultada sin tener en cuenta la salud física, intelectual o moral.

La satisfacción de las pasiones más bajas inducirá a muchos a cerrar los ojos a la luz, porque temen ver pecados que no están dispuestos a abandonar. Todos pueden ver si lo desean. Si prefieren las tinieblas a la luz, su criminalidad no disminuirá por ello. ¿Por qué no leen los hombres y mujeres y se instruyen en estas cosas que tan decididamente afectan su fuerza física, intelectual y moral? Dios os ha dado un tabernáculo que cuidar y conservar en la mejor condición para su servicio y gloria. Vuestros cuerpos no os pertenecen. "¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque comprados sois por precio: glorificad pues a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". "¿No sabéis que sois templo de Dios, y que el Espíritu de Dios mora en vosotros? Si alguno violare el templo de Dios, Dios destruirá al tal: porque el templo de Dios, el cual sois vosotros, santo es" (1 Corintios 6: 19-20; 3: 16-17).

Enceguecidos por el pecado *
Satanás se regocija cuando logra que algunos pecadores se incorporen a la iglesia como profesos observadores del sábado, mientras siguen permitiéndole a él que controle sus mentes y sus afectos y los utilice para engañar y corromper a otros. En esta época degenerada se encontrarán muchos tan ciegos a la pecaminosidad del pecado que preferirán elegir una vida licenciosa, porque ésta se adecua a las inclinaciones perversas del corazón. En lugar de pararse frente al espejo de la ley de Dios, y conformar sus corazones y caracteres con la norma divina, permiten a los agentes de Satanás que establezcan sus normas en sus corazones. Los hombres corruptos consideran más fácil interpretar las Escrituras erróneamente, de modo que parezca apoyarlos en su iniquidad, antes que abandonar su corrupción y pecado, y ser puros de corazón y vida.

Hay más personas de esta clase de lo que muchos han imaginado, y se multiplicarán a medida que nos acercamos al fin del tiempo. A menos que hundan sus raíces en la verdad de la Biblia y se fundamenten en ella y mantengan una conexión viviente con Dios, muchos quedarán infatuados y engañados. Hay peligros invisibles que asedian nuestro sendero. Nuestra única seguridad consiste en velar y orar constantemente. Cuanto más cerca de Jesús vivamos, tanto más participaremos de su carácter puro y santo; cuanto más ofensivo nos resulte el pecado, tanto más deseables nos parecerán la pureza y el resplandor de Cristo. . .

Siempre hay un poder hechicero en las herejías y en la licencia. La mente está tan seducida que no puede razonar inteligentemente, y una ilusión la desvía continuamente de la pureza. La visión espiritual se empaña; y personas de moralidad hasta entonces intachable se confunden bajo los sofismas engañadores de aquellos agentes de Satanás que profesan ser mensajeros de luz. Este engaño es lo que da poder a estos agentes. Si ellos se presentasen audazmente e hiciesen abiertamente sus proposiciones, serían rechazados sin un momento de vacilación; pero obran primero de tal manera que inspiran simpatía y confianza como si fuesen santos y abnegados hombres de Dios. Como sus mensajeros especiales, empiezan entonces su artera obra de apartar las almas de la senda de la rectitud, y procuran anular la ley de Dios. . .

Si se elige la compañía de un hombre de mente impura y hábitos licenciosos en preferencia a la de los virtuosos y puros, ello es indicio seguro de que armonizan los gustos y las inclinaciones, de que se ha llegado a un bajo nivel de moralidad. Estas almas engañadas e infatuadas llaman a este nivel alta y santa afinidad del espíritu, armonía espiritual. Pero el apóstol lo llama "malicias espirituales en los aires" (Efesios 6: 12), contra las cuales debemos guerrear vigorosamente.

Cuando el engañador comienza su obra de seducción, encuentra con frecuencia disparidad de gustos y hábitos; pero haciendo grandes alardes de piedad, conquista la confianza, y cuando lo ha hecho, su astuto poder engañoso se ejerce a su manera para realizar sus planes. Al asociarse con estos elementos peligrosos, las mujeres se acostumbran a respirar esa atmósfera de impureza, y casi insensiblemente se compenetran del mismo espíritu. Pierden su identidad y se transforman en la sombra de su seductor.

Reformadores hipócritas
Hombres que profesan tener nueva luz, que aseveran ser reformadores, ejercerán gran influencia sobre cierta clase de personas que reconocen las herejías de la época actual, y no están satisfechas con la condición espiritual que existe en  las iglesias. Con corazón veraz y sincero desean ver un cambio hacia lo mejor, elevarse a una norma superior. Si los fieles siervos de Cristo les presentaran la verdad en su forma pura y sin adulteración, estas personas la aceptarían y se purificarían obedeciéndola. Pero Satanás, que vela siempre, sigue el rastro de estas almas investigadoras. Se les presenta alguien que hace una alta profesión de fe, como Satanás cuando fue a Cristo disfrazado de ángel de luz, y las aleja aún más de la senda correcta.

Es incalculable la desgracia y la degradación que siguen en la estela de la licencia. El mundo está contaminado por sus habitantes. Casi han colmado la medida de su iniquidad; pero lo que atraerá la retribución más grave es la práctica de la iniquidad bajo el manto de la piedad. El Redentor del mundo no despreció nunca el verdadero arrepentimiento, por grande que fuera la culpa; pero lanzó ardientes denuncias contra los fariseos y los hipócritas. Hay más esperanza para el que peca abiertamente que para esta clase de personas. . .

Como embajadora de Cristo, os suplico a vosotros que profesáis la verdad presente, que rechacéis cualquier avance de la impureza, y abandonéis la sociedad de aquellos que emiten una sugestión impura. Repudiad estos pecados contaminadores con el odio más intenso. Apartaos de aquellos que, aun en la conversación, permiten que su mente siga esta tendencia; "porque de la abundancia del corazón habla la boca" (Mateo 12: 34).

Como el número de los que practican estos pecados contaminadores aumenta constantemente en el mundo, y ellos quisieran introducirse en nuestras iglesias, os amonesto a que no les deis cabida. Apartaos del seductor. Aunque profese seguir a Cristo, es Satanás en forma humana; ha tomado prestada la librea del cielo para servir mejor a su señor. No debierais ni por un momento dar cabida a una sugestión impura y disfrazada; porque aun esto manchará el alma, como el agua impura contamina el conducto por el cual pasa.

Prefiramos la pobreza, el oprobio, la separación de nuestros amigos o cualquier sufrimiento, antes que contaminar el alma con el pecado. La muerte antes que el deshonor o la transgresión de la ley de Dios, debiera ser el lema de todo cristiano. Como pueblo que profesa ser constituido por reformadores que atesoran las más solemnes y purificadoras verdades de la Palabra de Dios, debemos elevar la norma mucho más alto de lo que está puesta actualmente. El pecado y los pecadores que hay en la iglesia deben ser eliminados prestamente, a fin de que no contaminen a otros. La verdad y la pureza requieren que hagamos una obra más cabal para limpiar de Acanes el campamento. No toleren el pecado en un hermano de los que tienen cargos de responsabilidad. Muéstrenle que debe dejar sus pecados o ser separado de la iglesia. EGW CSS 


SECCIÓN XIII. LA SANTIDAD DE VIDA 36. “La sencillez en la manera de vestir”


Al ver a nuestras hermanas apartarse de la sencillez en el vestir y cultivar el amor por las modas del mundo, nos afligimos. Al ir en esa dirección, se están separando de Dios y descuidan el adorno interior. No deben sentirse libres para dedicar el tiempo que Dios les ha dado al adorno innecesario de sus vestidos. ¡Cuánto mejor sería que lo emplearan escudriñado las Escrituras, y obteniendo sí un conocimiento cabal de las profecías y las lecciones prácticas de Cristo!

