viernes, 17 de febrero de 2012

SECCIÓN XI. LA OBRA MISIONERA MÉDICA. 33. “El Trabajo De Los Pioneros”


El trabajo médico misionero es una obra de pioneros para el Evangelio, es la puerta por la cual la verdad para estos tiempos hallará entrada en muchos hogares. El pueblo de Dios debe estar formado por misioneros médicos genuinos, porque deben aprender a administrar a las necesidades tanto del alma como del cuerpo. Nuestros obreros deben dar evidencia de la más pura abnegación mientras salen para dar tratamientos a los enfermos, besándose en el conocimiento y la experiencia obtenidos por medio del trabajo práctico. Al trabajar de casa en casa hallarán acceso a muchos corazones. De este modo muchas personas que no serían alcanzadas de otra manera escucharán el mensaje del Evangelio. Una demostración de los principios de la reforma pro salud hará mucho para deshacer los prejuicios contra nuestro trabajo evangélico. El Gran Médico, el originador de la obra médica misionera, bendecirá a todas las personas que se esfuercen por impartir la verdad para este tiempo.

La sanidad física se encuentra íntimamente ligada con la comisión evangélica. Cuando Cristo envió a sus discípulos en su primer viaje misionero, les ordenó: "Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10: 7-8). Y cuando les dio su comisión, al fin de su ministerio terrenal, les dijo: "Estas señales seguirán a los que creen: En mi nombre echarán fuera demonios; hablarán nuevas lenguas; tomarán en las manos serpientes, y si 498 bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos, y sanarán"
(Marcos 16: 17-18).

El médico amado
Después de la ascensión de Cristo, leemos lo siguiente cerca de los discípulos: "Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían" (vers. 20). A Lucas se lo llama "el médico amado". En la ciudad de Filipos trabajó asociado con Pablo, y cuando el apóstol salió de allí, Lucas permaneció en ese lugar realizando la tarea doble de médico y ministro del Evangelio. Verdaderamente era un médico misionero, y sus conocimientos de medicina abrieron el camino para que el Evangelio alcanzara a muchos corazones.

El ejemplo de Cristo
La comisión divina no necesita ningún cambio. No se puede mejorar el método de Cristo para presentar la verdad. El Salvador les dio lecciones prácticas a los discípulos, al enseñarles cómo trabajar de tal manera que las almas se regocijaran en la verdad. Manifestó simpatía por los desanimados, los que soportaban cargas pesadas y los oprimidos. Alimentó al hambriento y sanó al enfermo. Anduvo constantemente haciendo el bien por todas partes. Interpretó el Evangelio para los seres humanos mediante el bien que realizó, por sus palabras llenas de amor y mediante sus actos de bondad.

Aunque el período que duró su ministerio público fue breve, cumplió el cometido por el cual vino al mundo. ¡Cuán impresionantes eran las verdades que enseñaba! ¡Cuán abarcante la obra de su vida! ¡Qué clase de alimento espiritual impartía diariamente al ofrecer el pan de vida a los miles de almas hambrientas! Su vida fue un ministerio  viviente de la Palabra. Nunca prometió nada que dejara sin cumplir.

Presentaba las palabras de vida con tanta sencillez, que un niño podía comprenderlas. Impresionaba de tal manera a hombres, mujeres y niños con la forma de explicar las Escrituras, que la gente captaba hasta la entonación de su voz, colocaba el mismo énfasis en sus palabras e imitaba sus gestos. Los jóvenes se contagiaban con el espíritu de su ministerio y trataban de imitar su conducta llena de gracia mientras se esforzaban por ayudar a las personas que necesitaban ser socorridas.

Del mismo modo como adivinamos el curso de una corriente de agua por la línea de verde vivo que produce, también se podía ver a Cristo por las obras de misericordia que a cada paso marcaban su camino. Había salud por dondequiera que iba y la felicidad lo seguía por dondequiera que pasaba. Los ciegos y los sordos se regocijaban en su presencia. Las palabras que les hablaba a los ignorantes abrían para ellos una fuente de vida. Dispensaba sus bendiciones en abundancia y continuamente. Representaban los tesoros almacenados desde la eternidad, dados en Cristo, el rico regalo del Señor para la humanidad.

Pero no se ha terminado el trabajo de Cristo en favor de los seres humanos. Todavía continúa actualmente. Sus embajadores deben predicar el Evangelio y revelar su amor por las almas perdidas que perecen. Al manifestar un interés altruista por los menesterosos ofrecerán una demostración práctica de la verdad del Evangelio. Esta obra requiere muchísimo más que la mera predicación de sermones. La obra que Dios ha dado a los que avanzan en su nombre es la evangelización del mundo. Se deben hacer colaboradores con Cristo, y revelar su amor tierno y compadecido a los que están por perecer. Dios llama a miles de personas para trabajar por él, no en la predicación de la verdad para este tiempo a los que ya la conocen, sino en la amonestación de los que nunca han escuchado el último mensaje de misericordia. Trabajen con el corazón lleno de un deseo ferviente por alcanzar a las almas.

  Hagan obra médica misionera. De ese modo hallarán entrada en los corazones de la gente, y prepararán el camino para una proclamación más decidida de la verdad. ¿Quiénes colaborarán con Cristo en este bendito trabajo médico misionero? ¿Quiénes han aprendido las lecciones del Maestro y saben cómo tratar diestramente con las almas por las cuales Cristo murió? ¡Oh, cuánto necesitamos médicos del alma, que hayan sido educados en la escuela de Cristo y que puedan trabajar siguiendo los lineamientos del Señor! Nuestra tarea consiste en aprender de Aquel que es el camino, la verdad, y la vida. Hemos de interesar a la gente en los temas que conciernen tanto a la salud del cuerpo como a la del alma. Los creyentes tienen que dar un mensaje decidido con el fin de preparar el camino para el reino de Dios.

Los grandes temas de la verdad bíblica deben penetrar el mismo corazón de la sociedad, para convertir y reformar a los hombres y las mujeres, haciéndolos conscientes de su gran necesidad de prepararse para las mansiones que Cristo prometió preparar para todos los que le aman. Cuando el Espíritu Santo realice su obra, los corazones de piedra serán transformados en corazones de carne, y Satanás no podrá emplearlos para contrahacer la obra que Cristo vino a realizar a la tierra.

Se necesitan simpatía y apoyo
De aquí en adelante la obra médica misionera debe llevarse a cabo con mayor denuedo. Se deben establecer misiones médicas que sirvan de pioneras en la proclamación del mensaje del tercer ángel. ¡Hay una tremenda necesidad de obtener medios para realizar esta clase de trabajo! Pero estas misiones médicas evangélicas no se pueden establecer  sin que se reciba ayuda financiera. Cada una de estas empresas necesita nuestra simpatía y nuestros medios, para que se puedan establecer las facilidades que harán un éxito de la obra.

Se debe realizar un trabajo especial en las ciudades por donde la gente pasa constantemente. Cristo dedicó mucho tiempo a trabajar en capernaum porque era una ciudad frecuentada constantemente por viajeros que muchas veces permanecían en ella durante varios días. Cristo buscaba a la gente dondequiera que se hallaban y presentaba delante de ellos las grandes verdades relativas a su reino. Mientras iba de un lugar a otro, bendecía y consolaba a los sufrientes y sanaba a los enfermos. Esta es nuestra obra. Grupos pequeños deben salir a realizar el trabajo que Cristo les encomendó a sus discípulos. Mientras trabajan como evangelistas pueden visitar a los enfermos, orar por ellos y, si la ocasión se presenta, darles tratamientos, no con medicinas, sino con los remedios que la naturaleza provee.

Clínicas pequeñas en muchos lugares
Hay muchos lugares que necesitan el trabajo médico misionero y donde se deberían establecer clínicas pequeñas. Dios desea que nuestros sanatorios constituyan un medio para alcanzar a las clases altas y bajas, a los ricos y los pobres. Deben ser administrados de tal manera que mediante su trabajo llamen la atención al mensaje que Dios ha enviado al mundo.

Que le Señor aumente nuestra fe y nos ayude a comprender su deseo de que todos nos familiaricemos con su ministerio de curación y con el trono de la misericordia. El quiere que haya muchos lugares desde donde brille la luz de su gracia. Aquel que comprende las necesidades de cada situación provee los medios que se colocarán a la disposición de los obreros en distintos lugares con el fin de capacitarlos  para llamar más poderosamente la atención del pueblo a las verdades que los pueden liberar tanto de sus males físicos como espirituales.

Se deben cultivar la compasión y la simpatía
En el Salvador se despertaban las simpatías más tiernas por la humanidad caída y doliente. Si usted se encuentra entre sus seguidores, debe cultivar la compasión y la simpatía. La indiferencia por las desgracias humanas debe ceder su lugar a un interés vivo por los sufrimientos de los demás. La viuda, el huérfano, el enfermo y el moribundo, siempre necesitarán ayuda. Esta es una oportunidad para proclamar el Evangelio: para poner en alto a Jesús, la esperanza y el consuelo de todos los seres humanos. Cuando el cuerpo sufriente ha recibido alivio, se abre el corazón y el bálsamo celestial se puede derramar en él. Si usted contempla a Jesús y de él obtiene conocimiento y fuerza y gracia, podrá impartir su consuelo a otros, porque el Consolador lo acompañará.

Se van a encontrar con muchos prejuicios, una gran cantidad de celo falso y de piedad espuria; pero tanto en los campos nacionales como extranjeros descubrirán que Dios ha estado preparando a más corazones de los que pueden imaginar, para recibir la semilla de la verdad, y cuando les sea presentada, ellos darán gozosamente la bienvenida al mensaje divino.

Hay muchos que sufren más por los males del alma que por las enfermedades del cuerpo, y no hallarán alivio hasta que acudan a Cristo, la fuente de la vida. La carga del pecado, con su desasosiego y sus deseos insatisfechos, es la causa fundamental de una gran cantidad de los males que sufren los pecadores. Cristo es el Poderoso Sanador del alma enferma de pecado. Estas almas pobres y afligidas necesitan tener un conocimiento más claro de Aquel cuyo conocimiento es vida eterna. Necesitan que se les enseñe  paciente y bondadosamente, pero con diligencia, cómo abrir las ventanas del alma para que por ellas penetre la luz del amor divino. Entonces se terminarán las quejas de cansancio, soledad e insatisfacción. Una alegría saludable proporcionará vigor a la mente y energía vital al cuerpo.

El evangelismo médico *
Melbourne, Australia, 16 de septiembre de 1892.
Estoy profundamente interesada en el trabajo médico misionero y en la educación de hombres y mujeres para llevar a cabo esta obra. Desearía ver que haya cien personas estudiando enfermería donde actualmente hay sólo una. Y así debería ser. Tanto los hombres como las mujeres serían mucho más útiles como misioneros médicos que como misioneros sin conocimientos de medicina. Cada vez estoy más convencida de que se debe dar un testimonio más decidido acerca de este asunto, que se deben realizar esfuerzos más directos con el fin de interesar a las personas adecuadas para exponerles las ventajas que cada misionero tendría si comprendiera cómo tratar a los que padecen enfermedades físicas, juntamente con ministrar a las almas enfermas de pecado. Esta doble ministración le dará entrada a los hogares al obrero que trabaja con Dios, y lo capacitará para alcanzar a todas las clases sociales.

Un conocimiento inteligente del tratamiento de las enfermedades basado en los principios de la higiene, conquistará la confianza de muchas personas que de otro modo nunca serían alcanzadas con la verdad. La aflicción hace que muchos se vuelvan de espíritu humilde, y cuando alguien que trata de aliviar los sufrimientos físicos les habla tiernamente la palabra de verdad a estas personas, les puede  tocar el corazón. La oración -corta, y llena de la simpatía más tierna- que presenta con fe a la persona sufriente ante el Gran Médico, inspirará en ella una confianza, un sentimiento de descanso confiado, que contribuirá tanto a la salud del alma como a la del cuerpo.

Me ha sorprendido mucho que algunos médicos me preguntaran si no pienso que sería más agradable a Dios que abandonarán su práctica médica para dedicarse de lleno al ministerio. Estoy preparada para contestar tal averiguación: si además de ser cristiano usted es un médico competente, se haya calificado para realizar un bien diez veces mayor como misionero de Dios, que si saliera solamente como un predicador de la Palabra. Aconsejo a los hombres y a las mujeres que le presten una atención cuidadosa a este asunto. Nos esperan tiempos peligrosos. El mundo entero se encontrará envuelto en perplejidad y aflicción; la familia humana se verá azotada por enfermedades de todas clases, y la ignorancia que hoy prevalece con respecto a las leyes de la salud producirá grandes sufrimientos y la pérdida de muchas vidas que podrían haberse salvado.

En tanto que Satanás se esfuerza constantemente hasta el máximo para sacar ventaja de la ignorancia de los seres humanos y colocar el fundamento de la enfermedad por medio del trato impropio del cuerpo, los que dicen ser hijos e hijas de Dios hacen bien de aprovechar -mientras puedan- las oportunidades que ahora se les presentan para obtener un conocimiento cabal del organismo humano y de cómo preservarlo con buena salud. Debemos utilizar todas las facultades mentales que Dios nos ha dado. El Señor no obrará un milagro para preservar la salud de ninguna persona que no esté dispuesta a esforzarse por obtener el conocimiento que está a su alcance acerca de esta maravillosa morada que Dios nos ha dado. El estudio del organismo humano debería enseñarnos a corregir todo lo que haya de equivocado en nuestros hábitos y que, si no se lo corrigiera,  produciría el resultado ineludible de enfermedad y sufrimiento que hace de la vida una carga. La sinceridad de nuestras oraciones puede probarse únicamente mediante la diligencia que pongamos en nuestros esfuerzos de obedecer los mandamientos de Dios.

