viernes, 17 de febrero de 2012

SECCIÓN IX. LA ENSEÑANZA DE LOS PRINCIPIOS DE LA SALUD. 30. “Advertencia Contra Los Médicos Espiritistas”


De vez en cuando he recibido cartas de pastores y de miembros laicos de la iglesia en las que se pregunta si pienso que es indebido consultar a los médicos espiritistas y clarividentes. Estos agentes de Satanás están llegando a ser tan numerosos, y la práctica de buscar su consejo se está haciendo tan general, que parece necesario pronunciar algunas palabras de advertencia. Dios ha puesto a nuestro alcance la posibilidad de obtener conocimiento de las leyes de la salud. Ha hecho un deber preservar nuestras facultades físicas en la mejor condición posible a fin de rendirle un  servicio aceptable. Los que rehúsan aprovechar la luz y el conocimiento que han sido puestos a su alcance misericordiosamente, están rechazando uno de los medios que Dios les ha concedido para promover la vida espiritual tanto como la vida física. Se están colocando en un lugar donde quedarán expuestos a los engaños de Satanás.

No pocos en esta época cristiana y en esta nación cristiana recurren a los espíritus malignos, antes que confiar en el poder del Dios viviente. La madre que observa a su hijo enfermo, exclama: "No puedo hacer nada más. ¿No hay algún médico que tenga poder para restaurar la salud de mi hijo?" Alguien le habla de los admirables sanamientos realizados por algún sanador clarividente o magnético, y ella pone a su cargo a su ser amado, lo cual es como si lo colocara en las manos mismas de Satanás que se encontrara a su lado. En muchos casos la vida futura del niño es controlada por un poder satánico que parece imposible de romper.

He oído a una madre que rogaba a un médico infiel que salvara la vida de su hijo; pero cuando la insté a que buscara la ayuda del Gran Médico, quien puede salvar hasta el máximo a los que acuden a él con fe, se retiró con impaciencia.

La experiencia de Ocozías
Cuando Ocozías, rey de Israel, cayó enfermo, "envió mensajeros, y les dijo: Id y consultad a Baal-zebub dios de Ecrón, si he de sanar de esta mi enfermedad". En el camino se encontraron con Elías, y en vez de recibir un mensaje del ídolo, el rey oyó esta terrible denuncia del Dios de Israel: "Del lecho en que estás no te levantarás; de cierto morirás" (2 Reyes 1: 2, 6).

Fue Cristo quien pidió a Elías que hablara estas palabras al rey apóstata. Jehová Emmanuel tenía causa suficiente para sentir mucho desagrado por la impiedad de Ocozías. ¿Qué no había hecho Cristo para ganar los corazones de  Israel e inspirarlos con una inconmovible confianza en él? Durante siglos había visitado a su pueblo con manifestaciones de la bondad más condescendiente y del amor sin paralelo. Desde el tiempo de los patriarcas, les había mostrado que "mis delicias son con los hijos de los hombres" (Proverbios 8: 31). Había sido una ayuda muy oportuna para todos los que lo habían buscado con sinceridad. "En toda angustia de ellos él fue angustiado, y el ángel de su paz lo salvó; en su amor y en su clemencia los redimió, y los trajo, y los levantó todos los días de la antigüedad" (Isaías 63: 9). Y sin embargo Israel se había rebelado contra Dios y se había vuelto en busca de ayuda hacia el peor enemigo del Señor.

Los hebreos eran la única nación favorecida con un conocimiento del Dios verdadero. Cuando el rey de Israel envió a consultar a un oráculo pagano, proclamó a los paganos que tenía más confianza en sus ídolos que en el Dios de su pueblo, el Creador de los cielos y de la tierra. En la misma forma deshonran a Dios los que confiesan tener un conocimiento de él cuando se vuelven de la Fuente de poder y sabiduría para buscar consejo y ayuda de parte de los poderes de las tinieblas. Si la ira de Dios se encendió por esa conducta de parte del rey malvado e idólatra, ¿cómo podría considerar un comportamiento similar de parte de los que profesan ser sus siervos?