Como cristianos no debiéramos dedicarnos a ninguna ocupación sobre la cual no podamos pedir a conciencia la bendición del Señor. Hermanas mías, ¿tenéis una clara y limpia conciencia en relación con el trabajo innecesario dedicáis a vuestra vestimenta? ¿Podéis, mientras confundís la mente con los volantes fruncidos, los moños y las cintas, elevar el alma a Dios en oración para que bendiga vuestros esfuerzos? El tiempo empleado en esa forma podría dedicarse a hacer el bien a los demás y a cultivar vuestras propias mentes. Muchas de nuestras hermanas son personas de grandes habilidades, y si usaran sus talentos para la gloria de Dios, tendrían éxito en ganar a muchas almas para Cristo. . .

Especialmente las esposas de nuestros ministros deben tener cuidado de no apartarse de las claras enseñanzas de la Biblia con respecto al vestir. Muchas consideran que esas instrucciones son demasiado anticuadas para que se les preste atención; pero el que las dio a sus discípulos, comprendía los peligros que entrañaría en nuestro tiempo el amor al vestido, y nos envió la consiguiente amonestación.

¿Le prestaremos atención y seremos sabios? La extravagancia en el vestir aumenta continuamente.
Testimonies for the church ,tomo 4 , págs. 628 647 (1875)

  Y no se a llegado aún al fin. La moda cambia a cada momento, y nuestras hermanas la siguen, sin reparar en el gasto de tiempo y dinero. Se gastan en vestido muchos recursos que debieran ser devueltos a Dios, el Dador de ellos.

Los vestidos a la moda son una piedra de tropiezo
Los vestidos sencillos y limpios de las damas que pertenecen a la clase más humilde, con frecuencia aparecen en marcado contraste con el atavío de sus hermanas más ricas; y esta diferencia suele causar un sentimiento de vergüenza en las más pobres. Algunas tratan de imitar a sus hermanas más adineradas adornando en forma extravagante, colocando volantes fruncidos y decorando prendas de vestir de inferior calidad, con el fin de acercarse lo más posible a ellas en su manera de vestir. Pobres muchachas que reciben tan sólo dos dólares semanales por su trabajo, * que gastarán hasta el último centavo para vestirse como las demás que no están obligadas a ganarse la vida. Estas jovencitas no tienen nada para colocar en la tesorería del Señor. Y pasan tanto tiempo ocupadas en hacer sus vestidos tan a la moda como los de sus hermanas, que no les queda ningún momento para cultivar la mente, para el estudio de la Palabra de Dios, para la oración secreta o para la reunión de oración. Sus mentes se encuentran totalmente dedicadas a trazar planes para verse tan bien como sus hermanas. Sacrifican la salud física, mental y moral para alcanzar ese objetivo. Colocan la felicidad y el favor de Dios sobre el altar de la moda.

Muchas no asisten a los servicios de Dios los sábados, porque sus vestidos contrastarían con los de sus hermanas cristianas en estilo y adorno. ¿Quisieran mis hermanas considerar estas cosas como realmente son, y comprender plenamente el peso de su influencia sobre los demás? Al transitar por una senda prohibida, Llevan a otros por el mismo camino de desobediencia y apostasía. La sencillez cristiana se sacrifica a la ostentación. Hermanas mías, ¿como podemos cambiar todo esto? ¿Como podemos recuperarnos de la trampa de Satanás y romper las cuerdas que nos han atado a la esclavitud de la moda'? ¿Como podemos recuperar nuestras oportunidades despreciadas? ¿Cómo podemos dedicar nuestras facultades a la acción saludable y vigorosa? Hay una sola forma de hacerlo, y es convertir la Biblia en la regla para nuestra vida. . .

Muchos se visten como el mundo, a fin de ejercer influencia sobre los incrédulos; pero en esto cometen un triste error. Si quieren ejercer una influencia verdadera y salvadora, vivan de acuerdo con su profesión de fe, manifiéstenla por sus obras justas, y hagan clara la distinción que hay entre el cristiano y el mundo. Sus palabras, su indumentaria y sus acciones deben hablar en favor de Dios. Entonces ejercerán una influencia santa sobre todos los que los rodeen, y aun los incrédulos conocerán que han estado con Jesús. Si alguno quiere que su influencia se ejerza en favor de la verdad, viva de acuerdo con lo que profesa e imite así al humilde Modelo.

El orgullo, la ignorancia y la insensatez son compañeros constantes. Al Señor le desagrada el orgullo manifestado entre su pueblo profeso. Le deshonra su conformidad con las modas malsanas, inmodestas y costosas de esta época degenerada. . .

La reforma en la manera de vestir
La reforma en la manera de vestir se introdujo entre nosotros con el fin de proteger al pueblo de Dios de la influencia corruptora del mundo, como también para promover la salud física y moral. No tenía el propósito de ser un yugo esclavizador sino una bendición, ni de aumentar el    trabajo sino de disminuirlo, tampoco de añadir al costo de la vestimenta sino de ahorrar en el gasto. Distinguiría del mundo al pueblo de Dios y así serviría como barrera contra sus modas y locuras. El que conoce el fin desde el principio, que comprende nuestra naturaleza y nuestras obras -­nuestro compasivo Redentor-­, vio nuestros peligros y dificultades y condescendió a darnos advertencias e instrucciones oportunas concernientes a nuestros hábitos de vida, aun en la selección debida de los alimentos y la vestimenta.
Satanás está constantemente inventando algún nuevo estilo de ropa que resulte perjudicial para la salud física y moral; y se regocija cuando ve a los cristianos que aceptan ansiosamente las modas que ha inventado. No es posible estimar la cantidad de sufrimiento físico creado por la manera de vestir antinatural y malsana. Muchos se han convertido en inválidos para toda la vida por su satisfacción de las exigencias de la moda.

Entre estas modas perjudiciales se encontraban los grandes aros metálicos de los vestidos, que con frecuencia exponían en forma indecente a las mujeres que los usaban. En contraste con esto se presentó un vestido pulcro, modesto y decoroso, sin aros metálicos ni faldas que arrastran por el suelo, y que abrigaba adecuadamente los miembros inferiores. Pero la reforma en la manera de vestir abarcaba más que acortar los vestidos y abrigar las piernas. Incluía todas las prendas de vestir. Aliviaba el peso de las caderas al suspender las faldas de los hombros. Eliminaba los estrechos corsés que comprimían los pulmones, el estómago y otros órganos interiores e inducían una curvatura en la columna y una gran cantidad de enfermedades. La debida reforma de la manera de vestir hacía provisión para el desarrollo y la protección de todas las partes del cuerpo *. . .

Nuestra manera de vestir es un testimonio
Más de un alma que estaba convencida de la verdad se ha visto inducida a decidirse contra ella por el orgullo y el amor al mundo que manifestaron nuestras hermanas. La doctrina que se predicaba parecía clara y armoniosa, y las oyentes sentían que debían tomar una pesada cruz al aceptar la verdad. Cuando vieron a nuestras hermanas haciendo tanta ostentación en el vestir, dijeron: "Estas personas se visten tan vistosamente como nosotras. No pueden creer realmente lo que profesan; y al fin y al cabo deben estar equivocadas. Si realmente pensaran que Cristo va a venir pronto, y el caso de cada alma debe decidirse para la vida o para la muerte eterna, no dedicarían su tiempo y su dinero a vestirse de acuerdo con las modas existentes". ¡Cuán poco sabían del sermón que estaban predicando sus vestidos, estas hermanas que profesaban tener fe!

