viernes, 7 de septiembre de 2018

34. LA VERDADERA EDUCACIÓN PREPARA PARA LA OBRA MISIONERA. (EGW/MC) MHP


LA VERDADERA educación es una preparación para ser misionero. Todo hijo e hija de Dios está llamado a ser misionero; se nos llama a servir a Dios y a nuestros semejantes, y el objeto de nuestra educación debe ser capacitarnos para este servicio. 

LA PREPARACION PARA SERVIR 
Este objeto deberían tenerlo siempre presente los padres y maestros cristianos. No sabemos en qué actividad han de servir nuestros hijos. Puede ser que su vida, transcurra en el círculo del hogar; tal vez sigan alguna de las profesiones ordinarias de la vida o vayan a países paganos para enseñar el Evangelio; pero serán todos igualmente misioneros de Dios, ministros de misericordia para el mundo.  

Dios ama a los niños y a los jóvenes, con sus lozanas dotes, con su energía y valor, sus delicadas susceptibilidades, y desea ponerlos en armonía con los agentes divinos. Tienen, por lo tanto, que recibir una educación que los habilite para ponerse de parte de Cristo y servirle abnegadamente. Cristo dijo acerca de todos sus hijos hasta el fin del tiempo, lo mismo que declaró con respecto a los primeros discípulos: "Como tú me enviaste al mundo, también los he enviado al mundo" (Juan 17:18), para ser representantes de Dios, para revelar su Espíritu, para poner de manifiesto su carácter, para hacer su obra. 

Nuestros hijos están como en la encrucijada de los caminos. De todos lados las mundanas incitaciones al egoísmo y la 308 concupiscencia los invitan a desviarse de la senda trazada para los rescatados del Señor. 
 De la elección que hagan depende que sus vidas sean una bendición o una maldición. Rebosantes de energía, deseosos de probar sus aptitudes, necesitan dar salida a su vida exuberante. Serán activos para el bien o para el mal. 

La Palabra de Dios no reprime la actividad, sino que la guía y encauza. Dios no ordena al joven que tenga menos aspiraciones. No se han de reprimir los elementos del carácter que aseguran éxito verdadero y honores entre los hombres; a saber, el deseo irreprimible de alcanzar algún bien mayor, la voluntad indomable, la aplicación tenaz y la perseverancia incansable. 

 Deben dedicarse, mediante la gracia de Dios, a conseguir fines tanto más elevados que los intereses mundanos egoístas como son más altos los cielos que la tierra. 

A nosotros, como padres cristianos, nos toca dar a nuestros hijos la debida dirección. Deben ser guiados con cuidado, prudencia y ternura en la senda del ministerio cristiano. 

 Un pacto sagrado con Dios nos impone la obligación de educar a nuestros hijos para servirle. Rodearlos de una influencia que los lleve a escoger una vida de servicio, y darles la educación necesaria para ello, tal es nuestro primer deber. 

"De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito," para que no pereciéramos, sino que tuviéramos "vida eterna...... Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros." Si amamos, daremos. "No... para ser servido, sino para servir," es la gran lección que hemos de aprender y enseñar. (Juan 3:16; Efesios 5:2; Mateo 20:28.) 

Impresionad a los jóvenes con el pensamiento de que no se pertenecen a sí mismos, sino a Cristo. Fueron comprados por su sangre, y su amor los requiere. Viven porque él los guarda con su poder. Su tiempo, su fuerza, sus aptitudes son de Cristo; es menester desarrollarlas y perfeccionarlas a fin de emplearlas en beneficio de él. 309 Después de los seres angélicos, la familia humana, formada a imagen de Dios, es la más noble de las obras creadas por Dios, quien desea que los seres humanos lleguen a ser todo lo que él ha hecho posible que sean, y quiere que hagan el mejor uso de las facultades que él les ha concedido.

 La vida es misteriosa y sagrada. Es la manifestación de Dios mismo, fuente de toda vida. Las oportunidades que ella depara son preciosas y deben ser fervorosamente aprovechadas. Una vez perdidas, no vuelven jamás. 

Ante nosotros Dios pone la eternidad, con sus solemnes realidades, y nos revela temas inmortales e imperecederos. Nos presenta verdades preciosas y ennoblecedoras, para que podamos progresar por una senda segura en pos de un objeto digno de que le dediquemos fervorosamente todas nuestras aptitudes.

 Dios mira el interior de la diminuta semilla que él mismo formó, y ve en ella la hermosa flor, el arbusto o el altivo y copudo árbol. Así también ve las posibilidades de cada ser humano. Estamos en este mundo con algún fin. 
 Dios nos ha comunicado su plan para nuestra vida, y desea que alcancemos el más alto nivel de desarrollo.

 UN FUNDAMENTO MAS AMPLIO 
Desea que crezcamos continuamente en santidad, en felicidad y en utilidad. Todos tienen habilidades que deben aprender a considerar como sagradas dotes, a apreciarlas como dones del Señor y a emplearlas debidamente.

 Desea que la juventud desarrolle todas sus facultades, y que las ponga en ejercicio activo. Desea que los jóvenes gocen de todo lo útil y valioso en esta vida; que sean buenos y hagan el bien, acumulando un tesoro celestial para la vida futura. Debería ser su anhelo sobresalir en todo lo noble, elevado y generoso. Para ello consideren a Cristo como el modelo según el cual deben formarse.

 La santa ambición que Cristo 310 manifestó en su vida debe moverlos a ellos también, es a saber, la de dejar mejor el mundo por haber vivido en él. Esta es la obra a la cual han sido llamados. 
La más alta de todas las ciencias es la de salvar almas. La mayor obra a la cual pueden aspirar los seres humanos es la de convertir en santos a los pecadores. 
 Para realizar esa obra, hay que echar amplios cimientos, y al efecto se necesita una educación comprensiva, que requiera de los padres y maestros pensamientos y esfuerzos superiores a los que requiere la mera instrucción científica. 

 Se necesita algo más que cultura intelectual. 
 La educación no es completa a menos que el cuerpo, 
la mente y el corazón se desarrollen armoniosamente. 

 El carácter ha de recibir disciplina adecuada para su desarrollo más perfecto. Todas las facultades físicas y mentales deben educarse y desarrollarse, debidamente. Es deber nuestro cultivar y poner en ejercicio toda facultad que haga de nosotros obreros más eficaces de Dios. 

La verdadera educación incluye el ser entero. Nos enseña el uso correcto de nuestro ser. Nos habilita para hacer el mejor uso del cerebro, de los huesos y de los músculos; del cuerpo, de la inteligencia y del corazón.

 Las facultades de la mente, por ser las superiores, deben gobernar el reino del cuerpo. Los apetitos y las pasiones naturales deben someterse al dominio de la conciencia y de los afectos espirituales. Cristo está a la cabeza de la humanidad, y es su propósito guiarnos en su servicio, por las altas y santas sendas de la pureza. Por la maravillosa operación de su gracia, hemos de llegar a ser perfectos en él. 