Una confianza imprudente
Muchos no están dispuestos a realizar el esfuerzo necesario para obtener conocimiento de las leyes de la vida y de los recursos sencillos que deben emplearse para la restauración de la salud. No se colocan en la relación correcta con la vida. Cuando se produce la enfermedad como resultado de su transgresión de las leyes naturales, no procuran corregir sus errores para luego pedir la bendición de Dios, sino que acuden a los médicos. Si recuperan la salud, dan a las  drogas y a los médicos todo el honor. Están siempre dispuestos a convertir en un ídolo el poder y la sabiduría humanos, y al parecer no conocen otro dios fuera de la criatura: polvo y cenizas.

No es seguro confiar en los médicos que no tienen el temor de Dios en ellos. Sin la influencia de la gracia divina, "engañoso es el corazón más que todas las cosas, y perverso" (Jeremías 17: 9). Su objetivo es engrandecerse a sí mismos. Bajo la protección de la profesión médica ¡cuántas iniquidades se han practicado, cuántos engaños se han soportado! El médico puede pretender poseer gran sabiduría y una habilidad admirable, mientras al mismo tiempo su carácter es abandonado y su práctica es contraria a las leyes de la salud. El Señor nuestro Dios nos asegura que él está esperando para demostrar su gracia; él nos invita a acudir a él en el día de la dificultad.

Además, la enseñanza de estos médicos aleja constantemente de los principios que Dios nos ha dado con respecto a la salud, especialmente en lo que concierne al régimen de alimentación. Dicen que no estamos viviendo como debiéramos y prescriben cambios que son contrarios a la luz que Dios ha enviado. Hermanos, ¿cómo podría el Señor hacer descansar sobre nosotros su bendición cuando nos estamos dirigiendo directamente hacia el terreno del enemigo?

Dios es el Ayudador de su pueblo
¿Por qué los seres humanos no están nada dispuestos a confiar en Aquel que creó al hombre y que puede, mediante un toque, una palabra, una mirada, sanar toda clase de enfermedad? ¿Quién es más digno de nuestra confianza que Aquel que realizó un sacrificio tan grande para redimirnos? Nuestro Señor nos ha dado instrucción definida, por medio del apóstol Santiago, en lo que concierne a nuestro deber en caso de enfermedad. Cuando fracasa la ayuda humana, Dios será el ayudador de su pueblo. "¿Está alguno enfermo  entre vosotros? Llame a los ancianos de la iglesia, y oren por él, ungiéndole con aceite en el nombre del Señor. Y la oración de fe sanará al enfermo, y el Señor lo levantará" (Santiago 5: 14-15). Si los profesos seguidores de Cristo, con pureza de corazón, ejercieran mucha fe en las promesas de Dios, así como confían en las agencias satánicas, comprenderían, en alma y cuerpo, cuál es el poder dador de vida del Espíritu Santo.

Dios ha concedido a su pueblo gran luz, y sin embargo no se nos ha colocado fuera del alcance de la tentación. ¿Quiénes entre nosotros están buscando ayuda de los dioses de Ecrón? Considerad este cuadro, que es un cuadro que no ha sido fraguado por la imaginación. ¡En cuántos, aun entre los adventistas del séptimo día, pueden verse sus características principales! Un inválido, aparentemente muy concienzudo, y sin embargo prejuiciado y autosuficiente, expresa abiertamente su desprecio por las leyes de la vida y la salud, las cuales la misericordia divina nos ha conducido, como pueblo, a aceptar. Sus alimentos deben ser preparados de tal manera que satisfagan sus deseos mórbidos. Antes que sentarse a la mesa con alimentos sanos, prefiere ir a restaurantes, porque allí puede satisfacer su apetito sin restricción. Aunque es un abogado entusiasta de la temperancia, se desentiende de los principios que le sirven de fundamento. Quiere alivio, pero rehusa obtenerlo al precio de la abnegación personal.