Nuestras palabras, nuestras acciones y nuestra indumentaria predican diariamente y en forma vívida, y juntan para Cristo o dispersan. Esto no es un asunto trivial, que se ha de dejar a un lado con una broma. El tema de la indumentaria exige seria reflexión y mucha oración. . .

De ninguna manera quisiéramos estimular la negligencia en el vestir. Que el atavío sea apropiado y decoroso. Aunque se lo confeccione con una tela de algodón de pocos pesos el metro, debe mantenérselo aseado y limpio. Si no hay frunces, la persona que lo ha de llevar no sólo puede ahorrarse algo haciendo el vestido ella misma, sino que puede economizar pequeñas sumas al lavarlo y plancharlo por sí misma. Las familias se imponen pesadas cargas al vestir a sus hijos de acuerdo con la moda. ¡Qué despilfarro de tiempo! Los pequeñuelos tendrían muy buen aspecto con un vestido sin frunces ni adornos, pero que esté ordenado y limpio. Es tan fácil lavar y planchar un vestido tal, que este trabajo no se siente como una carga. . .

Los niños sometidos a la moda
Pero el mayor de los males es la influencia que se ejerce sobre los niños y los jóvenes. Casi tan pronto como vienen al mundo, están sujetos a las exigencias de la moda. Los niñitos oyen hablar más del vestido que de su salvación. Ven a sus madres consultando con más fervor los figurines de modas que la Biblia. Hacen más visitas a la tienda y a la modista que a la iglesia. La ostentación exterior recibe mayor consideración que el adorno del carácter. Si se ensucian los lindos vestidos, ello arranca vivas reprimendas y los ánimos se vuelven irritables bajo la continua restricción.

Un carácter deformado no molesta tanto a la madre como un vestido sucio. El niño oye hablar más de los vestidos que de la virtud; porque la madre está más familiarizada con la moda que con el Salvador. Con frecuencia, su ejemplo rodea a los jóvenes con una atmósfera venenosa. El vicio, disfrazado con el atavío de la moda, se introduce entre los niños.

La sencillez en el vestir hará que una mujer sensata tenga la apariencia más ventajosa para ella. Juzgamos el carácter de una persona por el estilo del vestido que lleva. El atavío vistoso indica vanidad y debilidad. Una mujer modesta y piadosa se vestirá modestamente. Un gusto refinado y una mente culta se revelarán en la elección de atavíos sencillos y apropiados.

El adorno imperecedero
Hay un adorno que no perecerá nunca, que promoverá la felicidad de todos los que nos rodean en esta vida y resplandecerá con lustre inmarcesible en el futuro inmortal. Es el adorno de un espíritu manso y humilde. Dios nos ha ordenado llevar sobre el alma el atavío más rico. Cada mirada que echan al espejo debiera recordar a las adoradoras de la moda el alma que descuidan. Cada hora  malgastada en el atavío les merece una reprensión por dejar inculto el intelecto. Podría haber entonces una reforma que elevaría y ennoblecería todos los fines y propósitos de la vida. En vez de procurar adornos de oro para la vista, se haría un esfuerzo ferviente para obtener la sabiduría que es de más valor que el oro fino; sí, que es más preciosa que los rubíes. . .

Efecto de la manera de vestir sobre la moralidad *
El amor al vestido hace peligrar la moralidad, y hace de la mujer lo contrario de una dama cristiana, caracterizada por la modestia y la sobriedad. Los vestidos llamativos y extravagantes con frecuencia estimulan la concupiscencia en el corazón de quienes los usan y despiertan pasiones bajas en la mente de quienes los contemplan. Dios ve que la ruina del carácter con frecuencia está precedida por la complacencia del egoísmo y la vanidad en el vestir. Ve que la ropa costosa ahoga el deseo de hacer el bien.

Cuanto más dinero la gente gasta en ropa, tanto menos tiene para alimentar a los hambrientos y vestir a los desnudos; y así se secan las fuentes de la beneficencia que debieran fluir constantemente. Cada dólar que se ahorra por el renunciamiento personal a los adornos inútiles, puede darse a los necesitados, o bien puede colocarse en la tesorería del Señor para sustentar el Evangelio, para enviar misioneros a países extranjeros, para multiplicar las publicaciones a fin de enviar rayos de luz a las almas que se encuentran en las tinieblas del error. Cada peso utilizado innecesariamente priva al que lo gasta de una preciosa oportunidad de hacer el bien. . .

Cuando colocáis sobre vuestra persona una prenda de vestir inútil o extravagante, estáis reteniendo lo que corresponde al desnudo. Cuando llenáis vuestras mesas con una variedad innecesaria de alimentos costosos, estáis descuidando de alimentar a los hambrientos. ¿Qué clase de registro  hay de vosotros, profesos cristianos? Os ruego que no malgastéis en complacencias necias y perjudiciales lo que Dios requiere en su tesorería, ni la porción que debiera darse a los pobres. No nos vistamos con ropa costosa, sino con buenas obras, como mujeres que profesan santidad. Que los gemidos de la viuda y el huérfano no suban al cielo como testimonio contra nosotros. Que la sangre de las almas no se encuentre en nuestros vestidos. Que el precioso tiempo de prueba no se malgaste en la complacencia del orgullo del corazón. ¿Acaso no hay pobres que deban visitarse? ¿Acaso no hay ojos que no ven, para los cuales podáis leer la Palabra de Dios? ¿Acaso no hay desvalidos y desanimados que necesitan vuestras palabras de consuelo y oraciones?. . .

No juguéis más, hermanas mías, con vuestras propias almas y con Dios. Se me ha mostrado que la causa principal de vuestra apostasía es vuestro amor por el vestido. Os induce a descuidar graves responsabilidades, y tenéis apenas una chispa del amor de Dios en vuestro corazón. Sin demora, renunciad a la causa de vuestra apostasía, porque es un pecado contra vuestra propia alma y contra Dios. No os endurezcáis por el engaño del pecado.

La gente nos considera un pueblo peculiar. Nuestra posición y fe nos distingue del resto de las denominaciones. Si en la vida y el carácter no somos mejores que el mundo, nos señalarán con escarnio y dirán: "Estos son adventistas". Aquí tenemos un ejemplo de lo que son los que guardan el sábado en lugar del domingo". El estigma que podría lanzarse justamente contra esa clase de religiosos, se extiende a todos los que observan el sábado concienzudamente. ¡Cuánto mejor sería que esa clase de gente no pretendiera obedecer la verdad!­ Testimonies for the Church, tomo 5, pág. 138 (1882).

Extremos en el vestir *
Como pueblo, no creemos que sea nuestro deber salir del mundo para escapar de la moda. Si tenemos una manera de vestir ordenada, sencilla, modesta y cómoda, y la gente del mundo elige vestirse como nosotros, ¿cambiaríamos nuestro modo de vestir para ser diferentes del mundo? No. No debemos ser raros o singulares en nuestra vestimenta para diferenciarnos del mundo, porque nos despreciarían si lo hiciéramos. Los cristianos son la luz del mundo, la sal de la tierra. Su vestimenta debiera ser ordenada y modesta, su conversación casta y celestial, y su comportamiento sin tacha.