Jesús recibió su educación en el hogar. Su madre fue su primer maestro humano. De los labios de ella, y de los escritos de los profetas, aprendió las cosas del cielo. Vivió en un hogar de aldeanos y con fidelidad y buen ánimo llevó su parte de las cargas de la casa. El que había sido el comandante del cielo, consintió en ser un siervo voluntario, un hijo amante 311 y obediente. Aprendió un oficio, y con sus propias manos trabajó en la carpintería con José. Vestido como trabajador común, recorría las calles de la aldea, al ir a su humilde trabajo y al volver de él. 

La gente de aquel tiempo estimaba las cosas por su apariencia. La religión había ganado en pompa cuanto perdiera en poder. Los educadores de entonces procuraban imponer respeto por medio del lujo y la ostentación. La conducta de Jesús presentaba señalado contraste con todo ello. Demostraba la inutilidad de las cosas que los hombres consideraban como las más importantes de la vida. 

Jesús no frecuentó las escuelas de aquel tiempo, que solían 
exagerar las cosas pequeñas y empequeñecer las grandes. 

Se educó en las fuentes designadas por el Cielo, en el trabajo útil, en el estudio de las Escrituras, en la naturaleza y en las experiencias de la vida, en los libros de texto de Dios, llenos de enseñanza para todo aquel que recurre a ellos con manos voluntarias, ojos abiertos y corazón dispuesto a entender. "Y el niño crecía, y fortalecíase, y se henchía de sabiduría; y la gracia de Dios era sobre él." (Lucas 2:40.) Así preparado, Cristo emprendió su misión, ejerciendo en los hombres, siempre que se relacionaba con ellos, una influencia bendita, un poder transformador, tales como el mundo no había visto jamás. 

LA ENSEÑANZA DEL HOGAR 
El hogar es la primera escuela del niño y allí deben echarse los cimientos de una vida de servicio, cuyos principios no deben enseñarse con meras teorías. Deben encauzar la educación de la vida entera. Muy temprano debe enseñarse al niño a ser útil. Tan pronto como su fuerza y su poder de razonar hayan adquirido cierto desarrollo, debe dársele algo que hacer en casa. Hay que animarle a tratar de ayudar a su padre y a su madre; a tener 312 abnegación y dominio propio; a anteponer la felicidad ajena y los intereses del prójimo a los suyos propios, a alentar y ayudar a sus hermanos y a sus compañeros de juegos y a ser bondadoso con los ancianos, los enfermos y los infortunados. Cuanto más compenetre el hogar el verdadero espíritu servicial, tanto más plenamente se desarrollará en la vida de los niños. Así aprenderán a encontrar gozo en servir y sacrificarse por el bien de los demás. 

LA OBRA DE LA ESCUELA
La educación en el hogar debe ser completada por la obra de la escuela. Hay que tener siempre en cuenta el desarrollo de todo el ser, físico, intelectual y espiritual, así como la enseñanza del servicio y del sacrificio. Más que ningún otro agente, el servir por amor a Cristo en las cosas pequeñas de la vida diaria tiene poder para formar el carácter y para dirigir la vida por el camino del servicio abnegado. Despertar este espíritu, fomentarlo y encauzarlo debidamente es la obra de padres y maestros. No podría encomendárseles obra más importante. El espíritu de servicio es el espíritu del cielo, y en cada esfuerzo que se haga para fomentarlo y alentarlo puede contarse con la cooperación de los ángeles. 
Una educación tal debe basarse en la Palabra de Dios. Sólo en ella se exponen plenamente los principios de la educación. Debe hacerse de la Biblia el fundamento del estudio y de la enseñanza. El conocimiento esencial es el conocimiento de Dios y de Aquel a quien envió. Todo niño y todo joven deben tener algún conocimiento de sí mismos. Deben conocer la habitación física que Dios les ha dado, y las leyes mediante las cuales pueden conservarla sana. 
 Todos deben obtener una comprensión cabal de los ramos comunes de la educación. Todos deben adquirir una preparación industrial que haga de ellos hombres y mujeres 313 prácticos, idóneos para los deberes de la vida diaria. 
 A esto hay que añadir la enseñanza y la experiencia práctica en varios ramos del esfuerzo misionero. 

SE APRENDE ENSEÑANDO 
Progresen los jóvenes tan rápidamente y tanto como puedan en la adquisición de conocimientos. Tenga su campo de estudios toda la amplitud que sus facultades puedan abarcar. Al aprender algo, comuníquenlo a otros. Así su inteligencia adquirirá disciplina y poder. El uso que hagan de sus conocimientos determinará el valor de su educación. Dedicar mucho tiempo al estudio, sin hacer esfuerzo alguno por comunicar a otros lo que se aprende, es a menudo un impedimento más bien que una ayuda para el verdadero desarrollo. En el hogar y en la escuela debe el estudiante esforzarse por aprender a estudiar y a comunicar el conocimiento adquirido. 

Cualquiera que sea su vocación, tendrá que aprender y enseñar durante toda su vida. Así podrá progresar continuamente, haciendo de Dios su confidente y aferrándose a Aquel que es infinito en sabiduría, que puede revelar los secretos ocultos durante siglos y resolver los problemas más difíciles para los que creen en él. 

La Palabra de Dios da mucha importancia a la influencia que las compañías ejercen hasta en los hombres y las mujeres. ¡Cuánto mayor será tal influencia en la mente y el carácter de los niños y los jóvenes! Las personas a quienes traten, los principios que adopten, los hábitos que contraigan, determinarán el grado de utilidad que alcancen en esta vida y cuáles serán sus intereses futuros y eternos. Es una realidad terrible, que debiera estremecer el corazón de los padres, el que en tantas escuelas y colegios adonde se manda a la juventud para recibir cultura y disciplina intelectual, prevalezcan influencias que deforman el carácter, distraen el espíritu del objeto verdadero de la vida y pervierten 314 la moralidad. 

 Mediante el trato con personas sin religión, amigas de los placeres y depravadas, muchos jóvenes pierden su sencillez y pureza, su fe en Dios, y el espíritu de abnegación que padres y madres cristianos fomentaron y conservaron en ellos por medio de instrucciones cuidadosas y fervorosas oraciones. Muchos de los que entran en la escuela con propósito de prepararse para desempeñar algún servicio abnegado, concluyen por absorberse en estudios profanos. 

 Se despierta en ellos la ambición de descollar entre sus compañeros y de adquirir puestos y honores en el mundo. 
 Pronto llegan a perder de vista el objeto que los llevara a la escuela, y se entregan a la persecución de fines egoístas y mundanos. Y a menudo contraen hábitos que arruinan su vida para este mundo y para el venidero. 

Por lo general, los hombres y las mujeres de ideales amplios, de propósitos generosos y nobles aspiraciones, son aquellos en quienes se desarrollaron esto rasgos característicos por las compañías con que se juntaron en sus primeros años. 