Un carácter virtuoso
Los malos hábitos y las prácticas equivocadas están acarreando toda clase de enfermedades sobre los seres humanos. Que la educación sea el método para convencer a las personas inteligentes acerca de la pecaminosidad de abusar y degradar las facultades que Dios nos ha dado. Si la razón se vuelve inteligente, y la voluntad es colocada al lado del Señor, se producirá un notable mejoramiento en la salud física. Pero esto no se logrará nunca con la sola fuerza humana. Mediante la gracia de Cristo se harán esfuerzos decididos para renunciar a todas las prácticas y costumbres pecaminosas y para observar la temperancia en todas las cosas. Se debe tener presente la convicción de que es necesario arrepentirse por el pasado y buscar el perdón divino mediante el sacrificio expiatorio de Cristo. Estas cosas deben transformarse en una experiencia diaria; se debe observar una estricta vigilancia y una actitud constante de súplica para que Cristo mantenga cada uno de nuestros pensamientos sometidos a su voluntad; el alma debe recibir su poder regenerador para que, como seres responsables, podamos presentar nuestros cuerpos a Dios como un sacrificio vivo, santo y agradable, lo cual constituye nuestro servicio racional.

¿Lograrán las personas que aseguran creer las verdades solemnes y sagradas que se nos han dado para este tiempo, despertar sus energías adormecidas y colocarse en el lugar donde sus almas puedan absorber cada rayo de luz que brilla en su camino? De cada persona que asegura creer las verdades avanzadas, Dios exige el ejercicio concienzudo de  cada facultad con el fin de obtener conocimiento. Si hemos de contribuir a la elevación de las normas morales de cualquier país donde se nos pida servir, debemos comenzar por corregir los hábitos físicos de la gente. Un carácter virtuoso depende de la acción correcta de las facultades de la mente y el cuerpo.

La ignorancia voluntaria es un pecado
Como pueblo que ha recibido mucha luz acerca de la reforma de la salud, somos culpables por no haberla apreciado ni aumentado. Muchas almas han sido engañadas por causa de incomprensiones y de ideas pervertidas. Los que enseñan la verdad a otros y que debieran ser pastores del rebaño tendrán que rendir cuenta por su ignorancia voluntaria de las leyes naturales y por su desobediencia de las mismas. Este asunto no se puede considerar livianamente, ni se puede pasar por alto encogiéndose de hombros. A medida que nos acercamos al final de la historia de esta tierra, prevalecerán el egoísmo, la violencia y el crimen, tal como en los día de Noé, cuando el mundo antiguo pereció en las aguas del diluvio. Como creyentes en la Biblia, necesitamos tomar nuestra decisión en favor de la verdad y la justicia.

A medida que la agresión religiosa destruya las libertades de nuestra nación, los que se mantengan de parte de la libertad de conciencia serán colocados en una posición desfavorable. Por su propio beneficio deberían actuar con inteligencia, mientras tienen oportunidad todavía y aprender acerca de las causas, la prevención y el tratamiento de las enfermedades. Al hacerlo, encontrarán un campo de labor en todas partes. Habrá muchas personas enfermas que necesitarán ayuda, no solamente entre los de nuestra propia fe, sino mayormente entre los que no conocen la verdad.

La brevedad del tiempo demanda una energía que aún no se ha despertado entre los que aseguran creer la verdad presente. Se necesita una religión personal, a la vez que una actitud de arrepentimiento, fe y amor. Les suplico que se produzca un despertar general entre nosotros como pueblo. Con la fortaleza que Cristo imparte deberíamos ser capaces de enseñar a otros cómo luchar en contra de las pasiones que deben ser subyugadas, de acuerdo con el testimonio de la luz del cielo. Que entre nosotros haya una vigilancia constante además de oración incansable en procura de la ayuda del Espíritu Santo, y utilicemos toda la ayuda y la luz que Dios nos ha dado.

Se deben elegir jóvenes promisorios
En casi cada iglesia hay jóvenes y señoritas que podrían recibir educación como enfermeros y médicos. Nunca se les presentará una oportunidad más favorable que ahora. Los insto a considerar este asunto con oración, y a realizar esfuerzos especiales para elegir a jóvenes que den prueba de fortaleza moral y de capacidad para el servicio. Que éstos sean educados... para ir como misioneros adonde quiera que el Señor los llame a trabajar. Siempre se debería mantener delante de ellos el hecho de que su trabajo no consiste solamente en aliviar el sufrimiento físico, sino que también deben ministrar a las almas que están prontas a perecer. Es importante que cada persona que acepte trabajar como médico misionero se especialice en ministrar al alma tanto como al cuerpo. Debe ser imitadora de Cristo, y presentar a los enfermos y sufrientes la hermosura de la religión pura y sin mácula. Mientras hace todo lo posible por aliviar el sufrimiento físico y preservar esta vida mortal, debe poner en alto la misericordia y el amor de Jesús, el Gran Médico, que vino para que "todo aquel que en él cree, no perezca, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16).

Ahora se necesitan obreros. Como pueblo, no estamos realizando ni siquiera la quincuagésima parte de lo que podríamos hacer como misioneros activos. Si tan sólo fuéramos  vitalizados por el Espíritu Santo, habría cien misioneros donde actualmente hay uno solo. ¿Pero dónde se encuentran los misioneros? ¿Acaso la verdad para este tiempo no tiene poder para conmover las almas de las personas que aseguran creerla? Cuando se hace un llamamiento a trabajar, ¿por qué se tienen que escuchar tantas voces que digan: "Te ruego que me excuses"? En este país se debe plantar el estandarte de la verdad y se lo debe levantar en alto. Hay una gran necesidad de obreros, y hay muchas maneras en las cuales pueden trabajar. Hay una obra que deben hacer los que se encuentran en posiciones elevadas así como una que deben realizar los que se encuentran en posiciones más humildes. . .

Individualmente, todos necesitan trabajar de corazón. Por su cuenta, el agente humano no puede realizar un buen trabajo. Para que las facultades intelectuales y espirituales se puedan desarrollar eficientemente, se necesita mantener una conexión vital con Dios, una comunión con la fuente más elevada de la actividad. Luego, con el alma resplandeciente de celo por el Maestro, podemos transformarnos en una bendición para los demás Jesús dijo: "Mas el que bebiere del agua que yo le daré, no tendrá sed jamás; sino que el agua que yo le daré será en él una fuente de agua que salte para vida eterna" (Juan 4: 14). Los que lleguen a ser participantes de la gracia de Cristo conducirán a otros a la corriente viva.

¿No es acaso un privilegio el que de este modo seamos socios con Jesús? ¿Acaso no es un honor el estar involucrados en la gran tarea de salvar a las almas, realizando la parte que nuestro Salvador nos asignó? Y nadie puede impartir una bendición a otros sin que él mismo reciba un beneficio personal. "El que saciare, él también será saciado" (Proverbios 11: 25).

Una ilustración
La obra de Cristo en favor del paralítico ilustra la manera en que hemos de trabajar. Por intermedio de sus amigos, este hombre había oído hablar de Jesús, y pidió que se le llevara hacia la presencia del Gran Médico. El Salvador sabía que el paralítico había sido torturado por las sugestiones de los sacerdotes, de que a causa de sus pecados, Dios lo había desechado. Por lo tanto, su primera obra consistió en dar paz a su espíritu. "Hijo -dijo-, tus pecados te son perdonados". Esta seguridad llenó su corazón de paz y gozo. Pero algunos de los que estaban presentes empezaron a murmurar diciendo en su corazón: "¿Quién puede perdonar pecados sino sólo Dios?" Entonces, para que supiesen que el Hijo del Hombre tenía poder para perdonar los pecados, Cristo dijo al enfermo: "Levántate, toma tu lecho y vete a tu casa" (Marcos 2: 5-11). Así demostró el Salvador que unía la obra de predicar a la de sanar.- Joyas de los testimonios, tomo 2, pág. 491.

La amplitud de la tarea *
Todavía no se ha comprendido la amplitud de la obra médica misionera. El trabajo médico misionero que se nos llama a realizar es el mismo que Cristo bosquejó para sus discípulos en la comisión que les dio justamente antes de su ascensión. "Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra -les dijo-. Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28: 18-20).

Estas palabras indican tanto nuestro campo de acción como la naturaleza de la tarea que debemos realizar. Nuestro campo es el mundo; nuestra tarea, la proclamación de las verdades que Cristo vino a impartir a este mundo. Los seres humanos deben tener la oportunidad de aprender acerca de la verdad presente, de comprender que Cristo es su Salvador, que "de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo Unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (Juan 3: 16). . .

Que las personas que se han preparado para dedicarse al trabajo médico misionero en los países extranjeros viajen al lugar que se les ha asignado como su campo de labor, y comiencen a trabajar directamente entre la gente, aprendiendo el idioma a medida que trabajan. Pronto descubrirán que pueden comenzar a enseñar las verdades sencillas de la Palabra de Dios. En este país hay un campo grande que no se ha trabajado. Los miles y miles de miembros de la raza negra, constituyen un desafío para cada creyente en Cristo que sea verdadero y práctico. Esta gente no vive en un país extranjero, ni se inclina delante de ídolos de madera y piedra. Y Dios nos ha llamado la atención hacia ellos vez tras vez mediante los Testimonios de su Espíritu, diciéndonos que son seres humanos a quienes se ha descuidado. Delante de nosotros se extiende este vasto campo pidiéndonos la luz que Dios nos ha confiado.

Hay que limpiar nuevos territorios *
Hay fuerzas que deberían empeñarse en limpiar nuevos territorios, y trabajar por establecer intereses nuevos y vivos dondequiera que se abra una puerta. Que los hermanos aprendan a hacer oraciones cortas y fervientes. Que aprendan a hablar acerca del Redentor del mundo, a levantar cada vez más en alto al Hombre del Calvario. Hay que  trasplantar los árboles de nuestros viveros superpoblados. No se glorifica a Dios cuando se mantienen ventajas inmensas centralizadas en un solo lugar. Se necesitan administradores sabios a cargo de los viveros, que trasplanten los árboles a diferentes localidades y les proporcionen las ventajas necesarias dondequiera que puedan prosperar. Tenemos el deber ineludible de entrar en nuevas regiones.

Llámense obreros poseídos de un verdadero celo misionero y envíeselos a difundir la luz y el conocimiento en territorios lejanos y cercanos. Que lleven consigo los principios vivientes de la reforma pro salud a comunidades que en gran medida ignoran lo que deben hacer. Que haya hombres y mujeres dispuestos a enseñar estos principios a las clases de personas que no gozan de la ventaja de contar con un gran sanatorio como el de Battle Creek en su comunidad. Es un hecho que la influencia del sanatorio ha llamado la atención de miles de personas a la verdad del cielo; sin embargo todavía hay que realizar una obra que ha sido descuidada. Nos anima ver el trabajo que se está realizando en Chicago y en varios otros lugares. Pero la gran responsabilidad que actualmente se concentra en Battle Creek, debería haberse distribuido hace años.- Health, philanthropic, and medical missionary work, (Salud, filantropía, y obra médica misionera) págs. 49-50 (1895).

Cristo nuestro ejemplo *
La vida terrena de Cristo, tan llena de trabajos y sacrificios, fue alegrada por el pensamiento de que todos sus afanes no serían en vano. Al dar su vida por la vida de los hombres, recuperaría al mundo para que volviera a serle fiel. Aunque primero tendría que recibir el bautismo de sangre, aunque los pecados del mundo pesarían sobre su alma inocente, por el gozo puesto delante de él eligió soportar la cruz y despreciar la vergüenza.

Estudiad la definición que Cristo da de un verdadero misionero: "Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome su cruz, y sígame" (Marcos 8: 34). Seguir a Cristo en la forma como se indica en estas palabras, no es una simulación ni una farsa. Jesús espera que sus discípulos sigan sus pasos, soporten lo que él soportó, sufran lo que él sufrió, venzan como él venció. El está esperando ansiosamente ver a sus seguidores profesos manifestar el espíritu de abnegación y renunciamiento.
Los que reciban a Cristo como Salvador personal, elijan ser participantes de su sufrimiento, vivir su vida de abnegación, soportar la vergüenza por amor a él, comprenderán lo que significa ser un misionero médico genuino.

Obediencia y comprensión
Cuando todos nuestros misioneros médicos vivan la nueva vida en Cristo, cuando adopten su Palabra como su guía, tendrán una comprensión mucho más clara de lo que constituye la obra médica misionera genuina. Esta obra tendrá un significado más profundo para ellos cuando obedezcan totalmente la ley grabada en tablas de piedra por el dedo de Dios, incluyendo el mandamiento del sábado, acerca del cual Cristo mismo habló por medio de Moisés a los hijos de Israel, diciendo:
"Tú hablarás a los hijos de Israel, diciendo: En verdad vosotros guardaréis mis días de reposo; porque es señal entre mí y vosotros por vuestras generaciones, para que sepáis que yo soy Jehová que os santifico". "Guardarán, pues, el día de reposo los hijos de Israel, celebrándolo por sus generaciones por pacto perpetuo. Señal es para siempre entre mí y los hijos de Israel; porque en seis días hizo Jehová los cielos y la tierra, y en el séptimo día cesó y reposó" (Exodo 31: 13, 16-17).