Ese hombre adora en el santuario del apetito pervertido. Es un idólatra. Las facultades que, santificadas y ennoblecidas, podrían emplearse para honrar a Dios, quedan debilitadas y prestan poco servicio. Un temperamento irritable, un cerebro confundido y nervios tensos se encuentran entre los resultados de su descuido de las leyes de la naturaleza. Es ineficiente e indigno de confianza. Cualquiera que tenga el valor y la honradez de advertirle el peligro que corre, incurre en su desagrado. La más leve reconvención u oposición  bastan para levantar su espíritu combativo. Pero ahora se presenta la oportunidad de buscar ayuda de alguien cuyo poder proviene de la brujería. Acude a esta fuente con fervor, y gasta abundantemente tiempo y dinero en la esperanza de conseguir el beneficio buscado. Está engañado, infatuado. El poder del brujo es convertido en tema de alabanza, y eso ejerce influencia sobre otros para que busquen la misma ayuda. Así queda deshonrado el Dios de Israel, mientras el poder de Satanás es reverenciado y exaltado.

En el nombre de Cristo deseo dirigirme a sus seguidores profesos: permaneced en la fe que habéis recibido desde el comienzo. "Mas evita profanas y vanas palabrerías" (2 Timoteo 2: 16). En lugar de colocar vuestra confianza en la brujería, tened fe en el Dios viviente. Maldita es la senda que conduce a Endor o a Ecrón. Tropezarán y caerán los pies que se aventuran por este terreno prohibido. Hay un Dios en Israel en quien se encuentra liberación para todos los oprimidos. La justicia es el fundamento de su trono.

Hay peligro en alejarse hasta en un mínimo grado de las instrucciones dadas por el Señor. Cuando nos desviamos del claro sendero del deber, se producirá una cadena de circunstancias que arrastrarán irresistiblemente cada vez más lejos de la rectitud. La intimidad innecesaria con los que no respetan a Dios nos seducirá sin que nos demos cuenta. El temor de ofender a los amigos mundanos nos disuadirá de expresar nuestra gratitud a Dios o de reconocer nuestra dependencia de él. Debemos mantenernos cerca de la Palabra de Dios. Necesitamos sus amonestaciones y su ánimo, sus amenazas y promesas. Necesitamos el ejemplo perfecto que se da únicamente en la vida y el carácter de nuestro Salvador. Los ángeles de Dios preservarán a su pueblo mientras éste camine por la senda del deber, pero no hay seguridad de tal protección para los que deliberadamente se aventuran en el terreno de Satanás. Un instrumento del gran engañador dirá y hará cualquier cosa con tal de  alcanzar su objetivo. No importa mucho si se denomina espiritista, un "médico eléctrico", o un "sanador magnético".

Mediante pretensiones especiosas gana la confianza de los incautos. Pretende leer la historia de la vida y comprender todas la dificultades y aflicciones de quienes acuden a él. Se disfraza de ángel de luz, mientras las tinieblas se encuentran en su corazón, y manifiesta gran interés en las mujeres que buscan su consejo. Les dice que todas sus dificultades tienen como origen un matrimonio desgraciado. Eso puede ser verdad, pero tal consejo no mejora su condición. Les dice que necesitan amor y simpatía. Pretendiendo gran interés en su bienestar arroja un ensalmo sobre sus víctimas incautas, y las encanta así como la serpiente encanta a la temblorosa avecilla. Pronto se encuentran completamente en su poder, y la terrible secuela es el pecado, la desgracia y la ruina.

Nuestra única seguridad se encuentra en preservar los marcadores antiguos. "¡A la ley y al testimonio! si no dijeren conforme a esto, es porque no les ha amanecido" (Isaías 8: 20).