 En todas sus relaciones con Israel, Dios insistió en lo importante que era velar por las compañías de sus hijos. Todas las disposiciones de la vida civil, religiosa y social tendían a preservar a los niños del trato con gente perniciosa y a familiarizarlos desde su más temprana edad con los preceptos y principios de la ley de Dios. 

 La lección objetiva dada al nacer la nación fue de tal naturaleza que debía impresionar hondamente los corazones. Antes que el último y terrible castigo cayera sobre los egipcios con la muerte de los primogénitos, Dios ordenó a su pueblo que recogiera a sus niños en sus respectivas casas. El dintel de cada casa debía marcarse con sangre, y todos debían guarecerse al amparo seguro de aquella señal. 

 Así también hoy los padres que aman y temen a Dios deben guardar a sus hijos "en vínculo de concierto," bajo la protección de las influencias sagradas hechas posibles por la sangre redentora de Cristo. 315 De sus discípulos, Cristo dijo: "Yo les he dado tu palabra; y ... no son del mundo, como tampoco yo soy del mundo." (Juan 17:14.) 
"No os conforméis a este siglo -nos manda Dios;- más reformaos por la renovación de vuestro entendimiento."
(Romanos 12:2.)

"No os juntéis en yugo con los infieles: porque ¿Qué compañía tiene la justicia con la injusticia? ¿y qué comunión la luz con las tinieblas? ... ¿y qué concierto el templo de Dios con los ídolos? porque vosotros sois el templo del Dios viviente, como Dios dijo: Habitaré y andaré en ellos; y seré el Dios de ellos, y ellos serán mi pueblo. Por lo cual "Salid de en medio de ellos, y apartaos.... y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré, y seré a vosotros Padre, y vosotros me seréis a mí hijos e hijas, dice el Señor Todopoderoso." (2 Corintios 6:14-18.) 

"Reunid el pueblo." Declaradle "las ordenanzas de Dios y sus leyes." (Joel 2:16; Exodo 18:16.) "Y pondrán mi nombre sobre los hijos de Israel, y yo los bendeciré." (Números 6:27.) "Y verán todos los pueblos de la tierra que el nombre de Jehová es llamado sobre ti." (Deuteronomio 28:10.) "Y será el residuo de Jacob en medio de muchos pueblos, como el rocío de Jehová, como las lluvias sobre la hierba, los cuales no esperan varón, ni aguardan a hijos de hombres." 
(Miqueas 5:7.) 

Nosotros estamos contados con Israel. Todas las instrucciones dadas a los antiguos israelitas respecto a la educación de sus hijos, todas las promesas de bendición por medio de la obediencia, son para nosotros. 316 Dios nos dice: "Bendecirte he, ... y serás bendición." (Génesis 12:2.) De los primeros discípulos y de todos los que creerían en él por la palabra de ellos, Cristo dijo: "Y yo, la gloria que me diste les he dado; para que sean una cosa, como también nosotros somos una cosa. Yo en ellos, y tú en mí, para que sean consumadamente una cosa; y que el mundo conozca que tú me enviaste, y que los has amado, como también a mí me has amado." (Juan 17:22,23.) 

¡Admirables, admirables palabras, 
casi fuera del alcance de la fe! 

 El Creador de todos los mundos ama a los que se consagran a su servicio, así como ama a su Hijo. Aquí también y ahora mismo su favor y su gracia nos son otorgados en maravillosa medida. Nos ha dado la Luz y la Majestad de los cielos, y con él nos ha concedido todos los tesoros del cielo. Además de lo mucho que nos ha prometido para la vida futura, nos concede con regia largueza dones para la vida presente. Como súbditos de su gracia, desea que gocemos de todo cuanto ennoblece, expansiona y realza nuestro carácter. Aguarda él para inspirar a la juventud el poder de lo alto, a fin de que permanezca bajo la bandera ensangrentada de Cristo, trabajando como él trabajó, para guiar a las almas por senderos seguros y afirmar los pies de muchos sobre la Roca de los siglos. 

Cuantos procuren trabajar en armonía con el plan divino de educación recibirán su gracia auxiliadora, su continua presencia, su poder que los guardará. A todos les dice: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente: no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios será contigo." "No te dejaré, ni te desampararé." (Josué 1:9, 5.) 

"Porque como desciende de los cielos la lluvia, y la nieve, y no vuelve allá, sino que harta la tierra, y la hace germinar y producir, y da simiente al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca: 317 no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié. Porque con alegría saldréis, y con paz seréis vueltos; los montes y los collados levantarán canción delante de vosotros, y todos los árboles del campo darán palmadas de aplauso. En lugar de la zarza crecerá haya, y en lugar de la ortiga crecerá arrayán: y será a Jehová por nombre, por señal eterna que nunca será raída." (Isaías 55:10-13.)

 En el mundo entero la sociedad está en desorden, y se necesita una transformación radical. La educación dada a la juventud moldeará toda la organización social. "Y edificarán los desiertos antiguos, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades asoladas, los asolamientos de muchas generaciones." 

 Y los hombres los llamarán "sacerdotes de Jehová ... y tendrán perpetuo gozo. Porque yo Jehová soy amador del derecho, ... por tanto, afirmaré en verdad su obra, y haré con ellos pacto perpetuo. Y la simiente de ellos será conocida entre las gentes, y sus renuevos en medio de los pueblos; todos los que los vieren, los conocerán, que son simiente bendita de Jehová.... Porque como la tierra produce su renuevo, y como el huerto hace brotar su simiente, así el Señor Jehová hará brotar justicia y alabanza delante de todas las gentes." (Isaías 61:4-11.) 318 MC/EGW/MHP 

miércoles, 25 de julio de 2018

33. INFLUENCIA DEL HOGAR (EGW/MC) MHP


EL HOGAR debe ser para los niños el sitio más agradable del mundo, y la presencia de la madre en él debe ser su mayor atractivo. Los niños son por naturaleza sensibles y amantes. Es fácil contentarlos o hacerlos infelices. 

 Por medio de suave disciplina, palabras y actos cariñosos, las madres pueden conquistar el corazón de sus hijos. 
A los niños les gusta la compañía, y raras veces quieren estar solos. 

 Anhelan simpatía y ternura. Creen que lo que les gusta agradará también a la madre, y es natural que acudan a ella con sus menudas alegrías y tristezas. La madre no debe herir sus corazones sensibles tratando con indiferencia asuntos que, si bien son baladíes para ella, tienen gran importancia para ellos. 

 La simpatía y aprobación de la madre les son preciosas. Una mirada de aprobación, una palabra de aliento o de encomio, serán en sus corazones como rayos de sol que muchas veces harán feliz el día entero. En vez de despedir a sus hijos, para no verse molestada por el ruido que producen ni por sus menudas demandas, idee la madre entretenimientos o labores fáciles que mantengan ocupadas las activas manos e inteligencias.