Estudiemos diligentemente la Palabra de Dios para que podamos proclamar con poder el mensaje que se dará en los últimos días. Muchas personas sobre quienes brilla la luz de la vida de sacrificio del Salvador rehusan vivir una vida de acuerdo con su voluntad. No están dispuestos a llevar una vida de sacrificio por el bien de otros. Desean exaltarse a sí mismos. Para éstos, la verdad y la justicia han perdido su significado, y su influencia no cristiana conduce a muchos a apartarse del Salvador. Dios llama a obreros genuinos y firmes, cuyas vidas contrarresten la influencia de los que obran contra él.

Seguid a vuestro Jefe
Se me ha instruido que diga a todo obrero médico misionero: Seguid a vuestro Jefe. El es el Camino, la Verdad y la Vida. El es vuestro ejemplo. Sobre todos los obreros médicos misioneros descansa la responsabilidad de contemplar la vida de servicio abnegado de Cristo. Deben mantener la vista fija en Jesús, el autor y consumador de su fe. El es el origen de toda luz, la fuente de toda bendición.

Una obra unida *
Vez tras vez se me ha instruido en el sentido de que la obra misionera médica debe tener con la obra del tercer ángel la misma relación que tienen el brazo y la mano con el cuerpo. Bajo la dirección de la Cabeza divina han de trabajar unánimemente en la preparación del camino para la venida de Cristo. El brazo derecho del cuerpo de la verdad debe estar constantemente activo, obrando de continuo, y Dios lo fortalecerá. Sin embargo, no debe transformarse en el cuerpo entero. El cuerpo no debe decir al brazo: "No te necesito". El cuerpo necesita al brazo para hacer una obra activa y agresiva. Ambos tienen su obra señalada, y cada uno sufrirá gran pérdida si obra independientemente del otro.

La obra de predicar el mensaje del tercer ángel no ha sido considerada por algunos como Dios quiere que lo sea. Ha sido tratada como una obra inferior, mientras que debiera ocupar un lugar importante entre los instrumentos humanos para la salvación del hombre. Es necesario llamar la atención de los hombres a las Escrituras como el agente más eficaz para la salvación de las almas, y el ministerio de la Palabra es la gran fuerza educativa que ha de producir este resultado. Los que desprecian el ministerio y procuran dirigir independientemente la obra misionera médica, están procurando separar el brazo del cuerpo. ¿Cuál sería el resultado si tuviesen éxito? Veríamos manos y brazos volando de aquí para allá, distribuyendo recursos sin la dirección de la Cabeza. La obra llegaría a ser desproporcionada y desequilibrada. Lo que Dios destinó a ser mano y brazo tomaría el lugar de todo el cuerpo, y el ministerio sería empequeñecido o totalmente pasado por alto. Esto desequilibraría las mentes y produciría confusión, y  muchas porciones de la viña del Señor quedarían sin cultivo.

La obra misionera médica debe ser parte de la obra de toda la iglesia en nuestro país. Separada de la iglesia, no tardaría en ser sino una extraña mezcla de átomos desorganizados. Consumiría, pero no produciría. En vez de actuar como mano auxiliadora de Dios para hacer progresar su verdad, minaría la vida y la fuerza de la iglesia, y debilitaría el mensaje. Dirigida independientemente, no sólo consumiría talentos y recursos que se necesitarían en otros ramos, sino que en la misma obra de ayudar a los dolientes aisladamente del ministerio de la Palabra colocaría a los hombres donde se burlarían de la verdad bíblica.

Hay poder en el esfuerzo unido
Se necesita el ministerio evangélico para dar permanencia y estabilidad a la obra misionera médica; y el ministerio necesita la obra misionera médica para demostrar el resultado práctico del Evangelio.

Ninguna parte de la obra es completa sin la otra.
El mensaje de la pronta venida del Salvador debe ser proclamado en todas partes del mundo, y una dignidad solemne debe caracterizarlo en todos sus ramos. Debe cultivarse una viña muy extensa, y el labrador sabio la trabajará de tal manera que cada parte produzca fruto. Si en la obra misionera médica se mantienen puros los principios de la verdad, sin que los contamine nada que podría empañar su lustre, el Señor presidirá la obra. Si los que llevan las cargas pesadas se mantienen firmes y leales a los principios de la verdad, el Señor los sostendrá.

La unión que debe existir entre la obra misionera médica y el ministerio se presenta claramente en el capítulo 58 de Isaías. Hay sabiduría y bendición para los que quieran dedicarse a la obra allí presentada. Ese capítulo es  explícito, y hay en él lo suficiente para iluminar a cualquiera que desee hacer la voluntad de Dios. Ofrece abundante oportunidad de ministrar a la humanidad doliente y de ser al mismo tiempo instrumentos en la mano de Dios para comunicar la luz de la verdad a un mundo que perece. Si la obra del mensaje del tercer ángel se lleva a cabo debidamente, no se le asignará al ministerio un lugar inferior, ni se descuidará a los pobres y enfermos. En su Palabra, Dios ha unido estos dos ramos de la obra, y nadie debe divorciarlos.

Hay debilidad en la separación
Existe el peligro de que se pierdan de vista los grandes principios de la verdad cuando se realiza en favor de los pobres la obra que es correcto hacer. Pero debemos recordar siempre que al ejecutar esta obra, debe darse preeminencia a las necesidades espirituales del alma. En nuestros esfuerzos por aliviar las necesidades temporales, corremos el peligro de separar del último mensaje evangélico sus rasgos destacados más urgentes. En la forma en que se ha realizado en algunos lugares, la obra misionera médica ha absorbido talentos y recursos que pertenecen a otros ramos de la obra, y se ha descuidado el esfuerzo que debía hacerse en ramos que son más directamente espirituales.

Debido a las oportunidades siempre mayores y más numerosas de ministrar a las necesidades temporales de todas las clases, existe el peligro de que esta obra eclipse el mensaje que Dios nos ha dado para que lo proclamemos en toda ciudad, a saber, que Cristo vendrá pronto, y que es necesario obedecer a los mandamientos de Dios y al testimonio de Jesús. Este mensaje es el que debe preocuparnos en nuestra obra. Debe ser proclamado con fuerte clamor a todo el mundo. Tanto en nuestra patria como en los campos extranjeros, debe acompañarlo la presentación de los principios del sano vivir, pero sin hacerse independientemente  de él ni reemplazarlo en ningún sentido. Tampoco debe esta obra absorber tanta atención que empequeñezca los otros ramos. El Señor nos ha ordenado que consideremos la obra en todos sus aspectos, para que tenga un desarrollo proporcional, simétrico y bien equilibrado.

La verdad para este tiempo abarca todo el Evangelio. Debidamente presentada, realizará en el hombre cambios que harán evidente el poder de la gracia de Dios sobre el corazón. Hará una obra completa, y desarrollará al ser completo. Por lo tanto, no se trae ninguna línea de demarcación entre la verdadera obra misionera médica y el ministerio evangélico. Fusiónense los dos en la obra de dar la invitación: "Venid", pues 'todo está prevenido". Manténganse ligados por una unión inseparable, como el brazo está unido al cuerpo.

Considérese la causa como un conjunto
El Señor necesita toda clase de obreros bíblicos. "El mismo constituyó a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros; a fin de perfeccionar a los santos para la obra del ministerio, para la edificación del cuerpo de Cristo, hasta que todos lleguemos a la unidad de la fe y del conocimiento del Hijo de Dios, a un varón perfecto, a la medida de la estatura de la plenitud de Cristo"
(Efesios 4: 11-13).

Todo hijo de Dios debe tener un juicio santificado para considerar la causa en su conjunto y la relación que sostiene cada parte con las demás, a fin de que ninguna sufra necesidad. El campo es vasto, y hay una gran obra de reforma que ejecutar, no en uno o dos ramos, sino en todos los ramos. El trabajo misionero médico es parte de esta obra de reforma, pero nunca debe llegar a ser un medio de separar de su campo de labor a los obreros del ministerio. La educación de los estudiantes de medicina no es completa si no se preparan para trabajar en relación con la iglesia y el  ministerio, y la utilidad de los que se están preparando para el ministerio, quedaría grandemente aumentada si ellos adquiriesen comprensión del grande e importante tema de la salud. Se necesita la influencia del Espíritu Santo para que la obra quede debidamente equilibrada, y que pueda progresar sólidamente en todo ramo.

"Avanzad juntos"
La obra del Señor es una, y su pueblo ha de ser uno. El no ha indicado que alguna parte del mensaje se lleve adelante independientemente o llegue a absorberlo todo. En todas sus labores, unió él la obra misionera médica con el ministerio de la Palabra. Envió a los doce apóstoles, y más tarde a los setenta, a predicar el Evangelio a la gente, y les dio también poder para sanar a los enfermos y echar demonios en su nombre. Así también deben los mensajeros del Señor hacer su obra hoy. El mensaje que nos llega hoy es: "Como me envió el Padre, así también yo os envío. Y como hubo dicho esto, sopló y díjoles: Tomad el Espíritu Santo" (Juan 20: 21-22).

Satanás inventará cuantos planes pueda para separar a aquellos a quienes Dios está procurando unir. Pero no debemos ser extraviados por sus designios. Si la obra misionera médica se lleva a cabo como parte del Evangelio, los del mundo verán el bien que se está realizando; quedarán convencidos de su carácter genuino y desearán dar para sostenerla.

Nos estamos acercando al fin de la historia de esta tierra, y Dios invita a todos a enarbolar el estandarte que lleva la inscripción: "Aquí están los que guardan los mandamientos de Dios, y la fe de Jesús". Invita a su pueblo a trabajar en armonía perfecta. Invita a los que están empeñados en nuestra obra médica a que se unan con el ministerio; invita al ministerio a cooperar con los obreros misioneros médicos; e invita a la iglesia a asumir el deber que le ha  señalado, de sostener en alto el estandarte de la verdadera reforma en su propio territorio, dejando a los obreros preparados y experimentados libres para que avancen en nuevos campos.

No debe pronunciarse una sola palabra que desaliente a alguno, porque esto agravia el corazón de Cristo y agrada mucho al adversario. Todos necesitan ser bautizados del Espíritu Santo; todos deben evitar el censurar y hacer observaciones despectivas, y acercarse más a Cristo, para apreciar las pesadas responsabilidades que están llevando los que colaboran con él. "Avanzad juntos; avanzad juntos", son las palabras de nuestro Instructor Divino. La unión hace la fuerza; en la desunión hay debilidad y derrota.

Necesitamos precavernos
En nuestra obra en favor de los pobres e infortunados, necesitaremos precavernos, no sea cosa que acumulemos responsabilidades que no podamos desempeñar. Antes de adoptar planes y métodos que requieren un gran desembolso de recursos, debemos considerar si pueden llevar la firma divina. Dios no aprueba que se fomente un ramo de trabajo sin consideración por los demás. El quiere que la obra misionera médica prepare el camino para la presentación de la verdad salvadora para este tiempo, la proclamación del mensaje del tercer ángel. Si se cumple este designio, el mensaje no quedará eclipsado ni estorbado su progreso.

Lo que Dios requiere no son numerosas instituciones, grandes edificios, ni mucha ostentación, sino la acción armoniosa de un pueblo peculiar, un pueblo escogido por él y precioso. Cada uno debe ocupar su lugar, pensando, hablando y actuando en armonía con el Espíritu de Dios. Entonces, pero no antes, será la obra un conjunto completo y simétrico.

Palabras de advertencia a un director médico *
Melbourne, Australia, 3 de febrero de 1898.
Apreciado hermano:
Se me ha mostrado que usted corre peligro de perder de vista la obra para este tiempo. Usted está construyendo barreras para separar de la iglesia su obra y a los que está educando. Esto no debe ser así. Los que están recibiendo instrucción como médicos misioneros debieran ser inducidos a comprender que su educación tiene el propósito de capacitarlos para realizar una obra mejor en conexión con los ministros de Dios. Usted debe recordar, hermano mío, que el Señor tiene un pueblo en la tierra al que respeta. Pero sus palabras y la manera en que son pronunciadas con frecuencia, crean incredulidad en la posición que ocupamos como pueblo. Usted corre peligro de no mantenerse aferrado a la fe que una vez fue dada a los santos, de naufragar en su fe. Se pronunciaron estas palabras: "Una vía de agua muy pequeña puede hundir un barco. Un eslabón defectuoso inutilizará una cadena".

Recuerde, hermano mío, que la obra misionera médica no consiste en sacar hombres del ministerio, sino en colocar hombres en el campo, mejor calificados para servir debido a sus conocimientos de la obra misionera médica. Hombres jóvenes debieran recibir educación médica y luego debieran salir para relacionarse con los ministros. No debieran ser influenciados para que se dediquen exclusivamente a la obra de rescatar a los que han caído y se encuentran degradados. Esa obra se encuentra en todas partes y debe combinarse con la obra de preparar a la gente para que convierta la verdad bíblica en su defensa contra los engaños de los mundanos y de la iglesia caída. El tercer ángel debe  proseguir con gran poder. Que nadie ignore esta obra ni la trate como si fuera de poca importancia. Hay que proclamar la verdad al mundo, para que hombres y mujeres vean la luz.