La ruina ocasionada por Satanás *
El espiritismo hace aparecer a Satanás como el benefactor de la raza humana, que sana las enfermedades del pueblo y profesa presentar un sistema religioso nuevo y más elevado; pero al mismo tiempo obra como destructor. Sus tentaciones arrastran a la multitud a la ruina. La intemperancia destrona la razón, los placeres sensuales, las disputas y los crímenes la siguen. Satanás se deleita en la guerra, que despierta las más viles pasiones del alma, y arroja luego a sus víctimas, sumidas en el vicio y en la sangre, a la eternidad. Su objeto consiste en hostigar a las naciones a hacerse mutuamente la guerra; pues de este modo puede distraer los espíritus de los hombres de la obra de preparación necesaria para subsistir en el día del Señor.

Satanás obra asimismo por medio de los elementos para cosechar muchedumbres de almas aún no preparadas. Tiene estudiados los secretos de los laboratorios de la naturaleza y emplea todo su poder para dirigir los elementos en cuanto Dios se lo permita. Cuando se le dejó que afligiera a Job, ¡cuán mente fueron destruidos rebaños, ganados, sirvientes, casas e hijos, en una serie de desgracias, obra de un momento! Es Dios quien protege a sus criaturas y las guarda del poder del destructor. Pero el mundo cristiano ha manifestado su menosprecio de la ley de Jehová, y el Señor hará exactamente lo que declaró aquel día: alejará sus bendiciones de la tierra y retirará su cuidado protector de sobre los que se rebelan contra su ley y enseñan y obligan a los demás a hacer lo mismo. Satanás ejerce dominio sobre todos aquellos a quienes Dios no guarda en forma especial. Favorecerá y hará prosperar a algunos para obtener sus fines, y atraerá desgracias sobre otros, al mismo tiempo que hará creer a los hombres que es Dios quien los aflige.

Al par que se hace pasar ante los hijos de los hombres como un gran médico que puede curar todas sus enfermedades, Satanás producirá enfermedades y desastres a tal punto que ciudades populosas serán reducidas a ruinas y desolación. Ahora mismo está obrando. Ejerce su poder en todos los lugares y bajo mil formas: en las desgracias y calamidades de mar y tierra, en las grandes conflagraciones, en los tremendos huracanes y en las terribles tempestades de granizo, en las inundaciones, en los ciclones, en las mareas extraordinarias y en los terremotos. Destruye las mieses casi maduras y a ello sigue la hambruna y la angustia; propaga por el aire emanaciones mefíticas y miles de seres perecen en la pestilencia. Estas plagas irán menudeando más y más y se harán más y más  desastrosas. La destrucción caerá sobre hombres y animales. "La tierra se pone de luto y se marchita", "desfallece la gente encumbrada de la tierra. La tierra también es profanada bajo sus habitantes; porque traspasaron la ley, cambiaron el estatuto, y quebrantaron el pacto eterno" (Isaías 24: 4-5, N. M.).

Algunos estarán tentados a recibir estos prodigios como provenientes de Dios. Habrá enfermos que sanarán delante de nosotros. Se realizarán milagros ante nuestra vista. ¿Estamos preparados para la prueba que nos aguarda cuando se manifiesten más plenamente los milagros mentirosos de Satanás? ¿No serán entrampadas y apresadas muchas almas? Al apartarse de los claros preceptos y mandamientos de Dios, y al prestar oído a las fábulas, la mente de muchos se está preparando para aceptar estos prodigios mentirosos. Todos debemos procurar armarnos ahora para la contienda en la cual pronto deberemos empeñarnos. La fe en la Palabra de Dios, estudiada con oración y puesta en práctica, será nuestro escudo contra el poder de Satanás y nos hará vencedores por la sangre de Cristo.­ Joyas de los testimonios, tomo 1, pág. 101 (1862). EGW CSS

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Gracias por tú Tiempo.