 Identificándose con los sentimientos de sus hijos y dirigiendo sus diversiones y ocupaciones, la madre se ganará su confianza, y le será más fácil corregir los malos hábitos que tengan, o contrarrestar sus manifestaciones de egoísmo y de ira. 

 Una palabra de advertencia o de reprobación, dicha en momento oportuno, será de gran valor. Con amor paciente y vigilante puede encaminar en la debida dirección la 302 inteligencia de sus hijos y cultivar en ellos hermosos y atractivos rasgos de carácter. 

Las madres deben educar a sus hijos de modo que no se apoyen siempre en los demás ni piensen únicamente en sí mismos. No deben inducirles a creer que todo debe girar en derredor suyo. 

 Algunos padres dedican mucho tiempo y atención a jugar con sus hijos; pero los niños deben aprender a jugar solos, a ejercitar su ingenio y habilidad. De este modo sabrán contentarse con placeres sencillos. 

 Debe enseñárseles a soportar valientemente sus pequeños desengaños y pruebas. En vez de hacerles reparar en el menor dolorcillo, distráigaseles la atención y enséñeseles a pasar por alto leves contratiempos y penas. Procúrese sugerirles medios de aprender a ser atentos para con los demás. 


 REQUIEREN ATENCIÓN CONSTANTE
 Pero no hay que descuidar a los niños. Recargadas con muchos cuidados, las madres consideran a veces que no pueden dedicar tiempo alguno para enseñar con paciencia a sus pequeñuelos y demostrarles amor y simpatía.

 Recuerden empero que si los hijos no encuentran en sus padres ni en el hogar la satisfacción de su deseo de simpatía y de compañerismo, la buscarán en otra parte, donde tal vez peligren su espíritu y su carácter. 

Por falta de tiempo y reflexión, más de una madre niega a sus hijos tal o cual placer inocente, mientras que sus dedos hábiles y sus ojos cansados se empeñan con diligencia en labores destinadas solamente al adorno, que a lo sumo sólo sirven para fomentar la vanidad y la prodigalidad en sus jóvenes corazones. 

 Al acercarse los jóvenes a la edad adulta, estas lecciones dan por fruto el orgullo y la falta de dignidad moral.
 La madre se queja de las faltas de sus hijos, pero no se da cuenta de que cosecha lo que ella misma sembró. 

Hay madres que no tratan a sus hijos de un modo uniforme. 303 A veces les permiten hacer o tener cosas que les perjudican, y otras veces les niegan placeres inocentes que llenarían de contento los corazones infantiles. En esto no siguen el ejemplo de Cristo, quien amaba a los niños, comprendía sus sentimientos y simpatizaba con ellos en sus placeres y sus pruebas.


 RESPONSABILIDAD DEL PADRE 
El esposo y padre es cabeza de la familia. Es justo que la esposa busque en él amor, simpatía y ayuda para la educación de los hijos, pues son de él tanto como de ella, y él tiene tanto interés como ella en el bienestar de ellos. 

 Los hijos buscan sostén y dirección en el padre, quien necesita tener un concepto correcto de la vida y de las influencias y compañías que han de rodear a su familia. Ante todo, debería ser dirigido por el amor y temor de Dios y por la enseñanza de la Palabra divina, para poder encaminar los pasos de sus hijos por la buena senda. 

El padre es el legislador de su familia, y, a semejanza de Abrahán, debe hacer de la ley de Dios la regla de su hogar.
 Dios dijo de Abrahán: "Yo lo he conocido, sé que mandará a sus hijos y a su casa." (Génesis 18:19.)

 En la casa del patriarca no habría descuido culpable en cuanto a reprimir el mal; no se verían favoritismos débiles, imprudentes e indulgentes, ni se sacrificarían las convicciones respecto al deber en atención a afectos equivocados. 
 No sólo Abrahán daría buenas instrucciones, sino que conservaría la autoridad de las leyes justas y rectas. 

 Dios ha dado reglas para nuestro gobierno. No se debe permitir que los niños se aparten de la senda segura trazada en la Palabra de Dios, para ir por los caminos peligrosos que existen por doquiera. Hay que refrenar sus malos deseos y reprimir sus malas inclinaciones bondadosamente, pero con firmeza, perseverancia y oración.  

El padre debe hacer que rijan en su familia las virtudes más austeras: la energía, 
la integridad, la honradez, la 304 paciencia, la diligencia y el sentido práctico. 

 Y lo que exija de sus hijos debe practicarlo él mismo, dando 
ejemplo de dichas virtudes con su comportamiento varonil. 

Pero, padres, no desalentéis a vuestros hijos. Combinad el cariño con la autoridad, la bondad y la simpatía con la firme represión. Dedicad a vuestros hijos algunas de vuestras horas de ocio; intimad con ellos; asociaos con ellos en sus trabajos y juegos, y ganad su confianza. Cultivad su amistad, especialmente la de vuestros hijos varones. 

 De este modo ejerceréis sobre ellos una poderosa influencia para el bien. El padre debe hacer cuanto esté de su parte por la felicidad del hogar. Cualesquiera que sean los cuidados y las perplejidades que le ocasionen sus negocios, no debe permitir que arrojen sombra sobre su familia; debe volver siempre a casa con la sonrisa y buenas palabras en los labios.

 En cierto sentido, el padre es el sacerdote de la familia, en cuyo altar ofrece sacrificio matutino y vespertino. Pero la esposa y los hijos deben unirse con él en la oración y en el canto de alabanza. Por la mañana, antes de irse a sus quehaceres cotidianos, reúna el padre a sus hijos en torno suyo, y, postrados ante Dios, encomiéndelos al cuidado del Padre celestial. 

 Cuando hayan pasado los afanes del día, vuélvase a reunir la familia en oración de acción de gracias y en canto de alabanza, para reconocer el cuidado divino del cual fue objeto durante el día. 

Padres y madres, por muy urgentes que sean vuestras ocupaciones, no dejéis nunca de reunir a vuestra familia en torno del altar de Dios. Pedid el amparo de los santos ángeles para vuestra casa.

 Recordad que vuestros amados están expuestos a tentaciones.
 La senda de jóvenes y viejos está sembrada de molestias cotidianas.

 Quienes quieran llevar una vida de paciencia, amor y gozo, han de orar. 
 Sólo con la ayuda constante de Dios podemos vencernos a nosotros mismos. 305 

En el hogar deben convivir la alegría, la cortesía y el amor; y donde residen estas virtudes habrá felicidad y paz. 

 Podrán sobrevenir dificultades, pero éstas constituyen la suerte que le toca a toda la humanidad. Resplandezcan la paciencia, la gratitud y el amor en el corazón, por nublado que esté el día. En tales hogares moran los ángeles de Dios.

Cada uno de los esposos procure la felicidad de su cónyuge, sin descuidar jamás los leves actos de cortesía y bondad que alegran e iluminan la vida. Debe haber completa confianza entre los esposos.