¿Cómo debemos vestirnos? Si algunas damas usaban vestidos muy acolchados antes de la introducción de vestidos con aros metálicos, nada más que con fines de exhibición, pecaban contra sí mismas al perjudicar su salud, la cual era su deber preservar. Si hay quienes los usan ahora nada más que para imitar los vestidos con aros, cometen pecado, porque están procurando imitar una moda lamentable. Antes de la introducción de los vestidos con aros metálicos se utilizaban faldas con nervadura o cordoncillos. Yo usé faldas con nervaduras livianas desde la edad de catorce años, no con fines de exhibición sino por comodidad y decencia. Cuando se introdujeron los vestidos con aros, no abandoné mis faldas con nervaduras. ¿Tendré que descartarlas ahora, porque se han introducido los vestidos con aros metálicos? No, porque eso sería llevar las cosas a un extremo.

Siempre tengo que recordar que debo ser un ejemplo, y por lo tanto no debo seguir las modas, sino un curso independiente, sin incurrir en extremos en lo que concierne a la manera de vestir. Desechar mis faldas con nervaduras,  que siempre han sido modestas y cómodas, para ponerme en cambio una falda liviana de algodón, con lo cual me pondría en ridículo en el extremo opuesto, estaría mal, porque entonces no establecería el ejemplo correcto, sino que pondría un argumento en boca de las que usan vestidos con aros. Para justificarse por usar esos vestidos, me señalarían a mí como alguien que no los usa, y dirían que no se pondrían en desgracia en la misma forma. Al incurrir en tales extremos destruiríamos toda la influencia que de otro modo podríamos tener, e induciríamos a las que usan vestidos con aros a justificar su proceder. Debemos vestir modestamente, sin dar la menor consideración a la moda de los vestidos con aros.

En estas cosas existe una posición que se encuentra entre los dos extremos. Ojalá que todos encontráramos esa posición y la observáramos. En este tiempo solemne, todas escudriñemos nuestros corazones, arrepintámonos de nuestros pecados y humillémonos delante de Dios. La obra es entre Dios y nuestras propias almas. Es una obra individual, y todos tendremos suficiente que hacer sin criticar la manera de vestir, las acciones y los motivos de sus hermanos y hermanas. "Buscad a Jehová todos los humildes de la tierra, los que pusisteis por obra su juicio; buscad justicia, buscad mansedumbre; quizás seréis guardados en el día del enojo de Jehová" (Sofonías 2: 3). Esta es nuestra obra. Este pasaje no se dirige a los pecadores, sino a todos los humildes de la tierra, que han obrado los juicios de Dios y han guardado sus mandamientos. Hay una tarea para cada uno, y si todos obedecemos veremos una dulce unión en las filas de los observadores del sábado.

Vestidos inmodestos
No creemos que esté de acuerdo con nuestra fe vestirse a la moda norteamericana, llevar vestido con aros metálicos o incurrir en extremos al llevar vestidos largos que barren las veredas y las calles. Si las mujeres usan vestidos cuyo extremo quede de tres a cinco centímetros del suelo, para no tocar la suciedad, estos serán modestos y podrán mantenerse limpios con más facilidad que si fueran excesivamente largos. Esa clase de vestidos estarían de acuerdo con nuestra fe.­ Testimonies for the Church, tomo 1, pág. 424 (1864).

Los padres como reformadores *
La obra de temperancia debe comenzar en nuestras familias, en nuestras mesas. Las madres tienen una obra importante que hacer para dar al mundo, por medio de la disciplina y la educación, hijos que sean capaces de llenar casi cualquier posición y que puedan también honrar los deberes de la vida doméstica y disfrutar de ellos.

La obra de la madre es muy importante y sagrada. Debiera enseñar a sus hijos, desde la cuna, a practicar hábitos de renunciamiento y autocontrol. Si ocupa Su tiempo mayormente con las necedades de esta época degenerada, si la vestimenta y la fiesta insumen su tiempo precioso, sus hijos dejarán de recibir la educación indispensable para formar caracteres correctos. Las preocupaciones de la madre cristiana no debieran referirse solamente a las cosas externas, sino también debieran buscar que sus hijos tengan constituciones saludables y buenas costumbres morales.

Muchas madres que deploran la intemperancia que existe en todas partes, no miran bien adentro para ver la causa. Preparan diariamente una variedad de platos y de comida muy condimentada, que tientan el apetito y estimulan el comer en exceso. Las mesas de nuestra gente norteamericana en general se preparan en una forma que crea borrachos. El apetito es la regla principal de un numeroso grupo de personas. Los que para complacer el apetito comen con demasiada frecuencia, y alimentos que no son sanos, están debilitando su capacidad para resistir las insistencias del apetito y de la pasión en otros sentidos, proporcionalmente a la forma como han fortalecido las tendencias a los hábitos incorrectos en el comer. Las madres necesitan ser impresionadas con su obligación ante Dios y el mundo de proporcionar a la sociedad hijos con caracteres bien desarrollados. Los hombres y las mujeres que entran en acción en la vida con principios firmes estarán en condiciones de mantenerse sin contaminación en medio de la decadencia moral de esta época corrompida. Es el deber de las madres aprovechar sus oportunidades doradas de educar correctamente a sus hijos para que sean útiles y cumplan bien el deber. . .

Dónde comienza la intemperancia
Repetimos que la intemperancia comienza en nuestras mesas. El apetito se complace hasta que ese proceder se convierte en una segunda naturaleza. El uso de té y café forma el apetito por el tabaco, y esto estimula el apetito por los licores.

Muchos padres, para evitar la tarea de educar pacientemente a sus hijos a fin de que adquieran hábitos de renunciamiento, y de enseñarles a emplear correctamente las bendiciones de Dios, los complacen en la comida y la bebida toda vez que esto les agrada. El apetito y la complacencia egoísta, a menos que se restrinjan en forma positiva, aumentan y se fortalecen a medida que se los complace. Cuando estos hijos comienzan a vivir independientemente de sus padres y ocupan su lugar en la sociedad,  carecen de poder para resistir a la tentación. La impureza moral y la iniquidad desvergonzada abundan en todas partes. La tentación a complacer el apetito y a gratificar las inclinaciones no ha disminuido con el paso de los años, y los jóvenes en general son gobernados por los impulsos y son esclavos del apetito. En los glotones, los adictos al tabaco, los bebedores y los borrachos, vemos los resultados malignos de una educación defectuosa.

Cuando oímos los tristes lamentos de hombres y mujeres cristianos por los terribles males de la intemperancia, de inmediato surgen en la mente estas preguntas: ¿Quiénes educaron a los jóvenes y pusieron su sello en el carácter? ¿Quiénes han estimulado en ellos los apetitos que han adquirido?..
Vi que Satanás, mediante sus tentaciones, está instituyendo modas que cambian continuamente, fiestas atractivas y diversiones, para que las madres sean inducidas a dedicar el tiempo de prueba que Dios les ha concedido a asuntos frívolos, de modo que tengan escasas oportunidades de educar debidamente a sus hijos. Nuestros niños necesitan madres que les enseñen desde la cuna a controlar la pasión, a negar el apetito y a vencer el egoísmo. Necesitan que se los eduque línea sobre línea, precepto sobre precepto, un poquito aquí y otro poquito allá.

Se dio instrucción a los hebreos acerca de la forma de enseñar a sus hijos a evitar la idolatría y la maldad de las naciones paganas: "Por tanto, pondréis éstas mis palabras en vuestro corazón y en vuestra alma, las ataréis como señal en vuestra mano, y serán por frontales entre vuestros ojos. Y las enseñaréis a vuestros hijos, hablando de ellas cuando te sientes en tu casa, cuando andes por el camino, cuando te acuestes, y cuando te levantes" (Deuteronomio 11: 18-19). . .