Nuestra obra para este tiempo
¿Qué dice el Señor en el capítulo 58 de Isaías? Todo el capítulo es de gran importancia. "¿No es más bien el ayuno que yo escogí -pregunta Dios-, desatar las ligaduras de impiedad, soltar las cargas de opresión, y dejar ir libres a los quebrantados, y que rompáis todo yugo? ¿No es que partas tu pan con el hambriento, y a los pobres errantes albergues en casa; que cuando veas al desnudo, lo cubras, y no te escondas de tu hermano? Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación se dejará ver pronto; e irá tu justicia delante de ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia. Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él: heme aquí".

"Si retrajeres del día de reposo tu pie, de hacer tu voluntad en mi día santo, y lo llamares delicia, santo, glorioso de Jehová; y lo venerares, no andando en tus propios caminos, ni buscando tu voluntad, ni hablando tus propias palabras, entonces te deleitarás en Jehová, y yo te haré subir sobre las alturas de la tierra, y te daré a comer la heredad de Jacob tu padre; porque la boca de Jehová lo ha hablado" (Isaías 58: 6-9, 13-14).

Esta es nuestra obra. La luz que poseemos acerca del mensaje del tercer ángel, es luz verdadera. La marca de la bestia es exactamente lo que se ha dicho que es. No todo lo que concierne a este asunto se comprende plenamente, y no se comprenderá hasta que se despliegue el rollo; pero en nuestro mundo debe realizarse una obra muy solemne. El mandamiento que Dios da a su siervos es: "Clama a voz en cuello, no te detengas; alza tu voz como trompeta, y anuncia a mi pueblo su rebelión, y a la casa de Jacob su pecado" (Isaías 58: 1). Debe proclamarse un mensaje que despierte a  las iglesias. Debe realizarse todo esfuerzo para dar la luz, no sólo a nuestro pueblo, sino también al mundo. Se me ha instruido que las profecías de Daniel y Apocalipsis debieran imprimirse en libros de tamaño reducido, con las explicaciones necesarias, y debieran enviarse a todo el mundo. Nuestro propio pueblo necesita que se ponga ante ellos la verdad con toda claridad.

No hay cambio en la causa de Dios
No debe haber ningún cambio en las características generales de la causa de Dios. Debe mantenerse tan clara y precisa como ha sido delineada por la profecía. No debemos entrar en confederación con el mundo, suponiendo que al hacerlo podíamos lograr un éxito mayor. Hermano mío, si usted se pone en el camino para entorpecer el progreso de la obra en las líneas designadas por Dios, incurrirá en el desagrado divino. Hay que dar el mensaje de advertencia, y después de haber cumplido fielmente su parte en la obra, no debe estorbar a otro de los siervos de Dios en el desempeño de la obra que debe realizar. El trabajo por la gente degradada y caída no debe ser convertido en el tema principal y más importante de todos. Esta tarea debe combinarse con la obra de instruir a las iglesias. Nuestro pueblo debe ser enseñado para que ayude a los necesitados y vagabundos.

Ningún aspecto de nuestra fe, que nos ha hecho lo que somos, ha de ser debilitado. Tenemos los antiguos marcadores de la verdad, la experiencia y el deber, y hemos de permanecer firmes en defensa de nuestros principios, ante la plena vista del mundo. Con los corazones llenos de interés y solicitud, debemos presentar la invitación a la gente que se encuentra en todas partes. Hay que llevar a cabo la obra médica misionera. Pero ésta es una sola parte de la tarea que se tiene que cumplir; pero no se la debe convertir en el todo. Debe ser en relación con la obra de Dios lo que  la mano es en relación con el cuerpo. Puede ser que haya personas indignas relacionadas con el ministerio, pero nadie puede ignorar el ministerio sin ignorar a Dios.

Hermano mío, se me ha mostrado que usted corre el peligro de apartarse de nuestro pueblo, porque se siente como una entidad completa. Pero si usted se une a las personas que tienen su propia manera de pensar, aparte de la iglesia, que es el cuerpo de Cristo, establecerá una confederación que será despedazada, porque ninguna unión puede permanecer a no ser la que Dios ha establecido. Los que están recibiendo educación médica, de vez en cuando escuchan insinuaciones que desmerecen la iglesia y el ministerio. Estas insinuaciones son semillas que brotarán y producirán fruto. Sería mejor educar a los estudiantes para que comprendieran que la iglesia de Cristo en la tierra debe ser respetada. Necesitan un conocimiento claro de las razones de nuestra fe. Este conocimiento deben poseerlo a fin de servir a Dios en forma aceptable. Línea sobre línea, precepto sobre precepto, deben recibir la evidencia bíblica de la verdad tal como se la encuentra en Jesús.

Le ruego que no ponga en las mentes de los alumnos ideas que les harán perder confianza en los ministros designados por Dios. Pero eso es precisamente lo que usted está haciendo, ya sea que se dé cuenta de ello o no. El Señor, en su providencia, lo ha colocado en una posición en la que puede realizar una buena obra para él en relación con el ministerio evangélico, al colocar la verdad ante muchas personas que de otro modo no la conocerían. Usted se sentirá tentado a pensar que para llevar a cabo la obra médica misionera debe mantenerse separado de la organización de la iglesia o de su disciplina. Al hacerlo, se colocaría sobre una base insegura. La obra realizada por los que acuden a usted en busca de instrucción, no está completa a menos que sean educados para trabajar en conexión con la iglesia.

La obra médica misionera no debe ser constituida en el  todo. En este sentido usted está llevando las cosas a un extremo. Hay una obra importante que debe realizarse. Hay que hacer circular por todas partes publicaciones que enseñen la verdad. Los alumnos de medicina no debieran ser animados a difundir únicamente los libros que tratan de la reforma pro salud. Tenga cuidado que no se lo encuentre trabajando solamente para favorecer sus propios planes y con desprecio por los planes de Dios.

Rebelión contra la reforma pro salud
Ha existido una guerra en los corazones de algunos desde la introducción de la reforma pro salud. Han experimentado la misma rebelión que manifestaron los hijos de Israel cuando sus apetitos fueron restringidos, en su viaje de Egipto a Canaán. Los seguidores profesos de Cristo, que durante toda su vida han dado preferencia a sus propios placeres e intereses, a su comodidad y a sus apetitos, no están preparados para cambiar su comportamiento y vivir para la gloria de Dios, imitando la vida de sacrificio personal de su Modelo inmaculado. Se ha dado un ejemplo perfecto que los cristianos deben imitar. Las palabras y las obras de los seguidores de Cristo son los canales a través de los cuales los principios puros de verdad y santidad son transmitidos al mundo. Sus seguidores son la sal de la tierra y la luz del mundo.- Testimonies for the Church, tomo 2, pág. 394 (1870).

No ha de ser una obra separada *
En la obra del Evangelio, el Señor utiliza diferentes instrumentos y no debiera hacerse nada por separarlos. Nunca debiera establecerse un sanatorio como una empresa independiente de la iglesia. Nuestros médicos deben unirse con la obra de los ministros del Evangelio. Sus esfuerzos deben salvar almas para que el nombre de Dios sea glorificado. La obra médica misionera en ningún caso debiera separarse de la del ministerio evangélico. El Señor ha especificado que ambos deben estar tan estrechamente relacionados, como el brazo lo está con el cuerpo. Sin esta unión, ninguna parte de la obra está completa. La obra médica misionera es una ilustración práctica del Evangelio.

Pero Dios no tenía la intención de que la obra misionera médica eclipsara la obra del mensaje del tercer ángel. El brazo no ha de convertirse en cuerpo. El mensaje del tercer ángel es el mensaje evangélico para estos últimos días, y en ningún caso debe ser ensombrecido por otros intereses ni ser hecho aparecer como una consideración sin importancia. Cuando en nuestras instituciones se coloca cualquier cosa por encima del mensaje del tercer ángel, el Evangelio deja de ser allí la gran fuerza guiadora.

La cruz es el centro de todas las instituciones religiosas. Estas instituciones deben encontrarse bajo el control del Espíritu de Dios. En ninguna de ellas un solo hombre puede ser la cabeza. La mente divina tiene hombres para cada lugar. Por medio del poder del Espíritu Santo, toda obra que Dios ha señalado debe elevarse y ennoblecerse, y debe dar testimonio en favor del Señor. El hombre debe colocarse bajo el control de la mente eterna, cuyos dictados debe obedecer en todo sentido.

Procuremos comprender nuestro privilegio de andar y trabajar con Dios. El Evangelio, aunque contiene la expresa voluntad de Dios, carece de valor para los hombres, encumbrados o humildes, ricos o pobres, a menos que ellos se sometan a Dios. El que lleva para sus semejantes el remedio para el pecado, el mismo debe ser movido por el Espíritu de Dios. No debe manejar los remos a menos que se encuentre bajo la dirección divina. No puede trabajar eficazmente, ni puede llevar a cabo los propósitos de Dios en armonía con la mente divina, a menos que encuentre, no de la mente humana sino de la sabiduría infinita, el hecho de que a Dios le agradan sus planes.

El propósito benevolente de Dios abarca todos los ramos de su obra. La ley de dependencia e influencia recíprocas debe reconocerse y obedecerse. "Ninguno de nosotros vive para sí mismo". El enemigo ha utilizado la cadena de la dependencia para juntar a los hombres. Se han unido para destruir la imagen de Dios en el hombre, para contrarrestar el Evangelio, pervirtiendo sus principios. Están representados en la Palabra de Dios como atados en gavillas para ser quemados. Satanás está uniendo sus fuerzas para perdición. La unidad del pueblo elegido de Dios ha sido terriblemente sacudida.

Dios ofrece un remedio. No consiste en una influencia entre muchas influencias, ni se halla en un mismo nivel con ellas; sino que es una influencia que se eleva por encima de todas las demás que existen sobre la faz de la tierra, que corrige y ennoblece. Los que trabajan en el Evangelio, debieran ser elevados y santificados, porque tratan de los grandes principios de Dios. Unidos con Cristo, son obreros juntamente con Dios. Así desea el Señor unir a sus seguidores, para que sean un poder para el bien, y que cada uno desempeñe su parte, y sin embargo que todos aprecien el principio de la dependencia de la Cabeza.

Ejemplo del médico misionero *
En los días de Cristo no había sanatorios en la Tierra Santa. Pero dondequiera que fuera el Gran Médico, llevaba consigo la eficacia sanadora que producía la curación de todas las enfermedades, espirituales y físicas. El la impartía a los que se encontraban bajo el poder aflictivo del enemigo. En todas las ciudades, los pueblos y las aldeas por los que pasaba, con la solicitud de un padre amante, colocaba sus manos sobre los afligidos, los sanaba y les hablaba palabras de la más tierna simpatía y compasión. ¡Cuánto apreciaban ellos esas palabras! De él fluía una corriente de poder sanador que restauraba a los enfermos. Sanaba a hombres y mujeres sin vacilación y con gran gozo, porque se alegraba de poder restaurar la salud a los enfermos.

Ansiedad de su familia
El poderoso Sanador trabajaba tan incesantemente, tan intensamente-­y con frecuencia sin comida-, que algunos de sus amigos temían que no pudiera soportar por mucho más tiempo la tensión constante. Sus hermanos oyeron eso, y también la acusación de los fariseos de que echaba a los demonios por medio del poder de Satanás. Sintieron profundamente el reproche que recibían por causa de su relación con Jesús. Decidieron que debía ser persuadido o constreñido a abandonar esa manera de trabajar, de modo que indujeron a María a unirse con ellos en su esfuerzo, porque pensaban que a través de su amor por ella podían convencerlo de que debía actuar con más prudencia.

Jesús estaba enseñando a la gente cuando sus discípulos le llevaron el mensaje de que su madre y sus hermanos deseaban verlo. El sabía lo que había en sus corazones. Por eso les respondió: "¿Quién es mi madre, y quiénes son mis  hermanos? Y extendiendo su mano hacia sus discípulos, dijo: He aquí mi madre y mis hermanos. Porque todo aquel que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos, ése es mi hermano, y hermana, y madre" (Mateo 12: 48-50).

La enemistad encendida en el corazón humano contra el Evangelio, fue sentida profundamente por el Hijo de Dios, y le resultaba más dolorosa en su hogar; porque su propio corazón se encontraba lleno de bondad y amor, y apreciaba una tierna consideración en las relaciones familiares. Pero sus hermanos, con sus conceptos restringidos, no podían apreciar plenamente la misión que vino a cumplir, y por lo tanto no podían simpatizar con él en sus pruebas.

Enemistad de los fariseos
A algunas de las personas que sanaba, Jesús les encargaba que no lo dijeran a nadie. Sabía que cuanto más los fariseos y los dirigentes escucharan acerca de sus milagros, tanto más procurarían entorpecer su obra. Pero a pesar de sus precauciones, "su fama se extendía más y más; y se reunía mucha gente para oírle, y para que les sanase de sus enfermedades" (Lucas 5: 15). Una vez tras otra era seguido por los sacerdotes, quienes manifestaban sus violentos sentimientos contra él a fin de despertar la enemistad de la gente. Pero cuando ya no podía permanecer con seguridad en un lugar, se trasladaba a otro.

