viernes, 17 de febrero de 2012

SECCIÓN IV. LA VIDA AL AIRE LIBRE Y LA ACTIVIDAD FÍSICA. 27. “Cultura física”


Los maestros con frecuencia se encuentran perplejos ante el problema de la recreación apropiada para sus alumnos. Los ejercicios gimnásticos son útiles en muchas escuelas, pero si no hay una vigilancia cuidadosa, son llevados a menudo al exceso. Muchos jóvenes, por hacer despliegue de fuerza en el gimnasio, se han dañado para toda la vida.

El ejercicio en el gimnasio por bien dirigido que sea, no puede sustituir a la recreación al aire libre, para la cual deberían proveer más oportunidades nuestras escuelas. Los alumnos deben hacer ejercicio vigoroso. Pocos males deben ser más temidos que la indolencia y la falta de propósito. Sin embargo, la tendencia de la mayor parte de los deportes atléticos es causa de preocupación para los que se interesan por el bienestar de la juventud. Los maestros se sienten turbados al considerar la influencia que tienen estos deportes, tanto sobre el progreso del estudiante en la escuela, como sobre su éxito en la vida ulterior. Los juegos que ocupan una parte tan grande de su tiempo, apartan su mente del estudio. No contribuyen a preparar a la Juventud para la obra práctica y seria de la vida. Su influencia no tiende hacia el refinamiento, la generosidad o la verdadera virilidad.

Algunas de las diversiones más populares, como el fútbol americano y el boxeo, se han transformado en escuelas de brutalidad. Desarrollan las mismas características que desarrollaban los juegos de la antigua Roma. El amor al dominio, el orgullo en la fuerza bruta, la temeraria indiferencia hacia la vida, están ejerciendo sobre los jóvenes un poder desmoralizador que espanta.

Otros juegos atléticos, aunque no son tan embrutecedores, son apenas menos objetables, a causa del exceso al cual  son llevados. Estimulan el amor al placer y a la excitación fomentando la antipatía hacia el trabajo útil, y una disposición a esquivar las responsabilidades y deberes prácticos. Tienden a destruir el gusto por las serias realidades de la vida y sus gozos tranquilos. Así se abre la puerta a la disipación y a la ilegalidad, con sus terribles resultados.

Partidas de placer
Las partidas de placer, tal como se llevan a cabo por lo general, son un obstáculo para el verdadero crecimiento, ya sea de la mente o del carácter. Las compañías frívolas, los hábitos extravagantes, el afán por los placeres y demasiado a menudo por la disipación, nacen como consecuencias y amoldan toda la vida para el mal. En vez de tales diversiones, los padres y maestros pueden hacer mucho para proveer diversiones sanas y vivificadoras.

En este asunto, lo mismo que en todo lo que concierne a nuestro bienestar, la Inspiración ha señalado el camino. En épocas primitivas, la vida del pueblo que estaba bajo la dirección de Dios era sencilla. Vivían en contacto con el corazón de la naturaleza. Los hijos compartían el trabajo de los padres y estudiaban las bellezas y los misterios del tesoro de la naturaleza. En la quietud del Campo y del bosque meditaban en las poderosas verdades transmitidas como legado sagrado de generación a generación. Esta educación producía hombres fuertes.

Ocupaciones al aire libre
En esta época, la vida ha llegado a ser artificial y los hombres han degenerado. Aunque no debemos volver enteramente a los sencillos hábitos de aquellos tiempos primitivos, pendemos aprender de ellos lecciones que harán de nuestros momentos de recreación lo que su nombre implica: momentos de verdadera edificación para el cuerpo, la mente y el alma.

Los alrededores del hogar y de la escuela tienen mucho que ver con la recreación. Deberían tenerse en cuenta estas cosas al escoger la casa para vivir o el lugar para establecer una escuela. Aquellos para quienes el bienestar físico y mental es de mayor importancia que el dinero y las exigencias o las costumbres de la sociedad, deberían buscar para sus hijos el beneficio de la enseñanza de la naturaleza y la recreación en el ambiente que ella ofrece. Será de la mayor ayuda para la obra educativa que cada escuela esté situada de modo que proporcione a los alumnos tierra para el cultivo y acceso a los campos y a los bosques.