La responsabilidad de la madre
Nos dirigimos a las madres cristianas. Deseamos que  sintáis vuestra responsabilidad como madres, y que no viváis para complaceros a vosotras mismas, sino para glorificar a Dios... La mujer debe llenar una posición más sagrada y elevada en la familia que el rey en su trono. Su gran obra consiste en hacer que su vida sea un ejemplo viviente que desee que sus hijos copien. Tanto por precepto como por ejemplo, debe almacenar en sus mentes conocimientos útiles y conducirlos a realizar actos de abnegación en favor de los demás. El gran estímulo para la madre ocupada y recargada debe ser que cada hijo que ha sido entrenado correctamente y que tiene el adorno interior, el ornamento de un espíritu humilde y tranquilo, estará preparado para el cielo y brillará en las cortes del Señor. . .

Si los niños y los jóvenes fueran entrenados y educados para tener hábitos de abnegación y autocontrol, si se les enseñara que deben comer para vivir, en lugar de vivir para comer, habría menos enfermedades y menos contaminación moral. Habría poca necesidad de organizar cruzadas de temperancia... si se pudieran implantar principios correctos acerca de la temperancia en los jóvenes que forman y constituyen la sociedad. Entonces tendrían dignidad moral e integridad moral para resistir, con la fortaleza de Jesús, la contaminación de estos últimos días.

La temperancia en el hogar *
Es un asunto muy difícil desaprender los hábitos que se han complacido durante toda la vida y que han educado el apetito. El demonio de la intemperancia no se vence fácilmente. Tiene una enorme fuerza y es difícil de dominar. Espero que los padres comiencen una cruzada contra la intemperancia en sus propios hogares, con sus propias familias, en los principios que enseñan a sus hijos a seguir desde su misma infancia, y entonces pueden esperar tener éxito. Os recompensará, madres, utilizar las preciosas horas que Dios os da en la formación, el desarrollo y el  entrenamiento de los caracteres de vuestros hijos, y en enseñarles a adherirse estrictamente a los principios de temperancia en el comer y el beber.

Puede ser que los padres hayan transmitido a sus hijos tendencias hacia el apetito y la pasión, que tornarán más difícil la obra de educarlos y entrenarlos para que sean estrictamente temperantes y para que posean hábitos puros y virtuosos. Si el apetito por alimentos perjudiciales y estimulantes y por los narcóticos les ha sido transmitido por legado de sus padres, ¡qué responsabilidad solemne descansa sobre los padres para contrarrestar las tendencias malas que ellos mismos han puesto en sus hijos! ¡Con cuánto fervor y diligencia debieran los padres trabajar para cumplir su deber con fe y esperanza, a fin de ayudar a sus hijos desafortunados!

Los padres debieran convertir en su primera responsabilidad la comprensión de las leyes de la salud y la vida, para no hacer nada en la preparación de los alimentos o por medio de otros hábitos, que desarrolle tendencias equivocadas en sus hijos. Las madres debieran estudiar cuidadosamente la forma de preparar sus mesas con los alimentos más sencillos y saludables, para que los órganos digestivos no se debiliten, para que no se desequilibren las fuerzas nerviosas, y la instrucción que debieran dar a sus hijos no sea contrarrestada con los alimentos que colocan ante ellos. Este alimento debilita o fortalece el estómago, y tiene mucho que ver en el control de la salud física y moral de los hijos... Los que complacen el apetito de sus hijos y no controlan sus pasiones. verán el error terrible que han cometido al usar tabaco, al beber alcohol como esclavos, cuyos sentidos han sido anublados y cuyos labios profieren falsedades y profanidades.

Cuando los padres y los niños se enfrenten en el arreglo final de cuentas, ¡qué escenas se presentarán! Miles de niños que han sido esclavos del apetito y el vicio rebajante,  cuyas vidas han naufragado moralmente, se pondrán cara a cara con sus padres que hicieron de ellos lo que son. ¿Quiénes, sino los padres, tendrán que llevar esta terrible responsabilidad? EGW CSS

SECCIÓN XIII. LA SANTIDAD DE VIDA. 35. “Luces En Medio De Las Tinieblas”


El Señor ha hecho brillar su luz sobre nosotros en estos últimos días, para que la lobreguez y las tinieblas que han venido acumulándose en generaciones pasadas, debido a las complacencias pecaminosas, puedan disiparse en cierto grado y para que disminuya la sucesión de males resultantes de comer y beber intemperantemente. El Señor en su sabiduría se propuso llevar a su pueblo a una posición en la que se encontraría separado del mundo en espíritu y en práctica, para que sus hijos no fueran inducidos fácilmente a la idolatría ni llegaran a mancharse con la corrupción prevaleciente de la época. Es el propósito de Dios que los padres creyentes y sus hijos se destaquen como representantes vivientes de Cristo y candidatos para la vida eterna. Todos los que son participantes de la naturaleza divina escaparán de la corrupción que existe en el mundo a causa de la concupiscencia. Es imposible que los que complacen los apetitos puedan alcanzar la perfección cristiana. No podéis despertar las sensibilidades morales de vuestros hijos mientras no ejercéis cuidado en la selección de su alimento.- Testimonies for the Church, tomo 2, págs. 399-400 (1870). Este mundo es una escuela preparatoria para la escuela superior, y esta vida es una preparación para la vida venidera. Aquí debemos prepararnos para entrar en las cortes celestiales. Aquí hemos de recibir, creer y practicar la verdad, hasta que estemos listos para habitar en un hogar con los santos en luz.- Testimonies for the Church, tomo 8, pág. 200 (1904).

Una lección de la caída de Salomón *
La vida de Salomón podría haber sido notable hasta el mismo fin, si hubiera conservado la virtud. Pero él sometió esta gracia especial a la pasión de la concupiscencia. En su juventud le pidió a Dios que lo guiara, y confió en él, y el Señor le dio tal sabiduría que asombró al mundo. Su poder y su sabiduría fueron alabados en toda la tierra. Pero el amor a las mujeres fue su pecado. No dominó esa pasión al llegar a la edad madura, y se transformó en una trampa para él. Sus esposas lo condujeron a la idolatría, y cuando comenzó la curva descendente de la vida se le quitó la sabiduría que Dios le había dado; perdió su firmeza de carácter y llegó a ser semejante a un joven desatinado que vacila entre el bien y el mal. Al abandonar sus principios, se introdujo en la corriente del mal, y de este modo se separó de Dios. el fundamento y la fuente de su fortaleza. Se apartó de los principios.

La sabiduría había sido más preciosa que el oro de Ofir para él. Pero, por desgracia, las pasiones carnales ganaron la victoria. Las mujeres lo engañaron y lo arruinaron. ¡Qué lección para que nos mantengamos despiertos! ¡Qué testimonio del hecho de que necesitamos la fortaleza de Dios hasta el mismo fin! En la batalla contra la corrupción interna y la tentación externa, hasta el mismo sabio y poderoso Salomón fue derrotado. No es seguro apartarse en lo más mínimo de la más estricta integridad. "Absteneos de toda especie de mal" (1 Tesalonicenses 5: 22).