 Ambos deben hacer frente a sus responsabilidades. Juntos deben trabajar por el mayor bien de sus hijos. Jamás deben, en presencia de éstos, criticar el uno los planes del otro ni poner en tela de juicio el criterio del otro.

 Procure cuidadosamente la esposa no dificultarle al marido la obra que hace por los hijos. Sostenga el marido, por su parte, las manos de su esposa, dándole prudente consejo y amoroso aliento. No debe levantarse una valla de frialdad y retraimiento entre padres e hijos.

 Intimen los padres con sus hijos; procuren entender sus gustos y disposiciones; compartan sus sentimientos, y descubran lo que embarga sus corazones. 

Padres, demostrad a vuestros hijos que los amáis, y que queréis hacer cuanto podáis para asegurar su dicha. 
 Si obráis así, las restricciones que necesitéis imponerles tendrán mucho mayor peso en sus jóvenes inteligencias. 

 Gobernad a vuestros hijos con ternura y compasión, teniendo siempre presente que "sus ángeles en los cielos ven siempre la faz de mi Padre que está en los cielos." (Mateo 18:10). 

Si queréis que los ángeles desempeñen en favor de vuestros hijos el ministerio que Dios les ha encomendado, cooperad con ellos haciendo vuestra parte. 

Criados bajo la prudente y amante dirección de un hogar verdadero, los hijos no abrigarán deseos de ir a buscar en otra parte placer y compañía. El mal no tendrá atractivo para 306 ellos.  

 El espíritu prevaleciente en el hogar amoldará su carácter; contraerán hábitos y adoptarán principios que serán para ellos amparo seguro contra la tentación cuando tengan que alejarse del hogar y ocupar su puesto en el mundo.  

Tanto los hijos como los padres tienen importantes deberes que cumplir en el hogar. 
 Se les ha de enseñar a los primeros que también forman parte de la sociedad del hogar. 

 Se les da de comer, se les viste, se les ama y se les cuida; y ellos a su vez deben corresponder a todos estos favores compartiendo las responsabilidades domésticas y proporcionando toda la felicidad posible a su familia. 

Los niños se sienten a veces tentados a irritarse bajo la restricción; pero en la vida adulta bendecirán a sus padres por el solícito cuidado y la estricta vigilancia con que los guardaron y guiaron en sus años de inexperiencia. 307 EGWMC MHP

jueves, 7 de junio de 2018

32. EL NIÑO (EGW/MC)

 

En las instrucciones del ángel a los padres hebreos iban incluidos no sólo los hábitos de la madre, sino la educación del niño. No bastaba que Sansón, el niño que iba a libertar a Israel, tuviera una buena herencia al nacer, sino que a su nacimiento debía seguir una esmerada educación. 

 Desde la niñez había que enseñarle hábitos de estricta templanza. Semejante instrucción fue dada también al tratarse de Juan el Bautista. Antes del nacimiento del niño el mensaje enviado del cielo al padre fue: "Y tendrás gozo y alegría, y muchos se gozarán de su nacimiento. Porque será grande delante de Dios, y no beberá vino ni sidra; y será lleno del Espíritu Santo." (San Lucas 1:14,15.) 

El Salvador declaró que en la memoria que los cielos guardan de los hombres nobles, no había hombre mayor que Juan el Bautista. La obra que le fue encomendada requería no sólo energía física y resistencia, sino las más altas cualidades del espíritu y del alma. Tan importante era la buena educación física como preparación para esta tarea, que el ángel más encumbrado del cielo fue enviado con un mensaje de instrucción para los padres del niño. 

Las prescripciones dadas respecto a los niños hebreos nos enseñan que nada de lo que afecte al bienestar físico del niño debe descuidarse. Nada carece de importancia. Toda influencia que afecte a la salud del cuerpo repercute en el espíritu y en el carácter. 

¿NO PUEDE Darse Demasiada Importancia A La Primera Educación De Los Niños?. 294 

Las lecciones aprendidas, los hábitos adquiridos durante los años de la infancia y de la niñez, influyen en la formación del carácter y la dirección de la vida mucho más que todas las instrucciones y que toda la educación de los años subsiguientes. 

Los padres deben considerar esto. Deben comprender los principios que constituyen la base del cuidado y de la educación de los hijos. Deben ser capaces de criarlos con buena salud física, mental y moral.

 Deben estudiar las leyes de la naturaleza. Deben familiarizarse con el organismo del cuerpo humano. Necesitan entender las funciones de los varios órganos y su mutua relación y dependencia. Deben estudiar la relación de las facultades mentales con las físicas y las condiciones requeridas para el funcionamiento sano de cada una de ellas. 

 Asumir las responsabilidades de la paternidad sin una preparación tal es pecado. 
Poca, muy poca consideración se da a las causas que determinan la mortalidad, la enfermedad y la degeneración, que existen hoy aun en los países más civilizados y favorecidos. La raza humana decae. Más de un tercio de ella muere en la infancia;*(Año 1905), de los que alcanzan la edad adulta, los más adolecen de alguna enfermedad, y pocos llegan al límite de la vida humana. 

 EL CUIDADO DE LOS INFANTES 
La mayor parte de los males que acarrean miseria y ruina a la raza humana podrían evitarse, y el poder de luchar contra ellos descansa en sumo grado en los padres. No es una "misteriosa providencia" la que arrebata a los pequeñuelos. Dios no quiere su muerte. Los confía a los padres para que los eduquen a fin de que sean útiles en este mundo, y lleguen al cielo después. Si los padres y las madres hicieran lo posible 295 para dar a sus hijos buena herencia, y luego, mediante una buena educación, se esforzaran por remediar cualquiera mala condición en que hubieran nacido, ¡qué cambio tan favorable se vería en el mundo! 

Cuanto más tranquila y sencilla la vida del niño, más favorable será para su desarrollo físico e intelectual.
 La madre debería procurar siempre conservarse tranquila, serena y dueña de sí misma. Muchos pequeñuelos son en extremo susceptibles a la excitación nerviosa, y los modales suaves y apacibles de la madre ejercerán una influencia calmante de incalculable beneficio para el niño.

 Los infantes requieren calor, pero se incurre muchas veces en el grave error de tenerlos en cuartos caldeados y faltos de aire puro. La costumbre de taparles la carita mientras duermen es perjudicial, pues entorpece la libre respiración. Debe evitarse a la criatura toda influencia que tienda a debilitar o envenenar su organismo. Debe ejercerse el más escrupuloso cuidado para que cuanto la rodee sea agradable y limpio. Es necesario proteger al pequeñuelo de los cambios repentinos y excesivos de la temperatura; pero hay que cuidar de que cuando duerma o esté despierto, de día o de noche, respire aire puro y vigorizante.

 EL VESTIDO DEL NIÑO 
En la preparación del ajuar para el niño hay que buscar lo que más conviene, la comodidad y la salud, antes que la moda o el deseo de despertar la admiración. La madre no debe gastar tiempo en bordados y en labores de fantasía para embellecer la ropa de su pequeñuelo, ni imponerse así una carga de trabajo inútil, a costa de su salud y de la del niño. 
 No debe cansarse encorvándose sobre labores de costura que comprometen su vista y sus nervios, cuando necesita mucho descanso y ejercicio agradable. 