En lo que a la recreación del alumno se refiere, se obtendrán los mejores resultados mediante la cooperación personal del maestro. El verdadero maestro puede impartir a sus alumnos pocos dones tan valiosos como el de su compañerismo. Puede decirse de los hombres y mujeres, y mucho más de los jóvenes y niños, que solamente los podemos comprender al ponernos en contacto con ellos por medio de la simpatía; y necesitamos comprenderlos para poder beneficiarlos más eficazmente. Para fortalecer el lazo de simpatía que une al maestro y al alumno, pocos medios hay tan valiosos como el del compañerismo agradable fuera del aula. En algunas escuelas el maestro está siempre con sus alumnos en las horas de recreo. Se une a ellos en sus ocupaciones, los acompaña en sus excursiones y parece identificarse con ellos. Convendría a nuestras escuelas que esta costumbre fuese más general. El sacrificio requerido del maestro sería grande pero cosecharía una rica recompensa.

Ninguna recreación que sea útil únicamente para ellos dará por resultado una bendición tan grande para los niños y jóvenes como aquella que los haga útiles para los demás. Los jóvenes, que por naturaleza son entusiastas e impresionables, responden rápidamente a la insinuación. Al hacer planes para el cultivo de las plantas, el maestro debería esforzarse por despertar interés en el embellecimiento  de la propiedad escolar y del aula. El beneficio será doble. Los alumnos no estarán dispuestos a echar a perder o desfigurar aquello que tratan de embellecer. Se estimularán el refinamiento del gusto, el amor al orden y el hábito de ser cuidadoso; y el espíritu de compañerismo y cooperación desarrollado será una bendición duradera para los alumnos. Del mismo modo, al estimular a los alumnos a recordar a los que están privados de esos hermosos lugares y a compartir con ellos las bellezas de la naturaleza, se añade nuevo interés al trabajo en el jardín o a la excursión por el campo o el bosque.

El maestro atento hallará muchas oportunidades para inducir a sus alumnos a practicar actos de servicio. Los niñitos, especialmente, consideran al maestro con una confianza y un respeto casi ilimitados. Es difícil que deje de dar fruto cualquier cosa que sugiera modos de ayudar en el hogar, de ser fieles en los quehaceres diarios, de asistir a los enfermos o ayudar a los pobres. Y así se obtendrá nuevamente un doble beneficio. La sugerencia bondadosa se reflejará sobre su autor. La gratitud y la cooperación de parte de los padres aligerarán la carga del maestro, e iluminaran su camino.

Una salvaguardia contra el mal
La atención prestada a la recreación y a la cultura física interrumpirá sin duda a veces la rutina del trabajo escolar, pero la interrupción no será un verdadero obstáculo. Con el fortalecimiento de la mente y del cuerpo el cultivo de un espíritu abnegado, y la unión del alumno y el maestro por lazos de interés común y amistad, se recompensará cien veces el gasto de tiempo y esfuerzo. Se proveerá un uso correcto a la inquieta energía que con tanta frecuencia es una fuente de peligro para los jóvenes. Como salvaguardia contra el mal, el hecho de estar ocupada la mente con cosas buenas, es de mucho más valor que un sinnúmero de barreras, de reglamentos y disciplina.

La salud y la eficiencia *
A fin de proseguir esta grande y ardua labor es necesario que los ministros de Cristo gocen de buena salud. Para lograrlo deben ser regulares en sus hábitos y adoptar un sistema de vida saludable. Muchos se quejan continuamente y sufren de malestares diversos. Esto se debe casi siempre a que no trabajan sabiamente ni observan las leyes de la salud. A menudo pasan mucho tiempo en cuartos calientes y llenos de aire impuro. Allí se ponen a estudiar o a escribir hacen poco ejercicio físico y casi no varían sus actividades. Como consecuencia, la sangre pierde su vigor y las facultades de la mente se debilitan.