Cuando una mujer habla de las dificultades que hay en el seno de la familia, o se queja de su esposo frente a otro hombre, viola sus votos matrimoniales, deshonra a su esposo y quebranta el muro erigido para conservar la santidad de la relación matrimonial; abre la puerta de par en par e invita a Satanás a entrar con sus tentaciones  insidiosas. Eso es precisamente lo que Satanás quiere. Cuando una mujer acude a un hermano cristiano para contarle sus penas, desilusiones y pruebas, él siempre debería aconsejarle que si tiene que confiarle sus dificultades a alguien, elija a una hermana como confidente, para que no haya apariencia de mal y la causa de Dios no sufra reproche.

Recuerde a Salomón. Ante muchas naciones no había otro rey como él, amado por su Dios. Pero cayó. Fue inducido a apartarse de Dios, y se corrompió como resultado de la complacencia de las pasiones carnales. Este es el pecado que prevalece en nuestros días, y su progreso da miedo. Incluso los profesos observadores del sábado no están limpios. Hay quienes profesan creer la verdad, pero tienen el corazón corrompido. Dios los va a someter a prueba, y su insensatez y su pecado quedarán en evidencia. Nadie fuera de los puros y humildes podrán estar en su presencia. "¿Quién subirá al monte de Jehová? ¿Y quién estará en su lugar santo? El limpio de manos y puro de corazón, el que no ha elevado su alma a cosas vanas, ni ha jurado con engaño" (Salmo 24: 34). "Jehová, ¿quién habitará en tu tabernáculo? ¿Quién morará en tu monte santo" ? El que anda en integridad y hace justicia, y habla verdad en su corazón. El que no calumnia con su lengua, ni hace mal a su prójimo, ni admite reproche alguno contra su vecino. Aquel a cuyos ojos el vil es menospreciado, pero honra a los que temen a Jehová. El que aun jurando en daño suyo, no por eso cambia; quien su dinero no dio a usura, ni contra el inocente admitió cohecho. El que hace estas cosas no resbalará jamás" (Salmo 15: 1-5).

Consejos a los médicos y enfermeros *
El Señor me ha instruido para que presente los pasajes bíblicos que siguen a los médicos: "Por lo demás, hermanos, os rogamos y exhortamos en el Señor Jesús, que de la manera que aprendisteis de nosotros, cómo os conviene conduciros y agradar a Dios. así abundéis más y más... Pues la voluntad de Dios es vuestra santificación" (1 Tesalonicenses 4: 1-3). "Por tanto, de la manera que habéis recibido al señor Jesucristo, andad en él: arraigados y sobreedificados en él, y confirmados en la fe, así como habéis sido enseñados, abundando en acciones de gracias. Mirad que nadie os engañe por medio de filosofías y huecas sutilezas, según las tradiciones de los hombres. conforme a los rudimentos del mundo, y no según Cristo" (Colosenses 2: 6-8).

Los médicos se encuentran en un lugar en el que experimentarán tentaciones peculiares. Si no están preparados para soportar las tentaciones mediante la práctica de los principios de la verdad, fracasarán cuando Satanás los tiente. Hay ministros del Evangelio que son demasiado débiles para resistir la tentación. Puede ser que hayan predicado el Evangelio por mucho tiempo y con gran éxito; pueden haber ganado la confianza de la gente, pero cuando piensan ser fuertes demuestran que no pueden permanecer solos sin ser vencidos. A menos que gobiernen sus hábitos y pasiones, a menos que se mantengan estrechamente al lado de Cristo, perderán la vida eterna. Si los ministros corren ese peligro, los médicos corren un peligro aún mayor.

Los peligros de los médicos me han sido presentados. Los médicos de nuestros sanatorios no deben pensar que están fuera de peligro. Se encuentran definitivamente en peligro; pero pueden evitar los peligros que los rodean si  andan humildemente con Dios, y si cuidan de no ser presuntuosos. 'El que piensa estar firme, mire que no caiga" (1 Corintios 10: 12). Un poder más elevado y más fuerte que el poder humano debe respaldar nuestras instituciones médicas.

Guías y consejeros de experiencia
Un hombre y su esposa, ambos de edad madura y firmes como una roca a los principios de la verdad, debieran relacionarse con cada sanatorio a fin de actuar como guías y consejeros. La educación de hombres y mujeres en un sanatorio es una obra muy importante y delicada, y a menos que los médicos se preparen constantemente para llevarla a cabo mediante el poder de Dios, serán tentados a considerar los cuerpos de las damas con corazón y mente no santificados.

Con nuestros sanatorios debieran relacionarse siempre mujeres de edad madura, educadas y entrenadas para la obra, que sean competentes para tratar a las mujeres como pacientes. Debieran emplearse, no importa cuál sea el costo; y si no fuera posible encontrarlas, habría que buscar personas con la disposición y los rasgos de carácter adecuados a fin de educarlas y prepararlas para esta obra.

Los médicos deben ser circunspectos
Los médicos deben evitar todo comportamiento que pudiera considerarse como libertino en su relación con las damas, casadas o solteras. Siempre debieran comportarse con circunspección. Es mejor que nuestros médicos sean casados, cuyas esposas puedan unirse con ellos en su trabajo. Tanto el médico como su esposa debieran tener una experiencia viviente en las cosas de Dios. Si son cristianos devotos, su obra será tan preciosa como el oro refinado.

Las almas están siempre en peligro. Aun los médicos casados están sujetos a tentaciones. Algunos han caído en  las trampas que Satanás ha preparado para ellos. Nadie está libre de su poder artero y seductor. Algunos están conscientes de su peligro, pero comprenden que Satanás está realizando esfuerzos magistrales para vencerlos, y por medio de la oración ferviente se preparan para cumplir su deber. Mientras se encuentran en este apartamento interior-el mundo-, están protegidos por el poder de Dios. Las pruebas los preparan para el conflicto. Son limpiados de pecado en la sangre del Cordero.

La confianza en Jesús
Ningún médico que confíe en su propia fuerza está seguro. Los médicos no debieran dedicarse a su trabajo con una actitud mental descuidada e irreverente. En todo momento deben confiar en Aquel que dio su vida por la humanidad caída y que respeta la propiedad que ha comprado. En esa forma considerarán adecuadamente lo que la de Cristo ha adquirido. Se colocarán todas las piezas de la armadura celestial a fin de ser protegidos de los asaltos del enemigo. Esta es una salvaguardia contra el pecado que los médicos deben utilizar si quieren tener éxito en su obra.

Nuestros cuerpos pertenecen a Dios El pago el precio de la redención por el cuerpo tanto como por el alma. "¿O ignoráis... que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio, glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios"(1 Corintios 6: 19-20). "El cuerpo no es para la fornicación, sino para el Señor, y el Señor para el cuerpo" (vers. 13). El Creador vela sobre el organismo humano y lo mantiene en acción. Si no fuera por su cuidado constante, el pulso dejaría de sentirse, cesaría la acción del corazón, y el cerebro no desempeñaría sus funciones.
El cerebro es el órgano e instrumento de la mente y controla la totalidad del cuerpo. para que el resto del organismo se mantenga con salud, el cerebro debe tener  salud. Y para que el cerebro tenga salud, la sangre debe ser pura. Si la sangre se mantiene pura por medio de hábitos correctos de comer y beber, el cerebro se mantendrá debidamente alimentado.

Condiciones productoras de enfermedad
La falta de acción armoniosa en el organismo humano es lo que produce enfermedad. La imaginación puede controlar las demás partes del cuerpo y causarles perjuicio. Todas las partes del organismo deben trabajar armoniosamente. Los diferentes órganos del cuerpo, especialmente los que se encuentran alejados del corazón, debieran recibir abundante circulación de sangre. Los miembros desempeñan una parte importante y debieran recibir atención debida.