Cuando nosotros llevemos a cabo obra médica misionera, también encontraremos la misma oposición que Cristo encontró. El declara: "Y seréis aborrecidos de todos por causa de mi nombre; mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo. Cuando os persigan en esta ciudad, huid a la otra; porque de cierto os digo, que no acabaréis de recorrer todas las ciudades de Israel, antes que venga el Hijo del Hombre"
(Mateo 10: 22-23).

La vida de Cristo y su ministerio en favor de los afligidos se encuentran inseparablemente relacionados. Por la luz  que se me ha dado, sé que debiera existir siempre una relación íntima entre la obra médica misionera y el ministerio evangélico. Se encuentran vinculados en sagrada unión, como una sola obra, y nunca debieran separarse. Los principios del cielo deben adoptarse y practicarse por parte de los que pretenden andar en los pasos del Salvador. El nos ha mostrado mediante su ejemplo que la obra médica misionera no debe tomar el lugar de la predicación del Evangelio, sino que debe mantenerse unida con él. Cristo dejó una presentación perfecta de verdadera piedad combinando la obra del médico y la del ministro, sirviendo a las necesidades tanto del cuerpo como del alma, sanando la enfermedad física, y luego hablando palabras que llevaban paz a los corazones atribulados. . .

Hay que dirigir la atención hacia Jesús *
Debiéramos recordar siempre que la eficacia de la obra médica misionera se encuentra en dirigir la atención de los seres humanos enfermos hacia el Hombre del Calvario, que quita el pecado del mundo. Al contemplarlo, serán transformados a su semejanza. Nuestro objeto al establecer sanatorios consiste en animar a los enfermos y dolientes a contemplar a Jesús y vivir. Que los obreros de nuestras instituciones médicas mantengan a Cristo, el Gran Médico, constantemente ante quienes la enfermedad del cuerpo y el alma ha llevado desánimo. Mostradles a Aquel que puede sanar tanto las enfermedades físicas como las espirituales. Habladles de Aquel que se conmueve debido a sus enfermedades. Animadlos para que se coloquen bajo el cuidado de Aquel que dio su vida para hacer posible que ellos vivieran eternamente. Mantened sus mentes fijas sobre Aquel que es deseable y el más destacado entre mil. Hablad de su amor y de su poder para salvar.

El Señor desea que cada obrero haga lo mejor posible. Los que no han tenido preparación especial en alguna de nuestras instituciones médicas pueden pensar que es muy poco lo que pueden hacer; pero, mis estimados colaboradores en la obra, recordad que en la parábola de los talentos, Cristo no dijo que todos los siervos habían recibido el mismo número de talentos. Uno recibió cinco, otro dos y uno solamente uno. El que tiene un solo talento, debe emplearlo sabiamente y acrecentarlo entregándolo a los cambiadores. Algunos no pueden hacer tanto como otros, pero cada uno puede hacer todo lo posible para hacer retroceder la ola de enfermedad y dolor que azota al mundo. Acudamos en ayuda del Señor, contra los grandes poderes de las tinieblas. Dios desea que todos sus hijos posean inteligencia y conocimiento, para que con una claridad y poder inequívocos se manifieste su gloria al mundo. . .

Cristo ha capacitado a su iglesia para llevar a cabo la misma obra que él realizó durante su ministerio. Hoy es el mismo médico compasivo que fue cuando estuvo en la tierra. Debiéramos inducir a los afligidos a comprender que en él hay bálsamo sanador para toda enfermedad, y poder restaurador para toda aflicción.

El Evangelio en la práctica *
Cuando se nos llamó la atención por primera vez a la reforma pro salud, hace unos treinta y cinco años, la luz que se me presentó estaba contenida en este pasaje bíblico: "El Espíritu de Jehová el Señor está sobre mí, porque me ungió Jehová; me ha enviado a predicar buenas nuevas a los abatidos, a vendar a los quebrantados de corazón, a publicar libertad a los cautivos, y a los presos abertura de la cárcel; a proclamar el año de la buena voluntad de Jehová, y el día de venganza del Dios nuestro; a consolar a todos los enlutados; a ordenar que a los afligidos de Sion se les dé gloria en lugar de ceniza, óleo de gozo en lugar de luto, manto de alegría en lugar del espíritu angustiado; y serán llamados árboles de justicia, plantío de Jehová, para gloria suya. Reedificarán las ruinas antiguas, y levantarán los asolamientos primeros, y restaurarán las ciudades arruinadas, los escombros de muchas generaciones" (Isaías 61: 1-4).

A la luz que se me dio hace tanto, se me mostró que nuestro propio pueblo, los que pretendían creer en la verdad presente, debían hacer esta obra. ¿Cómo debían llevarla a cabo? De acuerdo con las instrucciones que Cristo dio a sus doce discípulos cuando los reunió y los envió a predicar el Evangelio.

"Entonces llamando a sus doce discípulos, les dio autoridad sobre los espíritus inmundos, para que los echasen fuera, y para sanar toda enfermedad y toda dolencia". "A estos doce envió Jesús, y les dio instrucciones diciendo: Por caminos de gentiles no vayáis, y en ciudad de samaritanos no entréis, sino id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel. Y yendo, predicad, diciendo: El reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibisteis, dad de gracia" (Mateo 10: 1, 5-8).

Se pide que haya reformas
En la luz que se me dio desde hace mucho tiempo, se me mostró que la intemperancia prevalecería en el mundo en un grado alarmante, y que cada miembro del pueblo de Dios debe adoptar una posición elevada con respecto a la reforma de los hábitos y las prácticas. En ese tiempo yo comía carne dos o tres veces al día, y me desmayaba dos o tres veces por día. El Señor me presentó un plan general. Se me mostró que Dios presentaría a su pueblo que observaba los mandamientos una reforma en el régimen de alimentación, y que a medida que la aceptaran, sus enfermedades y sufrimientos disminuirían notablemente. Se me mostró que esta obra progresaría.

Se necesita un sanatorio
Luego, años después, se nos dio luz según la cual necesitábamos un sanatorio, una institución para la salud, que debía establecerse entre nosotros. Este sería el medio que Dios utilizaría para hacer que su pueblo comprendiera correctamente lo que concierne a la reforma pro salud. También debía ser el medio por el cual tendríamos acceso a los que no pertenecen a nuestra fe. Debíamos tener una institución en la que los enfermos pudieran ser aliviados del sufrimiento, sin el empleo de medicamentos a base de drogas. Dios declaró que él mismo iría delante de su pueblo en esta obra.
Como resultado, la obra ha estado creciendo constantemente. Se abrió el camino para que nuestras iglesias participaran. Proclamé la reforma pro salud a todas partes donde fui. En los congresos hablaba los domingos de tarde y proclamaba el mensaje de temperancia en la forma de comer, de beber y de vestir. Ese fue el mensaje que di años  antes de viajar a Australia.

Pero hubo personas que no aceptaron la luz que Dios había dado. Estaban los que asistían a nuestros campamentos y comían y bebían indebidamente. Su régimen alimentario no estaba en armonía con la luz que Dios había dado, y para ellos era imposible apreciar la verdad en sus aspectos sagrados.

Todas las clases han de beneficiarse
De modo que la luz ha estado llegando gradualmente. Una vez tras otra se ha dado la instrucción de que nuestras instituciones de salud debían alcanzar a todas las clases sociales. El Evangelio de Jesucristo incluye la obra de ayudar a los enfermos. Cuando oí que el Dr. Kellogg se había encargado de la obra médica misionera, lo animé de todo corazón y con toda el alma, porque sabía que únicamente por medio de esta obra es posible romper el prejuicio que existe en el mundo contra nuestra fe.

En Australia hemos tratado de hacer todo lo posible en este sentido. Nos establecimos en Cooranbong, y allí, donde la gente tiene que recorrer casi 65 kms. para encontrar un médico, y pagarle 25 dólares por una visita, ayudamos a los enfermos y dolientes todo lo que pudimos. Al ver que sabíamos algo de las enfermedades, la gente nos trajo a sus enfermos y los atendimos. En esa forma destruimos completamente el prejuicio en aquel lugar. . . La obra médica misionera es un trabajo de pioneros. Debe relacionarse con el ministerio evangélico. Es el Evangelio vivido prácticamente. Me ha entristecido mucho ver que nuestro pueblo no ha participado en llevar a cabo esta obra en forma debida. . .

Todo el cielo está interesado en la obra de aliviar el sufrimiento de la humanidad. Satanás está ejerciendo todo su poder para ganar el control sobre las almas y los cuerpos de los seres humanos. Está procurando atarlos a las ruedas de  su carro. Mi corazón se entristece al contemplar nuestras iglesias, que debieran estar relacionadas de corazón y alma y práctica con la obra médica misionera. . .

Los ministros deben trabajar en el plan evangélico
Nunca seréis ministros según el orden evangélico, hasta que demostréis un interés decidido en la obra médica misionera, el Evangelio de sanar, bendecir y fortalecer. Acudid para ayudar al Señor contra los grandes poderes de las tinieblas, para que no se diga de vosotros: "Maldecid a Meroz... Maldecid severamente a sus moradores, porque no vinieron al socorro de Jehová" (Jueces 5: 23)...

Debido a las instrucciones que he recibido del Señor tengo valor para levantarme entre vosotros a fin de hablar como lo hago, a pesar de las ideas que podáis tener acerca de la obra médica misionera. Quiero decir que la obra médica misionera es la obra de Dios. El Señor desea que todos sus ministros colaboren en este sentido. Llevad a cabo la obra misionera médica y ésta os dará acceso a la gente. Sus corazones serán conmovidos cuando atendáis sus necesidades. Al aliviar sus sufrimientos encontraréis la oportunidad de hablarles acerca del amor de Jesús. . .

Dios ayudará a los que aman la verdad, a los que se entregan a él de corazón, mente y fuerzas. Dios trabajará poderosamente con sus ministros cuando sus corazones estén llenos de amor por las pobres ovejas perdidas de la casa de Israel. Buscad a los apóstatas, a los que una vez sabían qué era la religión, y presentadles el mensaje de misericordia. La historia del amor de Cristo tocará una cuerda en sus corazones. Cristo atrae a los seres humanos  con la cuerda que Dios ha hecho descender del cielo para salvar a la humanidad. El amor de Cristo puede medirse únicamente cuando esta cuerda se mide. . .

La obra médica misionera, la atención de los enfermos y dolientes, no se puede separar del Evangelio. Dios ayuda a los obreros cuya atención se ha fijado en este tema y que tienen la mente de Cristo. Que Dios os ayude a recordar que Cristo fue un obrero, que iba de un lugar a otro para sanar a los enfermos. Si estuviéramos tan estrechamente relacionados con Cristo, como lo estuvieron sus discípulos, Dios podría obrar por medio de nosotros para sanar a muchas personas que sufren.

Con fe y humildad *
El Evangelio de Cristo debe vivirse y practicarse en la vida diaria. Los siervos de Dios deben ser limpiados de toda indiferencia y de todo egoísmo. La sencillez, la mansedumbre y la humildad son de gran valor en la obra de Dios. Procurad unir a los obreros en confianza y amor. Si no podéis conseguirlo, actuad correctamente vosotros mismos y dejad el resto con Dios. Trabajad con fe y oración. Seleccionad a jóvenes cristianos y preparadlos para que lleguen a ser, no obreros con corazones de hierro, sino obreros que estén dispuestos a vivir en armonía con los demás.

Oro para que el Señor cambie los corazones de aquellos que, a menos que reciban más gracia, caerán en la tentación. Oro para que él suavice y subyugue todo corazón. Necesitamos vivir en estrecha comunión con Dios, para amarnos unos a otros así como Cristo nos amó. Así el mundo sabrá que somos sus discípulos.- Testimonies for the Church, tomo 9, págs. 218-219 (1909).

Para conseguir entrada *
Estoy intensamente interesada en la educación de los estudiantes de medicina como misioneros. Esta es la forma de introducir la verdad en los lugares en que de otro modo no tendría entrada. Puedo ver en la providencia del Señor que la obra médica misionera ha de ser una gran cuña de entrada, por medio de la cual las almas enfermas podrán ser alcanzadas.

¡Oh, qué vasto campo de utilidad se abre ante los misioneros médicos! Jesús era, en todo el sentido de la palabra, un misionero de la clase más elevada, y combinó con su obra misionera la del Gran Médico, porque sanó toda clase de enfermedades. En los días de Cristo, muchos rehusaron dejarse convencer de su condición. Cuando Cristo estaba en su medio como poderoso Sanador de los males del cuerpo, tanto como de las enfermedades del alma enferma por el pecado, algunos no acudían a él para tener vida. Rehusaban ser iluminados.

Lo mismo sucederá en nuestros días. Algunos no serán curados de las enfermedades de sus almas. Todo médico puede y debe ser un cristiano, y así llevar con él la curación tanto para el alma como para el cuerpo. Está llevando a cabo la obra de un apóstol tanto como la del médico. ¡Cuánta necesidad hay de la valiosa religión pura y sin contaminación, para que el maestro espiritual pueda ministrar a las necesidades del alma mientras alivia los sufrimientos del cuerpo! ¡Cuán refrescante es para el alma que sufre azotada por la tempestad, oír palabras de esperanza, palabras de Dios habladas al doliente mediante las oraciones elevadas en su favor! ¡Cuán importante es que el misionero comprenda las enfermedades que afligen el cuerpo humano, que combine la acción del médico, educado para atender los cuerpos enfermos, con la acción del concienzudo y fiel pastor de la grey, para proporcionar un carácter sagrado y doble eficacia al servicio!