Todo el organismo necesita la influencia vigorizadora del ejercicio al aire libre. Unas cuantas horas de trabajo manual cada día, contribuirían a renovar las energías del cuerpo y a descansar la mente. De esta manera se promovería la salud general y se podría realizar una mayor cantidad de trabajo pastoral. La lectura y escritura incesante de muchos ministros los incapacita para el trabajo pastoral. Consumen en un estudio abstracto el tiempo valioso que debieran emplear ayudando a los necesitados en el momento propicio. . .

Nuestros ministros que han alcanzado la edad de cuarenta o cincuenta años no deben sentir que su trabajo es menos efectivo que antes. Los hombres de edad y experiencia son justamente los que deben llevar a cabo esfuerzos vigorosos y bien dirigidos. Se los necesita especialmente en este tiempo; las iglesias no pueden darse el lujo de perderlos. Estos obreros no deben hablar de debilidad física y mental, ni sentir que sus días de servicio se han terminado.

Muchos de ellos han sufrido por el exceso de trabajo mental sin el alivio del ejercicio físico. El resultado ha sido el deterioro de sus facultades y una tendencia a evitar la  responsabilidad. Lo que necesitan es más trabajo físico. Esto no ocurre únicamente a las personas que peinan canas, sino que obreros jóvenes también han caído en la misma condición y se han debilitado mentalmente. Tienen una lista de sermones preparados: pero más allá de éstos se sienten desorientados.

El pastor de antaño, que viajaba a caballo y gastaba mucho tiempo visitando su rebaño, disfrutaba de mejor salud, a pesar de sus privaciones, que nuestros ministros de la actualidad, quienes tratan de evitar el cansancio físico tanto como pueden y se confinan a sus libros. Los ministros de edad y experiencia deben sentir que es su deber, como siervos de Dios, seguir adelante progresando cada día, mejorando en su trabajo y recogiendo constantemente material fresco para presentar ante el pueblo. Cada esfuerzo para exponer el Evangelio debe ser mejor que el anterior. Cada año deben desarrollar una piedad más profunda, un espíritu más amable, mayor espiritualidad, y un conocimiento más cabal de la verdad bíblica. Mientras más avanzan en edad y experiencia, más fácilmente debieran acercarse a los corazones de la gente, teniendo un conocimiento más cabal de ellos. 

Períodos de relajamiento *
Se me mostró que los observadores del sábado, como pueblo trabajan muy duro sin permitirse cambios de actividad ni períodos de descanso. La recreación es necesaria para los que realizan trabajos físicos y es esencial para las personas cuyo trabajo es mayormente mental. No es esencial para nuestra salvación ni es para la honra de Dios, que se mantenga la mente trabajando sin descanso aunque sea en temas religiosos. Existen diversiones tales como el baile, los juegos de barajas, ajedrez, damas, etc., que no podemos aprobar porque el Cielo las condena. Estas diversiones abren las puertas al mal. No son beneficiosas sino que tienen una influencia estimulante y en algunas mentes fomentan una pasión que las lleva a las apuestas y la disipación. Todos estos juegos debieran ser condenados por los cristianos y debieran ser sustituidos por una recreación saludable.

Que varias familias que viven en una misma localidad se junten y dejen las ocupaciones que los han sobrecargado física y mentalmente y hagan una excursión al campo a la orilla del lago u otro lugar donde el escenario de la naturaleza es bello. Provéanse de alimentos sanos y sencillos de las mejores frutas y legumbres y extiendan sus manteles bajo la sombra de algún árbol o bajo el techo del cielo. El paseo, el ejercicio y el paisaje pronto despertarán el apetito y todos podrán disfrutar de una comida que los reyes envidiarían.