Dios es el gran Guardián del organismo humano. Debemos cooperar con él en el cuidado de nuestros cuerpos. El amor a Dios es esencial para la vida y la salud. A fin de gozar de salud perfecta, nuestros corazones deben estar llenos de esperanza, amor y gozo.

Hay que vigilar estrictamente las pasiones inferiores. Las facultades perceptivas se perjudican en forma muy definida cuando se permite que las pasiones se manifiesten incontroladamente. Cuando se complacen las pasiones, la sangre, en vez de circular a todas partes del cuerpo, aliviando al corazón y aclarando la mente, es llevada en cantidades indebidas a los órganos internos. Como resultado de eso se produce enfermedad. La persona no puede vivir con salud hasta que se descubre el mal y se le pone remedio.

"Pero el que se une al Señor", es decir, que se encuentra unido a Cristo mediante el pacto de la gracia, "un espíritu es con él. Huid de la fornicación" (1 Corintios 6: 17-18). No os detengáis ni por un momento para racionalizar. Satanás se regocijará al veros vencidos por la tentación. No os detengáis a discutir el caso con vuestra conciencia débil. Alejaos del primer paso de la transgresión.

El ejemplo de José
Ojalá que el ejemplo de José sea seguido por todos los que afirman ser sabios, los que se sienten competentes en su propia fortaleza para descargar los deberes de la vida. Un hombre sabio no será gobernado ni controlado por sus apetitos y pasiones, sino que él los controlará y gobernará. Se acercará a Dios en su esfuerzo por preparar la mente y el cuerpo para cumplir correctamente los deberes de la vida.

Quisiera impresionar las mentes de los médicos con el hecho de que no pueden hacer como les plazca con sus pensamientos e imaginaciones, y al mismo tiempo sentirse seguros en su llamamiento. Satanás es el destructor; Cristo es el Restaurador. Quisiera que nuestros médicos comprendan plenamente este punto. Podrían salvar almas de la muerte mediante la aplicación acertada del conocimiento que han adquirido, o bien podrían trabajar contra el gran Maestro Constructor. Podrían colaborar con Dios o bien contrarrestar sus planes al dejar de trabajar armoniosamente con él.

La conservación de la salud
Todos los médicos debieran colocarse bajo el control del gran Médico. Bajo su dirección harán lo que tienen que hacer. Pero el Señor no obrará milagros para salvar a los médicos que abusan descuidadamente de su organismo. Hasta donde sea posible, los médicos debieran observar hábitos de comer regulares. Debieran hacer ejercicio adecuado. Debieran estar decididos a colaborar con el gran Maestro Constructor. Dios obra y el hombre debe hacer lo necesario para trabajar con él, porque él es el Salvador del cuerpo.

Los médicos, más que otras personas, necesitan comprender la relación que los seres humanos mantienen con Dios con respecto a la conservación de la salud y la vida. Deben estudiar la Palabra de Dios con diligencia, no sea que descuiden las leyes de la salud.

No es necesario que se debiliten y pierdan el equilibrio. Bajo la dirección de la autoridad del cielo, pueden avanzar sin dificultad en líneas rectas. Pero deben obedecer fervientemente las leyes de Dios. Debieran sentir que son propiedad de Dios, que se ha pagado un precio por su adquisición, y que por lo tanto deben glorificar a Dios en todas las cosas. Por medio del estudio de la Palabra de Dios deben mantener la mente alerta al hecho de que los seres humanos son propiedad del Señor por creación y por redención. Deben decir: "Haré todo lo posible por salvar las almas y los cuerpos de las personas por quienes trabajo. Han sido compradas por un precio que es la sangre de Cristo, por lo que debo hacer todo lo posible para ayudarlas".

La instrucción que tengo para los médicos es que deben estudiar la Palabra de Dios con fervor y diligencia. Dios dice: "Salid... y apartaos,... y no toquéis lo inmundo" (2 Corintios 6: 17). Obedeced estas instrucciones, no importa cuál sea el costo desde el punto de vista de la posición social, el honor mundano o la riqueza terrenal. Confiad en el Señor. Andad con toda humildad de mente delante de él. Aferraos por fe a su Palabra y seguid adelante.

Evitad las manifestaciones exteriores
Ningún médico debe confiar en las manifestaciones exteriores, en muebles elegantes o en carruajes a la moda para ganarse el favor y exaltar la verdad. Los médicos que confían en estos recursos son motivados por un poder inferior. No es la grandeza de la casa, la elegancia de los muebles ni el despliegue exterior de ninguna clase lo que obtendrá una norma genuina para nuestros sanatorios. Los médicos que están unidos a Dios harán todo lo posible para destruir la inclinación a la vanidad y a las manifestaciones exteriores. . .

La humildad, la abnegación, la dadivosidad y la devolución fiel de los diezmos demuestran que la gracia de Dios está obrando en el corazón. El mayor Maestro Médico que el mundo ha conocido, dejó numerosas lecciones que muestran la necesidad de humildad. Esas lecciones deben ser puestas en práctica por sus seguidores. Deben vivir con abnegación y sacrificio. Para muchos esto será una experiencia nueva, pero de ella depende su salvación. Cristo dijo: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Marcos 8: 34). El acto de seguir a Cristo produce las virtudes del carácter de Cristo. La humildad es una gracia valiosa que particularmente agrada a Dios. Cristo dijo: "Aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras almas" (Mateo 11: 29). Los que siguen a Cristo vencerán la tentación y recibirán la gloriosa recompensa de la vida eterna. Y darán toda la alabanza y la gloria a Cristo.

Vivid vidas santas
Quisiera decir a los hombres y mujeres jóvenes que están siendo educados como enfermeros y médicos: Manteneos cerca de Jesús. Mediante su contemplación somos transformados a su semejanza. Recordad que no estáis siendo preparados para el noviazgo o el matrimonio, sino para el matrimonio con Cristo. Puede ser que tengáis un conocimiento teórico de la verdad, pero eso no os salvará. Debéis conocer por experiencia lo pecaminoso que es el pecado, y lo mucho que necesitáis a Jesús como Salvador personal. Unicamente así podéis llegar a ser hijos e hijas de Dios. Vuestro único mérito es vuestra gran necesidad.

Las personas que se eligen para seguir el curso de enfermería en nuestros sanatorios debieran ser escogidas sabiamente. Las jovencitas de carácter superficial no debieran ser animadas a seguir ese curso. Muchos jóvenes que afirman estar deseosos de seguir el curso médico,  carecen de los rasgos de carácter que los capacitarían para soportar las tentaciones tan comunes en el trabajo del médico. Debieran ser aceptados únicamente los que se ven con más condiciones de llegar a ser calificados para la gran obra de impartir los principios de la verdadera reforma de la salud.

Las damas jóvenes que están relacionadas con nuestras instituciones debieran autovigilarse estrictamente. Debieran manifestar reserva tanto en sus palabras como en sus acciones. No debieran manifestar la menor familiaridad cuando hablan con algún hombre casado. Quisiera decir a mis hermanas relacionadas con nuestros sanatorios que se vistan con la armadura. Cuando hablan con los hombres deben ser bondadosas y corteses pero sin demostrar familiaridad. Hay ojos que os observan, que ven vuestra conducta y que os juzgan a través de ella para ver si en realidad sois hijas de Dios.

Manifestad modestia. Absteneos de toda apariencia de mal. Mantened puesta la armadura celestial. o en caso contrario, por amor a Cristo renunciad a vuestro trabajo en el sanatorio, que es el lugar donde las pobres almas naufragadas han de encontrar reposo. Los que se relacionan con estas instituciones deben vigilarse a sí mismos. Nunca, mediante palabra o acción, debieran dar ocasión a que hombres perversos hablen mal de la verdad.