El Señor, en su gran bondad y amor inigualable, ha estado presentando insistentemente a sus instrumentos humanos la idea de que los misioneros no están realmente completos en su educación, a menos que tengan conocimiento de la forma de tratar a los enfermos y dolientes. Si se hubiera considerado esto como un ramo importante en la educación de los misioneros, muchos que han perdido sus vidas habrían podido seguir viviendo. Si hubieran comprendido cómo tratar las enfermedades del cuerpo, y cómo estudiar de la causa al efecto, podrían, por medio de su conocimiento del cuerpo humano y de la forma de tratar las enfermedades, haber alcanzado a muchas mentes entenebrecidas que de otro modo les ha resultado imposible tener acceso a ellas.

El Gran Médico está con cada obrero
El gran Médico Jefe se encuentra junto a todo médico auténtico, fervoroso y temeroso de Dios, que trabaja con el conocimiento que ha adquirido, para aliviar los sufrimientos del cuerpo humano. El, el Jefe de los médicos, está listo para administrar el bálsamo de Galaad. Escuchará las oraciones ofrecidas por los médicos y los misioneros, si con esto se glorifica su nombre, y la vida del paciente que sufre será prolongada. Dios está sobre todo. El es la verdadera Cabeza del misionero de profesión médica, y ciertamente será bendecido el médico que se ha relacionado con el Médico Principal, y que ha aprendido de él no sólo a tratar los cuerpos que sufren, sino también las almas, que ha aprendido a dar las recetas debidas y que, como subpastor, usa el bálsamo de Galaad para curar las magulladuras que el pecado ha causado en el alma tanto como en el cuerpo de la humanidad que sufre bajo la mordedura de la serpiente. 

¡Cuán importante es que el médico carezca de egoísmo, posea un conocimiento correcto de la expiación realizada por Jesucristo, a fin de elevar a Jesús frente al alma desesperada, y que él mismo tenga comunión con Dios! Posee un gran tesoro en su conocimiento de como tratar las enfermedades del cuerpo, y también en el conocimiento del plan de salvación. Confiando en Jesús como su Salvador personal, puede conducir a otros hacia la esperanza, hacia la fe salvadora. hacia el reposo y la paz, y hacia una nueva vida en Cristo Jesús...

El Señor aprueba los esfuerzos del obrero consagrado, del verdadero pastor. Puede ser que tenga poco tiempo para predicar discursos, pero puede convertir sus obras en sermones, que serán mucho más poderosos. La verdad expresada en obras vivientes y desprovistas de egoísmo, es el argumento más poderoso en favor del cristianismo. Aliviar a los enfermos, ayudar a los afligidos, es trabajar en la forma como Cristo lo hizo, y demuestra verdades evangélicas más poderosas que representan la misión y la obra de Cristo en la tierra. El conocimiento del arte de aliviar los sufrimientos de la humanidad es abrir una cantidad innumerable de puertas, donde la verdad pueda encontrar un lugar en el corazón y las almas ser salvadas para vida eterna. Aun las almas más endurecidas y encerradas en el pecado pueden ser alcanzadas en esa forma a fin de hacerles comprender algo del misterio de la piedad, y hasta pueden quedar tan encantadas que no descansarán hasta obtener el conocimiento de Jesucristo y de su gracia salvadora. . .

Debiera constituirse un grupo semejante a la Sociedad de Esfuerzo Cristiano, a fin de ver lo que cada persona responsable puede hacer para encontrar y aprovechar las oportunidades de trabajar para el Maestro. El tiene una viña en la cual todos pueden realizar buenas obras. La humanidad doliente necesita ayuda en todas partes.

Evangelistas médicos misioneros *
Ahora hay que enviar a hombres jóvenes que posean un conocimiento práctico de la forma como se debe tratar a los enfermos, a que realicen obra médica misionera, en relación con obreros evangélicos más experimentados. Si estos jóvenes se dedican al estudio de la Palabra, se convertirán en evangelistas de éxito. Los pastores con quienes trabajan estos jóvenes deben proporcionarles la misma oportunidad de aprender que Elías le dio a Eliseo. Deben explicarles cómo se enseña la verdad a los demás. Cuando sea posible, estos jóvenes debieran visitar los hospitales, y en algunos casos debieran trabajar en ellos durante un tiempo en forma desinteresada.

Nuestros obreros médicos misioneros debieran manifestar ahora el ejemplo más puro de falta de egoísmo. Con el conocimiento y la experiencia obtenidos por medio de la obra práctica, deben salir para dar tratamientos a los enfermos. Al ir de casa en casa obtendrán acceso a muchos corazones. Así será posible alcanzar a muchos que de otro modo nunca hubieran escuchado el mensaje evangélico.

Ánimo para los obreros jóvenes
Los que no tienen diplomas de médicos, de todos modos pueden realizar mucho bien. Algunos de ellos deben prepararse para trabajar como médicos competentes. Muchos, dirigidos por los médicos, pueden llevar a cabo una obra médica aceptable sin pasar largos años estudiando, como se había pensado que era necesario en el pasado.

Muchos saldrán a trabajar para el Maestro, sin haber terminado sus estudios en un colegio. Dios ayudará a estos obreros. Adquirirán conocimiento de la escuela superior y serán capacitados para ocupar su posición entre los obreros como enfermeros. El Gran Médico Misionero aprecia cada esfuerzo que se realiza para tener acceso a las almas por medio de la presentación de la reforma pro salud. En el mundo están ocurriendo cambios definidos. El Señor ha declarado que producirá una conmoción. Hombres humildes, quienes hasta un momento determinado habrán sido desconocidos, ahora deben recibir la oportunidad de convertirse en obreros.

A los que están dispuestos a salir para llevar a cabo obra médica misionera, deseo decirles: "Servid al Señor Jesucristo con entendimiento santificado, en relación con los pastores del Evangelio y con el Gran Maestro. El que os da vuestra comisión también os proporcionará las habilidades y la comprensión necesarias a medida que os consagréis a su servicio y os dediquéis diligentemente al trabajo y al estudio, y hagáis lo mejor posible para proporcionar alivio a los enfermos y los que sufren.

A los que están cansados de una vida de pecado, pero que no saben hacia dónde volverse para obtener alivio, debéis presentar al Salvador compasivo, lleno de amor y ternura, que anhela recibir a los que acuden a él con corazones quebrantados y espíritus contritos. Tomadlos de la mano, elevadlos, habladles palabras de esperanza y ánimo. Ayudadles a tomarse de la mano de Aquel que dijo: "¿O forzará alguien mi fortaleza? Haga conmigo paz; sí, haga paz conmigo" (Isaías 27: 5). Cristo declara: "He aquí, yo vengo pronto, y mi galardón conmigo, para recompensar a cada uno según sea su obra" (Apocalipsis 22: 12). Dios nos llama a que proclamemos estas palabras: "Sí, ven Señor Jesús" (vers. 20). Dios hará mucho más por su pueblo si éste manifiesta fe en él.

Métodos y planes *
En todos nuestros sanatorios, la obra realizada debiera ser de tal naturaleza que sirva para ganar almas para Jesucristo. En nuestras instituciones médicas tenemos un amplio campo misionero, porque a ellas acuden personas de todos los países para recuperar la salud. Los mejores auxiliares que deben relacionarse con nuestros sanatorios son aquellos que desean convertir la Biblia en su guía, los que pondrán en práctica sus facultades mentales y morales para promover la obra en forma correcta.
Que los obreros de los sanatorios recuerden que el objetivo del establecimiento de estas instituciones no es únicamente el alivio del sufrimiento y la curación de la enfermedad, sino, además, la salvación de las almas. Que la atmósfera espiritual de estas instituciones sea tal que los hombres y mujeres que acuden a nuestros sanatorios para recibir tratamiento para sus males corporales, puedan aprender la lección que indica que sus almas enfermas necesitan curación.

Predicar el Evangelio significa más de lo que muchos comprenden. Es una obra amplia y de largo alcance. Nuestros sanatorios me han sido presentados como uno de los medios más eficaces para la promoción del mensaje evangélico.

La obra del verdadero misionero médico es mayormente una obra espiritual. Incluye la oración y la imposición de las manos; por lo tanto, éste debiera ser apartado para su obra en forma tan sagrada como lo es el ministro del Evangelio. Los que son seleccionados para que desempeñen la parte de médicos misioneros deben ser apartados como tales. Esto los fortalecerá contra la tentación de retirarse de la obra del sanatorio y dedicarse a la práctica  privada. No se debiera permitir que ningún motivo egoísta aleje a los obreros de su puesto del deber. La obra médica realizada en relación con la predicación del mensaje del tercer ángel, debe alcanzar resultados admirables. Debe ser una obra santificadora y unificadora, que esté de acuerdo con la obra que la gran Cabeza de la iglesia envió a realizar a sus primeros discípulos.

Cristo llamó a estos discípulos y les dio su comisión: "Y yendo, predicad, diciendo: el reino de los cielos se ha acercado. Sanad enfermos, limpiad leprosos, resucitad muertos, echad fuera demonios; de gracia recibísteis, dad de gracia" (Mateo 10: 7-8). "He aquí, yo os envío como a ovejas en medio de lobos; sed, pues, prudentes como serpientes, y sencillos como palomas" (Mateo 10:16).

Conviene que leamos este capítulo y que permitamos que sus instrucciones nos preparen para nuestro trabajo. Los primeros discípulos salieron a realizar la obra de Cristo, bajo su comisión. Su espíritu debía preparar el camino ante ellos. Debían sentir que por llevar un mensaje tan importante, y por tener bendiciones tan grandes que impartir, debían ser recibidos con los brazos abiertos de la gente...

Las asociaciones deben emplear misioneros médicos
A través de los primeros discípulos se impartió un don a Israel; el fiel evangelista de la actualidad debe llevar a cabo una obra similar en toda ciudad en la que entran nuestros misioneros. Es una obra que hemos tratado de realizar en cierta medida en conexión con nuestros sanatorios, pero es necesario obtener una experiencia mucho más amplia en este ramo.

¿No podrían los presidentes de nuestra asociación abrir el camino para que los alumnos de nuestros colegios se dediquen a esta clase de trabajo? Una vez y otra se me ha presentado que "debiera haber grupos organizados y educados cabalmente para que trabajen como enfermeros, evangelistas,  pastores, colportores y estudiantes evangélicos, para que perfeccionen un carácter de acuerdo con la semejanza divina'. Hay una gran obra que se debe llevar a cabo para aliviar el sufrimiento de la humanidad, y por medio de los trabajos de los alumnos que están recibiendo educación y entrenamiento para convertirse en misioneros médicos eficaces, la gente que vive en muchas ciudades puede familiarizarse con las verdades del mensaje del tercer ángel. Obreros y profesores de experiencia debieran salir con esos jóvenes obreros al principio a fin de instruirlos para el trabajo.

  Cuando personas que temen y honran a Dios ofrezcan a esos obreros una invitación a comer, esa invitación debiera ser aceptada. Así se encontrarán oportunidades para conversar, para explicar las Escrituras, para cantar himnos bíblicos y para orar con la familia. Hay muchas personas para quienes una obra como ésta resultará una bendición.

Y cada obrero, a medida que realiza esta obra, debiera comprender que es tan ciertamente enviado por Dios como lo fueron los primeros discípulos. Dios los sigue con sus ojos y el Espíritu los acompaña...
Me siento agradecida cuando pienso en las ventajas de que disfrutan los colegios que se establecen cerca de nuestros sanatorios, de modo que la obra de las dos instituciones educacionales se puede combinar. Los alumnos de estos colegios mientras se educan en el conocimiento de la verdad presente, también pueden aprender a ser ministros de sanamiento para quienes salen a servir.

Si hubo un tiempo cuando nuestra obra debió realizarse bajo la dirección especial del Espíritu de Dios, es ahora. Los que viven descuidadamente, deben despertar. Nuestros sanatorios debieran llegar a ser lo que debieran: hogares en los que se proporcione salud a las almas enfermas por el pecado. Y esto se llevará a cabo cuando los obreros mantengan una conexión viviente con el Gran Sanador.

Médicos y evangelistas *
Palabras de ánimo para un médico
La obra que usted ha estado realizando en las ciudades cuenta con la aprobación del Cielo. Lo que ha hecho demuestra que si nuestros médicos y pastores pueden trabajar juntos en la presentación de la verdad a la gente, sería posible alcanzar a más personas de las que el ministro alcanza trabajando solo. Confío que su ejemplo en este sentido será seguido por otros médicos. Usted no debe sentir que el Señor lo ha separado del sanatorio porque ha realizado esfuerzos más directos para alcanzar en nuestras ciudades a la gente que necesita ser convertida. Usted siente una preocupación por la obra de presentar el mensaje a la gente. Presente a Cristo como el sanador del alma enferma por el pecado. En su obra realizada en el campo de trabajo obtendrá una influencia más amplia y extensa que si trabajara únicamente en una institución.

La gente con quien se relacionará al asistir a las reuniones y al presentar la verdad desde el punto de vista del médico, contribuirá a que usted ejerza cierta influencia, y esta línea de trabajo llegará a ser el medio de atraer a nuestro sanatorio a una clase de personas que podría recibir mucho beneficio. Haga sus planes de tal manera que pueda dedicarse a este trabajo libremente, para que su ausencia no perjudique la obra de la institución.