En tales ocasiones padres e hijos deben sentirse libres de preocupación y perplejidad. Los padres deben jugar como niños con sus hijos haciendo cuanto sea posible para que todo resulte placentero. Dedíquese el día entero a la recreación. El ejercicio al aire libre será beneficioso para la  salud de las personas que tienen trabajos sedentarios. Todos los que puedan, deben considerar que es su deber proseguir este curso de acción. No tienen nada que perder pero sí, mucho que ganar. Pueden regresar a sus ocupaciones con una vida renovada y nuevas energías para dedicarse a su trabajo con entusiasmo. Además, se sentirán mejor preparados para resistir la enfermedad.

La luz del sol en el hogar *
Si deseáis que vuestros hogares sean agradables y acogedores, iluminadlos con aire y sol. Quitad las pesadas cortinas, abrid las ventanas y las celosías, y disfrutad de la rica luz del sol, aun a costa del color de las alfombras. Los preciosos rayos del sol pueden descolorar vuestras alfombras, pero darán un color saludable a las mejillas de vuestros hijos. Si tenéis la presencia de Dios y poseéis corazones fervientes y amantes, un hogar humilde, iluminado por el aire y el sol y alegrado por una hospitalidad sin egoísmo, será para vuestra familia y para el cansado viajero, un cielo en la tierra. Testimonios para la iglesia, tomo 2, pág. 467.

Entretenimientos prohibidos *
Los que se dedican al estudio intenso, deben disfrutar de momentos de relajamiento. La mente no debe estar constantemente restringida a razonamientos extenuantes, porque la delicada maquinaria mental se gasta. El cuerpo, lo mismo que la mente, se debe ejercitar. Pero hay que ser estrictamente temperantes en las diversiones, como en cualquier otro asunto. Y el carácter de estas diversiones se debe considerar juiciosamente. Cada joven debe preguntarse: ¿qué influencia tendrán estas diversiones en mi salud física, mental y moral? ¿se olvidará mi mente de Dios? ¿Se apartará de mí su gloria por causa de ellas?

El juego de barajas debe ser prohibido. Las compañías y tendencias de ese ambiente son peligrosas. El príncipe de las tinieblas preside en el cuarto de juego, y dondequiera que se juegue baraja. En estos lugares los ángeles malignos son los invitados especiales. No hay nada beneficioso para el alma o el cuerpo en estas diversiones. No hay nada que fortalezca el intelecto, nada que provea ideas de valor para el futuro. La conversación versa sobre temas triviales y degradantes. Se escuchan chistes bajos, actitudes frívolas y palabras viles que degradan y destruyen la verdadera dignidad del hombre. Estos juegos constituyen la actividad más insensata, inútil, peligrosa y sin provecho en que puedan involucrarse los jóvenes. Los que participan en el juego de barajas, se alteran emocionalmente y llegan a perder todo interés por alguna ocupación elevadora y beneficiosa. La experiencia en el manejo de las barajas conducirá pronto al deseo de usarlas para beneficio personal. Primero se apuesta una suma pequeña, luego una cantidad mayor, hasta que se adquiere el vicio que indefectiblemente conduce a la ruina. ¡Cuántos no fueron guiados por esta diversión  perniciosa a toda práctica pecaminosa, a pobreza, prisión, homicidio y aun al patíbulo! Sin embargo, muchos padres no ven la terrible ruina que se cierne sobre nuestros jóvenes.

El teatro se encuentra entre los lugares de placer más peligrosos. En vez de ser una escuela de moralidad y virtud, como frecuentemente se alardea, es una verdadera fuente de inmoralidad. Estas diversiones fortalecen los hábitos viciosos y las propensiones pecaminosas. Los cantos bajos, las actitudes, expresiones y gestos licenciosos, depravan la imaginación y rebajan la moral. Todo joven que asista a tales exhibiciones, corromperá sus principios. No existe en nuestra tierra influencia más poderosa para envenenar la imaginación, destruir las convicciones religiosas y el gusto por las diversiones tranquilas, que las representaciones teatrales. El amor por estas representaciones aumenta con la complacencia, así como el gusto por las bebidas fuertes se fortalece mientras más se toma. El único camino seguro es evitar el teatro, el circo y todo otro lugar de entretenimiento dudoso.