 Debe comprender la obligación de conservar sus fuerzas para hacer frente a lo que de ella exigirá su cargo. 296 Si el atavío del niño proporciona calor, abrigo y comodidad, quedará eliminada una de las principales causas de irritación y desasosiego. El pequeñuelo gozará mejor salud, y la madre no encontrará el cuidado de su hijo demasiado pesado para sus fuerzas y para el tiempo de que dispone. 

Las ligaduras apretadas o la ropa por demás ajustada impiden la acción del corazón y de los pulmones, y deben evitarse. Ninguna parte del cuerpo debe sufrir presión alguna por causa de la ropa que comprima algún órgano o limite su libertad de movimiento. La ropa de todos los niños debe estar tan holgada, que les permita la más libre y completa respiración; y debe adaptarse de tal modo al cuerpo que los hombros lleven todo el peso de ella. 

En algunos países prevalece aún la costumbre de dejar desnudos los hombros y las extremidades de los pequeñuelos. Esta costumbre no puede condenarse con demasiada severidad. Por estar las extremidades lejos del centro de la circulación, requieren mayor abrigo que las demás partes del cuerpo. Las arterias que conducen la sangre a las extremidades son gruesas y suministran suficiente cantidad de sangre para llevarles calor y nutrición. 

 Pero cuando esos miembros quedan sin abrigo ni ropa suficiente, las arterias y las venas se contraen, las partes más sensibles del cuerpo se enfrían, y la circulación de la sangre se entorpece. En los niños que crecen hay que favorecer todas las fuerzas de la naturaleza para facilitarles el perfeccionamiento de la estructura física. Si los miembros quedan insuficientemente abrigados, los niños, y principalmente las niñas, no pueden salir de casa sino cuando el aire es tibio, y por temor al frío se los tiene encerrados.

 Si los niños están bien abrigados, el ejercicio al aire libre, en verano o en invierno, les será provechoso. Las madres que desean que sus hijos e hijas gocen del vigor de la salud, deben vestirlos convenientemente y alentarlos 297 a que estén al aire libre siempre que el tiempo lo permita. Costará tal vez no poco esfuerzo romper las cadenas de la costumbre, y vestir y educar a los niños con respecto a la salud; pero el resultado compensará con creces el esfuerzo. 


 LA ALIMENTACIÓN DEL NIÑO  
El mejor alimento para el niño es el que suministra la naturaleza. No debe privársele de él sin necesidad. Es muy cruel que la madre, por causa de las conveniencias y los placeres sociales, procure libertarse del desempeño de su ministerio materno de amamantar a su pequeñuelo. La madre que consiente que otra mujer nutra a su hijo debe considerar cuáles puedan ser los resultados. La nodriza comunica hasta cierto punto, su propio temperamento y genio al niño a quien amamanta. 

Difícil sería exagerar la importancia que tiene el hacer adquirir a los niños buenos hábitos dietéticos. Necesitan aprender que comen para vivir y no viven para comer. Esta educación debe empezar cuando la criatura está todavía en brazos de su madre. Hay que darle alimento tan sólo a intervalos regulares, y con menos frecuencia conforme va creciendo. 

 No hay que darle dulces ni comida de adultos, pues no la puede digerir. El cuidado y la regularidad en la alimentación de las criaturas no sólo fomentarán la salud, y así las harán sosegadas y de genio apacible, sino que echarán los cimientos de hábitos que los beneficiarán en los años subsiguientes. 

Cuando los niños salen de la infancia todavía hay que educar con el mayor cuidado sus gustos y apetitos. 

 Muchas veces se les permite comer lo que quieren y cuando quieren, sin tener en cuenta su salud. El trabajo y el dinero tantas veces malgastados en golosinas perjudiciales para la salud inducen al joven a pensar que el supremo objeto de la vida, y lo que reporta mayor felicidad, es poder satisfacer los apetitos. 

El resultado de tal educación es que el niño se vuelve glotón; 298 después le sobrevienen las enfermedades, que son seguidas generalmente por la administración de drogas venenosas. 

Los padres deben educar los apetitos de sus hijos, y no permitir que hagan uso de alimentos nocivos para la salud. Pero en el esfuerzo por regular la alimentación, debemos cuidar de no cometer el error de exigir a los niños que coman cosas desagradables, ni más de lo necesario.

 Los niños tienen derechos y preferencias que, cuando son 
razonables, deben respetarse. Hay que observar cuidadosamente la 
regularidad en las comidas.  

 Al niño no se le debe dar de comer entre comidas, ni pasteles, ni nueces, ni frutas, ni manjar de ninguna clase. 
 La irregularidad en las comidas destruye el tono sano de los órganos de la digestión, en perjuicio de la salud y del buen humor. Y cuando los niños se sientan a la mesa, no toman con gusto el alimento sano; su apetito clama por manjares nocivos. Las madres que satisfacen los deseos de sus hijos a costa de la salud y del genio alegre, siembran males que no dejarán de brotar y llevar fruto. 

 El empeño por satisfacerlos apetitos se intensifica en los niños a medida que crecen, y queda sacrificado el vigor mental y físico. Las madres que obran así cosechan con amargura lo que han sembrado. 

 Ven a sus hijos criarse incapacitados en su mente y carácter para desempeñar noble y provechoso papel en la sociedad o en la familia. Las facultades espirituales, intelectuales y físicas se menoscaban por la influencia del alimento malsano. La conciencia se embota, y se debilita la disposición a recibir buenas impresiones. 

 CÓMO CUIDAR A LOS NIÑOS ENFERMOS 
Mientras se les enseña a los niños a dominar su apetito y a comer teniendo en cuenta los intereses de la salud, hágaseles ver que sólo se privan de lo que les sería perjudicial; que renuncian a ello por algo mejor. Hágase la mesa amena y atractiva, 299 al surtirla con las cosas buenas que Dios ha dispensado con tanta generosidad. 
Sea la hora de comer una hora de contento y alegría. 
Al gozar de los dones de Dios, correspondámosle con agradecida alabanza. En muchos casos las enfermedades de los niños pueden achacarse a equivocaciones en el modo de cuidarlos. 

 Las irregularidades en las comidas, la ropa insuficiente en las tardes frías, la falta de ejercicio activo para conservar la buena circulación de la sangre, la falta de aire abundante para purificarla, pueden ser causa del mal. 

Estudien los padres las causas de la enfermedad, 
y remedien cuanto antes toda condición defectuosa. 

Todos los padres pueden aprender mucho con respecto al cuidado y a las medidas preventivas y aun al tratamiento de la enfermedad. La madre en particular debe saber qué hacer en los casos comunes de enfermedad en su familia. Debe saber atender a su enfermito. Su amor y perspicacia deben capacitarla para prestar servicios que no podrían encomendarse a una mano extraña. 