En este mundo hay dos reinos: el reino de Cristo y el reino de Satanás. Cada uno de nosotros pertenece a uno de ellos. Cristo, en su admirable oración por sus discípulos dijo: "No ruego que los quites del mundo, sino que los guardes del mal. No son del mundo, como tampoco yo soy del mundo. Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad. Como tú me enviaste al mundo, así yo los he enviado al mundo" (Juan 17:15-18).

Ejerced una influencia salvadora
No es la voluntad de Dios que nos aislemos del mundo.   Pero mientras estemos en el mundo debemos santificarnos a Dios. No debemos copiar al mundo. Debemos vivir en el mundo como una influencia correctora, como la sal que retiene su sabor. Entre una generación impía, impura e idólatra debemos ser puros y santos y demostrar que la gracia de Cristo tiene poder para restaurar en el ser humano la semejanza divina. Debemos ejercer una influencia salvadora para el mundo.

"Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe" (1 Juan 5: 4). El mundo se ha convertido en un lazareto de pecado, en una corrupción en masa. No conoce a los hijos de Dios porque no le conoce a él. No debemos practicar sus métodos ni seguir sus costumbres. Debemos resistir continuamente los principios relajados. Cristo dijo a sus seguidores: "Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos" (Mateo 5: 16). Es el deber de médicos y enfermeros brillar como luces entre las influencias corruptoras del mundo. Deben tener principios que el mundo no pueda ensuciar.

Para que la iglesia tenga salud y vitalidad debe estar compuesta por cristianos sanos. Pero en nuestras iglesias e instituciones hay muchos cristianos enfermos. La luz que el Señor me ha dado está expresada claramente en el tercer capítulo de Filipenses. Este capítulo debiera ser leído y estudiado cuidadosamente. Las lecciones que contiene debieran ser practicadas. El que colabora con el Gran Médico mantendrá los nervios, los tendones y los músculos en las mejores condiciones de salud. Para hacer la obra en forma debida, el organismo humano necesita cuidadosa atención. Hay que preservar la acción armoniosa de sus diferentes partes.

Sed fuertes en el Señor *
Así es con el alma. El corazón puede ser cuidadosamente  guardado y protegido. "Porque ¿que aprovechará al hombre si ganare todo el mundo, y perdiere su alma? ¿O qué recompensa dará el hombre por su alma?" (Marcos 8: 36-37). Cristo debe morar en el corazón por medio de la fe. Su Palabra es el pan de vida y el agua de salvación. La confianza en su plenitud nos viene por medio de la comunión constante con Dios. Al comer la carne y beber la sangre de Cristo obtenemos fortaleza espiritual. Cristo provee la sangre dadora de vida del corazón, y Cristo y el Espíritu Santo dan poder a los nervios. El alma, engendrada de nuevo en una nueva esperanza es imbuida con el poder vivificador de una nueva naturaleza, queda capacitada para elevarse cada vez a mayor altura. La oración que Pablo elevó a Dios en favor de los efesios fue: "para que os dé, conforme a las riquezas de su gloria, el ser fortalecidos con poder en el hombre interior con su Espíritu; para que habite Cristo por la fe en vuestros corazones, a fin de que, arraigados y cimentados en amor, seáis plenamente capaces de comprender con todos los santos cuál sea la anchura, la longitud, la profundidad y la altura, y de conocer el amor de Cristo, que excede a todo conocimiento, para que seáis llenos de toda la plenitud de Dios"(Efesios 3: 16-19).

La bendición de la gracia se da a los hombres para que el universo celestial y el mundo caído puedan ver, como no podrían lograrlo de otro modo, la perfección del carácter de Cristo. El Gran Médico vino a nuestro mundo para mostrar a hombres y mujeres que mediante su gracia pueden vivir de tal modo que en el gran día de Dios puedan recibir este precioso testimonio: "Estáis completos en él".
Los médicos deben revelar los atributos de Cristo, perseverando firmemente en la obra que Dios les ha encargado. Los ángeles han sido comisionados para dar a los que realizan fielmente esta obra conceptos más amplios del carácter y la obra de Cristo y de su poder, su gracia y su amor. Así se convierten en participantes de su imagen, y día a día  crecen hasta la plena estatura de hombres y mujeres en Cristo. Es el privilegio de los hijos de Dios aumentar constantemente su comprensión de la verdad, para que puedan introducir en la obra amor a Dios y al cielo, y extraer de los demás agradecimiento a Dios debido a la abundancia de su gracia.

Tenemos razón para manifestar gratitud eterna a Dios porque él nos ha dejado un ejemplo perfecto. Todo cristiano debiera esforzarse por seguir firmemente en los pasos del Salvador. Debiéramos ofrecer expresiones de alabanza y agradecimiento por habernos dado un Ayudador tan poderoso, una salvaguarda contra toda tentación, contra toda clase de impropiedad en el pensamiento, las acciones y las palabras.

Nuestra única seguridad contra la posibilidad de caer en el pecado consiste en mantenernos continuamente bajo la influencia moderadora del Espíritu Santo, y al mismo tiempo dedicándonos activamente a la causa de la verdad en santidad, cumpliendo todo deber encomendado por Dios, pero sin echarnos cargas que Dios no ha colocado sobre nosotros. Los médicos deben mantenerse firmes bajo el estandarte del mensaje del tercer ángel, pelear la buena batalla de la fe con perseverancia y éxito, confiando en la armadura celestial, el equipo de la Palabra de Dios, sin olvidar nunca que tienen un dirigente que jamás ha sido ni puede ser vencido por el mal.

EL PRECIO DE LA SALUD.
La salud puede obtenerse por medio de hábitos de vida adecuados y se la puede hacer producir grandes dividendos.  Pero este capital, más precioso que aquel depósito bancario, puede sacrificarse debido a la intemperancia en el comer y el beber, o al permitir que la inacción enmohezca los órganos.  Hay que abandonar las complacencias favoritas, y hay que vencer la pereza.

La razón por la cual muchos de nuestros ministros se quejan de enfermedad es que no hacen ejercicio suficiente y comen en exceso.  No comprenden que ese comportamiento pone en peligro hasta la constitución física más fuerte.  Los que... tienen un temperamento lento debieran comer poco y no rehuir el esfuerzo físico.  Muchos de nuestros ministros están cavando sus tumbas con los dientes.  El organismo, al ocuparse de la carga que se coloca sobre los órganos digestivos, sufre, con lo que se recarga severamente el cerebro.  Por cada ofensa cometida contra las leyes de la salud, el transgresor debe pagar la pena en su propio cuerpo.

Cuando el apóstol Pablo no se preocupaba activamente en la predicación, trabajaba en su profesión de fabricante de tiendas.  Se veía obligado a hacerlo por haber aceptado una verdad impopular.  Antes de abrazar el cristianismo, se ocupaba en una posición elevada, y no dependía de su trabajo manual para su sostén.  Entre los judíos existía la costumbre de enseñar a los hijos alguna profesión manual, independientemente de la posición elevada que se esperaba que llenaran, para que en caso de circunstancias adversas no fueran incapaces de sostenerse a sí mismos.  De acuerdo con esta costumbre, Pablo era fabricante de tiendas; y cuando había gastado sus recursos para promover la causa de Cristo y para su sostén personal, recurrió a esa profesión para ganarse la vida.
Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 408-409 (1880). 598 EGW CSS