"Hay formas de recreación altamente beneficiosas tanto para la mente como para el cuerpo. Una mente iluminada y analítica encontrará abundante manera de recrearse y entretenerse, en fuentes no sólo inocentes, sino también instructivas. La recreación al aire libre y la contemplación de las obras de Dios en la naturaleza, proporcionarán el beneficio más elevado".

El ejercicio como medida de restauración *
Es un gran error pensar que las personas que han abusado de sus facultades mentales y fuerzas físicas, o que han padecido algún quebrantamiento físico o nervioso, necesitan suspender sus actividades corporales con el fin de recuperar la salud. En casos aislados, puede ser necesario mantener reposo completo durante un tiempo definido; pero estos casos son raros. La mayor parte de las veces el cambio sería demasiado drástico para que reportara algún beneficio.

Los que sufren algún quebranto como resultado de un esfuerzo mental intenso necesitan reposar de su actividad intelectual agotadora. Sin embargo, hacerles creer que para ellos sería impropio o peligroso ejercer sus facultades mentales, los induciría a considerar su condición como peor de lo que realmente es. Se vuelven nerviosos y finalmente se transforman en una verdadera carga para ellos mismos así como para las personas que los cuidan. En ese estado de ánimo su recuperación se vuelve muy improbable.

A las personas que han abusado de sus fuerzas físicas no se les debe aconsejar que abandonen completamente el trabajo corporal. Muchas veces privarlos totalmente del ejercicio contribuiría a estorbar la recuperación de su salud. La voluntad funciona a la par con el trabajo de las manos; y cuando la fuerza de la voluntad se aletarga, la imaginación se vuelve anormal, de tal manera que al enfermo le resulta imposible resistir la enfermedad. La inactividad es la peor maldición que podría recaer sobre alguien que estuviera en una condición tal.

El mecanismo maravilloso y delicado de la naturaleza necesita ejercitarse constantemente si ha de cumplir los fines para los cuales ha sido diseñado. Siempre es peligroso el plan de no hacer nada. El ejercicio físico que se deriva del trabajo útil ejerce una influencia feliz sobre la mente,  fortalece los músculos, aviva la circulación y concede al inválido la satisfacción de saber cuánto puede aguantar, además de hacerle ver que no es una persona completamente inútil en este ocupado mundo. En cambio, si no se le permite hacerlo, volverá su atención sobre su persona y se mantendrá en constante peligro de exagerar sus dificultades. Si los inválidos se ocuparan de hacer ejercicio físico bien planeado, utilizando sus fuerzas sin abusar de ellas, descubrirían en él un medio efectivo para su recuperación.

El ejercicio de caminar
Las personas débiles e indolentes no deben acceder a su inclinación de mantenerse inactivas, privándose así del aire puro y la luz del sol; más bien necesitan hacer ejercicio al aire libre, caminando o cultivando el jardín. Si lo hacen se sentirán muy fatigados, pero no les hará daño... No es sabio abandonar el uso de ciertos músculos sólo porque se siente dolor al ejercitarlos. Frecuentemente el dolor es causado por el esfuerzo que la naturaleza realiza para dar vida y vigorizar esas partes que se han atrofiado parcialmente debido a la inactividad. El uso de estos músculos inactivos por largo tiempo producirá dolor, porque la naturaleza los está llamando de nuevo a la vida.
El ejercicio de caminar, siempre que se lo pueda hacer, es el mejor remedio para los cuerpos enfermos, porque mediante él se ejercitan todos los órganos del cuerpo. Todos los que pretenden curarse mediante ciertos movimientos, lograrán muchísimo más por el ejercicio muscular que mediante la práctica de dichos movimientos. En algunos casos, la falta de ejercicio debilita y contrae las entrañas y los músculos, y estos órganos debilitados por carencia de ejercicio se fortalecerán únicamente cuando se los ejercite. Ningún ejercicio puede reemplazar la acción de caminar. Al hacerlo se mejora grandemente la circulación de la sangre.­ Testimonies for the Church, tomo 3. pág. 78 (1871).