 EL ESTUDIO DE LA FISIOLOGÍA 
Los padres deberían tratar temprano de interesar a sus hijos en el estudio de la fisiología y enseñarles sus principios elementales. Enséñenles el mejor modo de conservar sus facultades físicas, intelectuales y morales, y cómo usar sus dotes para que su vida beneficie a otros y honre a Dios. 

 Este conocimiento es de valor inapreciable para los jóvenes. La enseñanza respecto a las cosas que conciernen a la vida y la salud es para ellos más importante que el conocimiento de muchas de las ciencias que se enseñan en las escuelas. 

Los padres han de vivir más para sus hijos y menos para la sociedad. 
 Estudiad los asuntos relacionados con la salud, y practicad vuestros conocimientos.

Enseñad a vuestros hijos a razonar de la causa al efecto. 
Enseñadles que si quieren salud y felicidad, 300 tienen que 
obedecer las leyes de la naturaleza.

 Aunque no veáis en vuestros hijos adelantos tan rápidos como desearíais, no os desalentéis; antes bien proseguid vuestro trabajo con paciencia y perseverancia. Enseñad a vuestros niños desde la cuna a practicar la abnegación y el dominio propio. 

 Enseñadles a gozar de las bellezas de la naturaleza y a ejercitar sistemáticamente en ocupaciones útiles todas sus facultades corporales e intelectuales. 
 Educadlos de modo que lleguen a tener una constitución sana y buenos principios morales, una disposición alegre y un genio apacible. 

 Inculcad en sus tiernas inteligencias la verdad de que Dios no nos ha creado para que viviéramos meramente para los placeres presentes, sino para nuestro bien final. Enseñadles que el ceder a la tentación es dar prueba de debilidad y perversidad, mientras que el resistir a ella denota nobleza y virilidad. 

 Estas lecciones serán como semilla sembrada en suelo fértil, y darán fruto que llenará de alegría vuestro corazón. Sobre todo, rodeen los padres a sus hijos de una atmósfera de ALEGRIA, CORTESIA Y AMOR. En el hogar donde habita el amor y se expresa en miradas, palabras y actos, los ángeles se complacen en manifestar su presencia. 

Padres, dejad entrar en vuestros corazones los rayos de sol del amor, de la jovialidad y del feliz contentamiento, y permitid que su dulce y preciosa influencia compenetre vuestro hogar. 

Manifestad un espíritu bondadoso y tolerante; 
fomentadlo también en vuestros hijos, 
cultivando todas las gracias 
que iluminarán vuestra vida familiar. 

La atmósfera así creada será para los hijos lo que son el aire y el sol 
para la vegetación y promoverán la salud y el vigor de la mente y del 
cuerpo. 301 EGW MC MHP 

sábado, 2 de junio de 2018

31. LA MADRE (EGW/MC)


Los hijos serán en gran medida lo que sean sus padres. Las condiciones físicas de éstos, sus disposiciones y apetitos, sus aptitudes intelectuales y morales, se reproducen, en mayor o menor grado, en sus hijos. 
Cuanto más nobles sean los propósitos que animen a los padres, cuanto más elevadas sus dotes intelectuales y morales, cuanto más desarrolladas sus facultades físicas, mejor será el equipo que para la vida den a sus hijos. 

Cultivando en sí mismos las mejores prendas, los padres influyen 
en la formación de la sociedad de mañana y en el ennoblecimiento de las futuras generaciones. 

*Los Padres y las Madres deben Comprender su Responsabilidad. 
 El mundo está lleno de trampas para los jóvenes. Muchísimos son atraídos por una vida de placeres egoístas y sensuales. No pueden discernir los peligros ocultos o el fin temible de la senda que a ellos les parece camino de la felicidad. Cediendo a sus apetitos y pasiones, malgastan sus energías, y millones quedan perdidos para este mundo y para el venidero. 

 Los padres deberían recordar siempre que sus hijos tienen que arrostrar estas tentaciones. Deben preparar al niño desde antes de su nacimiento para predisponerlo a pelear con éxito las batallas contra el mal. Esta responsabilidad recae principalmente sobre la madre que con su sangre vital nutre al niño y forma su armazón física, le comunica también influencias intelectuales y espirituales que tienden a formar la inteligencia y el carácter. 

JOCABED, la madre hebrea de fe robusta y que no temía 288 "el mandamiento del rey" (Hebreos 11:23), 
fue la mujer de la cual nació Moisés, el libertador de Israel. 
ANA la mujer que oraba, abnegada y movida por la inspiración celestial, dio a luz a Samuel, 
el niño instruido por el Cielo, el juez incorruptible, el fundador de las escuelas sagradas de Israel. 

ELISABET, la parienta de María de Nazaret y animada del mismo 
espíritu que ésta, fue madre del precursor del Salvador. 

TEMPLANZA Y DOMINIO PROPIO 
En las Escrituras se explica el cuidado con que la madre debe vigilar sus propios hábitos de vida. 
CUANDO el Señor quiso suscitarse a Sansón por libertador de Israel, "el ángel de Jehová" apareció a la madre y le dio instrucciones especiales respecto a sus hábitos de vida y a cómo debía tratar a su hijo. "No bebas -le dijo- vino, ni sidra, ni comas cosa inmunda." (Jueces 13:13,7). 

Muchos padres creen que el efecto de las influencias prenatales es cosa de poca monta; pero el Cielo no las considera así. El mensaje enviado por un ángel de Dios y reiterado en forma solemnísima merece que le prestemos la mayor atención. 

Al hablar a la madre hebrea, Dios se dirige a todas las madres de todos los tiempos. "Ha de guardar -dijo el ángel- todo lo que le mandé." El bienestar del niño dependerá de los hábitos de la madre. Ella tiene, pues, que someter sus apetitos y sus pasiones al dominio de los buenos principios.

 Hay algo que ella debe rehuir, algo contra lo cual debe luchar si quiere cumplir el propósito que Dios tiene para con ella al darle un hijo. Si, antes del nacimiento de éste, la madre procura complacerse a sí misma, si es egoísta, impaciente e imperiosa, estos rasgos de carácter se reflejarán en el temperamento del niño. 

 Así se explica que muchos hijos hayan recibido por herencia tendencias al mal que son casi irresistibles. Pero si la madre se atiene invariablemente a principios rectos, 289 si es templada y abnegada, bondadosa, apacible y altruista, puede transmitir a su hijo estos mismos preciosos rasgos de carácter. 

 Muy terminante fue la prohibición impuesta a la madre de Sansón respecto al vino. Cada gota de bebida alcohólica que la madre toma para halagar al paladar compromete la salud física, intelectual y moral de su hijo, y es un pecado positivo contra su Creador. 

Muchos insisten en que debe satisfacerse todo antojo de la madre; sostienen que si desea un alimento cualquiera, por nocivo que sea, este deseo debe ser ampliamente satisfecho. Esto es falso y entraña peligro. 