Llame la atención de la gente a la necesidad de resistir la tentación de complacer el apetito. Muchos fallan en esto. Explique la estrecha relación que existe entre la mente y el cuerpo y demuestre la necesidad de mantener ambos en la mejor condición posible. Las disertaciones sobre salud que presente en las reuniones constituirán uno de los  mejores medios para hacer propaganda en favor de nuestros sanatorios.

Cristo nos ha dejado un ejemplo. El enseñó las verdades evangélicas basándose en las Escrituras, y también sanó a los afligidos que acudían a él en busca de alivio. El fue el médico más grande que el mundo ha conocido, y sin embargo combinó con su obra de sanidad la verdad salvadora del alma.
Así es como deben trabajar nuestros médicos. Hacen la obra del Señor cuando trabajan como evangelistas y presentan instrucciones acerca de la forma como el alma puede ser sanada por el Señor Jesús. Todo médico debiera saber orar con fe por los enfermos! como también administrar el tratamiento adecuado. Al mismo tiempo debiera trabajar como un ministro de Dios para enseñar arrepentimiento, conversión y salvación del alma y el cuerpo. Esta combinación de trabajo ampliará su experiencia y extenderá notablemente su influencia.

En contacto con el pueblo
De una cosa estoy segura: la mayor obra de nuestros médicos consiste en lograr acceso a la gente del mundo en forma adecuada. Hay un mundo que perece en el pecado ¿y quién se ocupará de la obra en nuestras ciudades? Los mayores médicos son los que viven las pisadas de Jesucristo. Hay una obra que se debe llevar a cabo en todas nuestras ciudades y los que todavía trabajan y obran humildemente con Dios, que se esfuerzan cada día para ser vencedores, obtendrán preciosas victorias día a día. La obra que se realiza con humildad llevará las credenciales divinas. Ocultémonos en Dios. Lo que veo con más claridad es la necesidad de hombres y mujeres unidos en realizar la obra que necesita llevarse a cabo en nuestras ciudades... El Señor tiene paciencia con los hombres, e invita a todos al arrepentimiento. ¿Se ocuparán los pastores y los médicos de esta  obra que apenas se ha tocado? Que Dios nos ayude a ser fieles y a llevar a cabo la obra que ahora es tan importante.

Ahora es el momento de llevar a cabo esfuerzos decididos para despertar a la gente que nunca ha sido amonestada. Se dedica mucho pensamiento y trabajo a la fácil empresa. Esto está bien, pero si se realizaran mayores esfuerzos para enviar a los misioneros a predicar la verdad, un mayor número de personas mostrarían interés y se ganarían para la verdad. Mientras Jesús ministra en el verdadero santuario de arriba, por medio de su Espíritu Santo obra a través de los mensajeros terrenales. Estos instrumentos llevarán a cabo más que la página impresa, si es que trabajan con el Espíritu y el poder de Cristo. Cristo trabajará por medio de sus ministros elegidos, los llenará con el Espíritu Santo y en esta forma cumplirá en ellos esta promesa: "He aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (Mateo 28: 20).

Al presentar la verdad a los incrédulos, conviene presentarles primero algunos temas con los cuales puedan concordar con nosotros. Los principios de salud y temperancia les resultarán de interés, y de allí podremos conducirlos a comprender la importancia del cuarto mandamiento. Los médicos pueden contribuir a llevar a cabo esta obra. Cuando la gente ve el valor de la instrucción impartida con respecto al sano vivir, confía en que los que enseñan nuestros principios también tienen la verdad en otros aspectos.

Es el plan del Señor que los médicos bien versados en la verdad bíblica se unan con los pastores para trabajar en las ciudades y les ayuden a presentar un mensaje completo y armonioso de advertencia para amonestar al mundo. Algunos de los hombres calificados de nuestras instituciones debieran elegirse para llevar a cabo esta obra.

Algunos pueden pensar que no es prudente tomar a hombres calificados para la posición de médicos jefes y colocarlos a trabajar en las ciudades, aunque hombres escogidos  ocupen sus lugares en las instituciones. Pero necesitamos tener un concepto más amplio de la obra y considerar que el Señor está llamando a que se lleve a cabo una línea especial de trabajo en las ciudades, una obra que requiere los esfuerzos de hombres de clara percepción, quienes, con el poder del Espíritu Santo, puedan presentar los principios de la reforma pro salud ante vastas congregaciones.

La exposición de los principios bíblicos realizada por un médico inteligente ejercerá una poderosa influencia en muchas personas. La eficiencia y el poder acompañan al que puede combinar en su esfera de influencia la obra de un médico y la de un ministro evangélico. Su obra se recomienda por sí misma al buen juicio de la gente.

Consejos prácticos para los médicos
Estoy preocupada porque hay tantas cosas que ocupan la mente de nuestros médicos y les impiden llevar a cabo la obra que Dios desea que realicen como evangelistas. Por la luz que Dios me ha dado, sé que hay una gran necesidad de predicadores vivientes consagrados y dedicados, que sepan confiar en Dios. Necesitamos cien obreros adonde ahora hay uno solo. Hay una gran obra que debe realizarse antes que la oposición satánica cierre el camino y se pierdan nuestras oportunidades actuales de trabajar. El tiempo está transcurriendo con rapidez. Nuestras publicaciones son muchas, pero el Señor llama a hombres y mujeres de nuestras iglesias que tienen la luz, para que se dediquen a la obra misionera genuina. Que ejerciten con toda humildad los talentos que Dios les ha concedido para proclamar el mensaje que el mundo debe recibir en este tiempo.

Espero que pondréis en acción todas vuestras capacidades en esta obra. Presentad la importancia de la verdad presente desde el punto de vista del médico. Los médicos encontrarán entrada en nuestras ciudades cuando otros obreros no tengan acceso a ellas. Enseñad el mensaje de la  reforma pro salud. Esto ejercerá influencia sobre la gente. El Señor ciertamente os guiará si tratáis de hacer su voluntad, aunque eso interfiera con algunos de vuestros deseos y planes. Al actuar y trabajar siguiendo el consejo de Dios, las puertas se abrirán ante vosotros y así tendréis oportunidad de uniros en la obra del ministerio y la del médico.

Si en la ciudad de Boston y en otras ciudades del este, usted y su esposa se unen en la obra evangélica médica, aumentará vuestra utilidad y comprenderéis claramente cuál es vuestro deber. El mensaje del primer ángel se predicó con gran poder en estas ciudades en 1842 y en 1843, y ahora es el momento de proclamar el mensaje del tercer ángel extensamente en el este. Nuestros sanatorios del este tienen ante ellos una gran obra. El mensaje debe predicarse con poder al aproximarse la obra a su final. Que vuestras palabras sean de tal naturaleza que exalten la Palabra de Dios. Vivid y enseñad los principios de la reforma pro salud. Poned énfasis en vuestras creencias en las grandes verdades sobre las cuales los cristianos concordarán con vosotros Al presentar la verdad de Dios, debéis ser un ejemplo para los creyentes en todo sentido.

Se me ha seguido presentando la importancia de abrirnos paso en las grandes ciudades. El Señor ha estado instándonos a llevar a cabo este deber durante muchos años, y sin embargo vemos que comparativamente se ha realizado muy poco en nuestros grandes centros urbanos. Si no llevamos a cabo esta obra en forma determinada, Satanás multiplicará las dificultades, las cuales no resultará fácil vencer. Estamos muy atrasados en la obra que debiéramos haber llevado a cabo en estas ciudades descuidadas por tanto tiempo. Ahora resultará más difícil llevar a cabo la obra de lo que hubiera sido hace pocos años. Pero si llevamos a cabo la obra en el nombre del Señor, se romperán barreras y obtendremos victorias definidas.

En esta obra se necesitan médicos y obreros evangélicos. Debemos elevar nuestras peticiones al Señor y hacer lo mejor posible, debemos avanzar con toda energía posible a fin de establecer la obra en las grandes ciudades. Si en el pasado hubiéramos trabajado de acuerdo con los planes del Señor, actualmente brillarían muchas luces que ahora están apagadas.

En relación con la presentación de verdades espirituales, también debiéramos presentar lo que la Palabra de Dios dice sobre la salud y la temperancia. En toda forma posible debemos traer a las almas bajo el poder convincente y convertidor de Dios. Los creyentes de nuestras iglesias deben ser despertados para que realicen su parte. Hay que hacer sesiones de oración y buscar fervientemente al Señor a fin de aumentar la fe y el valor. Que los ministros y otros miembros de la iglesia trabajen por las almas como nunca lo han hecho antes. No debiéramos emplear nuestro tiempo tan sólo repitiendo vez tras vez las mismas cosas a las iglesias que ya conocen bien la verdad. Que los miembros de la iglesia trabajen unidos a fin de crear interés. Los discípulos de Cristo deben unirse a fin de trabajar por las almas que perecen. Que los obreros inviten a otros a unirse con ellos en sus esfuerzos, a fin de que se enciendan con entusiasmo para trabajar con el Maestro.

Insto a los miembros de iglesia de todas las ciudades a que se aterren del Señor con esfuerzo determinado para obtener el bautismo del Espíritu Santo. Debéis tener la seguridad de que Satanás no está dormido. El colocará todo obstáculo posible en el camino de los que avancen en esta obra. Con demasiada frecuencia se considera que estos obstáculos son insuperables. Que todos experimenten una conversión genuina, y que luego se ocupen de la obra con inteligencia y fe. 

La obra en las ciudades *
San Francisco, California, 12 de diciembre de 1900.
En California hay que realizar una obra que hasta ahora ha sido extrañamente descuidada. No se la debe seguir demorando. A medida que se abran las puertas a la presentación de la verdad, estemos listos para entrar. En la gran ciudad de San Francisco se ha hecho algo de trabajo, pero al estudiar el territorio nos damos cuenta con toda claridad que se trata sólo de un comienzo. Se deberían realizar esfuerzos bien organizados, tan pronto como sea posible, en diferentes secciones de esta ciudad y también en Oakland.

La gente no se da cuenta de la perversidad de San Francisco. Se debe extender y profundizar nuestra obra en esta ciudad. Dios ve en ella a muchas almas que deben ser salvadas. En San Francisco ya se han instalado un restaurante, una tienda de alimentos y varias salas de tratamientos. Estos establecimientos hacen un buen trabajo, pero se necesita difundir ampliamente su influencia. Tanto en San Francisco como en Oakland se deberían abrir otros restaurantes similares al de la calle Market. Acerca de los esfuerzos que actualmente se realizan para llevar adelante esos aspectos de la obra, sólo podemos decir: amén y amén. Pronto se establecerán otras líneas de trabajo que llegarán a ser una bendición para la gente. El evangelismo médico misionero se debería promover de la manera más inteligente y cabal que se pueda. La tarea sagrada y solemne de salvar a las almas debe avanzar modestamente, pero con dignidad.

¿Dónde están las fuerzas trabajadoras? El trabajo de la dirección debe ser llevado a cabo por hombres y mujeres profundamente convertidos, que sean personas de discernimiento claro y de visión penetrante. Se debe ejercer un  juicio cuidadoso al emplear a los individuos que han de realizar esta tarea espiritual, porque deben ser personas que amen a Dios y que caminen delante de él con la mayor humildad, hombres y mujeres que sean instrumentos efectivos en las manos de Dios para cumplir el objetivo que se propone: la elevación de los seres humanos y su salvación.

Los evangelistas que realizan obra médica misionera podrán llevar a cabo un excelente trabajo de pioneros. La obra del ministro y la del médico misionero evangelista debieran integrarse completamente. El médico cristiano debería considerar que su trabajo es tan elevado como el del ministro. Se trata de una obra grande, sagrada y muy necesaria. El médico y el ministro deberían comprender que se hallan empeñados en la misma tarea. Deberían trabajar en armonía perfecta. Deberían consultarse mutuamente. Su unidad dará testimonio de que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo para salvar a todos los que creen en él como Salvador personal.

Los médicos en las grandes ciudades
Para realizar el servicio de Dios en las grandes ciudades se deberían emplear médicos cuyas habilidades profesionales estén por encima de las del médico común. Debieran hacer esfuerzos por alcanzar a las clases elevadas. En San Francisco se está haciendo algo de esto, pero se debe realizar mucho más aún. Que no haya equivocaciones con referencia a la importancia y a la naturaleza de estos esfuerzos. San Francisco es un territorio amplio y una parte importante de la viña del Señor.
Los médicos misioneros que trabajan en las líneas del evangelismo realizan una obra de orden tan elevado como la de los obreros ministeriales. Los esfuerzos realizados por estos obreros no deben circunscribirse a las clases más pobres. Las clases más elevadas se han descuidado en forma inexplicable. Entre la gente más educada muchos  responderán favorablemente ¿a la verdad, porque la hallarán consistente y verán que porta el sello del elevado carácter del Evangelio. Entre la gente ganada por este método hay no pocas personas de habilidad que entrarán enérgicamente a la obra del Señor.

Hombres de recursos prestarán ayuda
El Señor insta a los que ocupan posiciones de responsabilidad, a quienes ha confiado sus preciosos dones, a que utilicen sus talentos intelectuales y sus medios en su servicio. Nuestros obreros deberían presentar delante de estos hombres una explicación clara de nuestro plan de trabajo, mostrándoles lo que necesitamos con el fin de ayudar a los pobres y menesterosos, y para establecer esta obra sobre una base firme. El Espíritu Santo impresionará a algunos de ellos para que inviertan los medios del Señor de tal modo que su causa prospere. Cumplirán su propósito mediante la creación de centros de influencia en las grandes ciudades. El interés de los obreros los llevará a ofrecerse para trabajar en diversas líneas de esfuerzo misionero. Se establecerán restaurantes donde se preparen comidas saludables. ¡Pero con cuánto cuidado debería realizarse esta obra!