Los males de la inactividad
El ejercicio físico y el trabajo combinado ejercen una feliz influencia sobre la mente, fortalecen los músculos, mejoran la circulación y dan al enfermo la satisfacción de conocer su propia capacidad de soportar; en cambio, si se lo priva del ejercicio saludable y del trabajo físico, su atención se vuelve sobre sí mismo. Entonces corre constantemente el peligro de pensar que se encuentra en un estado peor de lo que realmente está, y de establecer dentro de él una imaginación enfermiza que le hará temer constantemente sobrecargar su capacidad de soportar. En términos generales, si le dedica a un trabajo bien dirigido, y si usa sus fuerzas sin abusar de ellas, encontrará que el ejercicio físico resultará un agente más poderoso y eficaz en su recuperación que aun el tratamiento hidroterápico que está recibiendo.

La inactividad de las facultades físicas y mentales, en lo que se refiere al trabajo útil, es lo que mantiene a muchos enfermos en una condición de debilidad que no consiguen superar. También le proporciona una gran oportunidad de explayarse en pensamientos impuros, complacencia que ha llevado a muchos a su condición actual de debilidad. Se les ha dicho que han gastado exceso de vitalidad en trabajo duro, cuando, en nueve casos de cada diez, el trabajo que realizaban era lo único que podía revitalizar sus vidas y era el medio de salvarlos de la ruina completa. Mientras tenían la mente ocupada en estas cosas, no podían disponer oportunidades adecuadas para contaminar sus cuerpos y completar la obra autodestructiva. Hacer que esas personas dejen de trabajar con el cerebro y los músculos es concederles una amplia oportunidad de ser llevadas cautivas por las tentaciones de Satanás.­ Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 94-95.

Abramos las ventanas del alma
La carga del pecado, con su inquietud y sus deseos no satisfechos, se encuentra en el fundamento mismo de una gran parte de las enfermedades que sufre el pecador. Cristo es el poderoso Sanador del alma enferma por el pecado. Estas pobres personas afligidas necesitan obtener un conocimiento más claro de Aquel que es vida eterna si se lo conoce correctamente. Necesitan que se les enseñe con paciencia y bondad, y sin embargo con fervor, cómo abrir las ventanas del alma, y dejar que la luz del sol del amor de Dios penetre en ella para iluminar las oscuras cámaras de la mente. Las verdades espirituales más exaltadas pueden hacerse comprender por medio de las cosas de la naturaleza. Las avecillas que vuelan, como las florecillas del campo en su radiante hermosura, el grano en crecimiento, las fructíferas ramas de la vid, los árboles en flor, la gloriosa puesta de sol, las nubes carmesíes que anuncian un día hermoso, las estaciones que vienen y pasan, todo esto puede enseñarnos preciosas lecciones acerca de la fe. La imaginación tiene aquí un fructífero campo que explorar. La mente inteligente puede contemplar con la mayor satisfacción las lecciones de la verdad divina que el Redentor del mundo ha asociado con las cosas de la naturaleza.

Cristo reprochó definidamente a la gente de su tiempo porque no habían aprendido de la naturaleza las lecciones espirituales que debieran haber obtenido. Todas las cosas, animadas e inanimadas, expresan al ser humano el conocimiento de Dios. La misma mente divina que está trabajando con las cosas de la naturaleza, habla a las mentes y los corazones de los hombres y crea un anhelo inexpresable por algo que no tienen. Las cosas del mundo no pueden satisfacer sus anhelos.­ Testimonies for the Church, tomo 4, págs. 579-580. EGW CSS

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