 Las necesidades físicas de la madre no deben descuidarse en manera alguna. Dos vidas dependen de ella, y sus deseos deben ser cariñosamente atendidos, y sus necesidades satisfechas con liberalidad. Pero en este período más que nunca debe evitar, en su alimentación y en cualquier otro asunto, todo lo que pudiera menoscabar la fuerza física o intelectual. Por mandato de Dios mismo, la madre está bajo la más solemne obligación de ejercer dominio propio. 

EL EXCESO DE TRABAJO
Hay que velar con cariño por las fuerzas de la madre. En vez de permitir que las malgaste en tareas agotadoras, hay que reducir sus cuidados y cargas. Muchas veces el esposo y padre desconoce las leyes físicas que el bienestar de su familia exige que conozca. Absorto en la lucha por la vida, o empeñado en labrarse una fortuna y acosado por cuidados y apuros, permite que caigan sobre la esposa y madre cargas que agotan sus fuerzas en el período más crítico de su vida y le causan debilidad y enfermedad.

 Más de un marido y padre podría sacar provechosa lección del solícito cuidado del fiel pastor. Jacob, al verse instado a emprender difícil y apurada caminata, contestó: "Los niños son tiernos, y ... tengo ovejas y vacas paridas;290 y si las fatigan, en un día morirán todas las ovejas.... Me iré poco a poco al paso de la hacienda que va delante de mí, y al paso de los niños." (Génesis 33:13,14). 

En el camino penoso de la vida sepa el marido y padre ir de "poco a poco" al paso en que pueda seguirle su compañera de viaje. En medio del gentío que corre locamente tras el dinero y el poder, aprenda el esposo y padre a medir sus pasos, a confortar y a sostener al ser humano llamado a andar junto a él. 

ALEGRIA Y BUEN HUMOR
La madre debe cultivar un genio alegre, contento y feliz. Todo esfuerzo hecho en este sentido será recompensado con creces en el bienestar físico y el carácter moral de sus hijos. Un genio alegre fomentará la felicidad de su familia y mejorará en alto grado su propia salud. Ayude el marido a su esposa con su simpatía y cariño constante.

Si quiere que se conserve lozana y alegre, de modo que sea como 
un rayo de sol en la familia, ayúdele a llevar sus cargas.

 La bondad y la amable cortesía que le demuestre serán para ella un precioso aliento, y la felicidad que sepa comunicarle allegará gozo y paz a su propio corazón. El esposo y padre malhumorado, egoísta y autoritario no sólo se hace infeliz, sino que aflige a todos los de la casa. 

Cosechará lo que sembró, viendo a su mujer desanimada y 
enfermiza, y a sus hijos contaminados con su propio genio displicente. 

Si la madre se ve privada del cuidado y de las comodidades que merece, si se le permite que agote sus fuerzas con el recargo de trabajo o con las congojas y tristezas, sus hijos se verán, a su vez privados de la fuerza vital, de la flexibilidad mental y del espíritu siempre alegre que hubieran debido heredar. 
 Mucho mejor será alegrar animosamente la vida de la madre, evitarle la penuria, el trabajo cansador y los cuidados deprimentes, 291 a fin de conseguir que los hijos hereden una buena constitución, que les permita pelear las batallas de la vida con sus propias fuerzas. 

Grandes son el honor y la responsabilidad de padres y madres por estar como en vez de Dios ante sus hijos.
 Su carácter, su conducta y sus métodos de educación deben interpretar las palabras divinas a sus pequeñuelos. 

 La influencia de los padres ganará o ahuyentará 
la confianza de los hijos en las promesas del Señor. 

PRIVILEGIO DE LOS PADRES: EDUCAR A SUS HIJOS. 
Dichosos los padres cuya vida es un reflejo fiel de la vida divina, de modo que las promesas 
y los mandamientos de Dios despierten en los hijos gratitud y reverencia; 
dichosos los padres cuya ternura, justicia y longanimidad interpreten 
fielmente para el niño el amor, la justicia y la paciencia de Dios; 
dichosos los padres que al enseñar a sus hijos a amarlos, a confiar en 
ellos y a obedecerles, les enseñen a amar a su Padre celestial, a confiar en él y a obedecerle. 

 Los padres que hacen a sus hijos semejante dádiva los enriquecen con un tesoro más precioso que los tesoros de todas las edades, un tesoro tan duradero como la eternidad. En los hijos confiados a su cuidado, toda madre tiene un santo ministerio recibido de Dios. 

 El le dice: "Toma a este hijo, a esta hija; edúcamelo; fórmale un carácter pulido, labrado para el edificio del templo, para que pueda resplandecer eternamente en las mansiones del Señor." 

A la madre le parece muchas veces que su tarea es un servicio sin importancia, un trabajo que rara vez se aprecia. Las demás personas se dan escasa cuenta de sus muchos cuidados y responsabilidades. Pasa sus días ocupada en un sinnúmero de pequeños deberes que requieren esfuerzo, dominio propio, tacto, sabiduría y amor abnegado; y, sin embargo, no puede jactarse de lo que ha hecho como si fuese una hazaña. 292 Solo ha hecho marchar suavemente la rutina de la casa. 

 A menudo, cansada y perpleja, ha procurado hablar bondadosamente con los niños, tenerlos ocupados y contentos, y guiar sus piececitos por el camino recto. Le parece que no ha hecho nada. Pero no es así. Los ángeles celestiales observan a la madre apesadumbrada, y anotan las cargas que lleva día tras día. Su nombre puede ser desconocido para el mundo, pero está escrito en el libro de vida del Cordero. 

OPORTUNIDADES DE LAS MADRES 
Hay un Dios en lo alto, y la luz y gloria de su trono iluminan a la madre fiel que procura educar a sus hijos para que resistan a la influencia del mal. Ninguna otra obra puede igualarse en importancia con la suya. 

 La madre no tiene, a semejanza del artista, alguna hermosa figura que pintar en un lienzo, ni como el escultor, que cincelarla en mármol. Tampoco tiene, como el escritor, algún pensamiento noble que expresar en poderosas palabras, ni que manifestar, como el músico, algún hermoso sentimiento en melodías. 

Su tarea es desarrollar con la ayuda de Dios 
la imagen divina en un alma humana. 

La madre que aprecie esta obra considerará de valor inapreciable sus oportunidades. Por lo tanto, mediante su propio carácter y sus métodos de educación, se empeñará en presentar a sus hijos el más alto ideal. Con fervor, paciencia y valor, se esforzará por perfeccionar sus propias aptitudes para valerse de ellas con acierto en la educación de sus hijos.  

 A cada paso se preguntará con fervor: "¿Qué ha dicho Dios?" Estudiará su Palabra con diligencia. Tendrá sus miradas fijas en Cristo, para que su experiencia diaria, en el humilde círculo de sus cuidados y deberes, sea reflejo fiel de la única Vida verdadera. 293 EGW/MC/MHP