Cada uno de estos restaurantes debería ser una escuela. Sus obreros deben mantenerse constantemente estudiando y experimentando con el fin de mejorar la preparación de los alimentos saludables. Esta obra de instrucción debe poderse llevar a cabo en las ciudades en una escala mucho mayor que en los lugares pequeños. Pero dondequiera que haya una iglesia, se debería dar instrucción relativa a la preparación de alimentos sencillos y saludables para beneficio de los que desean vivir de acuerdo con los principios de la reforma de la salud. Y los feligreses deben impartir la luz que reciben sobre estos asuntos a los habitantes de su vecindario.

Se debe enseñar a cocinar a los alumnos de nuestras  escuelas. En esta rama de la educación se debe ejercer conocimiento y prudencia. Satanás trabaja con toda clase de engaños de injusticia para descaminar los pies de nuestros jóvenes por los senderos de la tentación que conducen a la ruina. Debemos fortalecerlos y ayudarles a resistir las tentaciones referentes a la indulgencia del apetito que los asaltarán de todos lados. Se realiza obra misionera para el Maestro cuando se les enseña la ciencia del sano vivir.

Escuelas de cocina en muchos lugares
En muchas partes se deben establecer escuelas de cocina. Puede ser que esta obra comience en una forma humilde, pero a medida que cocineros inteligentes hagan lo mejor que puedan para iluminar a otros, el Señor les concederá habilidades y conocimientos. La instrucción del Señor es: "No los impidáis, porque yo me revelaré a ellos como su Instructor". El trabajará con aquellos que pongan sus planes en práctica al enseñar a la gente cómo reformar sus hábitos de comer mediante la preparación de alimentos sanos y baratos. De este modo los pobres se sentirán animados a adoptar los principios de la reforma de la salud y se los ayudará a ser industriosos y a tener confianza propia.

Se me ha mostrado que Dios está enseñando a preparar alimentos sanos y sabrosos a hombres y mujeres capaces, y a hacerlo de manera aceptable. Vi que muchos de ellos eran jóvenes y que también los había de edad madura. He recibido la instrucción de promover la conducción de escuelas de cocina dondequiera que se haya establecido el trabajo médico misionero. Se debe presentar delante de la gente cualquier medio que pueda inducirla a aceptar la obra de reforma. Permítase brillar tanta luz como sea posible sobre ellos. Enséñeseles a compartir con los demás todo lo que aprendan.
¿No hemos de hacer todo lo que podamos para adelantar  la obra en nuestras grandes ciudades? Miles y miles de personas que viven a nuestro alrededor necesitan ayuda de diversas formas. Recuerden los ministros del Evangelio que el Señor Jesucristo dijo a sus discípulos: "Vosotros sois la luz del mundo; una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder". "Vosotros sois la sal de la tierra; pero si la sal se desvaneciere, ¿con qué será salada?" (Mateo 5: 14, 13).

El Señor trabaja con ellos
El Señor Jesús realiza milagros en favor de su pueblo. En Marcos 16 leemos: "Y el Señor, después que les habló, fue recibido arriba en el cielo, y se sentó a la diestra de Dios. Y ellos, saliendo, predicaron en todas partes, ayudándoles el Señor y confirmando la palabra con las señales que la seguían" (vers. 19 y 20). Aquí se nos asegura que el Señor estaba capacitando a sus siervos escogidos para que emprendieran la obra misionera médica después de su ascensión.

Podemos aprender una lección de la más alta importancia del registro de los milagros que el Señor realizó al proveer vino en la fiesta de bodas y al alimentar a la multitud. La obra de los alimentos saludables es una de las formas que Señor utilizará para suplir una necesidad. El proveedor celestial de todos los alimentos no dejará ignorante a su pueblo con respecto a la preparación de los alimentos mejores para todo tiempo y ocasión.

Un medio para vencer el prejuicio
Quienes han conocido la verdad por mucho tiempo necesitan buscar fervientemente al Señor, para que sus corazones estén llenos de una determinación de trabajar por su prójimo. Hermanos y hermanas, visitad a los que viven cerca de vosotros y por medio de actos de simpatía y  bondad procurad alcanzar sus corazones. Aseguraos de trabajar en una forma que elimine el prejuicio en lugar de crearlo.­ Testimonies for the Church, tomo 9, pág. 34 (1909).

Los sanatorios como puestos de avanzada *
Una de las ventajas principales de la situación en Loma Linda, lo mismo que en Melrose, es la agradable variedad del panorama encantador. Creemos que ambos lugares han llegado a nuestra posesión para ser utilizados con las mejores ventajas posibles para establecer sanatorios.
Pero más importante que el magnífico panorama y los hermosos edificios y espaciosos terrenos, es la proximidad de esas instituciones a distritos densamente poblados, y la oportunidad que esto proporciona de comunicar a muchísima gente un conocimiento del mensaje del tercer ángel. Debemos tener un claro discernimiento espiritual, porque en caso contrario dejaremos de comprender las providencias de Dios que preparan el camino para que iluminemos al mundo. La gran crisis está próxima a nosotros. Ahora es el momento de hacer sonar el mensaje de advertencia, por medio de los instrumentos que Dios nos ha dado para ese propósito. Recordemos que el instrumento más importante es nuestra obra médica misionera. Nunca debemos perder de vista el gran objetivo por el cual nuestros sanatorios han sido establecidos: la promoción de la obra final de Dios en la tierra. Loma Linda se encuentra en medio de un distrito muy rico, que incluye tres ciudades importantes: Redlands, Riverside y San Bernardino. Este campo debe trabajarse desde Loma Linda, tal como Boston debe trabajarse desde Melrose.

Cuando el sanatorio de Nueva Inglaterra se trasladó de  South Lancaster a Melrose, el Señor me instruyó que eso estaba de acuerdo con su providencia. Los edificios y los terrenos de Melrose son de tal naturaleza que constituyen una recomendación para nuestra obra médica misionera, la cual debe llevarse a cabo no solamente en Boston, sino también en muchas otras ciudades de Nueva Inglaterra que no han sido trabajadas. La propiedad de Melrose permite establecer comodidades que atraerán a este sanatorio personas que no pertenecen a nuestra fe. Tanto la gente aristocrática como la gente común visitarán esa institución para beneficiarse con los medios que ofrece para recobrar la salud.

Una obra agresiva en Boston
Se me ha mostrado repetidamente que Boston es un lugar que debe trabajarse fielmente. La luz debe brillar tanto en los alrededores de la ciudad como en el centro. El Sanatorio de Melrose es uno de los instrumentos más grandes que se puedan emplear para alcanzar a Boston con la verdad. La ciudad y sus suburbios deben escuchar el último mensaje de misericordia que ha de darse a nuestro mundo. Hay que llevar a cabo en numerosos lugares reuniones en carpas. Los obreros deben utilizar con el mayor provecho posible las habilidades que Dios les ha concedido. Los dones de gracia aumentarán con el amplio uso. Pero no debe haber exaltación de sí mismo. No hay que establecer directivas precisas. Dejemos que el Espíritu Santo dirija a los obreros. Deben continuar contemplando a Jesús, el Autor y Consumador de su fe. La obra para esa gran ciudad se difundirá por la revelación del Espíritu Santo, si es que todos caminan humildemente con Dios. . .

Esperamos que los que tienen a su cargo la obra en Nueva Inglaterra colaborarán con el Sanatorio de Melrose para tomar medidas agresivas a fin de llevar a cabo la obra que debe realizarse en Boston. Cien obreros pueden trabajar  con ventaja en diferentes partes de la ciudad, en distintos ramos de servicio.

Redimiendo el tiempo
Los terribles desastres que están cayendo sobre las grandes ciudades debieran despertarnos a una intensa actividad en la tarea de predicar el mensaje de advertencia a la gente que vive en esos congestionados centros urbanos, mientras todavía tenemos oportunidad de hacerlo. El tiempo más favorable para la presentación de nuestro mensaje en las ciudades ya ha pasado. El pecado y la maldad están aumentando rápidamente; y ahora tendremos que redimir el tiempo trabajando con mucho más fervor.

La obra médica misionera es una puerta a través de la cual la verdad ha de encontrar entrada a numerosos hogares en las ciudades. En toda ciudad se encontrarán personas que apreciarán las verdades del mensaje del tercer ángel. Los juicios de Dios son inminentes. ¿Por qué no despertamos al peligro que amenaza a los habitantes de las grandes ciudades norteamericanas? Nuestro pueblo no comprende tan bien como debiera la responsabilidad que descansa sobre él de proclamar la verdad a los millones que moran en las ciudades que permanecen sin amonestar.

Hay muchas almas que deben ser salvadas. Nuestras propias almas deben estar firmemente arraigadas en el conocimiento de la verdad, a fin de ganar a otros del error a la verdad. Ahora debemos investigar las Escrituras con diligencia, y a medida que nos relacionemos con los incrédulos debemos presentarles a Cristo como el Salvador ungido, crucificado y resucitado, de quien los profetas dieron testimonio, de quien testificaron los creyentes y a través de cuyo nombre recibimos el perdón de nuestros pecados.

Ahora necesitamos creer firmemente en la verdad. Comprendamos en qué consiste la verdad. El tiempo es muy corto. Ciudades enteras están siendo destruidas. ¿Estamos haciendo nuestra parte en dar el mensaje que preparará a un pueblo para la venida de su Señor? Que Dios nos ayude a aprovechar las oportunidades que se nos presentan.

El ministerio y la obra médica *
Tanto las misiones nacionales como las del extranjero deben dirigirse en relación con el ministerio de la Palabra. La obra médica misionera no debe llevarse a cabo como algo separado de la obra del ministerio evangélico. El pueblo de Dios debe ser uno. No debe haber separación en su obra. El tiempo y los recursos están siendo absorbidos en una obra que se promueve con un fervor excesivo en una sola dirección. El Señor no lo ha establecido en esa forma. El envió a sus doce apóstoles y después a los setenta a predicar la Palabra al pueblo, y les dio poder para sanar a los enfermos y echar fuera a los demonios en su nombre. No hay que separar las dos líneas de trabajo. Satanás inventará toda clase de planes para separar a quienes Dios está procurando unir. No debemos dejarnos descarriar por sus artimañas.

La obra médica misionera debe conectarse con el mensaje del tercer ángel tal como la mano está conectada con el cuerpo; y la educación de los alumnos en las especialidades médicas misioneras no está completa a menos que se los prepare para trabajar en relación con la iglesia y el ministerio. En el ministerio hay hombres de fe y experiencia, que pueden decir: "Lo que era desde el principio, lo que hemos oído, lo que hemos visto con nuestros ojos, lo que hemos contemplado, y palparon nuestras manos tocante al Verbo de vida;. . . lo que hemos visto y oído, eso os anunciamos" ( 1 Juan 1: 1-3).

Estos hombres deben instruir a otros. . .
La obra médica misionera no ha de sacar hombres del ministerio, sino que debe colocarlos en el campo. Dondequiera se realicen congresos, los jóvenes que han recibido entrenamiento en los ramos médicos misioneros debieran sentir que tienen el deber de participar. Debieran ser animados a hablar, no sólo acerca de estas especialidades, sino también sobre puntos de la verdad presente y acerca de las razones de por qué somos adventistas del séptimo día. Estos hombres jóvenes, si se les da la oportunidad de trabajar con ministros de más edad, recibirán mucha ayuda y bendición . . .

Nadie debe rebajar el ministerio evangélico. No debe llevarse a cabo ninguna empresa de tal manera que haga aparecer el ministerio de la Palabra como una obra inferior. Eso no es así. Los que ignoran el ministerio, están ignorando a Cristo. La más elevada de todas las obras es el ministerio con sus diversos ramos, y debiera recordarse continuamente a los jóvenes que no existe una obra más bendecida por Dios que la del ministerio evangélico.

Que no se desanime a nuestros jóvenes de entrar en el ministerio. Existe el peligro de que mediante exposiciones entusiastas algunos sean alejados de la senda que Dios les ha pedido que recorran. Algunos han sido animados a estudiar alguna especialidad médica, cuando debían estar preparándose para el ministerio. El Señor llama a más hombres para que trabajen en su viña. Se pronunciaron estas palabras: "Fortaleced los puestos de avanzada: Colocad centinelas en todas partes del mundo". Dios os llama, jóvenes. Llama a ejércitos de jóvenes de corazón grande y de mente amplia, que sientan profundo amor por Cristo y la verdad. . .

El ministerio no necesita hombres notables ni eruditos, ni personas que presenten sermones elocuentes. Dios llama a hombres que estén dispuestos a entregarse a él para ser imbuidos por su Espíritu. La causa de Cristo y la humanidad exigen hombres santificados y dispuestos a sacrificarse personalmente, que puedan avanzar sin el apoyo del campamento y que sean capaces de soportar la crítica. Que sean hombres fuertes y valientes, idóneos para llevar a cabo empresas valiosas, y que hagan un pacto con Dios por medio del sacrificio. EGW CSS

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